El Passo Honroso de Suero de Quiñones, una gesta tan legendaria... como real
«Digan que fueron burlas las justas de Suero de Quiñones, del Passo», pone Miguel de Cervantes en boca de Don Quijote.
De todas las gestas que absorbieron el seso de Alonso Quijano, el
«fecho de armas» del caballero leonés fue un hecho histórico, aunque
cuente con todos los ingredientes de una novela de caballería o una
leyenda.
El escribano del rey Juan II de Castilla, Pedro Rodríguez de Lena,
documentó el Passo honroso de Suero de Quiñones en un manuscrito del
que se conservan 5 copias, una completa en el Monasterio de El Escorial.
Sucedió en el «año del naçimiento de Nuestro Señor Jesuchristo de mil é
quatroçientos é trenta é quatro años» cerca del puente de la villa de Hospital de Órbigo, en el camino de Santiago, «que es a seis leguas de la noble çiudad de León, é a tres de la çiudad de Astorga».
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Allí, entre el 10 de julio y el 9 de agosto de 1434, Suero de Quiñones y otros nueve caballeros se batieron contra todo el que intentara cruzar el puente para librarse de la «prisión de amor» por la que éste llevaba todos los jueves una argolla de hierro al cuello.
«Nos hallamos en tiempos de la épica caballeresca y el amor cortés,
la idealización de la mujer, el servicio a la dama, y aquellos
aguerridos caballeros ponían sus ojos en el contrapunto de su rudeza: la
delicadeza de las féminas, que les correspondían portando orgullosas,
incluso manchado de sangre, el jubón o túnica sin mangas que su
caballero había lucido sobre la armadura durante el combate», explica
Carlos Taranilla de la Varga.
El historiador, autor de la adaptación anotada de «El Passo Honroso de don Suero de Quiñones», aclara que el «Passo» no fue una justa sinoun «fecho» de armas ya
que la lucha singular a caballo y con lanza tenía un claro propósito,
no era una mera demostración de la destreza con las armas.
La prueba, para la que se fijó un
pormenorizado reglamento, estuvo autorizada por el propio monarca y se
celebró con el auspicio de don Álvaro de Luna.
El Condestable de Castilla, a quien servía don Suero desde los 17 años,
«quería dejar en segundo plano la que había protagonizado don Enrique de Aragón
-el «Passo de la Fuerteventura, el 18 de mayo de 1428- la cual, a su
vez, intentó oscurecer las organizadas por el propio Álvaro de Luna para
festejar la estancia en Valladolid de doña Leonor, hermana de la reina
doña María de Castilla, en su camino hacia Portugal para casarse con el
infante don Duarte».
«Había una rivalidad entre los dos
principales reinos cristianos de la península, que se manifestaba a
todos los niveles», continúa Taranilla de la Varga. Hubo por tanto «una doble motivación: en primer lugar, política; en segundo plano, caballeresca».
Según el manuscrito original, los
jueces del Paso le libraron a don Suero de su argolla al darle su
rescate por cumplido tras permanecer durante 15 días antes y 15 días
después del apóstol Santiago esperando caballeros en el puente de Órbigo.
Era la segunda de las condiciones de la prueba. Los diez «mantenedores»
del Passo, que se enfrentaron a 68 aventureros, no llegaron a partir
las 300 lanzas en las que don Suero había concertado su liberación.
El franciscano Juan de Pineda,
que resumió y adaptó el manuscrito original para la imprenta en 1588,
relata que don Suero y su cortejo se trasladaron a la ciudad de León, donde dieron gracias en la Catedral y se celebraron grandes fiestas. Don Suero se desplazó de León al castillo de Laguna de Negrillos, donde vivían sus padres, para sanar las heridas que traía del Passo. Una vez curado, peregrinó hasta Santiago de Compostela («era año santo», recuerda Taranilla de la Varga) y dejó un brazalete de oro al cuello del relicario de Santiago Alfeo que aún hoy ostenta.
Nada de esto recoge el manuscrito
original. Carlos Taranilla cree que Juan de Pineda, cautivado por el
personaje y la historia, «entró en ella quitando y añadiendo» ya que
«hay numerosas expresiones e incisos superpuestos, incluso algún
epígrafe, que parecen de su propia cosecha, yendo en aumento a medida
que avanza el texto». De ser así, el franciscano habría alargado un
siglo después la historia, «aunque queda la incógnita de si existió otro
manuscrito o "Libro de mano" que aún desconocemos», apunta.
Al año siguiente, don Suero se casó con Doña Leonor de Tovar, «a quien por conjeturas se supone la dama "cuyo yo soy", o sea, de la que estaba enamorado», continúa Taranilla.
El caballero leonés tuvo un trágico final. Fue asesinado en 1458 en Barcial de la Loma (entre León y Valladolid) por los escuderos de Gutierre de Quijada, «quien no le había perdonado odios del Passo honroso».
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