sábado, 5 de abril de 2014

Camino Francés

Un estellés monta cada día un bar en el Camino en Villamayor de Monjardín


Peregrinos hacen un alto en el Camino junto a la bocatería ambulante, entre Villamayor y Los Arcos. montxo. a. g.  
 Quedarse sin trabajo tras 17 años en la misma empresa constructora de Estella, cubrir en solitario el Camino de Santiago y, de vuelta, la idea de iniciar un negocio que le permita vivir de la ruta. Pero el que Eduardo Munuera Bilbao, estellés afincado en Abárzuza, decidió poner en marcha rompe lo convencional y ofrece una estampa inédita en el trazado jacobeo, la de un remolque transformado en un bar-bocatería ambulante con el nombre de La flecha amarilla.
Anclado entre campos de cereal, a mitad de camino entre Villamayor de Monjardín y Los Arcos, acaba de levantar su persiana con el inicio del mes de abril para ofrecer a los peregrinos el mismo servicio que otra actividad hostelera. Cafés, zumos, infusiones o refrescos. También bocadillos, platos combinados, pinchos de tortilla y bollería. Y caldicos calientes para días fríos.
 En la barra del remolque o sentados en alguna de las cinco mesas con sus respectivas sillas plegables dispuestas a modo de terraza en torno al vehículo de 750 kilos, muchas de las personas en ruta se han parado ya en estos dos primeros días de apertura. Su promotor tiene la autorización correspondiente del Ayuntamiento de Villamayor, municipio al que pertenece la parcela de titularidad pública donde se ha instalado.
A sus 47 años, casado y padre de dos hijas, Eduardo Munuera coge ilusionado las riendas de un proyecto que se gestó un año atrás. Se había quedado en paro y decidió emprender en solitario el Camino, que completó en un mes, del 13 de abril al 13 de mayo. "Con la cantidad de gente que lo hace, veía muchas carencias en la ruta y se me ocurrió que algo así podía tener sentido. Me gustó mucho ese espíritu, el sentimiento de la gente que te encuentras y pensé que podía dar este servicio", subraya. Con la idea en la cabeza, vendría la búsqueda de un emplazamiento para un modelo de negocio ambulante muy poco común en medio del campo. La parcela elegida se encuentra a 15 kilómetros de Estella, justo a mitad del recorrido -seis kilómetros para un lado y los mismos hacia otro- del tramo jacobeo de Villamayor a Los Arcos. No es un punto escogido al azar, sino un enclave que estudia los tiempos habituales en la peregrinación, cuándo se parte, por ejemplo, de la cabeza de Merindad y el horario de llegada para almorzar o darse un respiro. "Le he estado dando muchas vueltas a todo, a cada silla y a cada mesa, que ocupen poco espacio pero sean fuertes. También cada pieza que he comprado está adaptada a este uso", cuenta.
Basta para comprobarlo una visita al interior del remolque. Cada detalle está cuidado porque a Eduardo Munuera le toca montarlo cada mañana para desmontarlo de nuevo al final de la jornada, engancharlo a su todoterreno y volver con todo a cuestas a su casa de Abárzuza. Recoge y en el campo ni rastro. Hasta el día siguiente, cuando todo empieza de nuevo. Que todo quede en perfectas condiciones es uno de los requisitos del consistorio para su permiso. "Se puede hacer algo así y respetar el medio ambiente, no dejar nada que ensucie o estropee el paisaje. Eso es algo que los peregrinos tienen muy metido en la cabeza", señala.
Eduardo Munuera volvió con lo mejor del Camino, el espíritu de la gente combinado con la opción de un tiempo en soledad y se siente hoy satisfecho de seguir vinculado a él, esta vez como su nuevo medio de vida. Lo contaba en una mañana menos intensa en cuanto a afluencia que la víspera por el frío y la lluvia que obligaban a acelerar la marcha de quienes pasaron en un goteo constante junto a La Flecha Amarilla. La cuestión práctica copa cada espacio en el remolque. Cafetera y zumero perfectamente anclados para no moverse en cada viaje. Frigorífico, congelador y plancha equipan el bar ambulante que muestra su carta en carteles en el exterior y se decora por dentro con un panel fotográfico de la experiencia jacobea de su propietario.
Su rutina diaria arranca de madrugada. "Salgo a las seis de casa, paro a coger pan y la bollería en Villatuerta, y llego aquí sobre las siete menos cuarto. Tengo por delante una hora de montaje y en torno a las ocho estoy ya listo", cuenta. Pocos minutos después empiezan a llegar los primeros peregrinos, los que han salido de Villatuerta.
A eso de las 11 lo hacen los que han pernoctado en Estella en unos tiempos que irán variando conforme llegue el buen tiempo y el calor pueda hacerles madrugar más.
También él se irá adaptando en un negocio que abrirá la mitad del año, de abril a octubre. "El primer día estuve casi hasta las seis porque pasó tarde una cuadrilla que se quedó a comer y mi idea es dar el servicio desde muy temprano por la mañana. En ese día de estreno, si pasaron algo más de 40 personas un 75% más o menos paró", señala en referencia a ese primer día de abril.
En esa lista de detalles para instalarse de nuevo cada mañana hay otras curiosidades. Necesita llevar consigo un generador para dotar de corriente eléctrica al remolque, así que, demasiado pesado para acarrearlo él solo, ideó unas rampas con las que lo baja y sube de su vehículo. De los bajos del remolque penden también, como de una caravana, un depósito de agua limpia y otro de sucia para no dejar residuo alguno en la parcela.

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