La Catedral santiaguesa cumple sus primeros ocho siglos
Por Cándido de Paz
Santiago.- Tal y como estaba programado, con unos días de retraso sobre la fecha auténtica, la Catedral compostelana ha celebrado sus primeros ocho siglos desde la consagración, en 1211, con un ceremonia espectacular en la que no han faltado algunos de los objetos utilizados en aquella ocasión.
Era entonces arzobispo Pedro Muñiz y el acto lo presidió Alfonso IX, su hijo Fernando, futuro rey Santo, además de los obispos de Orense, Lugo, Mondoñedo, Tuy, Coria, La Guardia, Évora, Lisboa y Lamego. Y por supuesto los principales nobles de aquella época.
Ahora, 800 años después, han estado presentes varios centenares de personas y numerosas autoridades eclesiásticas, civiles y militares que han seguido la Misa de la Dedicación, eucaristía con la que, según el arzobispo Julián Barrio, "la historia de la Catedral se hace historia viva".
No han estado esta vez los Reyes, pero si el presidente regional, Alberto Núñez Feijóo; el alcalde compostelano, José Sánchez Bugallo; y el teniente general Juan Enrique Aparicio Hernández-Lastras; así como los prelados gallegos, el Cabildo del templo, y un buen número de sacerdotes. Y también -¿cómo no?- un determinado número de peregrinos.
Antes de nada se ha celebrado la procesión de nominada 'Itinerario Crucis', que ha recorrido el templo conmemorando el rito de la dedicación de la Catedral compostelana la mañana del 3 de abril de 1211. Y en esa procesión han desfilado ante las 12 cruces de Consagración que permanecen iluminadas con velas en distintas zonas de la Catedral, mientras la Escolanía y la Música cantaban las escrituras.
Pero lo más llamativo de la solemnidad seguramente no fueron las cruces, sino la imagen sedente que continuamente abrazamos. López Ferreiro ve motivos para afirmar que fue erigida por encima del sepulcro apostólico precisamente en esta ocasión. Los peregrinos de los primeros siglos sólo tenían ante los ojos el mausoleo romano que contiene el cuerpo del Apóstol y se postraban ante él. Gelmírez lo redujo el mausoleo al zócalo o cámara sepulcral, sobreponiendo un baldaquino, y seguramente fue necesario avisar en voz alta: "Aquí, bajo el altar, está el cuerpo del Apóstol".
De la liturgia de la consagración de iglesias, ya vigente desde el siglo XI, formaba parte la traslación procesional de reliquias y la consagración singularizada del altar. En nuestro caso, las reliquias (nada menos que el cuerpo del Apóstol) ya estaban presentes y el altar ya había sido consagrado por Gelmírez.
¿Qué podía ofrecerse al pueblo que despertara verdadero interés? La cosa estuvo bien pensada: una imagen sedente, cercana e inspiradora de confianza; los fieles podrían verla de cerca, tocarla y abrazarla. La estatua era sobria, de piedra policromada que había de exigir sucesivos repintes... hasta alcanzar varios milímetros de espesor, con mengua de la expresividad: ojos abultados que apenas miran, rostro vulgarmente redondeado...
Para más abundamiento, el Arzobispo Monroy la ornamentó con maravillosa esclavina de plata enriquecida con pedrería. El conjunto quedó completo con el bordón. A López Ferreiro lo del bordón no le parece afortunado: considera que es propio de caminantes y no de individuos sentados; y no cae en la cuenta de que los caminantes también se sientan sin dar de lado al bordón. Si nuestro Apóstol permanece siempre con él, es para consuelo de los peregrinos, identificándose con ellos.
En algunas miniaturas medievales el Apóstol sedente luce, además, el clásico sombrero con conchas. ¿Fue así? Que yo sepa, a nadie se le ha ocurrido, hasta el momento, encasquetarle tal sombrero.
Cuando Ambrosio de Morales vino a Santiago a finales del XV, se encontró la estatua un tanto distinta de como hoy la vemos: con la mano derecha daba la bendición y con la izquierda sostenía un libro. Hoy el libro se ve sustituido por el bordón, y la mano sostiene un tarjetón que dice lo que traduzco: Aquí está el cuerpo de Santiago, Apóstol y Patrón de las Españas. Así, desde abril de 1211 los peregrinos pudieron ver de cerca y abrazar esta imagen del Apóstol.
Posteriormente, el arzobispo Barrio ha oficiado la misa, acorde al canon romano y sin ninguna incidencia, ante la atenta mirada de los asistentes y numerosos peregrinos emocionados. En su homilía, Barrio ha dicho que esta "fiesta de la Dedicación" recuerda que el templo "es un lugar de oración", una "parábola de la existencia de Dios" cuya "belleza y armonía" invitan a "limitados y pecadores" a "convertirse para formar un cosmos en estrecha comunión con Cristo".
También ha dicho que la Catedral es un espacio "abierto" que invita a todo el mundo a rezar "al único Dios" y ha echado en "falta altura humana y espiritual" para afrontar el "reto religioso, cultural, social, económico y político" de la sociedad actual.
Los actos habían estado precedidos por unas Vísperas Solemnes el viernes, con una procesión formada por el arzobispo, obispos y canónigos, vestidos con la capa pluvial; los diáconos, con dalmáticas, y los sacerdotes, vestidos con alba y estola blanca. Participó la orquesta Capela Compostelana y solistas con la colaboración del órgano bajo la dirección de Miro Moreira. Y se pudieron escuchar obras de distintas épocas, como el salmo Dixit Dominus del maestro de capilla, José de Vaquedano, con lo que también se conmemoraba el tercer centenario de su muerte.
Además, coincidiendo con el octavo centenario, se ha sabido que la web 'Libro de Pedra', programada por la Consejería de Cultura y Turismo, que permite el recorrido virtual a la Catedral de Santiago, ha recibido más de 32.000 visitas desde su puesta en marcha el pasado mes de febrero. La web se ha enmarcado en el proyecto europeo 'Loci Iacobi. Lugares de Santiago. Lieux de Saint Jacques' de revitalización de la Ruta Jacobea.
La aplicación permite conocer en profundidad la historia de la Catedral a través de 60.000 fotografías de alta resolución en el que se incluyen imágenes en 360 grados.
Pero lo más llamativo de la solemnidad seguramente no fueron las cruces, sino la imagen sedente que continuamente abrazamos. López Ferreiro ve motivos para afirmar que fue erigida por encima del sepulcro apostólico precisamente en esta ocasión. Los peregrinos de los primeros siglos sólo tenían ante los ojos el mausoleo romano que contiene el cuerpo del Apóstol y se postraban ante él. Gelmírez lo redujo el mausoleo al zócalo o cámara sepulcral, sobreponiendo un baldaquino, y seguramente fue necesario avisar en voz alta: "Aquí, bajo el altar, está el cuerpo del Apóstol".
De la liturgia de la consagración de iglesias, ya vigente desde el siglo XI, formaba parte la traslación procesional de reliquias y la consagración singularizada del altar. En nuestro caso, las reliquias (nada menos que el cuerpo del Apóstol) ya estaban presentes y el altar ya había sido consagrado por Gelmírez.
¿Qué podía ofrecerse al pueblo que despertara verdadero interés? La cosa estuvo bien pensada: una imagen sedente, cercana e inspiradora de confianza; los fieles podrían verla de cerca, tocarla y abrazarla. La estatua era sobria, de piedra policromada que había de exigir sucesivos repintes... hasta alcanzar varios milímetros de espesor, con mengua de la expresividad: ojos abultados que apenas miran, rostro vulgarmente redondeado...
Para más abundamiento, el Arzobispo Monroy la ornamentó con maravillosa esclavina de plata enriquecida con pedrería. El conjunto quedó completo con el bordón. A López Ferreiro lo del bordón no le parece afortunado: considera que es propio de caminantes y no de individuos sentados; y no cae en la cuenta de que los caminantes también se sientan sin dar de lado al bordón. Si nuestro Apóstol permanece siempre con él, es para consuelo de los peregrinos, identificándose con ellos.
En algunas miniaturas medievales el Apóstol sedente luce, además, el clásico sombrero con conchas. ¿Fue así? Que yo sepa, a nadie se le ha ocurrido, hasta el momento, encasquetarle tal sombrero.
Cuando Ambrosio de Morales vino a Santiago a finales del XV, se encontró la estatua un tanto distinta de como hoy la vemos: con la mano derecha daba la bendición y con la izquierda sostenía un libro. Hoy el libro se ve sustituido por el bordón, y la mano sostiene un tarjetón que dice lo que traduzco: Aquí está el cuerpo de Santiago, Apóstol y Patrón de las Españas. Así, desde abril de 1211 los peregrinos pudieron ver de cerca y abrazar esta imagen del Apóstol.
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