¿CAMINO DE SANTIAGO? ESCUELA ACELERADA DE HUMILDAD
José A. de la Riera, desde Jakobsland
Si echo mi misma sombra en mi camino, es porque hay una lámpara en mí
que no ha sido encendida. (Tagore)
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Otra arcada. Me apoyo en una "sobreira". Con un gesto pido
al "Jabalí" que se aleje, gesto inútil, está discretamente apoyado en
su bordón, mirando al infinito. Un calor agobiante, Portugal arde por
los cuatro costados, sudor, olor a humo, Portugal arde...y yo
también. Penosamente intento seguir, parezco un viejo, ¿soy un
viejo?, un paso, y otro, otro más por favor, reconozco las colmenas
que están a mi derecha, ¿cuántas veces he subido la Serra de
Labruja?, tal vez veinte, entre investigar, señalizar, caminar... un
paso, y otro, otro más por favor... me vuelvo a parar, vuelven las
arcadas, joder, allí, a mi vera, sigue el "Jabalí", ¡ lárgate,
Quintas!, no hay caso, me da agua, la rechazo.
Como en un sueño recuerdo la noche anterior, la cena en aquella
placita de Ponte de Lima bajo las murallas, con el mundo ardiendo a
cuarenta grados, las carcajadas ante un "Jabalí" empeñado en que
Willi, "el alemán", probara una augardente vella infumable, tuvimos que
ponernos serios, el "Jabalí" pretendía asesinar al pobre camarero
portugués ante la estupefacción de los guiris que llenaban las mesas
de la placita. Luego el olor del jazmín en la quinta de María dos
Dores Trigo, con las piedras de la casa echando fuego, y, más tarde,
mi peregrinación nocturna por el jardín, vomitando la cena
portuguesa, sí, cada cuatro años más o menos se abre la maldita
úlcera, y había elegido aquella noche. Dormí cero horas, no desayuné,
imposible, y encima no llevaba encima medicación alguna. No les digo
nada a mis compañeros, baaah, una parida, chico duro.
Un paso, y otro, otro más por favor. A las seis de la mañana, y ya
con más de treinta grados de temperatura, nos damos la mano ante el
puente romano de Ponte de Lima, vamos al Finisterre y nos esperan
cuarenta y dos kilómetros hasta Tui, con una temperatura previsible
acorde con los kilómetros: cuarenta y dos grados, es dos de
agosto del año 2003 y una ola de calor africano invade la península.
Miro a mis compañeros, todos son veteranos de cien caminos. Willi "el
alemán" es amigo entrañable desde que el año 1989 nos encontramos en
Saint Jean Pied de Port y caminamos juntos a Santiago. Fernando
Pazos... ¿qué decir?, "con razón o sin ella". José Antonio Quintas,
alias "el Jabalí" es tal vez el único peregrino que ha ido andando
desde La Habana a Santiago de Cuba (casi se muere... de sed). A
comienzos de los noventa recorrimos toda A Serra Seca con el padre
Eligio Ribas investigando y señalizando el Camiño Meridional por
Ourense. El Jabalí fue bautizado así en Ourense por razones obvias:
en el monte no necesita caminos, rompe por el tojo exactamente igual
que un jabalí. Cuadrado, barbado, con unos ojos maliciosos
constantemente alerta, es un gallego de libro: hace licor café y
aguardiente de hierbas pero jamás bebe su pócimas, sólo bebe vino. Nos
une una indestructible amistad fraguada en multitud de expediciones por
los montes,
chimeneas y aldeas de Galícia. Es todavía noche cerrada pero confían
en mí, conozco cada piedra y cada recoveco de este Camino, han sido
años bañándolo en amarillo.
En Nosa Sra das Neves todos desayunan de nuevo. Bebo agua e
inmediatamente la echo fuera. ¿Soy idiota o qué? Sí, soy idiota y
absurdamente orgulloso. Sé mucho mejor que nadie lo que nos espera,
tengo el estómago vacío, no he dormido y, a medida que pasan los
kilómetros, me siento más débil. ¿Cuántos kilómetros debo llevar
encima? ¿Treinta, cuarenta mil, a lo largo de estos años de
algaradas? Ni una mala ampolla, nada. Y además siempre me he
impacientado cuando he visto señales de debilidad en otros. Recuerdo
mi fastidio mientras el pobre Marcial arrastraba una tendinitis de
caballo por toda Palencia, ¡ joder, no aguantas nada! Ni siquiera
consideré la putada que le podría hacer a mis compañeros, debería
decirles que no puedo seguir: "¿cómo estás?", no entro en
detalles, "nada, de puta madre, tirad coño"
Y tiramos. Un paso, y otro, ¡otro más, por favor!, ya es mediodía,
en la cruz del capitán francés, lo más empinado de la Serra, están
sentados Willi y Fernando, esperando pacientemente. Literalmente me
arrastro hasta allí, con un bondadoso Quintas cerrando la ¿marcha?
Más arcadas, pero mi estómago no contiene absolutamente nada,
necesito urgentemente "ranitidina", pero ¿dónde encontrarla en medio
de la Serra? Desesperadamente me pongo a pensar. ¿Había farmacia en
Sao Roque?. ¡Venga, idiota, has pasado mil veces por allí, piensa,
piensa...! Estoy obcecado, no consigo recordar, llevo el alma colgada
del bordón cómo un pingajo, mis piernas son de alambre, no consigo
pensar, el pajarón es espantoso. Llegamos a la caseta del guarda
forestal, es la cumbre de A Portela Grande da Labruja, y me derrumbo hecho fosfatina.
Mis compañeros se sientan a mi lado, son buenos, fuertes y discretos.
¡ Felicidades, coño! ¿Felicidades? Si, hoy es mi cumpleaños,
cincuenta años, ¿ha influido ello en mi estúpido orgullo?, ¿es
vanidad?, ¿o es que me muero de miedo, sin saber a qué temer?
Cuatro kilómetros más tarde desembarcamos en Sao Roque. Justo al
desembocar el Camino en la carretera está, de frente y como siempre,
la farmacia. Pago el "Zantac" al triple que en España y a las diez de
la noche entramos en Tui, voy muy recuperado (¿chico
fuerte?) pero pensativo y callado como nunca en mi vida. Arde
Portugal, arde Galicia y arde mi cabeza. Además, cosa rara, la gaita no
ha salido hoy de la mochila, qué le den. Ante mí, mis compañeros
caminan en silencio mientras una luna de plata estalla en el Miño.
¿Camino de Santiago? Si, Camino de Santiago, escuela acelerada de
humildad. Y, cómo todo lo que es bueno en la vida, esa escuela es gratuita.