martes, 2 de agosto de 2011

Testimonios Peregrinos

GALLAECIA RUTAS MÁGICAS: EL PINDO, OLIMPO CELTA

Por José de la Riera
(A todos mis amigos, y especialmente a Iria y Marc, que tienen pendiente un bautizo celta en A Moa, conmigo de oficiante, aunque Marc tiene miedo a las meigas, parece mentira)

Tienes el mar ante ti. Es el fin de tu Camino y probablemente te esté martilleando la pregunta que desde hace días temías hacerte: ¿se acabó todo? Puede que, con el océano infinito estallando a tus pies, sientas una extraña inquietud, una llamada, una presencia.
Entonces volverás la vista hacia el sur y lo verás, está allí, presidiéndolo
todo. Es el Pindo, conocido por todos los autores gallegos y no gallegos como el Olimpo Celta.

Impresionante, sombrío, avasallador. La subida al Pindo es una de las experiencias que marcan para toda la vida. ¿Belleza? Para nada, la palabra, si es que hay alguna, es "sobrecogimiento" y también, si es posible, "silencio”, "inmensidad" o tal vez "congoja". La subida al Pindo es cualquier cosa menos una "excursión" o una "marcha".
Es uno de los pocos espacios sagrados que quedan en Europa y se nota en
todo, el Pindo es una amenaza, un aullido que llega desde tiempos arcanos, una advertencia, una invitación... avisado quedas. Porque, entre otras advertencia, en las crestas de Penafiel - una de las cresterías del Pindo, hay una amenazadora inscripción, mandada grabar por el Cabildo de Santiago y cuya traducción
exacta es: "Reyes, obispos y presbíteros alejen a todos de este lugar maldito y
castillo, bajo pena de excomunión". (Según todos los autores, grabada en el
siglo XI).
¿Cabildo compostelano? ¿Monte Pindo? ¿Finisterrae? ¿Excomuniones y anatemas? Música conocida, fox trot, fru-frús de sotanas intentando poner puertas al campo, bisbiseos de sacristía, a un canónigo le viene un soponcio... con toda seguridad de aquellos barros vinieron los lodos actuales y la explicación a la feroz oposición que la catedral de Santiago ha manifestado siempre a la peregrinación al fin del mundo tachándola de mero paganismo. Pero... ¿qué pasaba en el Pindo?
Cultos litolátricos, indígenas poniendo (todavía en el siglo XIV) una vela a Dios
y cuarenta al diablo, "aturuxos" y "alalás" entre las peñas, los antiguos cultos celtas perviviendo a tiro de ballesta del Promontorio Nerio, el cabo Fisterra.
El Pindo es un cataclismo, un sueño inquieto que dejaría a Lovecraft convertido en un personaje melifluo de Tintín: petroglifos por doquier, grandes piedras (¿talladas?) representando amenazadores monstruos primigenios, colosos impávidos acechando en forma de granito, calzadas ciclópeas hacia la cima, valles encantados, silencio atronador e, inquietante, el mar océano, abajo, envolviendo al caminante en un clima irreal, en cada esquina una leyenda, un rito arcano, una señal, un recuerdo...todo el Finisterrae está plagado de los recuerdos del culto ancestral a las piedras (litolatría, ¡ah del presente, Muxía!) pero la montaña sagrada de Galicia, el Pindo, es una "reserva" comanche donde esos restos se perciben, se sienten, a cada metro, a cada paso, en cada revuelta del camino. Y, al peregrino, la inscripción y las ruinas del castillo de Penafiel probablemente le traerán recuerdos del arzobispo Don Suero Gómez de Toledo. Don Suero fue asesinado en Compostela por los parientes de Alonso Suárez de Deza, los Churruchaos, en venganza del asesinato de Alonso por orden de otro arzobispo, Berenguel de Landoire.
El castillo de Penafiel pertenecía a los arriscados Churruchaos, y fue mandado arrasar por la mitra compostelana, después de tocar a rebato tras la muerte de Don Suero. El patriarca de las letras gallegas, RamónOtero Pedrayo, escribió sobre el Pindo: "El seno determinado por el Finisterre y la punta de Nuestra Señora de los Remedios puede denominarse golfo o bahía de Finisterre, o quizá mejor del Pindo, por la grave y bella testa de este monte simbólico que, desde el centro de la curva y en imponente caída sobre la costa, preside y centra sus horizontes. Se le ha llamado uno de los Olimpos Célticos y forma uno de los parajes de mayor emoción de Galicia".
Fernando Alonso Romero, autor del magnífico "Leyendas del Finisterrae", asegura que la cumbre del Pindo está exactamente alineada con el Facho de Fisterra, la catedral de Santiago y... O Cebreiro.
Naturalmente hay más, mucho más. En el año 19 antes de Cristo el general romano Sextius decidió erigir tres grandes aras - las Aras Sextianas - en aquellos parajes del fin del mundo, como homenaje al emperador Augusto y conmemorando las victorias de las legiones en las recientes guerras del norte. Durante años y años multitud de investigadores han buscado las Aras Sextianas. Plinio las sitúa en las proximidades del Promontorium Celticum(cabo Fisterra). En la cumbre del Penafiel, presidiendo el inmenso mar que se bate a sus pies, el investigador Pedro Marfany ha encontrado restos de una gran ara de sacrificios. Para él no hay duda ("Galicia Incógnita"), en el Pindo se encuentra al menos una de las tres famosas "Aras Sextianas". Los habitantes del Finisterrae seguían subiendo al Pindo, a las Aras, a los colosos tallados en las rocas. De ahí las excomuniones, de ahí los anatemas.
Pero al caminante que logre subir a la cumbre mas alta del Pindo, la mole
mesetaria de A Moa, le espera un premio: la vista más deslumbrante de Galicia, una de las visiones más avasalladoras de Europa: con el mar rugiendo setecientos metros más abajo, tendrá ante sí una aparición despampanante, Galicia a los cuatro vientos, pudiendo llegar a percibir, al sur, las Islas Cíes y el lejano Portugal, con el cabo Fisterra a sus pies, convertido en un diminuto roquedo.
Todo ello, a tiro de ballesta del final de tu Camino. ¿Hay quién se arriesgue? Pues toma mi mano, subimos al Pindo.
Accesos: Desde Fisterra (o desde Muxía) no tienes más que acceder a Cée y desde allí tomar la carretera de la costa (dirección Muros y Noia). La aldea de O Pindo se encuentra a diez kilómetros de Cée. Dos kilómetros antes, en Ézaro, y si la central hidráulica lo permite, verás el único río de Europa que desemboca en cascada en el mar, el Xallas. El Pindo es en realidad un conjunto de alturas, entre las que destacan (muy próximas) Penafiel y, sobre todo Pena Moa o simplemente A Moa, que será tu destino.
Para subir al Pindo tienes diversas opciones. Una arranca justo detrás de la iglesia de la aldea de Pindo, en dirección sur. También se puede optar por subir desde Caldebarcos. Mi recomendación es que lo hagas desde Quilmas, es la más corta; Quilmas es una pequeña aldea a dos kilómetros del pueblo de O Pindo, en la misma carretera de la costa. Toma el acceso del cementerio, déjalo a un lado y continúa por la pista. De todas formas todos éstos accesos confluyen en las Lamas del Pindo, justo al pie de los grandes farallones que conforman la Moa. A partir de aquí sigue la señalización.
Ten en cuenta algunos consejos: la subida es de dificultad media, te llevará aproximadamente un par de horas. Y una hora y media la bajada. Con niebla ni lo intentes, y mucho menos solo. Lleva agua.
Hay multitud de manantiales pero no es fácil dar con ellos. Si te sientes perdido, vuelve atrás y busca las señales. No te internes por rutas que no controles, oriéntate siempre por el mar que tienes abajo, verás siempre al sur (si estás en la cara adecuada de la montaña) el gran arenal de Carnota.
La montaña: Escasísima vegetación, enorme caos de piedra con grandes moles, granitos tipo "Traba", de mica biotita y con feldespato rosado. Como consecuencia probable de la luz solar, todo el monte suele tomar un aspecto que va del violeta al púrpura.
Algo de lo que te vas a encontrar, en tu ruta o en el conjunto del monte: Al sur del pueblo del Pindo, a 270 metros de altura, restos del castillo de San Xurxo, construido por el obispo Sisnando.
Murallas ciclópeas que circundan y aíslan la parte superior del monte. Xigante do Chan da Mina, monumental conjunto de forma antropomorfa.
Remontando la ladera oeste, en un declive, aparece el llamado "Valle encantado", con extrañas formaciones, entre ellas el Coloso del Valle Encantado, en medio de un paisaje dantesco y solitario. En el canchal del Pedregal, en un campo de abundantes pastos conocido como "Campo Boutireiro" un pequeño desvío te acercará a la impresionante crestería de "Os Aguillons" donde una enorme figura, en forma de centauro, preside las alturas.
En la cara sur se encuentra el llamado "Coloso del Pindo" otra impresionante figura antropomorfa.
A medida que te acercas a la cima, atravesarás tramos de antiquísima calzada con grandes losas, muy cubierta por la vegetación. Vete atento a todo el paraje conocido como El Pedregal, cara sur del monte, con vistas a la playa de Carnota. Delimitado por los arroyos Bravo y Valdebois, es un gran canchal granítico inmerso en un caos de pequeños valles delimitados por grandes "penedos", A Moa. La cima es una inverosímil meseta, de una sola losa granítica, azotada por todos los vientos, con el cabo Fisterra a sus pies y un horizonte a los cuatro puntos cardinales de Galicia. Muy cerca, el Monte Penafiel con sus Aras Sextianas y sus extrañas inscripciones y anatemas. Al Penafiel es mejor acceder con guía, sin conocer los pasos te internarás en un mar de abismos.
Esto es algo de lo que puedes alcanzar a ver en el Pindo. Pero lo mejor es que lo olvides, déjate llevar.
Además, no solamente en el monte encontrarás ecos de antiguos cultos. En la misma aldea de Pindo, en el lugar de Monte do Moucho, pequeño promontorio junto al mar unido al pueblo por un istmo, está la llamada Eira dos Mortos o Eira de Pedra. Aquí tenían y tienen lugar extraños ritos, llanamente: "quitar o aire de morto". Si quieres saber más (sobre esto y otras muchas cosas) pregunta en O Pindo. Lo dicho, déjate llevar, busca tu mismo al final del final de todos los Caminos de Europa.


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