lunes, 4 de enero de 2010

Testimonios peregrinos

Reflexiones sobre el camino
 
Mi nombre es Jaime y tengo 75 años. Desde muy joven me interesé por el Camino y sus peregrinos cuando en 1948 peregriné a Compostela con motivo de una reunión internacional de Juventudes de Acción Católica. De los recuerdos que tengo de ese viaje destacaría el haber conocido a mi primer peregrino, un belga que me pareció mayor aunque supongo que no debería pasar de los 35, que me emocionó al explicar que venía caminando desde su país (más de 2.000 Km.), tres años después de finalizar la Segunda Guerra Mundial. Nos enseñó una canción medieval, Valona, de la que recuerdo perfectamente la música y una estrofa que suelo canturrear cuando camino hacia Santiago.              
Prioridades de la vida me hicieron abandonar mis sueños compostelanos hasta que en 1999 fui dueño absoluto de mi tiempo. Ahí empezó mi caminar que acabará cuando mis condiciones físicas lo decidan. Hasta la fecha llevo recorridos casi 6.000 Km. a pie por distintos Caminos con nueve llegadas a la tumba del apóstol y dos Caminos en coche para que mi esposa conociese todo lo que yo había visto. En 2007 realicé mi sueño de ver morir el sol en Fisterra y en 2008 mi segundo sueño, enlazar la lejana población de Le Puy en Velay con Santiago.
Estos años y caminatas me han dado la oportunidad de conocer a infinidad de personas relacionadas de una manera u otra con el Camino, hacer muy buenos amigos y compartir toda clase de situaciones con mis compañeros peregrinos venidos de todo el mundo. Como he dicho en muchas ocasiones: "El Camino es como un río en el que el auténtico peregrino se sumerge y deja llevar por su corriente. En el Camino no tienes ni nivel social, ni económico, ni intelectual, ni profesional. Sólo cuenta tu capacidad de esfuerzo y voluntad personal. A duras penas se te conoce por tu nombre de pila pero todo el mundo te sonríe y te ayuda en caso necesario. La utopía del 'todos iguales' se hace realidad en el camino. Otro de sus muchos misterios".
En mi primer camino en 1999, en compañía de mi hijo y mi nieto iba preparado a considerar distintas facetas del camino como la religiosa, espiritual, deportiva, etc. pero olvidé la más importante: la faceta social. Al reflexionar llego a la conclusión de que mi motivo personal para recorrer el Camino es una mezcla equilibrada de todas ellas. También descubrí que la mejor manera de integrarme en el espíritu del Camino era caminando junto a los peregrinos, conversando con ellos y los lugareños, sin prisas y pernoctando en los albergues.
Efectivamente, existen tantas razones como peregrinos para recorrer el Camino a Compostela. Querría, sin embargo, desmitificar su dureza ya que está al alcance de cualquier persona no sedentaria y con buena salud. Mi presencia en el mismo lo corrobora. Muchas veces el Camino es más soportable que nuestra vida misma y las necesidades mínimas y fundamentales que solicita son fácilmente superables lo que día a día produce en el peregrino una sensación de libertad sin límites.
En diversas ocasiones se me ha sugerido que plasmase mis vivencias del Camino por escrito a lo que siempre me he negado por no tener experiencia en escribir y por la pereza mental que ello me provoca. Sin embargo, me gustaría dejar constancia de un grupo de personas anónimas, de distintos países y condición social que se dedican, sin ánimo de lucro y a veces incluso sacrificando su tiempo libre, a cuidar del peregrino en lo físico y en lo espiritual: el hospitalero y su albergue.
En estos 6.000 Km. he comprobado que el grado de satisfacción que respira el peregrino a su llegada a Compostela es directamente proporcional a la habilidad o suerte que ha tenido al elegir los albergues donde pernoctar durante los 30 días que se necesitan de promedio para recorrer los 750 Km. que separan Roncesvalles de Santiago de Compostela. El Camino no tiene inicio, es el peregrino quien lo decide. Pero siempre tiene un mismo final: Compostela.

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