Paolo Caucci Von Saucken: "Añoro el paisaje del Camino, que antes no estaba contaminado”
El presidente del Comité Internacional de Expertos del Camino de Santiago cree que hay un "exceso de información" sobre la ruta jacobea y "ya no hay misterio"Cuando llegó a Compostela allá por 1968, pensaba que Santiago era como el santuario de Loreto y no había visto en su vida a un peregrino. Pero aquel contacto cambió su vida y se dedicó a investigar sobre aquella ruta jacobea y a defenderla en Perugia (Italia) donde ejerce como catedrático de universidad y dirige el Centro Italiano de Estudios Compostelanos, del que forman parte 1.600 socios, y que él mismo creó. Recientemente ha abierto una delegación en Castrojeriz. Desde 1992, preside el Comité Internacional de Expertos del Camino de Santiago.
En su haber también se encuentra la creación, en 1981, de la Cofradía de Santiago Apóstol de Peruggia y la recuperación de la ermita de San Nicolás de Puente Fitero.
¿Cómo llega un italiano a Santiago de Compostela a estudiar el mundo artúrico?
Todo empezó en el año 41. Tenía 27 años. Mi padre era abogado y toda mi familia era gente de Derecho, al menos los últimos 150 años. Íbamos a estudiar todos a Florencia, pero mi vocación no era ésta. Yo terminé la carrera de Derecho y al día siguiente me matriculé en la de Filosofía y Letras. Al terminar Filosofía quería hacer la tesis sobre la mesa redonda y los paladines y decidí seguir el rastro celta en Santiago, donde fui a trabajar como lector de italiano en la Universidad de Santiago.
¿Concluyó la tesis?
Sí, terminé esa tesis sobre la materia de Bretaña en la literatura española, pero mientras tanto empecé a cambiar el rumbo. Comencé a trabajar sobre el Camino de Santiago. Mire usted. Yo soy un hombre que cumplo. Cumplí con mi padre como abogado y cumplí con la Literatura Española con la tesis, pero mi pasión era el Camino de Santiago.
Hasta llegar a Compostela, ¿cual era su conocimiento al respecto?
Pensaba que Santiago era una especie de Loreto. No tenía una idea clara. Creía que era un santuario, un lugar donde había habido peregrinaciones.
¿Y cómo era el Camino en 1968?
Era una maravilla. En mi primera peregrinación, vino un amigo a visitarme e hicimos el camino a la inversa, desde Santiago hasta Estella andando. Él seguía hacia Italia y yo regresé a Santiago, pero como solo tenía diez días, alterné el camino a pie y en autobús. Entonces vi por primera vez la ermita de San Nicolás de Puente Fitero, que era una ruina completa, solo estaban unos búhos. Era 1969 y me enamoré de ese sitio. Pensé que sería estupendo rehabilitarlo. La gente me tomaba por francés, porque de vez en cuando pasaba alguno. No lo llamaban Camino de Santiago, sino Camino Real, porque eran los que la monarquía arreglaba, eran los principales que unían una población con otra. Empecé a ver los primeros peregrinos que llevaban a Santiago en la primavera del 69.
¿Cómo fue su primera peregrinación?
Puff. Una aventura. Cuando me dijeron que podía ser lector de italiano en Santiago me fui a la embajada de España a buscar información y me dieron un folleto publicado en 1965 –Año Jacobeo- por el Ministerio de Turismo, que entonces dirigía Fraga, con información del Camino de Santiago, de los paradores, que estaba traducida al italiano. Esa fue mi primera información sobre el Camino, una información turística y cultural. Hice el Camino con esos datos y un relato en italiano del siglo XVIII de Domenico Laffi.
¿Durmieron al raso alguna vez?
Nunca. Apenas había albergues, pero encontrabas pequeñas fondas o pensiones, un bar que daba comidas con dos habitaciones.... Y era tan barato...
¿Qué les decían los lugareños?
La gente miraba curiosa. Si pasaba algún coche, paraba, y nos preguntaba si podían acercarnos a algún sitio. Algunas veces aprovechaba, otras no, porque ¡me gustaba tanto el paisaje! En 1971 publicó ‘Peregrinaciones italianas a Santiago’.
¿Ha pensado en actualizarla?
Sí, algún día quiero hacerlo. Quiero concluirla. Tengo bastantes libros sobre el Camino, algunos son definitivos y no hay que revisarlos, salvo la bibliografía. Pero aquel fue mi primer trabajo y después de 40 años, puedo decir que no estaba absolutamente equivocado, el enfoque no ha cambiado. Afortunadamente, había comprendido el sentido de la peregrinación a Santiago. Ahora tendría que rescribirlo completamente porque tengo muchísimos más conocimientos.
¿Qué añora de aquellos años?
El paisaje, que no estaba contaminado. Ahora lo están destruyendo. Se asoma uno aquí en Castrojeriz y ve los parques eólicos... (Hace un gesto de desagrado). El paisaje ha cambiado muchísimo y eso es algo que no me gusta. Afortunadamente, la gente no ha cambiado mucho, encuentras el mismo cariño, afecto, hospitalidad, en los pueblos.
Supongo que no habría muchas investigaciones sobre el Camino...
Ninguna prácticamente. Había algún investigador, pero uno estudiaba Historia del Arte y le caía la catedral de Santiago, otro estudiaba la iconografía de Santiago, otro la literatura medieval. Otro se encontraba en sus estudios el Camino. Había habido grandes investigadores como Vázquez de Parga o Juan Uría Ríu. Pero sus obras se habían publicado en el 45 ó 50, no había una gran investigación sobre Santiago. Gané una oposición en Perugia , y aunque yo quería quedarme en España, era una plaza fija que todavía tengo, y no se podía renunciar. Seguí allí investigando sobre el Camino y de vez en cuando recibía la carta de alguien que había leído mi libro y nos carteábamos. De esta forma se creó un ambiente de gente interesada en la ruta. En 1983 decidí organizar un congreso en mi universidad y reunirlos a todos. Eran unas 30 personas y así nos conocimos. Se formó un grupo que ha continuado.
Usted ha advertido que el Camino puede convertirse en un parque temático, ¿por qué?
Ahora te encuentras carteles y letreros por todas partes. De ahí lo del parque temático. Las instituciones creen que de esa forma hacen un servicio al peregrino, y yo creo que es al contrario. El peregrino se molesta porque quiere todo lo más auténtico posible, lo más sencillo posible, lo más directo posible. Yo creo que hay un exceso de información, sabemos todo del Camino. Ya no hay misterio. Aquella primera vez cuando volví de Estella –luego hice varios caminos- todo era una incógnita, dónde poder comer o dormir. Cada paso era un descubrimiento. Los chicos que vienen ahora lo saben todo, lo han visto por internet, y si no, te lo encuentras enseguida en esos carteles.
Se ha creado el espíritu de la acogida, que no existía. Ahora los hospitaleros están desarrollando un papel enorme. Ese contacto con miles de peregrinos, ese intercambio con los hospitaleros... La acogida es la gran novedad de estos años. Por otro lado, ha aumentado la sensibilidad social. También se ha convertido en un recurso económico extraordinario. Yo he visto pueblos que han cambiado completamente. Donde no había nada, ahora hay dos o tres bares, hay mesón. Se ha convertido en un recurso económico para mucha gente. Había muchos pueblos que estaban casi abandonados. No tengo ningún inconveniente en que sea un recurso económico o un hecho social. Yo solo quiero que sea auténtico. Que se defienda el camino físico, que no se toque, porque lo están estropeando. El paisaje es una riqueza.
Usted apuesta por los vínculos del Camino con Europa, ¿qué propone para mejorar esa interacción?
Está claro que Santiago se debe convertir en el inicio de otro camino que llega hasta Jerusalén. Nuestro gran proyecto para que mire a Europa es conectarlo con Roma y el Mediterráneo. Estamos itinerando una exposición sobre este tema, porque el próximo congreso queremos que sea con la vista en Jerusalén. Los peregrinos ya lo hacen. La ruta jacobea no es solo un camino de ida, sino de ida y vuelta, y al mismo tiempo de interrelación entre varios caminos. Para mí, la evolución del Camino es esa, que ha dado una nueva cultura de la peregrinación a todos los caminos europeos. Los que estaban muertos han vuelto a renacer, por la sensibilidad, por la mentalidad jacobea. Por eso digo, el futuro es este.
No hay comentarios:
Publicar un comentario