El Camiño portugués languidece dos años después del Xacobeo
El mal estado de la ruta ha causado accidentes y quejas de los peregrinos
El invierno ha sido crudo. La lluvia, el viento y
el frío se han aliado y han empujado a todo el mundo a cubierto. No es
de extrañar, pues, que este año sean pocos los peregrinos que se han
lanzado a recorrer el Camino de Santiago, por lo menos el que llega
hasta Compostela desde Portugal. De ello son testigo los voluntarios de
Protección Civil de Valga que, apostados en un recodo, cuñan y prestan
ayuda a quienes se han calzado las botas de andar. Aún no han echado
cuentas, pero la experiencia les dice que las cifras han bajado, y
mucho, con respecto al año pasado. Tal vez sea mejor así. Y es que la
ruta, dos años después del último Xacobeo, comienza a mostrar señales
evidentes de abandono y olvido.
Y últimamente reciben muchas quejas de quienes
han llegado hasta la barra del local andando o en bicicleta. Dicen de la
senda que en ella se resbala, que está llena de lodo y que en algunos
puntos resulta hasta peligrosa, casi impracticable. «Un rapaz caeu da
bicicleta e rompeu a clavícula», explican los parroquianos. Viendo las
huellas que el agua ha dejado en el sendero, es fácil de entender el
tropezón con herida incluida.
A quienes se quejan, «decímoslles que cando
cheguen a Santiago presenten unha queixa», siguen narrando. No saben si
su consejo es seguido o no. Lo que sí saben es que algunos vecinos ya
han trasladado al alcalde su preocupación por el estado del sendero. Tal
vez Bello Maneiro no pueda hacer nada para mejorar una ruta que escapa a
sus competencias, pero sí puede llamar a las puertas del Xacobeo para
urgir un mínimo mantenimiento de esa histórica vía.
Y es que el mal estado del sendero, que obliga a
los peregrinos a hacer eses y fintas para sortear los obstáculos, no es
el único motivo de queja de los caminantes. Claudia y Francisca, dos
alemanas que encontramos haciendo la ruta, se lamentaban ayer de que la
suciedad se ha convertido en su inseparable compañera de viaje. «Hay
plásticos. No pocos, muchos», dicen en un español titubeante pero
definitivo. Del frío y la lluvia no se quejan. A fin de cuentas, esto es
Galicia.
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