miércoles, 30 de septiembre de 2015

Editorial



Los males del Camino y la muerte de la peregrina Denise

Por Juan Frisuelos
El asesinato de Denishe Thiem, peregrina estadounidense, que tuvo la desdicha de encontrar en su Camino a un maniático trastornado, no es ni de lejos el peor de los males de la Ruta Jacobea, por más que la reacción histérica de unos cuantos –casi todos compatriotas de la víctima o histriones de este lado del mar- haya querido propagar la idea de que este luctuoso acontecimiento amenaza con convertir la sirga compostelana en un remedo de lo que debieron ser las calles de Chicago –y otras ciudades norteamericanas- en los años veinte del siglo pasado, o de lo que son hoy en día las favelas de Río de Janeiro.
Como no es justo para la Ruta Jacobea, a pesar de cuánto insistan o del circo que pretendan montar –con el levantamiento de monumentos y otras zarandajas en memoria de una persona discreta y recatada- hay que decir que el Camino no es un lugar peligroso, o al menos no mucho más de lo que era hasta ahora. Por supuesto, infinitamente menos de lo que debió ser para los muchos peregrinos que en la Edad Media se lanzaban a recorrerlo hasta Compostela, rodeados de salteadores, timadores, posaderos desaprensivos y todo tipo de alimañas, las peores de todas las que se alzan sobre sus cuartos traseros.
Es preciso recomendar a quienes gritan ahora los peligros para el peregrino, que lean, que lean mucho sobre lo que el Camino fue y ha venido siendo a lo largo de la historia.
Dicho lo anterior, los peores males para el Camino de hoy en día –aunque difícilmente lograrán acabar con él-, siguen siendo los comerciantes ansiosos que desean extraer hasta la última gota de la sangre del peregrino, los caraduras que proliferan detrás de cada recodo –algunos de ellos haciéndose pasar por altruistas benefactores- y los políticos miopes de todos los colores (porque ideologías cada vez tienen menos) que cuanto más hunden sus manos en el Camino, más lo convierten en un lugar inhóspito.
Risa da leer las pretensiones de algunos de que las fuerzas de orden público tejan como una especie de malla en el Camino para impedir que "algunos hombres” molesten a las “peregrinas, preferentemente rubias y americanas”, a las que aguardan ocultos tras los arbustos “para mostrarles los genitales” (son frases textuales leídas a quienes alborotan).
Tales apreciaciones motivan la hilaridad por su simpleza. 
Los trastornados que puedan pulular por la Ruta Jacobea probablemente no las prefieran rubias o americanas, sino desamparadas o frágiles. Y desde luego no es más peligroso el exhibicionista de turno (por cierto, haberlos los hay tras las matas y en las esquinas de Nueva York o Sao Paulo), sino el que blandiendo un objeto punzante o cualquier otro tipo de arma, quiere arrebatar al peregrino sus pertenencia. Y estos abundan más en ciudades como las mencionadas que al borde del Camino.
Y no es menos peligrosa la estulticia o la ligereza como la que demuestran personas a quienes, sin negarles la mejor voluntad, tenemos que recordarles que en este país hay leyes, y que se presume la inocencia (hasta que no se demuestra lo contrario) y no la culpabilidad. O que si tienen pánico, pues lo mejor es abstenerse del peligro, en vez de esperar a que haya un policía detrás de cada árbol.
Igualmente, es preciso hacer hincapié en que, en general, al borde del Camino lo que hay son miles de personas de buena fe que siempre tienen un gesto, una palabra de aliento o un obsequio en forma de información, agua fresca o pieza de fruta, para unos caminantes que no siempre merecen el calificativo de peregrinos y que, en el caso de algunos extranjeros, les ignoran en su afán de devorar millas y galopar sobre el Camino para hacerse con unos pergaminos que mostrarán con arrogancia ante amistades y conocidos de vuelta a sus lugares de origen. 
Viajeros que no cruzan ni una palabra con los lugareños o les ignoran pese a atravesar ante sus casas o propiedades. ¡No saben lo que se pierden!
Esas gentes que ven pasar a los caminantes (muchos de ellos merecedores del título de “turigrinos”) son auténticos monumentos del Camino, referentes de lo que de bueno tiene la sirga y de las virtudes de la especie humana. Y esas gentes representan el 99,99% de los humanos que viven junto al Camino, por lo que no merecen convertirse en sospechosos de abrigar aviesas intenciones, para tranquilidad de quienes parecen no entender la realidad.
En cambio, entre las huestes foráneas que recorren el Camino, cada vez abundan más los casos de quienes se convierten en vividores dispuestos a explotar el Camino y obtener lucro con ello. Bien sea organizando “excursiones” para que los turistas se crean peregrinos, bien sea vendiéndoles toda suerte de “gadgets” o “souvenirs” supuestamente indispensables para convertirse en “peregrinos” y más recientemente ofreciéndose como asesores o “coachers”, que venden aire a precios abultados y que en vez de restituir al Camino parte de lo que recibieron de él, se aprovechan a modo del mismísimo sendero.
Pero es que hay más. Reconocido como Patrimonio de la Humanidad y merecedor de otras distinciones, el Camino de Santiago sufre con demasiada frecuencia agresiones que distorsionan uno de sus mayores méritos: haberse preservado en su esencia y trazado durante siglos, mucho mejor que otros legados del hombre a las generaciones venideras. Por eso cobra importancia capital empeñarse en defenderlo. Y junto con él, los valores que entraña: solidaridad, generosidad, esfuerzo. Y por supuesto la hospitalidad, que es uno de los que mejor distingue a la Ruta Jacobea de otros caminos de peregrinación. 

Juan Frisuelos es Editor de Correo del Camino y miembro de la Fraternidad Internacional del Camino de Santiago (FICS).

lunes, 28 de septiembre de 2015

Retratos Peregrinos

Recodos del Camino

Camino Francés


Missing on Camino de Santiago: Last hiker known to have seen Denise Thiem breaks his silence


Italian traveler Giorgio Cadoni met Arizona's Denise Thiem as she walked across Spain. Now, with an arrest made in her case, he talks for the first time — telling azcentral.com about the day she disappeared.


Originally published Sept. 22, 2015:
An Italian man who was the last known traveler to have seen an Arizona woman before she went missing in April on the Camino de Santiago in Spain has broken his silence.
Giorgio Cadoni, an Italian pilgrim, met and befriended Denise Thiem on the Camino on April 4 in the town of Astorga, where they happened to be staying at the same inn.
Thiem, 41, grew up in Phoenix and lived with her family in Litchfield Park before starting her journey.
Cadoni, 64, is an Italian who was making his second trip along Spain's famous walk.
He would become one of the last people known to see her.

Thiem disappeared April 5, Easter Sunday. When a search effort was launched, Cadoni shared what he knew with Thiem’s family and police — but then went silent for months, declining all requests for media interviews.
Thiem's relatives and friends struggled to find out what happened to her after she left Astorga.
On Sept. 11, after a four-month search, came a break in the case: Spanish police arrested a Spanish man who lived near the town of Castrillo de Polvazares.
The arrested man, whom the Associated Press identified as Miguel Angel Munoz, is suspected in her disappearance. Later that day, they discovered a body on the man’s property. Though Spanish media outlets have reported definitively that the body belongs to Thiem, the Arizona woman’s family members say they are still awaiting results of DNA tests that would confirm the identify of the remains.
This week, Cadoni broke his silence in a letter to The Arizona Republic and azcentral.com.
His heart is heavy, he says, after hearing of the latest developments in Thiem’s case. In great detail, he speaks about his two days with Thiem and of his regret for not walking with her when they both departed Astorga on Easter Sunday.
Although there is no independent corroboration of Cadoni's account, Thiem's relatives sought him out early on, and his story aligns with what is already known about her trip.
Excerpts from his letter have been translated into English with minor edits for grammar and clarity.
Here, his story for the first time:

I arrived at Astorga the afternoon of April 4 from Leon, where I had gone to an incredible celebration for Good Friday.
I checked in to the San Javier hostel, where I had stayed before. In the courtyard, there were a few washers and I took my laundry. An Asian woman (Denise Thiem) soothed the pain in her feet in a basin with warm water and salt.
We introduced ourselves, as often happens in the Camino. She is American and my English is absolutely limited. I excuse myself, but she calms me down by excusing herself for her nonexistent Italian.
I ask her about her feet and blisters. I urge her to get food ready for the next day, on Easter Sunday, in case the shops are closed (actually now everything is open, even on holidays).
I hang my laundry to dry while she continues to treat her feet, enjoying what little sunlight filters in the hostel’s courtyard. I then leave to go out on the town, but before, we make plans to meet for dinner.

Camino travelers are often referred to as pilgrims, and it is not uncommon for those on the Camino to share meals and walk parts of the route together. According to dozens of accounts on message boards and travel sites, the Camino experience typically is one of solitude and reflection as well as an easy camaraderie among travelers who are otherwise strangers.

According to Cadoni, other pilgrims who had walked part of the way with Thiem joined them, too. There, the group chatted and exchanged stories and memories of their travels. Thiem’s acquaintances had other dinner plans, Cadoni says, so he and Thiem decided to grab dinner at the nearby Restaurant Gaudi. They sat at a round table by the window, with only a few other guests in the dining room.
Cadoni recalls the evening:
We ordered the cod and mushrooms. The tiredness from the day lightens up and we begin a challenging conversation: I, with my limited English, struggled terribly to find the right words. Denise, attentively, strained to understand my horrible pronunciation.
We were able to talk about the days spent walking. Denise told me about her international origins (Philippines, Hong Kong, U.S.). I spoke of my family in Italy: my recently married daughter, my wife and our 40th wedding anniversary recently celebrated with a trip to Barcelona.
I remember Denise’s amazement as she asked how it was possible to stay 40 years with the same person. It was hard to come up with a response with my English. It was even difficult when she asked me to tell her why I was at the Camino, and for the second time.
The dinner was not short — not because of the food, which we finished quickly, but because of the difficulty of conversation, as well as the pleasure of her company.
I said I was going to Easter Mass on the morning of (April) 5. I am Catholic. She asked to come with me but doesn’t allow me to ask her what her religion is. We agreed to meet for breakfast at the coffee shop next to the restaurant the next morning, then we go back to San Javier and fall asleep right away.
Cedric Thiem, Denise’s brother, had access to her e-mail account, so he knew that on April 4 she had e-mailed a British woman she had met earlier on the route, saying she had arrived in the town of Astorga and planned to attend Mass the next day, then continue walking.
Cadoni describes that final morning:
In the morning I find Denise at the coffee shop with the two pilgrims (women) we met the night before in the square. One of them is North European but speaks excellent Italian. ... 
The girls said they plan on continuing the pilgrimage after breakfast. Denise said she will make a short stop to El Ganso. I tell her after Mass I will head over to Rabanal. I recall a beautiful stretch of the road that goes through the village of Castrillo de Polvazares. It’s a quaint village, antique, completely renovated back to the traditional appearance of other Spanish villages from the early 1900s. I had visited on a previous trip with my wife. But none of them (the other pilgrims) seemed interested.
After Mass in the Church of Santa Marta, we see the end of the Easter procession entering the cathedral.
For a few steps I fix my backpack, give a warm greeting to my companion, a hug and then I walk off quickly. ... 
Denise walks slowly in my same direction, she says she does not want to strain her feet and that she needs to gather her thoughts. After about 100 meters, turning from Leopoldo Panero Street, I do not see her anymore.
Heading west from Astorga, the Camino passes through — or near to — several tiny villages. The route to Castrillo de Polvazares, the idyllic hamlet Cadoni had recalled that morning, takes a slight detour to the north off the main route, then rejoins the main Camino path after about 3 kilometers. Cadoni is not sure if Thiem had planned to visit Castrillo de Polvazares. It's a thought that still haunts him, he says.
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That morning, Cadoni simply continued walking ahead toward Rabanal, later stopping briefly in Santa Catalina to rest. He never saw Thiem again, he writes — that is, until he returned home to Italy:
On April 14, I returned to Italy from my second journey through the Camino. 
The night of April 28 I received a phone call from my daughter, who told me that I had almost 1,200 contacts in her blog where she had published a brief note about my pilgrimage along with photos. All those contacts were looking for the Italian pilgrim who had seen Denise on April 4 and on Easter Sunday.
I recognized Denise from the photo on the Spanish police website. That same night I called the Spanish and the Italian police.
According to several reports, the arrested man lived not far from the village of Castrillo de Polvazares. He is suspected of harassing other pilgrims and, while in police custody, allegedly has confessed to killing Thiem, according to the Spanish national newspaper El Pais.
Cadoni says he has read all those reports. He has thought about what might have happened to Thiem, about whom she might have encountered after they parted ways on April 5.
It is difficult, he wrote, to imagine anything so odious taking place on a day the sun shone so brightly:
I feel like scolding myself for not having walked with her that damned (cursed) morning. Maybe she would not have gotten lost, maybe nothing would have happened to her. I reproach myself for having spoken about Castrillo de Polvazares during breakfast.
I do not know what religion Denise adhered to, or her family. Whichever it is I hope that their faith will help them to find peace and overcome, if it’s ever possible, the pain of Denise’s shortened path.


Campus Stellae

Las obras de la Catedral se harán en cuatro fases hasta el año santo

«Durante cinco años no preocupa la financiación, y eso es un alivio». Lo dijo ayer el arzobispo Julián Barrio durante la firma del convenio que permite ejecutar las intervenciones prioritarias del plan director en la Catedral. Son 17 los millones que se van a invertir en ese proceso con un horizonte nítido: el año santo del 2021.
Antes de la apertura de la puerta santa las actuaciones programadas tienen que estar concluidas. Es el compromiso de las administraciones reflejado ayer por el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, que glosó la colaboración institucional para acometer los trabajos, pese a la crisis existente.
Recalcó este aspecto porque considera que dedicar ese dinero a la basílica compostelana no es un gasto, sino «un dos mellores investimentos». La llegada de peregrinos y visitantes representa riqueza y empleo y el jefe del Ejecutivo enfatizó el dato de que en lo que va de año llegaron a Compostela 216.000 peregrinos de 170 nacionalidades, un 10 % superior a la afluencia del 2014 y con visos de incrementarse. Es decir, en época de vacas flacas es una prioridad: «Colaborar nisto é unha das miñas aspiracións colmadas».
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Actuaciones
Los 17 millones cubrirán, en cuatro fases, las actuaciones prioritarias de la Catedral mencionadas en el convenio suscrito ayer por la Xunta, el Cabildo y la Fundación Catedral. Lo primero de todo es culminar lo que se está haciendo, es decir, las obras en la fachada del Obradoiro y la torre de las campanas. A ellas se agrega la fachada de A Quintana.
La segunda fase es la restauración de las cubiertas de la basílica, que incluyen las capillas absidales, la capilla mayor y la capilla del Pilar; la acometida de la cubierta, de las escaleras y de la comunicación del claustro; la limpieza exterior de la torre do Tesouro; y la restauración de las torres del Xelmírez y Abades.
En la tercera fase está prevista la restauración de la torre do Reloxo, la tribuna y la fachada sur del claustro; y la limpieza exterior de la torre da Vela; y en la cuarta se procederá a acondicionar el bajo cubierta de la zona claustral y en las bóvedas del interior del templo y paramentos verticales.

Campus Stellae

Nuevo Centro Internacional de Acogida al Peregrino en Carretas

La estampa de los peregrinos agolpados en las fachadas de la Rúa do Vilar tiene ya sus días contados.La apertura del nuevo Centro Internacional de Acogida al Peregrino de la rúa Carretas es inminente y se espera que empiece a funcionar a partir del próximo mes. El día 20 es una de las fechas que se barajan para dar el pistoletazo de salida a unas nuevas instalaciones que, con 1.500 metros cuadrados, duplicará la superficie de la sede actual.
Aunque abrió sus puertas hace un lustro, la actual oficina fue concebida como algo provisional y hace ya mucho que no llega. Con capacidad para atender entre 50.000 y 80.000 usuarios por curso, tuvo que arreglárselas para absorber a las 191.917 personas que llegaron a Compostela entre enero y agosto.

Camino Francés

El Alcalde de Portomarín invita al Papa Francisco en una audiencia

Juan Serrano entrega al Papa Francisco un peregrino de bronce. EP
El alcalde de Portomarín, Juan Serrano, fue recibido recientemente en una audiencia privada por el Papa Francisco en el Vaticano. En el transcurso del encuentro, el regidor invitó al Sumo Pontífice a visitar la villa cuando realice un viaje a España.
Juan Serrano, que se desplazó hasta el Vaticano con su familia en un viaje particular, aprovechó la ocasión para entregar al Papa la figura de un peregrino de bronce, además de un Apóstol Santiago de Sargadelos, en representación de la mancomunidad de municipios gallegos del Camino Francés.
«O que máis me chamou a atención foi o seu carácter cercano e afable», afirma Juan Serrano, que reconoce que los nervios del encuentro hicieron que se olvidase de poner la chaqueta cuando le tocó el turno de saludar al Papa.
El regidor se mostró esperanzado de que en su próxima visita a España, para la que todavía no hay una fecha definida aunque podría ser el próximo año, el Sumo Pontícife haga algún tipo de guiño al Camino. «Gostaríanos que fixera algún treito da ruta e, si é así, sería unha gran ilusión que o fixera en Portomarín», indicó Serrano.

Avisos para Caminantes

Un plan director del Camino mejorará la ruta jacobea hasta el Año Santo 2021

El Camino de Santiago está en auge internacional y la Junta de Galicia no quiere desaprovechar esta oportunidad, ni que la ruta jacobea muera de éxito porque no cumple las expectativas de los miles de peregrinos extranjeros que se acercan a ella por primera vez y no quiere tampoco que este destacado incremento de caminantes la deteriore. Al contrario, pretende un Camino más sostenible y más acogedor, sobre todo tras sumarse a la lista de Patrimonio de la Humanidad el Camino del Norte y el Primitivo.
Por eso acaba de aprobar un plan director. El presidente autonómico, Alberto Núñez Feijóo, avanzó las líneas maestras el pasado jueves, pero hay nuevos detalles que posiblemente aún desconozcas. Estos son cinco de ellos.

1. Cada año, centrado en una ruta

El próximo Año Santo no será hasta 2021. Hasta entonces, se irán realizando mejoras en el trazado, las infraestructuras o la seguridad de los distintos caminos y la promoción se centrará en cada uno de ellos durante un ejercicio.
En 2016, todo girará en torno al Camino Primitivo y al Camino del Norte, además de conmemorar el Año de la Misericordia en caso de que abra la Puerta Santa de la Catedral.
En 2017 será el año del Camino Fisterra-Muxía y del Camino Inglés; 2018 irá para el Camino Portugués, 2019 para la Vía del a Plata y en 2020 se incentivará el Camino de Invierno (pendiente aún de reconocimiento oficial) y la ruta marítima Arousa-Río Ulla, siguiendo el itinerario de la traslación hasta Iria Flavia de los restos del Apóstol.

2. La Vía de la Plata, a caballo

Aunque no se considera que el tradicional Camino Francés esté saturado, pues salvo picos de peregrinos en determinados días del verano, el resto del año no se desbordan las previsiones, la Junta quiere diversificar los flujos y especializar las rutas.
Así, por ejemplo, la Vía de la Plata se recomendaría para aquellos que quieren llegar hasta Compostela a caballo desde Andalucía o Extremadura, con quienes ya se han establecido contactos. También se facilitarán las opciones para personas con movilidad reducida y se acabará con cualquier cruce peligroso.

3. Los valores jacobeos, en la escuela

El Camino de Santiago se divulgará desde la infancia. El Gobierno gallego considera que es imprescindible que se transmita a los niños la importancia que tiene la ruta desde todos los puntos de vista: conocer su historia, sus valores, la necesidad de conservar y proteger su patrimonio cultural y natural… Por ello, se quiere introducir un temario específico en las aulas. Se trata de una unidad didáctica que ya ha sido testada en una experiencia piloto con alumnos de 1.º de Primaria.

4. Garantizar la «compostela» en el Camino Inglés

El Camino Inglés tiene dos variantes: una desde Ferrol y otra desde La Coruña. Esta segunda no llega al mínimo de 100 kilómetros a pie que la Oficina del Peregrino demanda para entregar la «Compostela», el documento que acredita haber culminado la ruta.
Por ello, desde Turismo de Galicia se busca un acuerdo con regiones como la Bretaña francesa para que el caminante procedente de allí puede sellar en origen ya su pasaporte.

5. Todo lo que deberá tener una etapa

Cada veinte kilómetros, será instalará una fuente de agua potable y habrá también un área de descanso.
Para garantizar la limpieza, habrá papeleras para residuos y materiales que pueden ser reciclados cada 15 kilómetros.
El acceso a internet se impulsará en todo el trazado, que contará además con asistencia sanitaria y posibilidad de adquirir materiales de primeros auxilios.

Campus Stellae

Una decena de orensanas afectadas de procesos oncológicos culminaron la peregrinación

«Cansadas, pero felices; é un reto cumprido». Así resumían ayer sus sensaciones, desde la compostelana praza do Obradoiro, las diez mujeres ourensanas que el pasado 21 de septiembre iniciaron en O Cebreiro los 154 kilómetros de la ruta del Camino Francés. Una peregrinación que podría ser como otras muchas, si no fuese por que sus protagonistas pueden presumir de haberse enfrentado con coraje a una de las enfermedades más temibles: el cáncer.
Tras haber finalizado sus tratamientos -alguna hace apenas tres meses- decidieron que nada iba a doblegar su espíritu ni sus ganas de vivir, y se les ocurrió que nada mejor para simbolizar el nuevo camino vital que emprendían que hacer ese otro camino emblemático. Así que pidieron apoyo logístico a la Asociación contra el Cáncer de Ourense -en cuyos talleres se conocieron este año- y se pusieron en marcha con sus mochilas cedidas por La Voz.
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«Son mulleres absolutamente vitais; con un espírito incrible», resumía ayer Agustín Pérez Meiriño, uno de los dos técnicos de la asociación ourensana que les acompañaba, junto con tres voluntarios. «Eu só penso en curar os pés, e elas xa andan matinando en repetilo o ano que ven», ejemplifica el coordinador de la actividad, que reseña que solo en la etapa de Palas de Rei a Arzúa, la más dura, hubo alguna queja por el esfuerzo. Por lo demás, solo tienen palabras de agradecimiento a los municipios por los que pasaron y especialmente a los efectivos de Protección Civil «que nos ían saír ó encontro por si necesitábamos algo, e nos acompañaban», recuerdan.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Historias del Camino

El Camino de Santiago con Cándido Méndez y José Luis López de Lacalle

 Maite Arnaiz
Soy peregrina del Camino de Santiago que he recorrido a pie, casi todos los años, desde que, hace dieciséis, lo descubrí como una filosofía de vida; de mi vida. Adentrarme paso a paso, sin prisa, a lo largo de setecientos cincuenta kilómetros, por esa parte de la España monumental del Camino francés, desde Roncesvalles hasta Santiago de Compostela, me ha llevado a entender la peregrinación como una de las más maravillosas actividades humanas a la que tienen libre acceso todas las religiones, disciplina no necesariamente practicada por millones de peregrinos que encuentran en el Camino una fórmula de evasión de la vida cotidiana con el cielo y la tierra como compañía. Limitar el peregrinaje a la religión es un gran error.
La grandeza del Camino de Santiago está en las sensaciones que el peregrino va viviendo en cada paso: Observar a las vacas yendo hacia el abrevadero con su paso lento o pasar entre un rebaño de ovejas cuando salen con el alba y el pastor te da los “buenos días” con el acento de cada lugar; siempre diferente y siempre afectivo. El paisaje, el paisanaje, sus monumentos llenos de historia que conforman un espectáculo cultural sin parangón en el mundo; solamente Castilla y León posee el Patrimonio Cultural más grande de los pueblos de Europa y el museo al aire libre más grande del mundo con nueve Sitios en la UNESCO.
Cándido Méndez en la Fuente de los Peregrinos Foto: archivo de UGT
El Camino de Santiago acoge a peregrinos de diversa condición y oficio. A lo largo de los años, he ido encontrándome con médicos, abogados, periodistas, arquitectos, directores de banca o dependientes del Corte Inglés; un buzo de Águilas, un juez de Puerto Rico y hasta un sastre de Calahorra… Y también con un ingeniero técnico, especialista en química, culto y amante del románico que ejerce de sindicalista: Cándido Méndez, secretario general de la UGT, quien aporta su experiencia personal, como peregrino en el Camino de Santiago, por el Camino francés, para periodistas en español.com:
“El Camino es una aventura sorprendente, desde cualquier vertiente que te aproximes. Mi interés inicial era combinar mi afición a las caminatas con un mayor conocimiento de nuestros edificios medievales y la experiencia superó con creces el objetivo inicial”.
No sabemos por qué, pero para los peregrinos no suele ser fácil referir el paso por el Camino de Santiago. Aunque en el conjunto confluyen las emociones, cada peregrino tiene su propio Camino y Cándido Méndez nos describe el suyo.
“Tiene una dimensión humana y espiritual que yo, al menos, no puedo desgranar con palabras, pero que ayuda a interpretar mejor el sentido de la vida”.
Disponer de treinta días consecutivos, que es la media que invierte un peregrino, para llegar a Santiago, si comienza en Roncesvalles, suele ser difícil, por eso lo más frecuente es fragmentarlo en etapas, de un año para otro, y una forma de motivación para estar físicamente preparado, algo imprescindible para hacer un buen Camino; es la fórmula que eligió Cándido Méndez:
“Lamento reconocer que sólo lo he recorrido una vez y ha sido el Camino francés, iniciándolo en Saint Jean Pied de Port. Mi voluntad es repetirlo en un futuro muy próximo”.
Es la enjundia del Camino que hace peregrinos reincidentes. Carlos Herrera es uno de ellos. Un buen peregrino que va seleccionando etapas cada año y descubriendo otras rutas del Camino de Santiago; todas magníficas en las que converge la policromía del paisaje, tan diferente y tan hermoso, desde el angosto camino de bajada a Larrasoaña, en Navarra, entre árboles gigantescos que se juntan en la copa, hasta el agreste campo de Castilla y la historia que los edificios encierran entre sus piedras milenarias. El románico entró por el Camino de Santiago.

El último Camino de José Luis López de Lacalle

José Luis López de Lacalle
José Luis López de Lacalle
Fue en agosto de 1999. Llevábamos muchos kilómetros en la mochila y se hacía pesada la subida desde Villafranca del Bierzo hacia O´Cebreiro, cumbre del Camino entrando ya en Galicia. Llegando a Pereje encontré a un amigo al que no veía desde hacía tiempo, era José Luis López de Lacalle, un hombre, fundamentalmente bueno, un demócrata comprometido con la lucha por las libertades durante la dictadura franquista, que le llevo a ser encarcelado. Esa defensa por las libertades, ya en democracia, fue el motivo por el que ETA le mató, metiéndole un tiro por la espalda, el 7 de mayo del año 2000.
Nos saludamos con el afecto que nos teníamos y la sorpresa del encuentro. Ese día mi meta estaba en las Herrerías, y aún me faltaban kilómetros por andar, pero una charla con José Luis siempre merecía la pena. Juntos, compartiendo entusiasmo, le dimos un buen repaso a lo que íbamos dejando atrás, seguros de que la experiencia nos acompañaría de por vida: Él había iniciado el Camino en Saint Jean Pied de Port, la etapa francesa anterior a Roncesvalles, ese bello rincón boscoso del Pirineo navarro, donde se concentran historia y fábula; hablamos del encuentro con peregrinos llegados de tantos rincones del mundo con los que compartir saludos y buenos deseos; la preparación para el inicio del Camino al día siguiente, el nerviosismo que apenas deja dormir y el despertar con el sonido del reloj de la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles, que forma parte del Conjunto Monumental Colegiata, de finales del XII, exponente de la arquitectura medieval, de estilo gótico francés.
Recordamos la entrada en el Bosque de Erro, primer impacto de la naturaleza al comenzar nuestro Camino; los kilómetros de viñedos que nos habían acompañado por La Rioja y la entrada en Logroño por el Puente de Piedra con la inmensidad del Ebro a los pies de los peregrinos. Antes de entrar en la ciudad, ya se empieza a ver la cúpula piramidal de la iglesia de Santa María del Palacio y las dos esbeltas torres barrocas de la catedral de Santa María de la Redonda. La Rioja es la Comunidad de España con más monumentos por metro cuadrado. El último reducto de fortificación medieval es la Puerta del Camino de Logroño, ciudad de tradición jacobea llamada “Hija del Camino” y cuna de Gonzalo de Berceo, escritor medieval, primer poeta en lengua castellana. Y, sin ánimo de que suene prosaico entre tanta ilustración, también le dedicamos un recuerdo a las riquísimas patatas a la riojana.
José Luis me dijo que andaba solo, aunque las primeras etapas las había hecho en compañía de un amigo que no pudo continuar por no disponer de más tiempo. Ese día se quedaba a dormir en Pereje porque había caminado ya muchos kilómetros y dejaba para el día siguiente la subida a O´Cebreiro, el tramo más duro. Estaba tranquilo, con la paz que da el Camino, alejado de la política, de su actividad en la prensa y del aliento de ETA en la nuca por defender las libertades; fue cofundador del Foro de Ermua tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco aquel aciago trece de julio de 1997. Ninguno de los dos estábamos por la labor de hablar de nada que pudiera desviarnos del Camino. Él solamente comentó: “Aquí se respira”. Cierto, por todo lo dicho a lo que ayudaba el estar a casi 1300 metros de altitud, en plena naturaleza.
En nuestra charla seguíamos el recorrido orográfico y así llegamos a San Juan de Ortega, en las proximidades de Burgos. Con apenas veinte habitantes, tiene un patrimonio medioambiental y cultural formado por un conjunto monacal románico con incursión de gótico y algo de mudéjar. En el interior del Monasterio San Juan de Ortega, siglo XII, destaca un capitel románico que narra el ciclo de la Natividad. Cada equinoccio se produce un fenómeno que, desde tiempos remotos, el pueblo llama “El milagro de la luz”. A las cinco de la tarde un rayo de sol, que se introduce por un ventanal, ilumina el capitel de la Anunciación donde se aprecia que la Virgen María se dirige a la luz y no a San Gabriel, como debería ser. Ninguno de los dos lo habíamos presenciado por no coincidir en las fechas equinocciales; nos había parecido curioso y él comentó: “Habrá que ir a verlo otro año”. No podíamos imaginar que, para José Luis, no llegaría otro año. Hablo con Mari Paz, su mujer, que lleva en la voz esa pena que no mitiga el tiempo: “Tenía la mochila preparada para su tercer Camino de Santiago, iba a hacer el Camino que va por la Vía de la Plata. Estaba muy ilusionado”.
Llevábamos ya un buen rato de conversación cuando me dijo: “Por ahí anda Cándido”; se refería a Cándido Méndez, su buen amigo, compañero de fatigas con el que coincidió en alguna etapa aquel mismo año de 1999 que fue el último Camino de José Luis, algo que Cándido recuerda con dolor: “Sí que recuerdo aquel fugaz pero agradable encuentro. La barbarie de ETA lo asesinó, vilmente, menos de un año después”.
Esclusa del Canal de Castilla en Fromista
Esclusa del Canal de Castilla en Fromista
En este punto, mientras escribo, hago una pausa rememorando ese lugar en el último tramo de Castilla y León y se me pone un nudo en el estómago. Vuelvo al recuerdo del encuentro con José Luis, donde cada uno realzaba lo que más le había seducido del Camino, y tuvimos muchos puntos de coincidencia, deteniéndonos en las pequeñas aldeas porque, ya se sabe, que las dos grandes ciudades antes de llegar a Santiago, Burgos y León, tienen mayor reconocimiento popular por sus magnas catedrales. Uno de esos puntos fue el paso por el Canal de Castilla, una de las obras más importantes de ingeniería hidráulica construida, a mediados del siglo XVIII, para transportar el trigo desde Castilla hacia los puertos del norte; es uno de los tramos más imponentes que va anunciando a los peregrinos el acercamiento a Frómista, “uno de los hitos más significativos del Camino” según destaca el Codex Calixtinus en la llamada “ruta del románico”.
Frómista tiene un conjunto monumental espléndido en el que se mezcla el gótico con el gótico tardío y distintas portadas renacentistas. Sorprende la torre del campanario de Santa María del Castillo por tener tres cuerpos de altura. Pero el icono en esta localidad es la iglesia de San Martín, antiguo monasterio benedictino, excelencia del más puro románico construido, de piedra caliza, a mediados del siglo XI por orden de Doña Mayor, reina de Navarra. Una de mis etapas favoritas es ésta porque voy escuchando cómo a mis pasos los acompaña el sonido del agua, al rodar por las esclusas, que va marcando mi tiempo hasta llegar a Frómista para entrar en su templo y sentarme en el suelo a contemplar la entrada de luz por sus tres ventanales de medio punto que iluminan tanta belleza. Se dice que San Martín de Frómista junto con Santiago de Compostela, San Isidoro de León y Jaca representa la “culminación del arte románico español del siglo XI”.
Sobre el románico, José María Pérez “Peridis” tiene su doctrina: “El románico no sólo es memoria, sino que es valor y fuente de riqueza”. En ese criterio parece coincidir Cándido Méndez:
“San Martín de Frómista es una referencia espléndida, que yo comparto, de la belleza del románico. Además el románico-mudéjar de Sahagún, con aparejo de ladrillo, me parece también muy interesante por ser, al parecer, la sustitución de la piedra por ladrillo, una aportación genuinamente española por razones de economía de medios”.
Esta exposición de Cándido Méndez pone de manifiesto que no es un peregrino que va de paso por el Camino de Santiago, sino que se detiene en lo más importante; las piedras que constituyen su historia. La referencia que hace sobre Sahagún de Campos no puede ser más acertada. Nada más llegar a la Villa, vemos el emblemático arco de San Benito, del siglo XVI, bajo el que se entra en Sahagún para dar fe de su gran patrimonio sacro, como la Capilla de San Marcos, la muestra más antigua de España del románico-mudéjar.
En Pereje era como si se hubiera detenido el tiempo. A lo lejos, el Teleno nos recordaba que habíamos dejado atrás los áridos caminos de Tierra de Campos, un desierto repoblado en el siglo IX por vacceos, romanos y godos, posteriormente fronterizo entre musulmanes y cristianos. A todos ellos hay que agradecer su legado monumental.
Habíamos cruzado León por la empedrada Plaza del Grano, caminando sobre más de dos mil años de historia, hasta llegar a su magna catedral, y hablamos de Astorga, de sus murallas de cimentación romana en el siglo III que resguardan la catedral y el palacio de Gaudí, dos monumentos excelsos frente a frente, y, cómo no, hablamos del poeta astorgano Leopoldo Panero: “Astorga se amuralla en su colina y arde la catedral en piedra rosa”. Esta orilla del Camino ha dado grandes intelectuales: “Escuela de Astorga”, la llamó Gerardo Diego, un semillero cultural del que salieron nombres de la talla de Luis Alonso Luengo y Ricardo Gullón. En Astorga se refugió Concha Espina donde escribió su obra regia, La esfinge maragata.
En el acontecer de nuestro Camino, José Luis y yo convenimos en que el cambio de paisaje era una motivación para seguir caminando. Habíamos subido por Rabanal del Camino a la cumbre del Irago, a 1500 metros de altitud, con Galicia en el horizonte, hasta la Cruz de Ferro para descender, por un camino escabroso, y entrar en Molinaseca por el romano Puente de los Peregrinos sobre el río Meruelo. Aquí empieza a cambiar el paisaje; hemos entrado en el Bierzo, tan verde, tan desconocido hasta que lo puso en el mapa Luis del Olmo; así como suena. En su programa Protagonistas, de lo mejor de la radio en las últimas décadas, Luis no perdía la ocasión de hablar de su Bierzo del alma, de las excelencias del botillo hasta llevarlo a la Denominación de Origen, y consiguió, durante diez años, hacer de su Ponferrada natal el escaparate nacional de los Premios Micrófono de Oro que concede la Federación de Asociaciones de Radio y Televisión, en reconocimiento a profesionales del periodismo, el deporte, las artes… incluso de la política.
Castillo Templario en Ponferrada
Castillo Templario en Ponferrada
Ponferrada es una ciudad que surge en la Edad Media como asentamiento alrededor del Camino de Santiago. Osmundo, obispo de Astorga, mandó construir un puente de hierro sobre el río Sil para facilitar el paso a los peregrinos. A este puente se le denominó “Pons-Ferrata” que dio nombre a la localidad. La parte alta de la ciudad la preside la silueta majestuosa del Castillo de los Templarios, de estilo gótico construido en el siglo XII.
El casco antiguo de Ponferrada conserva viva la huella de su historia reflejada en los monumentos y edificios singulares construidos entre los siglos XVI y XVIII. La Basílica de la Encina, de estilo renacentista con planta de cruz latina construida antes de 1573. En su interior, la imagen de la Virgen de la Encina, patrona del Bierzo, preside el imponente retablo mayor de madera policromada, de la escuela de Gregorio Fernández, fechado entre 1630 y 1640. Ponferrada es una ciudad activa y moderna con respeto a lo ancestral que es la médula de la ciudad. Es necesario detenerse un día entero para disfrutarla y seguir con más fuerza las etapas del Camino que aún nos quedan, después de haber recorrido la Calle del Reloj y contemplar su torre levantada sobre una de las puertas de la antigua muralla, y visitar la Casa de los Escudos, siglo XVIII, ahora Museo de la Radio de Luis del Olmo, que guarda innumerables testimonios de todo lo que la vida conlleva, de la propia vida , de la muerte, de la alegría, del dolor, de las miserias… trasmitidos a todo el mundo por sus ahora silentes ondas hertzianas.
Luis del Olmo ha tenido la tertulia más plural de la radio española; de su formato de magacín fueron copiando todas las cadenas de radio. José Luis hizo un elogio, merecido de Luis del Olmo: “es un hombre muy valiente”. Pues sí. Ahora, que puede disponer de su tiempo, le reclaman de las universidades para que imparta doctrina a las nuevas generaciones de periodistas y le solicitan instituciones diversas que instruyen coloquios magistrales moderados por Luis del Olmo. Él sí es Marca España.
Me consta que el nuevo gobierno municipal de Ponferrada está muy por la labor de darle un impulso al Camino de Santiago para que, en la misma capital berciana, los peregrinos que van llegando tengan debida información y ayuda para proseguir su Camino en la comarca del Bierzo rumbo a Galicia. Hay una ruta, alternativa a la tradicional, a 14 Km de Ponferrada; es una ruta para entrenados pero hay que ir a conocerla aunque sea en coche. Me refiero a Santiago de Peñalba, una aldea de veinte habitantes, rodeada de monasterios y erguida sobre una peña, a 1100 metros de altitud en el exuberante Valle del Silencio. La estructura de sus calles y sus rústicas casitas de madera, pizarra y piedra hacen retroceder a la edad media. Su iglesia es una joya arquitectónica del arte mozárabe. Hace unos cuatro años tuve la suerte de conocer esa ruta, junto a otros peregrinos, instruida por María Antonia Gancedo, una ponferradina licenciada en Geografía e Historia del Arte, por entonces profesora de universidad, ahora edil de Cultura y Turismo del ayuntamiento de Ponferrada. Es una mujer muy capaz, entregada a su actual cargo que le viene como anillo al dedo.
Hecho este paréntesis, para dar a conocer una ruta nueva del Camino de Santiago, salimos de Ponferrada, por la ruta tradicional camino de Villafranca del Bierzo. La naturaleza ha sido generosa con el Bierzo: frutales, hortalizas, viñedos que dan un vino excelente. Según el gurú mundial del vino, Robert Parker, “el mejor vino de España calidad-precio”, está en la comarca berciana y se llama “Pétalos del Bierzo”.
José Luis y yo habíamos hablado de lo divino y lo humano sobre el Camino de Santiago y el desconocimiento de la historia que lo rodea. Íbamos tan llenos del Camino que incluso comentamos sobre la posibilidad de darlo a conocer, particularmente a los jóvenes, haciendo propuestas a las universidades. José Luis era miembro del Consejo Social de la Universidad del País Vasco y apuntamos una idea: “Estaría bien en los cursos de verano”. En ello estamos ahora para poder hacerlo realidad.
Los últimos minutos de conversación los compartimos con Javier y Ana, dos peregrinos con los que había hecho alguna etapa desde León; me reclamaban para subir juntos hacia las Herrerías. Atrás quedaba el último gran municipio de Castilla y León, Villafranca del Bierzo, cuna del gran escritor Enrique Gil y Carrasco autor de El señor de Bembibre, obra maestra ambientada en el siglo XIV. Era Año Santo Compostelano y a los peregrinos se nos brindaba la posibilidad de visitar el interior de la iglesia de Santiago, privilegio que, en el siglo XV, concedió el Papa Calixto III para los peregrinos que llegaban a Villafranca maltrechos de tanta caminata. Comentamos la sencillez del interior de la iglesia en contraste con la majestuosidad de la Puerta del Perdón, en la que se mezclan el románico y el gótico.
Nos despedimos de José Luis con un abrazo: “A ver si coincidimos en alguna etapa… O en Santiago”. No fue así; no volvimos a vernos. Mi amigo Javier, me dijo que le había saludado en la catedral, en la misa de peregrinos.
Paraiso-del-Bierzo
Partimos hacia las Herrerías, con Javier y Ana, y pasamos la noche en “El Paraíso del Bierzo”, una casa rural sobre una campiña frente a Los Ancares, Reserva de la Biosfera. Jorge es un buen anfitrión y Manolita la culpable de que la comida sea buenísima; sencilla y de gran calidad. La carne es insuperable. Al día siguiente amanece brumoso; a las seis de la mañana aún es de noche. Me gusta ver amanecer mientras la niebla se va disipando dejando al descubierto la Sierra de Los Ancares, prodigio de la naturaleza. La subida por la Faba es un rompepiernas de 11 Km hacia el punto cumbre del Camino de Santiago para encontrarme con Galicia. A 1300 metros de altitud espera O´Cebreiro, una aldea de pallozas que tiene la iglesia más antigua de la ruta jacobea; Santa María la Real, prerrománica del siglo IX. El descanso lo busco cada año en la casa rural, muy recomendable, que cuidan con esmero Esperanza y José Luis, excelentes personas.
A partir de O´Cebreiro, hasta Santiago, el paisaje es grandioso. Triacastela, San Xil… un puerto de 1330 metros en medio de bosques inmensos de carballos; piedras milenarias adheridas al corazón de los lugareños que cuidan y defienden su patrimonio impotentes ante lo inevitable: Portomarín es el ejemplo. El embalse del Belesar sepultó a este pueblo del medievo que ahora se deshace bajo las aguas del progreso. Ante el forzoso desalojo de sus casas, algunas con siglos de historia, los vecinos se negaron a que la iglesia de San Juan, románico del siglo XII, sucumbiera bajo el pantano. Entre todos la desmontaron, piedra a piedra, le pusieron un número en los sillares para su reubicación y las llevaron hasta el alto en el que se encuentra desde 1962.

jueves, 24 de septiembre de 2015

martes, 22 de septiembre de 2015

Historias del Camino

La idea del viaje en la Edad Media. Una aproximación al espíritu del viajero y la búsqueda de nuevos mundos

Medieval Pilgrim

Por Pablo Castro Hernández*
  
Aventuras, exploraciones y desplazamientos. El viaje en el mundo medieval se presenta como una constante búsqueda del hombre en la inmensidad del espacio, un traslado que se realiza de manera física y espiritual. Viajar va a estar asociado a explorar, buscar y conocer, lo que va a permitir ampliar la noción de mundo y deleitarse de las maravillas y singularidades de los lugares que se recorren. En cierta medida, este desplazamiento no sólo se basa en un movimiento espacial y material de los viajeros, sino que conlleva un traslado cultural, mental y espiritual de los mismos. Ya durante los siglos XII y XIII notamos una gran expansión y apertura del Occidente medieval por el mundo mediterráneo y las tierras asiáticas, esto debido de manera fundamental a las rutas utilizadas por los peregrinos y cruzados y los contactos comerciales y diplomáticos que se establecen con Oriente.[1] Los viajeros se expanden a lugares lejanos, donde no sólo traen objetos, especias o cosas raras y exóticas, sino que también son puentes e intermediarios de nuevas ideas, imágenes y representaciones de otras culturas. Los viajes abren nuevos mundos, generando una ruptura con lo cotidiano y estableciendo una apertura con espacios extraños, únicos y diferentes. Ahora bien, resulta importante cuestionarse, ¿cómo se define el viaje durante la Edad Media? ¿De qué manera se manifiesta el desplazamiento exterior e interior del homo viator? ¿Y en qué sentido el periplo se torna una instancia con la cual el viajero puede conocerse a sí mismo a través del encuentro con otras culturas?

El presente artículo se remite a analizar el concepto de viaje en la Edad Media, revisando los diferentes tipos de desplazamientos desde el siglo XII hasta el XV. En primer lugar, se estudia el concepto de viaje, entendiendo el carácter interno y externo del periplo para el mundo medieval. Posteriormente, se ahonda en la peregrinación y el viaje interior del homo viator. Por último, se analizan otros tipos de desplazamientos, dando cuenta de una variedad conceptual en torno a los viajes, como también de la búsqueda de nuevos mundos y las nuevas realidades culturales con las cuales se encuentran los viajeros.

Para realizar el estudio se han considerado algunos relatos y literatura de viajes como Il Milione de Marco Polo, las Maravillas de Fray Jordán Catalán de Séverac, las Cartas de Juan de Montecorvino y El Libro de las Maravillas del Mundo de John Mandeville. Asimismo, se ha utilizado una guía práctica para peregrinos, el Liber Sancti Jacobi, como también algunos compendios políticos y científicos, tales como las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio y la Ymago Mundi de Pierre de Ailly. En estos documentos notamos cómo se mencionan, entre otras cosas, diferentes tipos de desplazamientos realizados por viajeros occidentales, como también formas, prácticas y definiciones culturales de los viajes medievales. Bajo nuestra perspectiva, el viaje debe comprenderse justamente como un desplazamiento exterior e interior, donde el hombre se traslada espacialmente hacia nuevos mundos y horizontes que generan una apertura dentro de su concepción del mundo y el espíritu. En este sentido, el viaje encierra una ambigüedad conceptual, en la medida que es un desplazamiento que oscila entre fines materiales e inmateriales, generando una multiplicidad de traslados entre lo temporal y lo espiritual. A través de esta ambigüedad se resume una búsqueda del traslado exterior e interior que tiene como fin la comprensión del alma y el mundo.

Para comenzar, resulta necesario definir en primera instancia la noción del viaje, el cual si bien representa un desplazamiento físico de un lugar a otro, también puede reflejar una movilidad espiritual, inmaterial y cultural en las personas. Pero bien, si nos remitimos a la raíz etimológica del viaje, comprenderemos que este concepto deriva del latín iter, itineris, lo que denota principalmente la noción de camino, viaje y marcha.[2] Junto con esto, el concepto via también refleja la idea de una vía, conducto, calle o camino, lo que deriva en el viator, viatoris, que se define justamente como un viajero y viandante.[3] Claramente podemos notar cómo el viaje se vincula a esta noción de camino, como un espacio de tránsito para el caminante.

Ahora bien, el viaje no debe comprenderse tan sólo como un desplazamiento espacial o físico, sino que hay que tener en cuenta el cuadro espiritual y simbólico que también le configura. Sin ir más lejos, Jean Chevalier y Alain Gheerbrant  sostienen que el viaje resume una búsqueda y una aventura, en las cuales se expresa un profundo deseo de cambio interior y una necesidad de experiencias nuevas.[4] Del mismo modo, Juan Eduardo Cirlot indica que desde el punto de vista espiritual, el viaje no es la mera traslación en el espacio, sino la tensión de búsqueda y de cambio que determina el movimiento y la experiencia que se deriva del mismo. En consecuencia, estudiar, investigar, buscar, vivir intensamente lo nuevo y profundo son modalidades de viajar.[5] Finalmente, Carl Jung manifiesta que viajar es una imagen de la aspiración, del anhelo nunca saciado, que se desplaza con el fin de encontrar su objeto perdido.[6] Sin duda alguna, el viaje se mantiene en la idea de una búsqueda, como un desplazamiento simbólico que permita encontrar el objeto concreto o espiritual. Pues bien, estas primeras nociones acerca del viaje nos presentan posturas desde campos como la antropología, filosofía y psicología, en las cuales se intenta develar el sentido de movilidad que realiza el hombre, sobre todo en el plano interior de su existencia, donde el viaje se concibe como una manera de reconocerse a sí mismo. Sin embargo, resulta pertinente cuestionarse si este tipo de viaje se halla presente en el espíritu del hombre medieval.

Si consideramos la definición de viaje que nos plantea Claude Kappler, notaremos:

El viaje es ruptura, y esta ruptura engendra el peligro. Pero es un peligro que puede ser fecundo: al igual que en los mitos de los orígenes la ruptura del estado edénico se salda no solamente con el sufrimiento, pero también con la cultura, sello del genio específicamente humano, el viaje conduce al individuo hacia un conocimiento superior del Mundo, el Hombre y de sí mismo. El viaje encierra un mensaje: el mensajero (que no podía ser otra cosa que el viajero) es el intermediario, desde tiempos inmemoriales, entre el secreto de los dioses y de las cosas y los hombres. De este modo, lo desconocido se entrega a la humanidad.[7]

El viaje se concibe como un proceso que permite al hombre conocer nuevos mundos, ya sea en un nivel trascendental y material. El viaje es preguntar, aprender y descubrir. A través de este movimiento el hombre dialoga con otras realidades que no sólo amplían su universo exterior, sino que establece nuevas experiencias en su ser y su espíritu. Tal como señala Paul Zumthor, el viaje pone en marcha nuestra capacidad para cruzar un límite y afrontar una alteridad. La idea del viaje manifiesta nuestra tendencia innata al desplazamiento, una perspectiva de movilidad y un deseo de conocimiento.[8] Una postura que no se aleja mucho de la línea simbólica y trascendental del viaje y que considera esencialmente el traslado interior del sujeto. Ahora bien, no hay que perder de vista que durante este período, la sociedad articula su realidad mediante la figuración de símbolos, los cuales nutren y dan vida a cada elemento que conforma parte del cosmos.[9] En este sentido, el viaje como ruptura espacial y espiritual, no resulta un concepto alejado de la cosmovisión del hombre medieval, por el contrario, es un símbolo constante en su vida cotidiana.

Sin ir más lejos, Gerhart B. Ladner concibe al sujeto medieval como un Homo Viator, es decir, un hombre que sigue un camino y que se desplaza entre dos mundos, el terrenal y el celestial; es un hombre extraño que viaja como un peregrino hacia un orden eterno.[10] De este modo, el viaje se vislumbra como el camino físico que se recorre de un lugar a otro, pero también como el movimiento que se hace en búsqueda de la perfección espiritual.[11] Tal como sostiene Peter Dinzelbacher, corresponde a un concepto básico de la visión bíblica, en el cual el hombre se encuentra in statu viatorum, es decir, una persona que se encuentra en estado de desplazamiento en este mundo, la cual viaja errante como peregrino en busca de la coelestis patria.[12]

Llegados a este punto, es posible observar cómo el sentido del viaje en el hombre medieval se encuentra ligado principalmente a la espiritualidad y el tránsito hacia la morada definitiva del cielo. El viaje podría ser visto como una peregrinatio, esto es, un estado de viaje individual o colectivo hacia un lugar santo efectuado por motivos religiosos o en espíritu de devoción.[13]

En la primera de las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, redactada entre 1256 a 1265, es posible notar el sentido de la peregrinación como visita a los espacios sagrados:

Pelegrino tanto quiere dezir como ome estraño, que va a visitar el Sepulcro Santo de Hierusalem e los otros Santos Logares en que nuestro Señor Jesu Christo nasció, bivió e tomó muerte e passión por los pecadores; o que andan pelegrinaje a Santiago o a Sant Salvador de Oviedo o a otros logares de luenga e estraña tierra.[14]

Asimismo, en el Liber Sancti Jacobi, escrito entre 1135 a 1140, se vislumbra la finalidad de la peregrinación:

El camino de peregrinación es cosa muy buena, pero es estrecho. Pues es estrecho el camino que conduce al hombre a la vida.[15]

Una peregrinación que constituye una práctica devocional dentro del cristianismo, donde se considera al creyente como un Homo Viator y a la vida como un camino hacia la única «patria», la celestial. Es decir, la vida del hombre sólo tiene sentido si se toma como un camino hacia Dios.[16] Tal como explica José Marín Riveros, el peregrinar va a significar recorrer el laberinto en busca del centro, un laberinto que representa la ‘caída original’ por la cual el mundo se hace confuso y de ahí la necesidad de buscar un centro para retornar al estado original. En otras palabras, el peregrino es un hombre que se encuentra en una situación existencial especial, donde debe dejar todo aquí en la Tierra para acceder a lo Otro, lo trascendente. Debe abandonar y abandonarse, pues es el requisito fundamental para acceder a ese Otro Mundo que va a cambiar su ser íntimo y convertirlo en otro: un hombre nuevo, purificado.[17] Sin duda alguna, estas visiones de la peregrinación dan cuenta de cómo el hombre medieval considera su vida como un viaje, un desplazamiento en el cual pueden acceder al reino de los cielos y purificar su alma. El viaje adquiere una impronta religiosa y espiritual, donde el hombre se encuentra en una constante búsqueda de su existencia.[18]

Si consideramos estos planteamientos, el viaje medieval se definiría principalmente por su sentido de peregrinatio. Sin embargo, esto nos trazaría algunas dificultades a la hora de vislumbrar los diferentes desplazamientos que se realizan, los cuales no necesariamente responden a fines espirituales o devocionales. En relación a esta situación, ¿todo viaje en este período se concibe como una peregrinación a lugares sagrados? ¿El viaje del hombre medieval ineludiblemente es el viaje de un peregrino en busca de la morada celeste? Claramente el sentido del viaje no se puede generalizar tan sólo al motivo religioso, existen más razones y fundamentos para los desplazamientos de esta sociedad. Según Margaret Wade Labarge, quien examina a los viajeros medievales de clase alta desde el siglo XIII a mediados del siglo XV, sobre todo en Inglaterra y en Francia, considera que hay una amplia gama de razones para viajar así como una gran diversidad de viajeros.[19]

Ya en los primeros siglos medievales, principalmente desde el siglo VII hasta el X, es posible observar los viajes realizados por los monjes cristianos con el fin de predicar la palabra del Evangelio, como también las exploraciones de los pueblos escandinavos y vikingos, que respondían a movimientos migratorios de comercio, saqueo, conquista y colonizaciones.[20] Ahora bien, la gran expansión de los viajes va a estar dada a partir del siglo XII en adelante, con el fortalecimiento de las estructuras políticas, religiosas y comerciales.[21] No hay que perder de vista que con el fin de las grandes invasiones en el siglo X y la existencia de un orden político más estable en la cristiandad, esto permite la aparición de un importante mercado europeo que estimula el contacto con el Próximo Oriente.[22] De hecho, con esta relativa paz basada en el cese de incursiones y pillajes –en cuanto dejan de penetrar en el corazón de la Cristiandad o de arribar a sus costas germanos, escandinavos, nómadas de las estepas euroasiáticas y sarracenos- se va creando una seguridad que permite renovar la economía, sobre todo al ser menos peligrosas las rutas de tierra y mar.[23] Junto con esto, el acontecimiento que abre las puertas de Asia a la curiosidad europea fue la expansión y conquista protagonizada por los mongoles bajo el mando de Gengis Khan y sus inmediatos sucesores, y el establecimiento de condiciones de seguridad suficientes para viajar desde las costas orientales del Mediterráneo hasta China.[24]

Pues bien, este último aspecto resulta muy importante, ya que precisamente el hecho de que las rutas sean más seguras, también va a estimular la movilidad de otro tipo de viajeros hacia diferentes lugares del mundo conocido. Jean Richard indica que los misioneros Juan de Pian Carpino, Guillermo de Rubruck y André de Longjumeau, cruzan a mediados del siglo XIII las estepas euroasiáticas y rusas para llegar a Mongolia, esto con la finalidad de convertir a este pueblo al cristianismo y tornarlo un aliado para la cristiandad.[25] Sin duda alguna, los objetivos políticos, diplomáticos y religiosos también empiezan a primar en estos desplazamientos hacia las tierras orientales.[26]

El Fray Juan de Montecorvino (1247-1329), expresa en sus Cartas el motivo de su viaje por Oriente:

Yo, fray Juan de Montecorvino, de la Orden de los frailes menores, salí de la ciudad de Taurisio de Persia en el año del Señor de 1291, y entré en la India. Permanecí en tierra de la India y en la iglesia de Santo Tomás durante trece meses; allí bauticé alrededor de cien personas en diversos lugares […] Yo, prosiguiendo más allá mi camino, llegué a Catay, el reino del emperador de los tártaros que se llama Gran Khan. Y presentando la carta del señor Papa invité al emperador en persona a abrazar la fe católica de nuestro Señor Jesucristo; más está muy encallecido en su idolatría, si bien otorga muchas mercedes a los cristianos.[27]

Claramente notamos la expansión del mundo occidental por las tierras orientales, en cuanto se busca difundir el cristianismo mediante la presencia de misioneros y frailes, como también invitar a los mongoles a conformar parte de una alianza con los europeos. No hay que perder de vista que los mongoles al no conocer al Dios cristiano, no se encuentran en la misma situación que los musulmanes que son considerados infieles por oponerse a la fe del mundo occidental, por lo cual los mongoles son vistos como potenciales aliados que pueden hacer frente a los enemigos de la cristiandad.[28] Ahora bien, resulta interesante establecer otra lectura también a este tipo de desplazamientos, los cuales van generando una mayor apertura cultural, esto debido a que los mismos misioneros tienen que adaptarse al nuevo contexto, ya sea acomodándose a las costumbres nómadas, incorporando miembros indígenas a sus órdenes y utilizando la lengua de cada país en la predicación y sus oraciones.

El nuevo espacio y sus gentes van generando una ruptura dentro del mundo conocido por la sociedad occidental, lo cual va a impulsar diferentes expediciones para conocer e intercambiar con estos nuevos mundos. Ya lo expresa Olaya Sanfuentes refiriéndose a la noción del viaje en la Edad Media:

El viaje medieval es, sustancialmente, un viaje a Oriente. Tanto los que se embarcan hacia las Indias, como los que se quedan en Europa, están ávidos de noticias de tierras orientales desconocidas. Atraen la atención los relatos de mundos lejanos recién descubiertos y los cuentos fantásticos que ocurren en lugares inexistentes. Las historias de viajeros que vuelven de lugares remotos y extraños, causan admiración entre las gentes […] A esto se suma el interés y la curiosidad de historias de razas monstruosas y la descripción de maravillas tales como la Fuente de la Juventud, árboles de los que cuelgan corderos, casas enteramente construidas de oro, lugares donde abundan las piedras preciosas y otras excentricidades.[29]

En cierta medida, apreciamos cómo la curiosidad despierta un interés por lo novedoso, lo extraño y lo desconocido, causando asombro y admiración por las cosas que vislumbran los viajeros. Los periplos a Oriente sorprenden y maravillan justamente por ser lugares únicos y diferentes. Son hombres que desean, sinceramente, conocer las cosas que conforman el mundo.[30]

En la obra Ymago Mundi de Pierre de Ailly, redactada hacia 1483, notamos su descripción sobre las maravillas de la India:

De lo dicho antes es evidente que la India es extensa. Pero de lo que sigue se desprende que no es menos grande por lo variado de sus maravillas. Los bosques son altísimos; en sus montañas hay pigmeos, unos hombres de dos codos que guerrean contra las grullas, engendran en el tercer año y envejecen en el octavo. Entre ellos se cría una pimienta de color blanco, que, no obstante, se pone negra con el fuego que encienden para quemar a las serpientes que allí viven.[31]

A partir de este fragmento podemos apreciar cómo las tierras orientales fascinan por las maravillas en su naturaleza. El autor de la Ymago Mundi nos da cuenta de diferentes criaturas, paisajes y objetos que resultan prodigiosos y que cautivan el imaginario de dicha sociedad. Sin duda alguna, este tipo de descripciones ya se encuentran también en los relatos de Marco Polo, Odorico de Pordenone, Jordán Catalán de Séverac, John Mandeville, entre otros. Bajo el lente de estos viajeros, Asia, África y todo espacio lejano y recóndito, se conciben como lugares repletos de riquezas y maravillas. Son mundos que empiezan a ser explorados con un gran deseo.

Fray Jordán Catalán de Séverac en su obra Maravillas (1321-1330), refiriéndose a las diferencias de los lugares que recorre con las tierras de la Cristiandad, señala:

Hay otra isla enorme que se llama Java, que tiene más de 7 millas de boj, según oí decir, donde se encuentran muchas maravillas. Entre ellas, y sin contar con las especias aromáticas más excelentes, figura el hecho de haber allí hombres pigmeos del tamaño de niños de tres o cuatro años, todos peludos como machos cabríos; viven en los bosques y rara vez se topa con ellos. En esta isla también hay ratones blancos de gran hermosura. También producen los árboles que dan el clavo, los cuales, cuando están en flor, exhalan un aroma tan fuerte que mata a todo el que camine entre los árboles si no se tapa con algo la boca y la nariz. Allí también nacen la cubeba, la nuez moscada, el macis y todas las demás especies excelentes, salvo la pimienta. En una parte de esta isla se comen con mucho gusto a los hombres blancos y gordos, cuando pueden conseguirlos.[32]

Claramente se puede vislumbrar en su descripción un mundo opuesto y diferente a las tierras europeas de las cuales él proviene. Su traslado no sólo significa una ruptura espacial, sino que refleja una transgresión interior, en su espíritu, al dar cuenta de criaturas, flora o fauna disímiles a su mundo conocido. El viaje, tal como expresa Friedrich Wolfzettel, significa un descubrimiento, pero no sólo en su sentido objetivo, sino también en su sentido interior de aprendizaje y de transformación mental del yo descubridor. En otras palabras, viajar refleja el ingreso hacia los aspectos escondidos del mundo exterior, estableciendo una conexión entre esos aspectos de la superficie y el yo secreto.[33] Desde nuestra postura, el viaje oscila entre lo exterior y lo interior, en la medida que el viajero no sólo está conociendo y ampliando su percepción sobre el espacio, las criaturas y gentes de la totalidad creada, sino que además está cultivando un espíritu que le permite diferenciarse de los lugares que vislumbra para reconocerse a sí mismo.

Sin ir más lejos, tal como expresa Joaquín M. Córdoba, ya desde finales del siglo XIII también circulan por Europa diversas copias manuscritas de la obra de Marco Polo, quien anota las maravillas de China y los territorios cercanos al Gran Khan, como también sitios más remotos y pintorescos como el reino de Ciaban (el Champa de Indochina), «tierra de muchos elefantes e lináloe en mucha cuantidad e montes grandes de ébano negro», de la isla de Java y las muchas especias que allí se daban, pues «ay allí gran abundancia de pimienta, canela, clavos y otras muchas singulares especias», de la isla de Ceylán, donde «se hallan los mejores rubíes del mundo […] y muchas piedras preciosas, topacios, amatistes e otras de diversas especies», y del reino de Malabar en India, que tiene «abundancia de pimienta e de jengibre e de turbit, que son ciertas raíces medicinales».[34]

La finalidad del viaje trasciende lo meramente político, comercial y religioso, y nos inserta también en planos culturales donde se describen los objetos que resultan fascinantes y distintos a su mundo. Paul Freedman considera que estas especias, piedras preciosas y curiosidades, son objetos que resultan fascinantes para la sociedad occidental, tanto así que su valor se mide en su exotismo, virtud y rareza.[35] De ello no cabe duda, ya que estos mismos objetos representan cosas lujosas y extravagantes. Son especias carísimas. Tal como expresa John W. Parry, los mismos mercaderes obtienen grandes ganancias y lucro.[36] Sin embargo, esto más allá de responder a un efecto económico de oferta y demanda, nos da cuenta del nivel cultural que posee el desplazamiento en sí. A través del viaje se despierta una fascinación por este tipo de objetos maravillosos y disímiles que se tornan un nuevo motor para emprender estas marchas a las tierras orientales, donde el mundo europeo no sólo se asombra por lo diferente de estas culturas, sino que logra definirse en contraste con una otredad única y distinta.[37]

En definitiva, si retornamos a nuestra problemática sobre la concepción del viaje en el mundo medieval, podremos notar la multiplicidad de motivos que poseen los viandantes para llevar a cabo sus desplazamientos. De esta manera, el viaje medieval se configura principalmente en base a su ambigüedad conceptual, en la medida que el Homo Viator, este hombre que viaja, oscila entre su carácter espiritual, en cuanto se mueve de manera existencial hacia un orden eterno, como también en su carácter temporal, ya sea con objetivos políticos, económicos, diplomáticos, religiosos, entre otros, que permiten establecer diferentes relaciones y contactos con otros lugares. En cierta medida, el viajero medieval se constituye a partir de un traslado inmaterial que puede significar un regocijo o una redención en el alma, o bien un movimiento físico que puede dar cuenta de la búsqueda de algún objetivo concreto y terrenal. De todas maneras, ambos desplazamientos van a conllevar un viaje simbólico en su interior que va a definir el espíritu del viajero, esto es, un hombre que se encuentra in statu viatorum, en un tránsito en la vida, donde el viaje representa un desplazamiento del alma. En otras palabras, la noción del viaje va estar dada justamente como el vaivén entre su sentido material e inmaterial, donde la unidad se manifiesta en la idea simbólica del Homo Viator, un viandante que establece una ruptura con su realidad para ingresar a nuevos mundos. Un viaje que no deja de tener múltiples motivos, pero que conserva la curiosidad y el anhelo de conocer la realidad, sus confines y maravillas, el universo creado por Dios. Es así como el hombre medieval define el viaje como una exploración hacia lo desconocido, pero sobre todo como una búsqueda para comprender las verdades del mundo, del hombre y de sí mismo.

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* Pablo Castro Hernández es Licenciado en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magíster © en Historia con mención en Arte y Cultura de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

[1] Tal como manifiesta Pamela White, el mismo movimiento que se genera en las tierras orientales con la conquista de los mongoles de Asia y el Este de Europa, crea una oportunidad para que los europeos puedan extender su horizonte hacia el levante [White, Pamela, Exploration in the World of Middle Ages, 500-1500, Chelsea House Publishers, Nueva York, 2010, p.64]. Incluso, tal como indica Pierre Chaunu, la expansión europea de estos siglos representa el take off, la puesta en marcha de un proceso irreversible y autoalimentado, un motor de apertura y despegue [Chaunu, Pierre, La expansión europea (siglos XIII al XV), Labor, Barcelona, 1972, p.5]. El mundo occidental se abre a nuevos territorios, ampliando sus contactos y redes políticas, sociales y culturales por nuevos lugares, como también generando una ruptura con su vida cotidiana, integrando una cultura material exótica y diferentes novedades a su realidad.
[2] Echauri, Eustaquio, Diccionario Esencial VOX Latino-Español, Larousse, Barcelona, 2008, p.241
[3] Ibíd., p.505. Sobre el particular, también nos encontramos con la expresión Homo Viator: «Hombre caminante». Se dice tanto en sentido literal, como en el sentido figurado, referido al paso del hombre por la vida [Herrero Llorente, Víctor José, Diccionario de expresiones y frases latinas, Gredos, Madrid, 1980, p.105].
[4] Chevalier, Jean y Gheerbrant, Alain, Diccionario de Símbolos, Herder, Barcelona, 1986, pp.1065-1067
[5] Cirlot, Juan Eduardo, Diccionario de Símbolos, Siruela, Madrid, 2005, p.463
[6] Jung, Carl Gustav, Símbolos de transformación, Paidós, Barcelona, 1998, p.218
[7] Kappler, Claude, Monstruos, demonios y maravillas a fines de la Edad Media, Akal, Madrid, 2004, p.88
[8] Zumthor, Paul, La medida del mundo. Representación del espacio en la Edad Media, Cátedra, Madrid, 1994, p.163
[9] El sentido primero de la palabra griega symbolon, se refiere a un signo de reconocimiento materializado por las dos mitades de un objeto que dos personas han compartido. Para el pensamiento medieval, tanto para el más especulativo como para el más común, cada objeto, cada elemento, cada ser vivo es, pues, la figuración de otra cosa que se corresponde con él en un plano superior e inmutable y del cual es símbolo [Pastoureau, Michel, Una historia simbólica de la Edad Media Occidental, Katz, Buenos Aires, 2006, p.18]. En este sentido, el carácter simbólico conforma parte esencial dentro de la vida cotidiana del hombre medieval, quien vive rodeado de estos símbolos que reflejan planos superiores, inmateriales y eternos dentro de la realidad.
[10] Ladner, Gerhart B., “Homo Viator: mediaeval ideas on alienation and order”, Speculum, vol. 42, núm. 2, 1967, p.233
[11] García de Cortázar, José Ángel, “El hombre medieval como ‘Homo Viator’: peregrinos y viajeros”, IV Semana de Estudios Medievales, Nájera, 1994, p.11
[12] Dinzelbacher, Peter, “The Way to the Other World in Medieval Literature and Art”, Folklore, vol. 97, núm. 1, 1986, pp.79-80
[13] Turner, Victor, “The Center out There: Pilgrim’s Goal”, History of Religions, vol. 12, núm. 3, 1973, p.197
[14] Alfonso X El Sabio, Las Siete Partidas, Primera Partida, Título XXIV, Ley 1 (Compañía General de Impresores y Libreros del Reino, tomo I, Madrid, 1843, p.365)
[15] Codex Calixtinus: Liber Sancti Jacobi, Libro I, Cap. XVII (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Santiago de Compostela, 1951, p.204)
[16] Novoa Portela, Feliciano, “Los viajeros de Dios en la Edad Media”. En AA.VV., Viajes y Viajeros en la Europa Medieval, Lunwerg Editores, Barcelona, 2007, p.159
[17] Marín Riveros, José, “Espacio sagrado y peregrinación. Símbolos y tradición véterotestamentaria”, Tiempo y Espacio, 7-8, Universidad del Bío-Bío, Chillán, 1997-1998, p.93 y ss.
[18] Cabe señalar que existen decenas de estudios sobre las peregrinaciones en la Edad Media. Dentro de los trabajos más interesantes que definen la idea de peregrinatio, nos encontramos con la obra de Paul Alphandéry y Alphonse Dupront, quienes vislumbran en la peregrinación un rito de penitencia, donde este viaje es una ocasión única para enmendarse y crear una vida nueva. Mediante la peregrinación existe una conciencia de una marcha para el cumplimiento de un sacrificio, ofrenda propiciatoria y redentora del alma [Alphandéry, Paul y Dupront, Alphonse, La Cristiandad y el Concepto de Cruzada, UTEHA, México, 1959, pp.7-8]. Según Diana Webb, la larga distancia que se recorría en una peregrinación, no era una experiencia cotidiana. La norma, tanto de la aristocracia como los campesinos, era mucho más regionalizada, es decir, se visitaban y veneraban las reliquias de los monasterios e iglesias locales [Webb, Diana, Pilgrims and Pilgrimages in the Medieval West, I. B. Tauris, Londres, 2001, p.16]. Tal como establece Steven Runciman, si bien las peregrinaciones se encontraban presentes desde los comienzos del cristianismo, la gran era de estos desplazamientos se inicia con el siglo X, momento que desarrolla de manera fuerte la idea de que determinados santos lugares poseían una virtud espiritual definida que se transmitía a aquellos que los visitaban y podían incluso concederles el perdón del pecado [Runciman, Steven, “Los peregrinos de Cristo”, en Historia de las Cruzadas. La primera cruzada y la fundación del reino de Jerusalén, vol. 1, Alianza, Madrid, 1980, p.56]. Para Franco Cardini, el hombre cristiano se encuentra en un estado de viaje constante, una peregrinación que conforma parte de su vida, en la cual busca acceder a la sede definitiva del Paraíso para escapar del mundo y refugiarse en Dios [Cardini, Franco, “Il Pellegrinaggio in Terrasanta”. En Bonita Clero, Homo Viator: nella fede, nella cultura, nella storia, QuattroVenti, Urbino, 1996, p.9]. Sin duda, una postura que va de la mano con la propuesta de J. R. Ruiz Domènec, para quien la peregrinación es un viaje que se convierte en la búsqueda del locus sanctus que relaciona el cielo y la tierra, donde el peregrino significa un esfuerzo desenfrenado por buscar a Dios en medio de sus múltiples hierofanías [Ruiz Domènec, J.E., “El viaje y sus modos: peregrinación, errancia, paseo”. En Miguel Ángel García Guinea, Viajes y viajeros en la España medieval, Polifemo, Madrid, 1997, pp.262-263]. Ya José Marín Riveros manifiesta que el hombre que se hace peregrino asume una postura existencial; es un cristiano que debe vivir en la tierra como un desterrado, en exilio, vivir en el extranjero como un extranjero, donde su propósito es acompañar a Cristo desterrado de este mundo [Marín Riveros, José, Cruzada, Guerra Santa y Yihad. La Edad Media y Nosotros, Ediciones Universitarias de Valparaíso, Valparaíso, 2003, pp.52-53]. Finalmente, Joaquín Rubio Tovar, considera que el cristianismo medieval, convierte el viaje a un lugar sagrado en un itinerario que hace posible el encuentro con una realidad trascendente y purificadora. De este modo, surge la imagen del cristiano como viajero y extranjero en la tierra, pero sobre todo en cuanto considera el modelo bíblico de Cristo y los apóstoles, que van de aldea en aldea, sin casa ni morada propia. La peregrinación rescata el modelo de itinerante de Cristo, su exilio y vía dolorosa [Rubio Tovar, Joaquín, “La peregrinación como encuentro”, Liébana y Letras, 2008, pp.69-70]. Bajo nuestra perspectiva, la peregrinación va a significar justamente ese desplazamiento espiritual del hombre, que en su destierro debe desprenderse de toda materialidad, con el fin de liberarse de toda atadura con lo terreno, para sanar y purificar el alma y así acceder al reino celestial.
[19] Durante todo este periodo los reyes trasladan su corte y los nobles su casa con una frecuencia que llega a ser monótona, empujados por razones de estado, por la pasión de ir en peregrinación, por el deseo de visitar los cazaderos preferidos o simplemente por aburrimiento. Muchos hombres de clase alta están acostumbrados a viajes largos, e incluso continuos, en calidad de cruzados o diplomáticos, o porque son aventureros jóvenes e inquietos para los que no se ha establecido un hueco en la jerarquía social y deciden viajar en busca de fortuna. Los eclesiásticos de mayor importancia visitan su diócesis, participan en concilios de la Iglesia o en parlamentos seculares. Los viajes de las damas de clase alta son más limitados, pero también en este caso existe movilidad. Las reinas y damas de compañía participan en muchos viajes oficiales y en los traslados de la casa real desde un palacio, o un pabellón de casa, a otro [Labarge, Margaret Wade, Viajeros medievales: los ricos y los insatisfechos, Nerea, Madrid, 1992, p.14]. Incluso, esta amplitud del viaje se puede vislumbrar en los viajeros de ida y vuelta, como reyes, embajadores, soldados, comerciantes o pastores; viajeros de ida, como los emigrantes; viajeros estacionales, como los estudiantes o pastores de los rebaños trashumantes; viajeros de ficción, como los caballeros andantes; y viajeros muertos, como los cadáveres de reyes y nobles o las reliquias [García de Cortázar, José Ángel, Los viajeros medievales, Santillana, Madrid, 1996, p.9].
[20] Ladero Quesada, Miguel Ángel, El mundo de los viajeros medievales, Anaya, Madrid, 1992, p.14
[21] Tal como expresa Robert Sabatino Lopez, durante los siglos XI y XII se da un despegue de la revolución comercial, esto basado principalmente en el crecimiento demográfico que constituye el motor esencial del progreso agrícola, lo que permitía asegurar la propia subsistencia de campesinos y señores, al tener más alimentos, mejorar la dieta de las personas y su esperanza de vida. Asimismo, con los excedentes agrícolas las ciudades salen de su prolongada depresión, expandiendo sus contactos y redes comerciales. Es así como los progresos de Venecia, Amalfi, Génova y Pisa desplazan lentamente el centro del poderío económico y naval desde las costas bizantinas y musulmanas hasta las orillas del Mediterráneo [Lopez, Robert Sabatino, La revolución comercial en la Europa medieval, El Albir, Barcelona, 1981, pp.93-105]. Sumado a esta visión, Henri Pirenne sostiene que con el fenómeno de las cruzadas y la toma de Jerusalén, las relaciones con el Mediterráneo oriental se multiplicaron rápidamente. Ya en 1104, Génova posee en San Juan de Acre una colonia y Pisa se dedica con un creciente entusiasmo al abastecimiento de los Estados fundados en Siria por los cruzados. Incluso, en 1136 Marsella ocupa un lugar en dicha costa ya que sus burgueses fundan un establecimiento en Tierra Santa. En tal forma, el Mediterráneo se abría a la navegación occidental, permitiendo posteriormente la difusión de especias traídas por las caravanas de China y de India hacia el Oeste, hacia las regiones sirias, donde las recogían los barcos italianos [Pirenne, Henri, Historia económica y social de la Edad Media, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1990, p.29]. De este modo, es posible apreciar como durante este período se da un gran crecimiento en el mundo occidental, lo que va a consolidar a la población, las ciudades y las redes y caminos que interconectan dichos puntos urbanos, permitiendo mayores desplazamientos e intercambios comerciales. Es así como el mundo europeo se expande y establece relaciones con nuevos lugares, ampliando sus contactos y realidad cultural.
[22] Hodgett, Gerald A.J., Historia social y económica de la Europa medieval, Alianza, Madrid, 1982, p.110
[23] Le Goff, Jacques, Mercaderes y banqueros de la Edad Media, Eudeba, Buenos Aires, 1962, p.11
[24] Ladero Quesada, Miguel Ángel, Op.cit., p.24
[25] Richard, Jean, “Le debut des relations entre la Papauté et les Mongols de Perse”. En Les relations entre l’Orient et l’Occident au Moyen Age. Etudes et documents, Variorum Reprints, Londres, 1977, pp.291-293
[26] Cabe mencionar que la primera generación de misioneros incluye a Juan de Pian Carpino (1245), Nicolás Ascelín (1246), Simón de Saint-Quentin (1247), Guillermo de Rubruck (1253). Por otro lado, una segunda oleada de religiosos que llega posteriormente por rutas terrestres y marítimas, incluye a Juan de Montecorvino (1289), Odorico de Pordenone (1314), Jordán Catalán de Séverac (c.1320), Pascal de Victoria (c.1338) y Giovanni de Marignoli (1342) [Kappler, Claude, Monstruos, demonios y maravillas a fines de la Edad Media, Op.cit., pp.51-52].
[27] John of Montecorvino, Letters and Reports of Missionary Friars, First Letter of John of Montecorvino, 1 (The Hakluyt Society, Cambridge University Press, Cambridge, 1914, p.45). La traducción es mía.
[28] Folker Reichert señala que con las campañas militares de los mongoles se abrió por primera vez la posibilidad de un contacto directo entre Europa y Asia central. Los devastadores estragos y las inauditas atrocidades cometidas habían dado motivo para ello; lo primero que interesaba era saber algo más sobre el origen de este pueblo desconocido e informarse sobre sus intenciones, ya que se pensaba que venían del Tártaro o que se identificaban con los pueblos de Gog y Magog, que precederían a la llegada del Anticristo en el fin de los tiempos. A pesar de las diferentes misiones enviadas a los monarcas mongoles, la conclusión de los diplomáticos fue una sola: los mongoles querían dominar el mundo, y en esas circunstancias resultaría muy difícil sumarlos a la cristiandad [Reichert, Folker, “Los viajes políticos: embajadas y diplomacia”. En AA.VV., Viajes y Viajeros en la Europa Medieval, Lunwerg Editores, Barcelona, 2007, pp.201-208]
[29] Sanfuentes, Olaya, Develando el Nuevo Mundo. Imágenes de un proceso, Ediciones UC, Santiago, 2009, p.28
[30] Ya durante los siglos XIV y XV también notamos otra gran cantidad de viajeros que se desplazan hacia el Este: Hans Schiltberger (1396), Ruy González de Clavijo (1403), Guillebert de Lannoy (1413), Nicolò de Conti (1419), Pero Tafur (1436), Josaphat y Ambrogio Contarini (1473), Bernhardt de Breydenbach (1483), entre otros. [Kappler, Claude, Monstruos, demonios y maravillas a fines de la Edad Media, Op.cit., pp.52-53]. Sin duda alguna, el espíritu que impulsa a estos viajeros está dado no sólo por sus fines políticos, diplomáticos o religiosos, sino que también por la ferviente curiosidad que estimula estos desplazamientos, una necesidad de conocer y plasmar en sus relatos la verdad de lo que han visto con sus propios ojos.
[31] Pierre de Ailly, Ymago Mundi, XVI (Alianza, Madrid, 1992, p.60)
[32] Friar Jordanus, Mirabilia Descripta. The wonders of the East, V, 13-16 (Hakluyt Society, Londres, 1863, pp.30-31). La traducción es mía.
[33] Wolfzettel, Friedrich, “Relato de viaje y estructura mítica”. En Leonardo Romero Tobar y Patricia Almarcegui Elduayen (ed.), Los libros de viaje: realidad vivida y género literario, Akal, Madrid, 2005, p.11
[34] Córdoba, Joaquín M., “La atracción por Oriente”. En AA.VV., Viajes y Viajeros en la Europa Medieval, Lunwerg Editores, Barcelona, 2007, p.92
[35] Freedman, Paul, “Spices and Late-Medieval European Ideas of Scarcity and Value”, Speculum, vol. 80, núm. 4, 2005, p.1213
[36] Parry, John W., “The story of spices”, Economic Botany, vol. 9, núm. 2, 1955, p.198. Cabe mencionar también cómo Marco Polo se refiere al comercio, las especias y riquezas de otras regiones: «Saliendo de la ciudad de Quisai, se encuentra en el reino de Fugiu. Tras seis jornadas hacia el sudeste, se encuentran ciudades y muchas aldeas. Sus habitantes son idólatras, súbditos del Gran Kan y dependientes de la señoría de Fugiu. Viven del comercio y de sus oficios y tienen gran abundancia de todo, y en especial de jengibre y galanga, pues por un veneciano se puede tener más de una libra de jengibre. También tienen un fruto, que da un color semejante al del azafrán, aunque no lo es, pero vale tanto o más que él. […] En el curso de estas jornadas hállase Quellafu, ciudad grande y noble, que pertenece al Gran Kan. En ella hay tres puentes de piedra, los más hermosos del mundo, de una milla de longitud y de ocho pasos de anchura; están sostenidos por columnas de mármol y son tan hermosos que costaría un tesoro la construcción de uno. Los naturales viven del comercio y de sus oficios. Tienen mucha seda, jengibre y galanga Hay bellas mujeres. Hay gallinas que no tienen plumas, sino pelo como los gatos, todas son negras y ponen huevos iguales que las nuestras y son muy sabrosas» [Marco Polo, Il Milione, Cap. CXXXIV, p.165 (Iberia, Barcelona, 1957)]. Claramente podemos percibir la abundancia que se retrata en general sobre las ciudades orientales. Asimismo, las especias adquieren un valor importante para el comercio, reflejando características propias e inusuales, como es el caso del fruto semejante al azafrán que posee un valor similar o más alto que aquél o las gallinas que no tienen plumas y dan huevos sabrosos. Lo novedoso y lo diferente rompen con la mera utilidad de los productos. Se van creando imágenes de una cultura espléndida y fabulosa que posee enormes riquezas y maravillas.
[37] Ya lo señala de manera clara Fray Jordán Catalán de Séverac: «En realidad, todo es maravilloso en esta India: es verdaderamente otro mundo» [Friar Jordanus, Mirabilia Descripta. The wonders of the East, V, 36, p.37. La traducción es mía]. Claramente podemos observar cómo se vislumbra la India como otro mundo: es una tierra que maravilla y deslumbra por su diferencia. Incluso, cabe destacar cómo esta búsqueda de lo novedoso y lo distinto también se encuentra en el relato ficticio de John Mandeville: «Hay en otra isla una clase de gentes muy maravillosas que son a la vez hombres y mujeres, porque juntos y pegados están sus cuerpos, y no tienen más que una teta por un lado, pues del otro no tienen nada, y cada uno de ellos lleva órganos de hombre y de mujer […] En otra isla, las gentes siempre andan de rodillas, de una manera sorprendente, y parece que se van a caer a cada paso, porque tienen seis brazos y seis manos, con seis dedos en cada mano y seis dedos en cada pie. Otra suerte de hombres tienen en medio de la frente cuatro ojos y ven con cualquiera de ellos» [John Mandeville, El Libro de las Maravillas del Mundo, Libro II, XXIV (Siruela, Madrid, 2002, p.209)]. Sin duda alguna, notamos la extravagancia y particularidad de estas criaturas que se vislumbran y que resultan ser completamente disímiles al mundo occidental. No hay que perder de vista que son culturas que se encuentran fuera de la órbita del mundo cristiano, por lo cual, son propensas a salir de las nociones ordinarias e ingresar a campos monstruosos y sobrenaturales. Ahora bien, más allá de representar un viaje ficticio o imaginario en su narrativa, el contenido no deja de expresar una mentalidad propia de su tiempo, dando cuenta de la importancia que posee el espíritu del viaje para conocer nuevos espacios y ampliar la noción del mundo y sus maravillas, pero sobre todo para reconocer una identidad propia del mundo europeo a partir de los contrastes y diferencias con las otras culturas.