El Camino de Santiago con Cándido Méndez y José Luis López de Lacalle
Maite Arnaiz
Soy
peregrina del Camino de Santiago que he recorrido a pie, casi todos los
años, desde que, hace dieciséis, lo descubrí como una filosofía de
vida; de mi vida. Adentrarme paso a paso, sin prisa, a lo largo de
setecientos cincuenta kilómetros, por esa parte de la España monumental
del Camino francés, desde Roncesvalles hasta Santiago de Compostela, me
ha llevado a entender la peregrinación como una de las más maravillosas
actividades humanas a la que tienen libre acceso todas las religiones,
disciplina no necesariamente practicada por millones de peregrinos que
encuentran en el Camino una fórmula de evasión de la vida cotidiana con
el cielo y la tierra como compañía. Limitar el peregrinaje a la religión
es un gran error.
La grandeza del Camino de Santiago está en las sensaciones que el
peregrino va viviendo en cada paso: Observar a las vacas yendo hacia el
abrevadero con su paso lento o pasar entre un rebaño de ovejas cuando
salen con el alba y el pastor te da los “buenos días” con el acento de
cada lugar; siempre diferente y siempre afectivo. El paisaje, el
paisanaje, sus monumentos llenos de historia que conforman un
espectáculo cultural sin parangón en el mundo; solamente Castilla y León
posee el Patrimonio Cultural más grande de los pueblos de Europa y el
museo al aire libre más grande del mundo con nueve Sitios en la UNESCO.
El Camino de Santiago acoge a peregrinos de diversa condición y
oficio. A lo largo de los años, he ido encontrándome con médicos,
abogados, periodistas, arquitectos, directores de banca o dependientes
del Corte Inglés; un buzo de Águilas, un juez de Puerto Rico y hasta un
sastre de Calahorra… Y también con un ingeniero técnico, especialista en
química, culto y amante del románico que ejerce de sindicalista:
Cándido Méndez, secretario general de la UGT, quien aporta su
experiencia personal, como peregrino en el Camino de Santiago, por el
Camino francés, para periodistas en español.com:
“El Camino es una aventura sorprendente, desde cualquier vertiente
que te aproximes. Mi interés inicial era combinar mi afición a las
caminatas con un mayor conocimiento de nuestros edificios medievales y
la experiencia superó con creces el objetivo inicial”.
No
sabemos por qué, pero para los peregrinos no suele ser fácil referir el
paso por el Camino de Santiago. Aunque en el conjunto confluyen las
emociones, cada peregrino tiene su propio Camino y Cándido Méndez nos
describe el suyo.
“Tiene una dimensión humana y
espiritual que yo, al menos, no puedo desgranar con palabras, pero que
ayuda a interpretar mejor el sentido de la vida”.
Disponer de treinta días consecutivos, que es la media que invierte
un peregrino, para llegar a Santiago, si comienza en Roncesvalles, suele
ser difícil, por eso lo más frecuente es fragmentarlo en etapas, de un
año para otro, y una forma de motivación para estar físicamente
preparado, algo imprescindible para hacer un buen Camino; es la fórmula
que eligió Cándido Méndez:
“Lamento reconocer que sólo lo he
recorrido una vez y ha sido el Camino francés, iniciándolo en Saint Jean
Pied de Port. Mi voluntad es repetirlo en un futuro muy próximo”.
Es la enjundia del Camino que hace peregrinos reincidentes. Carlos
Herrera es uno de ellos. Un buen peregrino que va seleccionando etapas
cada año y descubriendo otras rutas del Camino de Santiago; todas
magníficas en las que converge la policromía del paisaje, tan diferente y
tan hermoso, desde el angosto camino de bajada a Larrasoaña, en
Navarra, entre árboles gigantescos que se juntan en la copa, hasta el
agreste campo de Castilla y la historia que los edificios encierran
entre sus piedras milenarias. El románico entró por el Camino de
Santiago.
El último Camino de José Luis López de Lacalle
José Luis López de Lacalle
Fue en agosto de 1999. Llevábamos muchos kilómetros en la mochila y
se hacía pesada la subida desde Villafranca del Bierzo hacia O´Cebreiro,
cumbre del Camino entrando ya en Galicia. Llegando a Pereje encontré a
un amigo al que no veía desde hacía tiempo, era José Luis López de
Lacalle, un hombre, fundamentalmente bueno, un demócrata comprometido
con la lucha por las libertades durante la dictadura franquista, que le
llevo a ser encarcelado. Esa defensa por las libertades, ya en
democracia, fue el motivo por el que ETA le mató, metiéndole un tiro por
la espalda, el 7 de mayo del año 2000.
Nos saludamos con el afecto que nos teníamos y la sorpresa del
encuentro. Ese día mi meta estaba en las Herrerías, y aún me faltaban
kilómetros por andar, pero una charla con José Luis siempre merecía la
pena. Juntos, compartiendo entusiasmo, le dimos un buen repaso a lo que
íbamos dejando atrás, seguros de que la experiencia nos acompañaría de
por vida: Él había iniciado el Camino en Saint Jean Pied de Port, la
etapa francesa anterior a Roncesvalles, ese bello rincón boscoso del
Pirineo navarro, donde se concentran historia y fábula; hablamos del
encuentro con peregrinos llegados de tantos rincones del mundo con los
que compartir saludos y buenos deseos; la preparación para el inicio del
Camino al día siguiente, el nerviosismo que apenas deja dormir y el
despertar con el sonido del reloj de la Real Colegiata de Santa María de
Roncesvalles, que forma parte del Conjunto Monumental Colegiata, de
finales del XII, exponente de la arquitectura medieval, de estilo gótico
francés.
Recordamos la entrada en el Bosque de Erro, primer impacto de la
naturaleza al comenzar nuestro Camino; los kilómetros de viñedos que nos
habían acompañado por La Rioja y la entrada en Logroño por el Puente de
Piedra con la inmensidad del Ebro a los pies de los peregrinos. Antes
de entrar en la ciudad, ya se empieza a ver la cúpula piramidal de la
iglesia de Santa María del Palacio y las dos esbeltas torres barrocas de
la catedral de Santa María de la Redonda. La Rioja es la Comunidad de
España con más monumentos por metro cuadrado. El último reducto de
fortificación medieval es la Puerta del Camino de Logroño, ciudad de
tradición jacobea llamada “Hija del Camino” y cuna de Gonzalo de Berceo,
escritor medieval, primer poeta en lengua castellana. Y, sin ánimo de
que suene prosaico entre tanta ilustración, también le dedicamos un
recuerdo a las riquísimas patatas a la riojana.
José Luis me dijo que andaba solo, aunque las primeras etapas las
había hecho en compañía de un amigo que no pudo continuar por no
disponer de más tiempo. Ese día se quedaba a dormir en Pereje porque
había caminado ya muchos kilómetros y dejaba para el día siguiente la
subida a O´Cebreiro, el tramo más duro. Estaba tranquilo, con la paz que
da el Camino, alejado de la política, de su actividad en la prensa y
del aliento de ETA en la nuca por defender las libertades; fue
cofundador del Foro de Ermua tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco
aquel aciago trece de julio de 1997. Ninguno de los dos estábamos por la
labor de hablar de nada que pudiera desviarnos del Camino. Él solamente
comentó: “Aquí se respira”. Cierto, por todo lo dicho a lo que ayudaba
el estar a casi 1300 metros de altitud, en plena naturaleza.
En nuestra charla seguíamos el recorrido orográfico y así llegamos a
San Juan de Ortega, en las proximidades de Burgos. Con apenas veinte
habitantes, tiene un patrimonio medioambiental y cultural formado por un
conjunto monacal románico con incursión de gótico y algo de mudéjar. En
el interior del Monasterio San Juan de Ortega, siglo XII, destaca un
capitel románico que narra el ciclo de la Natividad. Cada equinoccio se
produce un fenómeno que, desde tiempos remotos, el pueblo llama “El
milagro de la luz”. A las cinco de la tarde un rayo de sol, que se
introduce por un ventanal, ilumina el capitel de la Anunciación donde se
aprecia que la Virgen María se dirige a la luz y no a San Gabriel, como
debería ser. Ninguno de los dos lo habíamos presenciado por no
coincidir en las fechas equinocciales; nos había parecido curioso y él
comentó: “Habrá que ir a verlo otro año”. No podíamos imaginar que, para
José Luis, no llegaría otro año. Hablo con Mari Paz, su mujer, que
lleva en la voz esa pena que no mitiga el tiempo: “Tenía la mochila
preparada para su tercer Camino de Santiago, iba a hacer el Camino que
va por la Vía de la Plata. Estaba muy ilusionado”.
Llevábamos ya un buen rato de conversación cuando me dijo: “Por ahí
anda Cándido”; se refería a Cándido Méndez, su buen amigo, compañero de
fatigas con el que coincidió en alguna etapa aquel mismo año de 1999 que
fue el último Camino de José Luis, algo que Cándido recuerda con dolor:
“Sí que recuerdo aquel fugaz pero agradable encuentro. La barbarie de
ETA lo asesinó, vilmente, menos de un año después”.
Esclusa del Canal de Castilla en Fromista
En este punto, mientras escribo, hago una pausa rememorando ese lugar
en el último tramo de Castilla y León y se me pone un nudo en el
estómago. Vuelvo al recuerdo del encuentro con José Luis, donde cada uno
realzaba lo que más le había seducido del Camino, y tuvimos muchos
puntos de coincidencia, deteniéndonos en las pequeñas aldeas porque, ya
se sabe, que las dos grandes ciudades antes de llegar a Santiago, Burgos
y León, tienen mayor reconocimiento popular por sus magnas catedrales.
Uno de esos puntos fue el paso por el Canal de Castilla, una de las
obras más importantes de ingeniería hidráulica construida, a mediados
del siglo XVIII, para transportar el trigo desde Castilla hacia los
puertos del norte; es uno de los tramos más imponentes que va anunciando
a los peregrinos el acercamiento a Frómista, “uno de los hitos más
significativos del Camino” según destaca el Codex Calixtinus en la
llamada “ruta del románico”.
Frómista tiene un conjunto monumental espléndido en el que se mezcla
el gótico con el gótico tardío y distintas portadas renacentistas.
Sorprende la torre del campanario de Santa María del Castillo por tener
tres cuerpos de altura. Pero el icono en esta localidad es la iglesia de
San Martín, antiguo monasterio benedictino, excelencia del más puro
románico construido, de piedra caliza, a mediados del siglo XI por orden
de Doña Mayor, reina de Navarra. Una de mis etapas favoritas es ésta
porque voy escuchando cómo a mis pasos los acompaña el sonido del agua,
al rodar por las esclusas, que va marcando mi tiempo hasta llegar a
Frómista para entrar en su templo y sentarme en el suelo a contemplar la
entrada de luz por sus tres ventanales de medio punto que iluminan
tanta belleza. Se dice que San Martín de Frómista junto con Santiago de
Compostela, San Isidoro de León y Jaca representa la “culminación del
arte románico español del siglo XI”.
Sobre el románico, José María Pérez “Peridis” tiene su doctrina: “El
románico no sólo es memoria, sino que es valor y fuente de riqueza”. En
ese criterio parece coincidir Cándido Méndez:
“San Martín de Frómista es una
referencia espléndida, que yo comparto, de la belleza del románico.
Además el románico-mudéjar de Sahagún, con aparejo de ladrillo, me
parece también muy interesante por ser, al parecer, la sustitución de la
piedra por ladrillo, una aportación genuinamente española por razones
de economía de medios”.
Esta exposición de Cándido Méndez pone de manifiesto que no es un
peregrino que va de paso por el Camino de Santiago, sino que se detiene
en lo más importante; las piedras que constituyen su historia. La
referencia que hace sobre Sahagún de Campos no puede ser más acertada.
Nada más llegar a la Villa, vemos el emblemático arco de San Benito, del
siglo XVI, bajo el que se entra en Sahagún para dar fe de su gran
patrimonio sacro, como la Capilla de San Marcos, la muestra más antigua
de España del románico-mudéjar.
En Pereje era como si se hubiera detenido el tiempo. A lo lejos, el
Teleno nos recordaba que habíamos dejado atrás los áridos caminos de
Tierra de Campos, un desierto repoblado en el siglo IX por vacceos,
romanos y godos, posteriormente fronterizo entre musulmanes y
cristianos. A todos ellos hay que agradecer su legado monumental.
Habíamos cruzado León por la empedrada Plaza del Grano, caminando
sobre más de dos mil años de historia, hasta llegar a su magna catedral,
y hablamos de Astorga, de sus murallas de cimentación romana en el
siglo III que resguardan la catedral y el palacio de Gaudí, dos
monumentos excelsos frente a frente, y, cómo no, hablamos del poeta
astorgano Leopoldo Panero: “Astorga se amuralla en su colina y arde la
catedral en piedra rosa”. Esta orilla del Camino ha dado grandes
intelectuales: “Escuela de Astorga”, la llamó Gerardo Diego, un
semillero cultural del que salieron nombres de la talla de Luis Alonso
Luengo y Ricardo Gullón. En Astorga se refugió Concha Espina donde
escribió su obra regia, La esfinge maragata.
En el acontecer de nuestro Camino, José Luis y yo convenimos en que
el cambio de paisaje era una motivación para seguir caminando. Habíamos
subido por Rabanal del Camino a la cumbre del Irago, a 1500 metros de
altitud, con Galicia en el horizonte, hasta la Cruz de Ferro para
descender, por un camino escabroso, y entrar en Molinaseca por el romano
Puente de los Peregrinos sobre el río Meruelo. Aquí empieza a cambiar
el paisaje; hemos entrado en el Bierzo, tan verde, tan desconocido hasta
que lo puso en el mapa Luis del Olmo; así como suena. En su programa
Protagonistas, de lo mejor de la radio en las últimas décadas, Luis no
perdía la ocasión de hablar de su Bierzo del alma, de las excelencias
del botillo hasta llevarlo a la Denominación de Origen, y consiguió,
durante diez años, hacer de su Ponferrada natal el escaparate nacional
de los Premios Micrófono de Oro que concede la Federación de
Asociaciones de Radio y Televisión, en reconocimiento a profesionales
del periodismo, el deporte, las artes… incluso de la política.
Castillo Templario en Ponferrada
Ponferrada es una ciudad que surge en la Edad Media como asentamiento
alrededor del Camino de Santiago. Osmundo, obispo de Astorga, mandó
construir un puente de hierro sobre el río Sil para facilitar el paso a
los peregrinos. A este puente se le denominó “Pons-Ferrata” que dio
nombre a la localidad. La parte alta de la ciudad la preside la silueta
majestuosa del Castillo de los Templarios, de estilo gótico construido
en el siglo XII.
El casco antiguo de Ponferrada conserva viva la huella de su historia
reflejada en los monumentos y edificios singulares construidos entre
los siglos XVI y XVIII. La Basílica de la Encina, de estilo renacentista
con planta de cruz latina construida antes de 1573. En su interior, la
imagen de la Virgen de la Encina, patrona del Bierzo, preside el
imponente retablo mayor de madera policromada, de la escuela de Gregorio
Fernández, fechado entre 1630 y 1640. Ponferrada es una ciudad activa y
moderna con respeto a lo ancestral que es la médula de la ciudad. Es
necesario detenerse un día entero para disfrutarla y seguir con más
fuerza las etapas del Camino que aún nos quedan, después de haber
recorrido la Calle del Reloj y contemplar su torre levantada sobre una
de las puertas de la antigua muralla, y visitar la Casa de los Escudos,
siglo XVIII, ahora Museo de la Radio de Luis del Olmo, que guarda
innumerables testimonios de todo lo que la vida conlleva, de la propia
vida , de la muerte, de la alegría, del dolor, de las miserias…
trasmitidos a todo el mundo por sus ahora silentes ondas hertzianas.
Luis del Olmo ha tenido la tertulia más plural de la radio española;
de su formato de magacín fueron copiando todas las cadenas de radio.
José Luis hizo un elogio, merecido de Luis del Olmo: “es un hombre muy
valiente”. Pues sí. Ahora, que puede disponer de su tiempo, le reclaman
de las universidades para que imparta doctrina a las nuevas generaciones
de periodistas y le solicitan instituciones diversas que instruyen
coloquios magistrales moderados por Luis del Olmo. Él sí es Marca
España.
Me consta que el nuevo gobierno municipal de Ponferrada está muy por
la labor de darle un impulso al Camino de Santiago para que, en la misma
capital berciana, los peregrinos que van llegando tengan debida
información y ayuda para proseguir su Camino en la comarca del Bierzo
rumbo a Galicia. Hay una ruta, alternativa a la tradicional, a 14 Km de
Ponferrada; es una ruta para entrenados pero hay que ir a conocerla
aunque sea en coche. Me refiero a Santiago de Peñalba, una aldea de
veinte habitantes, rodeada de monasterios y erguida sobre una peña, a
1100 metros de altitud en el exuberante Valle del Silencio. La
estructura de sus calles y sus rústicas casitas de madera, pizarra y
piedra hacen retroceder a la edad media. Su iglesia es una joya
arquitectónica del arte mozárabe. Hace unos cuatro años tuve la suerte
de conocer esa ruta, junto a otros peregrinos, instruida por María
Antonia Gancedo, una ponferradina licenciada en Geografía e Historia del
Arte, por entonces profesora de universidad, ahora edil de Cultura y
Turismo del ayuntamiento de Ponferrada. Es una mujer muy capaz,
entregada a su actual cargo que le viene como anillo al dedo.
Hecho este paréntesis, para dar a conocer una ruta nueva del Camino
de Santiago, salimos de Ponferrada, por la ruta tradicional camino de
Villafranca del Bierzo. La naturaleza ha sido generosa con el Bierzo:
frutales, hortalizas, viñedos que dan un vino excelente. Según el gurú
mundial del vino, Robert Parker, “el mejor vino de España
calidad-precio”, está en la comarca berciana y se llama “Pétalos del
Bierzo”.
José Luis y yo habíamos hablado de lo divino y lo humano sobre el
Camino de Santiago y el desconocimiento de la historia que lo rodea.
Íbamos tan llenos del Camino que incluso comentamos sobre la posibilidad
de darlo a conocer, particularmente a los jóvenes, haciendo propuestas a
las universidades. José Luis era miembro del Consejo Social de la
Universidad del País Vasco y apuntamos una idea: “Estaría bien en los
cursos de verano”. En ello estamos ahora para poder hacerlo realidad.
Los últimos minutos de conversación los compartimos con Javier y Ana,
dos peregrinos con los que había hecho alguna etapa desde León; me
reclamaban para subir juntos hacia las Herrerías. Atrás quedaba el
último gran municipio de Castilla y León, Villafranca del Bierzo, cuna
del gran escritor Enrique Gil y Carrasco autor de El señor de Bembibre,
obra maestra ambientada en el siglo XIV. Era Año Santo Compostelano y a
los peregrinos se nos brindaba la posibilidad de visitar el interior de
la iglesia de Santiago, privilegio que, en el siglo XV, concedió el Papa
Calixto III para los peregrinos que llegaban a Villafranca maltrechos
de tanta caminata. Comentamos la sencillez del interior de la iglesia en
contraste con la majestuosidad de la Puerta del Perdón, en la que se
mezclan el románico y el gótico.
Nos despedimos de José Luis con un abrazo: “A ver si coincidimos en
alguna etapa… O en Santiago”. No fue así; no volvimos a vernos. Mi amigo
Javier, me dijo que le había saludado en la catedral, en la misa de
peregrinos.
Partimos hacia las Herrerías, con Javier y Ana, y pasamos la noche en
“El Paraíso del Bierzo”, una casa rural sobre una campiña frente a Los
Ancares, Reserva de la Biosfera. Jorge es un buen anfitrión y Manolita
la culpable de que la comida sea buenísima; sencilla y de gran calidad.
La carne es insuperable. Al día siguiente amanece brumoso; a las seis de
la mañana aún es de noche. Me gusta ver amanecer mientras la niebla se
va disipando dejando al descubierto la Sierra de Los Ancares, prodigio
de la naturaleza. La subida por la Faba es un rompepiernas de 11 Km
hacia el punto cumbre del Camino de Santiago para encontrarme con
Galicia. A 1300 metros de altitud espera O´Cebreiro, una aldea de
pallozas que tiene la iglesia más antigua de la ruta jacobea; Santa
María la Real, prerrománica del siglo IX. El descanso lo busco cada año
en la casa rural, muy recomendable, que cuidan con esmero Esperanza y
José Luis, excelentes personas.
A partir de O´Cebreiro, hasta Santiago, el paisaje es grandioso.
Triacastela, San Xil… un puerto de 1330 metros en medio de bosques
inmensos de carballos; piedras milenarias adheridas al corazón de los
lugareños que cuidan y defienden su patrimonio impotentes ante lo
inevitable: Portomarín es el ejemplo. El embalse del Belesar sepultó a
este pueblo del medievo que ahora se deshace bajo las aguas del
progreso. Ante el forzoso desalojo de sus casas, algunas con siglos de
historia, los vecinos se negaron a que la iglesia de San Juan, románico
del siglo XII, sucumbiera bajo el pantano. Entre todos la desmontaron,
piedra a piedra, le pusieron un número en los sillares para su
reubicación y las llevaron hasta el alto en el que se encuentra desde
1962.