Una muesca prueba que el cáliz de doña Urraca es el Santo Grial
La universidad más emblemática del Islam guarda pergaminos con el viaje de la Copa de Cristo a León
Una
muesca en el cáliz de Doña Urraca prueba que es el Santo Grial. La
esquirla fue arrancada con una gumía de doble filo por Bani-I-Aswad, el
jefe de la expedición que trajo a León la copa de la Última Cena en el
año 1055. Un viaje en el que la reliquia más importante de la
cristiandad fue custodida por un obispo de Yalaliqa (nombre que recibe
el Reino de León en las fuentes islámicas). Los hechos están
documentados en dos pergaminos localizados en la biblioteca de la
Universidad de Al-Azhar, en El Cairo, la más emblemática del Islam. Hay
más argumentos «irrefutables» de que el cáliz de San Isidoro es la Copa
del Poder, aunque también hay ‘cabos sueltos’.
La medievalista y cronista de León Margarita Torres Sevilla y el historiador del Arte José Miguel Ortega del Río, autores del libro Los reyes del Grial (editorial Reino de Cordelia) —que llegará a las librerías en unos días—, desvelan en este ensayo nuevos hallazgos que permiten concluir que la copa de Doña Urraca es la que utilizó Jesús la noche de Jueves Santo. Sin embargo, como reconocieron, «el puzzle no queda definitivamente cerrado», aunque ellos se juegan su prestigio académico en este texto. El principal escollo es una laguna de 400 años, porque el primer testimonio escrito sobre el destino de la ‘Copa del Señor’ es de esa fecha. La fuente más antigua conocida es el Breviarius A, una especie de guía de Jerusalén que describe la capilla del Santo Cristo y cómo está allí el Cáliz de Cristo.
El Santo Grial, como relataron ayer los dos historiadores, permanece en Jerusalén hasta el siglo XI. En 1096, fecha de la primera Cruzada, el cáliz ha desaparecido de la ciudad santa. El Grial llevaba ya en León 41 años. Lo recibe en 1055 Fernando I El Magno. Es un regalo del emir de la taifa de Denia, a quien le conviene tener buenas relaciones con el monarca más poderoso de la Hispania cristiana. Hay que tener en cuenta que el rey leonés lleva a cabo una gran labor de Reconquista y, como reza en su tumba del Panteón Real: «Hizo tributarios suyos, con las armas, a todos los sarracenos de España». La copa no llega sola, sino junto a otros valiosos presentes, que tendrán su importancia en la investigación de Torres y Ortega.
Los pergaminos del Cairo
Los manuscritos localizados en El Cairo son vitales para encajar la historia. Cuentan que el emir de Denia fue el único de todo el Islam que acude a la llamada desesperada del califa fatimí, ante la terrible hambruna que azota Egipto en el año 447 de la Hégira (2 de abril de 1055). El rey de Denia envía un gran cargamento de víveres y pide a cambio «la copa que dicen los cristianos que es del Mesías», para enviársela «a Ferdinand al Kabir, emir de Liyyun» (Fernando El Magno, rey de León). Las afirmaciones textuales han sido extraídas de dos pergaminos de la Universidad de Al-Azhar, fundada en el año 975 y convertida en un gran centro de conocimiento por el sultán Saladino. Son dos manuscritos fechados en el siglo XIV que cambiaron el curso de la investigación emprendida por Torres y Ortega, quienes inicialmente iban a estudiar por qué San Isidoro posee tantas piezas de procedencia islámica y, en concreto, egipcia.
El primer objeto que llamó su atención fue una arqueta de plata nielada «única en el mundo», de mediados del siglo XI, que tiene grabado el nombre del visir Sadaqa ibn Yusuf. Fue la primera pista de un trabajo científico que ha durado tres años y medio. Los historiadores consideraron en ese momento que era vital enviar al Cairo a un especialista para seguir la pista de un objeto tan enigmático. El rastreo de los manuscritos y su traducción corrió a cargo del arabista Gustavo Turienzo.
La odisea del cáliz
El primer pergamino habla del destino de la Copa de Jesús desde que fue arrebatada a la comunidad cristiana de Jerusalén por los califas fatimíes de Egipto para ser entregada a un rey taifa español, el emir de Denia. El segundo pergamino ratifica la llegada del cáliz a su destino final: un viaje de 5.000 kilómetros, de Jerusalén al Cairo, de la capital egipcia a Denia y, finalmente, a León.
Otra prueba fundamental es la copa en sí, de cronología coetánea a los tiempos de Cristo. Un cuenco de ónice de los denominados ‘vasos de murrina’, utilizados entre la nobleza de aquella época. Un ‘modelo’ que sólo aparece entre el siglo I antes de Cristo y el año 70 de nuestra era. Finalmente, el Panteón Real resulta una auténtica revelación y despeja la extrañeza que siempre produjo en los historiadores que la escena central de una tumba funeraria fuera la Sagrada Cena. Llama la atención, tras Jesucristo y los apóstoles, la importancia que tiene el sirviente que llena de vino el Grial —que tiene forma de vaso murrina—, mientras los convidados sostienen copas distintas. Es como si Fernando I y su hija Urraca, depositarios del Grial, quisieran dejar pistas. También se comprende ahora por qué Urraca entregó a los orfebres un vulgar y mellado cuenco de ónice para que lo decoraran con sus propias joyas y oro. Los monarcas leoneses ocultaron la existencia de la Copa de Cristo tal vez para mantenerla a salvo.
Fue como una premonición. Hace cuatro años se hizo una réplica del cáliz de Doña Urraca. Por entonces los investigadores Margarita Torres Sevilla y José Miguel Ortega ya estaban sobre la primera pista que les llevaría a descubrir que el Santo Grial lleva mil años en León.
La medievalista y cronista de León Margarita Torres Sevilla y el historiador del Arte José Miguel Ortega del Río, autores del libro Los reyes del Grial (editorial Reino de Cordelia) —que llegará a las librerías en unos días—, desvelan en este ensayo nuevos hallazgos que permiten concluir que la copa de Doña Urraca es la que utilizó Jesús la noche de Jueves Santo. Sin embargo, como reconocieron, «el puzzle no queda definitivamente cerrado», aunque ellos se juegan su prestigio académico en este texto. El principal escollo es una laguna de 400 años, porque el primer testimonio escrito sobre el destino de la ‘Copa del Señor’ es de esa fecha. La fuente más antigua conocida es el Breviarius A, una especie de guía de Jerusalén que describe la capilla del Santo Cristo y cómo está allí el Cáliz de Cristo.
El Santo Grial, como relataron ayer los dos historiadores, permanece en Jerusalén hasta el siglo XI. En 1096, fecha de la primera Cruzada, el cáliz ha desaparecido de la ciudad santa. El Grial llevaba ya en León 41 años. Lo recibe en 1055 Fernando I El Magno. Es un regalo del emir de la taifa de Denia, a quien le conviene tener buenas relaciones con el monarca más poderoso de la Hispania cristiana. Hay que tener en cuenta que el rey leonés lleva a cabo una gran labor de Reconquista y, como reza en su tumba del Panteón Real: «Hizo tributarios suyos, con las armas, a todos los sarracenos de España». La copa no llega sola, sino junto a otros valiosos presentes, que tendrán su importancia en la investigación de Torres y Ortega.
Los pergaminos del Cairo
Los manuscritos localizados en El Cairo son vitales para encajar la historia. Cuentan que el emir de Denia fue el único de todo el Islam que acude a la llamada desesperada del califa fatimí, ante la terrible hambruna que azota Egipto en el año 447 de la Hégira (2 de abril de 1055). El rey de Denia envía un gran cargamento de víveres y pide a cambio «la copa que dicen los cristianos que es del Mesías», para enviársela «a Ferdinand al Kabir, emir de Liyyun» (Fernando El Magno, rey de León). Las afirmaciones textuales han sido extraídas de dos pergaminos de la Universidad de Al-Azhar, fundada en el año 975 y convertida en un gran centro de conocimiento por el sultán Saladino. Son dos manuscritos fechados en el siglo XIV que cambiaron el curso de la investigación emprendida por Torres y Ortega, quienes inicialmente iban a estudiar por qué San Isidoro posee tantas piezas de procedencia islámica y, en concreto, egipcia.
El primer objeto que llamó su atención fue una arqueta de plata nielada «única en el mundo», de mediados del siglo XI, que tiene grabado el nombre del visir Sadaqa ibn Yusuf. Fue la primera pista de un trabajo científico que ha durado tres años y medio. Los historiadores consideraron en ese momento que era vital enviar al Cairo a un especialista para seguir la pista de un objeto tan enigmático. El rastreo de los manuscritos y su traducción corrió a cargo del arabista Gustavo Turienzo.
La odisea del cáliz
El primer pergamino habla del destino de la Copa de Jesús desde que fue arrebatada a la comunidad cristiana de Jerusalén por los califas fatimíes de Egipto para ser entregada a un rey taifa español, el emir de Denia. El segundo pergamino ratifica la llegada del cáliz a su destino final: un viaje de 5.000 kilómetros, de Jerusalén al Cairo, de la capital egipcia a Denia y, finalmente, a León.
Otra prueba fundamental es la copa en sí, de cronología coetánea a los tiempos de Cristo. Un cuenco de ónice de los denominados ‘vasos de murrina’, utilizados entre la nobleza de aquella época. Un ‘modelo’ que sólo aparece entre el siglo I antes de Cristo y el año 70 de nuestra era. Finalmente, el Panteón Real resulta una auténtica revelación y despeja la extrañeza que siempre produjo en los historiadores que la escena central de una tumba funeraria fuera la Sagrada Cena. Llama la atención, tras Jesucristo y los apóstoles, la importancia que tiene el sirviente que llena de vino el Grial —que tiene forma de vaso murrina—, mientras los convidados sostienen copas distintas. Es como si Fernando I y su hija Urraca, depositarios del Grial, quisieran dejar pistas. También se comprende ahora por qué Urraca entregó a los orfebres un vulgar y mellado cuenco de ónice para que lo decoraran con sus propias joyas y oro. Los monarcas leoneses ocultaron la existencia de la Copa de Cristo tal vez para mantenerla a salvo.
Fue como una premonición. Hace cuatro años se hizo una réplica del cáliz de Doña Urraca. Por entonces los investigadores Margarita Torres Sevilla y José Miguel Ortega ya estaban sobre la primera pista que les llevaría a descubrir que el Santo Grial lleva mil años en León.
El Cabildo de San Isidoro estudia actualmente blindar la reliquia más
importante de la cristiandad. Previsiblemente, como adelantó ayer el
abad de la colegiata, Francisco Rodríguez Llamazares, el cáliz será
trasladado a otras dependencias con las máximas medidas de seguridad. La
vitrina donde se exhibía hasta ahora el cáliz de Doña Urraca, situada
en un lugar destacado de la cámara del tesoro, podría ser ocupada por la
espléndida réplica realizada en 2010 por Rafael Moreno, un genial
orfebre granadino que removió Roma con Santiago para encontrar un hilo
de oro tan fino como el de la pieza original. La réplica fue uno de los
objetos estelares de la exposición Raíces. El legado de un reino, que
permitió inaugurar el Palacio del Conde Luna tras años de
restauraciones. El primero en sospechar que el cáliz de Doña Urraca
podría ser el Santo Grial fue, precisamente, el anterior abad, Antonio
Viñayo, quien en su libro La Colegiata de San Isidoro, ya
apuntó la idea en 1971: «¿Por qué los artífices de Doña Urraca
utilizaron para alma de este cáliz, la joya más rica que salió de sus
talleres, un cuenco de piedra desportillado y ya con antiquísimas
heridas y cicatrices imposibles de disimular? ¿Acaso, como el Santo
Grial, con el que mantiene afinidades de antigüedad y factura en la
materialidad pétrea de la copa, era una reliquia venerable que era
forzoso conservar y enriquecer?
Resulta lógico que San Isidoro quiera extremar la protección en torno al Santo Grial, un objeto que ha movilizado a aventureros, fanáticos religiosos, coleccionistas e incluso los nazis, que lo buscaron equivocadamente en el monasterio de Montserrat. Se trata de uno de los hallazgos más importantes de la Historia.
Robo frustrado
Además, ya en el 9 de noviembre de 1979 hubo un intento de robo. La presencia de miembros de la Adoración Nocturna fue disuasoria para los ladrones, que no llegaron a concluir el trabajo. El Cabildo de San Isidoro restó importancia al incidente, al que calificó como «un vulgar palanquetazo» en la puerta. Aseguró que el cáliz era poco menos que inexpugnable, al estar protegido por «una cuádruple alarma».
El cáliz de Doña Urraca inicialmente estaba acompañado de una patena de oro que fue robada en el año 1112, durante los enfrentamientos entre Alfonso I de Aragón y un sector nobiliario que logró la anulación de su matrimonio con doña Urraca, sobrina de la reina donante. La pieza fue sustituida por otra de plata dorada que reprodujo el mismo modelo.
La curiosidad por contemplar de cerca el Santo Grial, que en realidad lleva a la vista mil años en San Isidoro y la proximidad de la Semana Santa —la temporada alta de León— hacen prever una masiva asistencia de público al Museo de San Isidoro, cuya entrada cuesta 5 euros. Los 100.000 visitantes que ven cada año el cáliz de Doña Urraca —270 de media al día— podrían dispararse en los próximos meses.
Los autores de ‘Los reyes del Grial’ presentaron ayer el libro (Editorial Reino de Cordelia), que sale a la venta en unos días por 19,95 euros. A lo largo de 256 páginas el ensayo demuestra cómo el cáliz de Doña Urraca es la Copa de Cristo. En la foto, los historiadores Margarita Torres y José Miguel Ortega (derecha), y José Manuel Fernández Corral, secretario de la Fundación Monteleón, que financia el libro.
Resulta lógico que San Isidoro quiera extremar la protección en torno al Santo Grial, un objeto que ha movilizado a aventureros, fanáticos religiosos, coleccionistas e incluso los nazis, que lo buscaron equivocadamente en el monasterio de Montserrat. Se trata de uno de los hallazgos más importantes de la Historia.
Robo frustrado
Además, ya en el 9 de noviembre de 1979 hubo un intento de robo. La presencia de miembros de la Adoración Nocturna fue disuasoria para los ladrones, que no llegaron a concluir el trabajo. El Cabildo de San Isidoro restó importancia al incidente, al que calificó como «un vulgar palanquetazo» en la puerta. Aseguró que el cáliz era poco menos que inexpugnable, al estar protegido por «una cuádruple alarma».
El cáliz de Doña Urraca inicialmente estaba acompañado de una patena de oro que fue robada en el año 1112, durante los enfrentamientos entre Alfonso I de Aragón y un sector nobiliario que logró la anulación de su matrimonio con doña Urraca, sobrina de la reina donante. La pieza fue sustituida por otra de plata dorada que reprodujo el mismo modelo.
La curiosidad por contemplar de cerca el Santo Grial, que en realidad lleva a la vista mil años en San Isidoro y la proximidad de la Semana Santa —la temporada alta de León— hacen prever una masiva asistencia de público al Museo de San Isidoro, cuya entrada cuesta 5 euros. Los 100.000 visitantes que ven cada año el cáliz de Doña Urraca —270 de media al día— podrían dispararse en los próximos meses.
Los autores de ‘Los reyes del Grial’ presentaron ayer el libro (Editorial Reino de Cordelia), que sale a la venta en unos días por 19,95 euros. A lo largo de 256 páginas el ensayo demuestra cómo el cáliz de Doña Urraca es la Copa de Cristo. En la foto, los historiadores Margarita Torres y José Miguel Ortega (derecha), y José Manuel Fernández Corral, secretario de la Fundación Monteleón, que financia el libro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario