León.- "Este albergue es distinto a otros porque aquí se acoge con el corazón, que es lo principal”, asegura sor

Para ayudar a los caminantes a ver ese fondo espiritual, la propia sor Ana María dedica gran parte de su tiempo a hablar con ellos. "Les interrogo mucho sobre lo

El albergue de Santa María de Carvajal abrió hace casi dos décadas gracias a la colaboración entre la comunidad de religiosas y la asociación jacobea de León, aunque las benedictinas siempre habían acogido a los peregrinos que llamaban a su puerta, cumpliendo con una de las reglas establecidas por San Benito en el siglo XV.
Sor Ana María recuerda que en los años ochenta ella era la portera del monasterio y que, de vez en cuando, "igual cada diez días", llegaba un caminante buscando un lugar donde dormir porque no había

El ‘boom’ que supuso la celebración del Año Santo Jacobeo de 1993 llevó a las monjas a empezar a utilizar el gimnasio de su colegio para acoger a los que se dirigían a Santiago. "Cabían 70 personas, que tenían que tirar sus esterillas y sacos de dormir en el suelo, pero podían usar los aseos y las duchas", recuerda la religiosa.
Sor Ana María explica que en aquella época el grupo de personas que promovió la creación de una Asociación de Amigos del Camino en León se puso en contacto con la comunidad de benedictinas para proponerles poner en marcha un albergue, una idea acogida con entusiasmo por las religiosas.
El progresivo incremento del número de peregrinos marcó la evolución de las instalaciones. Así, durante los primeros años sólo abrían en verano y, más tarde, en invierno empezaron a acoger a los caminantes en unos pabellones cedidos por el Ayuntamiento. "Cuando cerramos el colegio, dejamos estable el albergue durante todo el año", explica sor Ana María, quien remarca que ahora están "muy coordinados" con el alojamiento municipal, que se puso en marcha unos años más tarde que el suyo.
En la actualidad, el albergue del Monasterio de las Benedictinas –a quienes apodan las Carvajalas- cuenta con 142 plazas distribuidas en cuatro grandes habitaciones

Cada dos semanas llega un nuevo grupo de cinco hospitaleros voluntarios, procedentes de todo el mundo, que son los que se encargan de atender a los caminantes, que pueden dormir y desayunar a cambio de un donativo. "Estar aquí supone una gran recompensa espiritual, da mucha satisfacción ver cómo lo reciben los peregrinos porque son muy agradecidos", asegura sor Ana María.
La religiosa destaca que toda la comunidad de benedictinas tiene "ilusión" por continuar ofreciendo esta acogida cristiana. "A ver cómo va funcionando porque no recibimos ninguna subvención, nos mantenemos con los donativos de los peregrinos, que cada vez son más pequeños, y con algunos recursos propios que tenemos de vender alguna cosita, como libros", señala la encargada del albergue, quien apostilla que están abiertas "a lo que Dios disponga".
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