jueves, 8 de octubre de 2015

Camino Francés

Una ex guerrillera colombiana, un ex paramilitar y un representante de las víctimas recorrenel Camino por la rteconciliación


Mientras Colombia daba el 23 de septiembre un paso crucial hacia la paz al cerrar un acuerdo el Gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC, una ex guerrillera, un ex paramilitar de las Autodefensas Unidas (AUC) y un representante de las víctimas del conflicto vivían una etapa de su propia ruta hacia la reconciliación en el Camino de Santiago.
Entre el 10 de septiembre y el 3 de octubre, estos tres colombianos han recorrido los 820 kilómetros que separan Saint-Jean-Pied-de-Port, en el Pirineo francés, de Santiago de Compostela. El largo camino ha podido recordar a Yenny Paola Borda, de 27 años, los tres días de marcha que tuvo que cubrir cuando tenía 11 hasta llegar a un campamento de las FARC, cuando su padre debió entregarla como pago después de un incidente con la guerrilla.
Borda camina en cabeza del grupo. Tras ella, va Pablo Ramos, de 26, un joven que vivió cómo las AUC —un grupo de civiles que se alzó contra la guerrilla— expulsaba a las FARC de Turbo, el municipio de Antioquía donde vivía. “Sembraban el horror para dejar claro quién mandaba”, recuerda. Cuando tenía 13 años, unos hombres se lo llevaron para, supuestamente, jugar al fútbol. Le engañaron. Había sido reclutado por los paramilitares.
Reunirlos para hacer el Camino de Santiago —y demostrar así a la sociedad de su país que la reconciliación y la paz son posibles— fue una idea del diario colombiano El Tiempo. El periódico y la Agencia Colombiana para la Reintegración buscaron a tres personas que pudieran representar a las distintas partes del conflicto. El trabajo y la insistencia del misionero Sofonías Agredo, de 56, para que el Estado se ocupe de El Palmar, un territorio disputado entre las FARC y las AUC, le convirtió en el elegido para representar a las víctimas.
A la dificultad para los tres de convivir con desconocidos se sumó el recelo que existe en la sociedad colombiana tras 50 años de conflicto, dolor y muerte. “Trabajar juntos, conversar, hizo que entendiéramos las cosas desde tres mundos diferentes”, explica Ramos. Al verle desayunar junto a Borda, ya cerca de Santiago, cuesta imaginar que la guerra los podría haber enfrentado. “Era tu vida o la del otro. No podías elegir”, recalca la exguerrillera.
“La sociedad colombiana piensa que toda la guerrilla es igual a quienes la lideran, pero no. Hay quien se une porque le gusta; quien lo hace en contra de su voluntad, como yo; quien no tiene trabajo y es su única opción…”, agrega Borda. “Yo me volé [escapé] y entré en el programa de reinserción del Gobierno. Dejé de ser una esclava. Tuve una segunda oportunidad”. Madre de dos niñas y dueña de una empresa agrícola, quiere que su ejemplo motive a los que no saben qué será de ellos si dejan las FARC.
Agredo critica al Ejecutivo colombiano por dejar de lado a los campesinos de las zonas pobres: El Palmar es un municipio de unos 5.000 habitantes que hasta hace unos años “ni siquiera aparecía en los mapas”. “Las FARC y las AUC suplían sus obligaciones. Funcionaban como policía, por ejemplo”. Y enfatiza: “Lo que hace falta es ayuda del Estado. Para que los campesinos tengan trabajo y no tengan que recurrir a esos medios [la cocaína y los grupos armados]”.
“¡Buen camino!”, se saludan alemanes, estadounidenses, mexicanos… al cruzarse en la ruta. Es una de las cosas que más sorprende a Ramos: “El Camino nos iguala a todos. Eso es lo que necesita Colombia, entender que todos somos iguales”.
Faltan 4,5 kilómetros y ya se vislumbra la catedral compostelana. Los tres colombianos repiten un ejercicio que han hecho desde el inicio del camino con el psicólogo John Freddy González: construir una frase juntos. El viernes, al concluir la ruta, su conclusión fue: “La paz se construye con igualdad”. El viaje tuvo continuación hasta Fisterra, el fin del mundo para los antiguos romanos, donde los tres peregrinos por la paz acudieron para terminar de enterrar rencores.

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