viernes, 3 de mayo de 2013

Testimonios Peregrinos

 

El hombre que encendió la gran hoguera del Camino en los tiempos modernos: Don Elías Valiña Sampedro

José de la Riera
Tal vez muchos jóvenes peregrinos, y a ellos van dirigidas fundamentalmente estas líneas, desconozcan la figura de Elías y lo que significó para el Camino de Santiago. Acaso sólo su busto, que aparece difuminado en una escultura junto a las brumas de Santa María do Cebreiro, les haya llamado la atención, apenas como un souvenir más de la antigua aldea, hoy al borde de ser un parque temático de no se sabe muy bien qué. Pero es posible que, como siempre, hayan sido los más curiosos de estos jóvenes peregrinos, los que nunca faltan y siempre buscan, los que se hayan preguntado por la curiosa inscripción en latín que figura en una humilde tumba de la iglesia. Y, acaso, les haya llamado la atención uno de los títulos que distinguen a la persona que allí descansa: “hermano y amigo de todos los peregrinos”. Esos peregrinos, los que buscan y siempre encuentran, habrán dado con la perfecta definición de lo que fue Elías: un hermano y un amigo de todos los que, amarrados a su bordón, recorrían un camino renacido al borde de un milenio. Y es que el pequeño párroco de O Cebreiro fue el principal “culpable” del renacimiento actual de las peregrinaciones jacobeas. Vivió el Camino como un sueño y un compromiso personal que llevó hasta sus últimas consecuencias. Y tal vez su historia (y su leyenda) contada a los jóvenes peregrinos que se incorporan a un Camino renacido, se resuma precisamente en eso, en la lucha cotidiana, sin cuartel y sin tregua (Elías no hacía prisioneros) en búsqueda de un sueño nacido entre las remotas brumas de una aldea perdida que dormía junto a un Grial, no podía ser de otra manera.
El sueño del Camino de Santiago se resume en un pequeño cura armado de botes de pintura amarilla, conduciendo estrafalarios automóviles, preparando invasiones, movilizando conciencias, espabilando almas dormidas, apostrofando autoridades inanes, despertando la antigua ilusión: un Camino abierto y libre para todos, un Camino al alcance del más humilde de sus peregrinos, una autopista de tierra por donde, de nuevo y como en los siglos, transitara lo mejor de la vieja Europa buscando una tumba en los confines del Finisterre. Pero... ¿un pequeño cura? En aquella alma cabía todo un Camino. ¿Cómo un hombre con su bagaje intelectual, se encierra durante años en una pobre aldea en los más remotos confines de Galicia, la levanta prácticamente con sus manos y, desde aquellas soledades, se lanza a una de las más bellas aventuras que haya realizado hombre alguno a finales de la pasada centuria?, ¿quién era Elías?, ¿qué era aquello que movía al pequeño párroco de O Cebreiro, que conmocionó a todos los que le conocieron y que le convirtió en uno de los más extraordinarios personajes que ha producido la Galicia del siglo XX, por más que haya sido olvidado por muchos?
Pasión, alma y una voluntad de hierro. Todo ello llevado con una sencillez que han reflejado los que han compartido con él aquellas interminables veladas junto al fuego de O Cebreiro, donde todo peregrino tenía a su alcance y recibía la atención personal de Elías. La misma sencillez con la que llenó el Camino de esas pequeñas balizas, las flechas amarillas, que jalonan ya todos las rutas que llevan al occidente. Pasión, alma, voluntad, sencillez... no otra cosa son los valores que más deslumbran a pie de Camino. Pero, ¿algo más? Sí, el sentido de universalidad y fraternidad que tenía Elías. Tuvo la visión suficiente – y la inteligencia- para, desde lo local, desde lo más íntimo y escondido, saber transmitir – y en ello no se dio tregua- que la antigua llama, apenas una debil candela entre la bruma, había que convertirla en hoguera entre todos, supo enseguida que la recuperación física y espiritual del Camino de Santiago era una labor coral y supo también repartir juego. Entendió perfectamente la universalidad del Camino de Santiago.
Evidentemente para ello hacía falta carisma. Y él lo tenía por arrobas. Daba lo mismo ponerse el mono de trabajo para rescatar del olvido las piedras de su Cebreiro, que arrancar a cualquier punto del Camino para investigar un tramo que había caído en el abandono. Era tan importante hablar con quien fuera necesario, y en cualquier parte, para alentar la creación y el impulso de una asociación jacobea como sentarse a hablar con todo peregrino que pasara por O Cebreiro. Ellos fueron los primeros que dieron la noticia al mundo: el Camino estaba, de nuevo allí, como en los siglos, reluciente en siete soles, recien señalizado, esperando otra vez el paso de sus peregrinos en todas las encrucijadas, en las sirgas de Castilla, en las montañas, en los bosques profundos de Galicia. Ellos fueron sus mejores corresponsales. Elías editaba para los peregrinos un humilde Boletín del Camino, escrito a máquina en las madrugadas frías de O Cebreiro, que pronto viajó en las mochilas de los jacobeos por toda Europa. Y ellos hicieron pronto suyo el Camino, armados además con aquella mítica guía roja de Everest, uno de los misiles que el pequeño cura había lanzado al mundo. Carisma y pasión, voluntad e inteligencia.
Claro que, amigo, todo ello hay que imaginárselo sin “fax” alguno, sin correo electrónico, apenas sin luz, con los únicos medios que puede proporcionar el convencimiento, el coraje y la inteligencia. Después de atender sus parroquias, ayudar a los jóvenes de la comarca a encontrar trabajo, pelearse para que no le destruyeran su Cebreiro o para reconstruirlo con sus propias manos (que tanto daba), saltar a cualquier parte del Camino en su destartalado Citröen, mantener correspondencia cotidiana con mucha gente en toda Europa, el párroco de O Cebreiro se encerraba de madrugada en una pequeña pensión de Pedrafita para lanzar al mundo su Boletín del Camino de Santiago. Y todo ello manteniendo pulso abierto con mucha gente a la que se le debería caer la cara a cachos de vergüenza absoluta. Gente que le dejó en la más absoluta soledad (hubo quien, desde la Catedral de Santiago, prohibió tajantemente la impresión del humilde Boletín en la Delegación Diocesana de Enseñanza), hubo también quien, desde las propias asociaciones jacobeas que con tanto esfuerzo ayudó a crear, le hizo tirar la toalla y retirarse desolado a O Cebreiro en sus últimos momentos, pero no hubo absolutamente nadie que le hiciera apartarse un metro de su Camino.
Hoy en día, cuando tantas medallas se reparten y tantos golpes de pecho se dan gratuitamente, a Elías no le calló absolutamente nadie, fue honrado, coherente y siempre de frente, Valiña fue premonitorio, en el Boletín hizo constar – en referencia a nuestros politicos-: “No nos apuremos. Ya que, como de costumbre, pronto lucharán denodadamente, despilfarrando dineros, en la tarea de convencer a Europa que han descubierto el Camino de Santiago”. Y también fue de frente y por derecho contra tanto fariseo incapaz de abrir un mínimo albergue para sus peregrinos en la propia Compostela, mientras los más humildes pueblos del Camino les abrían sus puertas, los mismos que ahora, a golpe de incienso y despendole de botafumeiro para soponcio de beatas de viaje low cost, llegadas en aeroplanos a la voz de ese horror llamado “turismo religioso”, hacen suyo un Camino que nunca entendieron ni mucho menos hicieron suyo. Y desde luego a Valiña, puro espíritu, tampoco lo hicieron suyo, era absolutamente imposible que lo comprendieran, siquiera de lejos.
Peregrino: estás ante una extraordinaria historia, rayana en el milagro. Por eso, cuando pases por O Cebreiro acércate a la humilde tumba de Santa María y recuerda en silencio al que fue hermano y amigo de los peregrinos. Y, también, al protagonista del último de los grandes milagros del Camino de Santiago, Elías Valiña Sampedro, párroco de O Cebreiro en las remotas montañas de Galicia, el extraordinario solista que supo hacer un coro, y también un milagro, junto al viejo Grial.

Para saber más:
Celeiro, Luís. Elías Valiña, valedor del Camino. 1959 – 1989. Xunta de Galicia, 2007
DENNETT, Laurie – Aportación de D. Elías Valiña al resurgir jacobeo En Paso a Paso, Temas de la X Semana Jacobea – As. Amigos del Camino de Navarra, Pamplona, 1997
ESPIÑA GAMALLO, Manuel - “Elías Valiña, un soñador realista”, en Compostellanum n. XXXVII, 1992, (pg. 335–340)
VIÑAYO GONZÁLEZ Antonio – Caminos y peregrinos. Huellas de la peregrinación jacobea – Isidoriana, León, 1991
VV.AA. - Elías Valiña. El renacimiento del Camino. Xunta de Galicia, 2007
VV.AA. – Asociación Galega Amigos do Camiño, AGACS, reedición de los Boletines del Camino de Santiago de Elías Valiña…………….. Xunta de Galicia, 2009


Extracto de un artículo con ocasión del XX aniversario del fallecimiento de Elías. By José A. de la Riera.

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