Vademecum de urgencia para peregrinos extranjeros en España
Por José A. de la Riera
Introito
Mis amigos brasileños me pedís esto (y no sé si os ayudará algo, supongo que no) Y ahí os va una pequeña parte de la serie, si es que en serie esto se transforma. No incluyo, de momento, la parte gastronómica y de "costumbres", ya que aspiro a no ser más lapidado de lo que sea menester. Siendo gallego, se me ha achacado excesiva estima por todo lo castellano. Me importa un carallo, en Castilla, y bajo sus estrellas, es donde levanto mi tienda en la noche. Con Castilla sólo hace falta una cosa para amarla: conocerla.
Perderse un poco, no ir por la trilla. Y no sólo me refiero al Camino físico. Es difícil para un peregrino extranjero, generalmente con tiempo limitado, escabullirse a los lugares comunes, a lo que cuentan las guías al uso. Lo mejor que le puede ocurrir a las guías al uso es que el peregrino las tire antes de comenzar el Camino, la mayoría son infames, no se sostienen, no aportan casi nada. Cierto que hay un peregrino que se atiene a esas guías, al metro a metro del Camino, que no levanta la mirada del suelo, que se levanta temprano, camina, come, llega al refugio y duerme. Al día siguiente igual, y al otro y al otro. No se abre, generalmente sólo trata con peregrinos de su país. Es muy respetable, es incluso lógico para mucha gente. Pero el Camino es una aventura única, y es lamentable no abrirse, no intentar al menos que le llegue todo lo que el Camino le puede aportar. Lo que a continuación sigue le puede añadir muy poco a ese peregrino, mejor dicho, no le va a aportar nada. Escribo estas lineas para el inquieto, para el aventurero, para el que abre todos sus poros al conocimiento, a cualquier conocimiento. Naturalmente, no están libres de subjetividad, la objetividad no existe, ¿qué es lo objetivo, quién es objetivo?
¿Españoles? Unos tipos vestidos de “flamencos”, siempre con una guitarra en las manos. Además, se dedican a destripar toros bravos. ¿Argentinos? Unas gentes que viven de arrearles a las reses con “boleadoras” y que derraman lágrimas de cocodrilo con los tangos de Gardel. ¿Brasileños? Ya se sabe, futbol y samba. ¿Franceses? Gente de permanente mala leche devoradores de “foi”. ¿Portugueses? Unos depresivos cuyo único objetivo en la vida es llorar, preferiblemente con los fados de Amalia. Si uno va al Norte de España y habla de corridas de toros es posible que le lapiden (salvo en Pamplona). ¿Flamenco? Toda Galicia y Asturias son viejos países celtas, donde el instrumento tradicional es la gaita, el flamenco es allí algo tan exótico como la danza cosaca. Por lo mismo, hay argentinos que no soportan a Gardel y brasileños que pasan del futbol (y además, la música que oyen es la “clásica”) Hay franceses que han declarado la guerra a los ganaderos que engordan brutalmente sus patos. Y una inmensa mayoría de portugueses alegres, abiertos, a los que además les gustan los fados (como a mí ) Ah, los tópicos.
España es un viejo país europeo, definido por Ortega y Gasset, uno de sus grandes filósofos como: “Una enorme nube de polvo, lo que ha quedado después del paso de un gran pueblo al galope”. Un gran pueblo al galope. Cuando el peregrino pase por el más humilde pueblo de Castilla, pueblos con casas de barro (adobe), azotados por inviernos inclementes y por veranos aterradores (nueve meses de invierno y tres de infierno), cuando vea a sus campesinos silenciosos, no se debe engañar. Han sido el corazón de hierro de España. Gente de hierro que formaba la élite de las tropas de los Tercios que conquistaron Europa. Gente de hierro que fue con Pizarro, con Hernán Cortés, con Orellana. Gente que tomó Argel a cuchillo y que saqueó Roma con el gran Carlos.
Durante siglos, guerrearon contra los mejores ejércitos musulmanes. Solos, en mitad de la tierra de nadie, al pie de la inmensa llanura, secos, sobrios, juncales. Son los castellanos, gentes de pocas palabras, lo más parecido a un tuareg. Pero... ¿esa es la España que va a recorrer el peregrino? No. Es una de las Españas que va a recorrer el peregrino. El gran error, el tópico que identifica a los españoles con guitarras flamencas, corridas de toros, panderetas y baile andaluz ha provocado (y provoca) toneladas de carcajadas en España. Un andaluz poco tiene que ver con un asturiano (Camino Primitivo), gente de tez rubia (¿loira?), que bebe sidra, toca la gaita, odia los toros y vive en un país verde de montañas infinitas. Y un asturiano poco o nada tiene que ver con un extremeño (Vía de la Plata). Y por, supuesto, ninguno de ellos con un castellano (Camino Francés) Gentes muy diversas, culturas distintas, usos y costumbres por veces opuestos... unidos todos, eso sí, por una permanente mala leche, que produce en nosotros lo mejor y lo peor. Las Españas, algo instranferible y difícil de comprender por ahí fuera. Por eso conviene que el peregrino curioso sepa lo que va a encontrar... y lo aproveche. Es distinto el vino de Navarra del vino de Galicia, nada que ver el gazpacho andaluz con el caldo gallego, para un castellano un saludo es una leve inclinación de cabeza, el gallego, sin embargo, te abraza... ambos te ofrecen su máxima cordialidad, tal vez, pero cada uno a su manera.
¿Preguntas? Ahí van: ¿debo besar a una señora cuando me despido?. ¿ por qué los asturianos blasfeman continuamente y los castellanos jamás? y... ¿por qué ese andaluz me llama continuamente “hijo puta”?, ¿debo aceptarlo?, ¿es un insulto?. ¿Cuándo un gallego me invita a un vino me disculpo y me voy? Es importante, ya qué: una gallega acepta el beso inmediatamente, una castellana te extenderá simplemente la mano, no es costumbre besarse en Castilla, los asturianos son los más descreídos entre los españoles, con una tradición revolucionaria que llega a nuestros días, sin embargo cualquier blasfemia en Castilla puede suponer ser lapidado, un andaluz llama a todo el mundo “hijo puta” en sentido cariñoso (algo inimaginable en el resto de España), si un gallego te invita a un vino (y más si es un vino cosechado por el mismo) considera el mayor de los insultos tu rechazo...
Ahora bien, todo esto hay que aceptarlo con inteligencia. Chesterton lo explicó muy bien cuando le preguntaron por los franceses: “¿Los franceses? ... hummm... no los conozco a todos”
Bien, esto jamás lo cuentan las guías, las guías son para gente que tiene prisa. Así que iré por partes. Espero que os sean útiles estas notas sobre mi país. Claro que siempre habrá un componente subjetivo ¿quién es objetivo?, ¿qué es la objetividad? Por otra parte los españoles somos ferozmente críticos con nosotros mismos, estamos muy alejados del chauvinismo de otros países europeos. Espero que leáis esto con inteligencia y con humor, con mucho humor. Tal vez os ayude a entender a este viejo país de Europa que os va a acoger entre los suyos. Empezaré por lo más árido: La Religión.
Religión y espiritualidad en España.
“La reserva espiritual de Occidente”. Santos, místicos, guerreros que entraban en batalla con la cruz de Cristo por estandarte. Soldados que se arrodillaban antes de entrar en combate para recibir la bendición de sus capellanes, cientos, miles y miles, de ermitas, iglesias, monasterios... Teresa de Jesús, Juan de Ávila, Ignacio de Loyola, Isidoro de Sevilla... docenas de santos, santos guerreros, santos místicos, santos poetas... y un pueblo sobrecogido ante las enormes catedrales, toda la España campesina se arrodillaba en sus campos ante el toque del ángelus en las iglesias aldeanas... manos callosas se santiguaban. En paralelo, Religión de Estado, sombras vestidas de negro batiendo las antiguas rúas de Sevilla, de Toledo, de Salamanca... hogueras encendidas, la Inquisición por todas partes, Lutero no pasará, la antigua España de la convivencia, judíos, moros y cristianos, derrotada por el humo de las hogueras. Junto a la sencillez de las creencias populares el feroz control de la Contrarreforma, los Tercios de Castilla combatiendo en toda Europa contra los luteranos, Castilla se viste de negro, al anochecer se pasean cruces por la desolada meseta festejando las victorias... ¡ Dios es grande!... y Castilla su valedora en la tierra. Religión y Corona van de la mano. Pero luego resulta que aquí no se quemó ni la décima parte de las brujas que convirtieron esmeradamente en cenizas en Alemania o Inglaterra. Por eso, cuidado con las guías y con muchos de sus tópicos.
Todo esto fue, ha sido, pero.. ¿qué queda de ello? Prácticamente nada, quedan las ruinas de los monasterios, las catedrales, las pequeñas iglesias, los seminarios vacíos, la fe sencilla de mucha gente... en un Estado laico. Gente pasional que oscila de un extremo a otro, esos somos nosotros, para bien o para mal. Dos siglos de guerras civiles, dónde no hubo cuartel para nadie, dónde no se hacían prisioneros, fueron en realidad dos siglos de guerras de religión. Sangre y fuego para todos, así se arreglaron las cosas por aquí. Y ahora se ha llegado a un hastío y a un consenso: No más sangre para nadie, ya hubo demasiada por demasiados siglos; primero contra los musulmanes (ocho siglos a hierro y fuego y de paso, ¡ Santiago y Cierra España!), luego contra los luteranos, también contra la misma Roma cuando Roma se volvió débil (los Tercios de Carlos V la arrasaron en el siglo XVI, una semana de orgía de sangre con el Papa cercado y aterrado), y luego entre nosotros mismos... demasiada sangre por la cruz de Cristo. Nunca más.
El peregrino recorrerá la España rural y le llamará la atención las iglesias cerradas a piedra y lodo Querrá, tal vez, asistir a alguna misa, ver algún retablo, admirar una humilde iglesia (el Camino de Santiago es la maravilla del románico, está lleno, rebosante, de arte). Le resultará difícil, no hay curas, no hay párrocos, no hay vocaciones. La tierra que dio miles de misioneros al mundo se ha secado. Eso no sé si es bueno o es malo, pero es una realidad. Los seminarios están vacíos. Sigue en pie la piedad popular entre las personas ancianas, pero los jóvenes han abandonado las iglesias, para ellos la religión es arqueología. Lo que pasa es que de vez en cuando, las chispas de la antigua devoción aparecen en los lugares más impensables. En Semana Santa toda España se paraliza y las antiguas ciudades castellanas, los más humilde pueblos, se llenan de penitentes que, a la luz de las antorchas, pasean, descalzos, encapuchados y en silencio, a sus santos al anochecer entre el sonido tenebroso de los tambores. Es la vieja España que se resiste a desaparecer. Nada más sobrecogedor que una de estas procesiones en la noche fría de Zamora, de Salamanca, de Palencia, de cualquier pueblo del Camino Francés castellano en Semana Santa. ¿Lo saben los peregrinos? Ninguna guía se lo cuenta.
¿Qué queda de la antigua religión, de las vanguardias católicas en los campos de batalla de toda Europa, en la España de los cuarenta millones de turistas, de las fiestas doradas hasta al amanecer, regadas por el vino y las enormes ganas de juerga de la juventud española? ¿Qué queda en una España que, dicen, ahora es Europa, una España “civilizada”? Nada o mucho, depende de tus pasos. La España rural, la España profunda (por donde discurren buena parte de los Caminos a Santiago) conserva aún parte de esa marca (en Galicia, en Santa Marta de Ribartame, llevan en procesión el día de Santa Marta a la capilla de la santa a los vivos que se encomendaron a ella y salvaron la vida. Lo que ocurre es que los llevan dentro de ataúdes -incluyendo niños-) En las ciudades, en la costa arrasada y turística de eso ni rastro, nada. Y depende de las gentes. La gente joven desprecia (o ignora) profundamente a la jerarquía católica.. Los mayores siguen reverenciando a sus sacerdotes, son los únicos que acuden a las iglesias. Esta es la situación general. Y sin perspectiva alguna de cambio.
Bien, ese es mi país, o una parte de mi país, al que para bien y para mal pertenezco y al que odio y amo profundamente, no podriá ser de otra manera, pero es el mío, soy español, gracias sean dadas.
¡Evohé!, ¡buen Camino!
(Leído en el muro de J.A. de la Riera en Facebook y reproducido por la calidad e interés de su publicación)
Introito
Mis amigos brasileños me pedís esto (y no sé si os ayudará algo, supongo que no) Y ahí os va una pequeña parte de la serie, si es que en serie esto se transforma. No incluyo, de momento, la parte gastronómica y de "costumbres", ya que aspiro a no ser más lapidado de lo que sea menester. Siendo gallego, se me ha achacado excesiva estima por todo lo castellano. Me importa un carallo, en Castilla, y bajo sus estrellas, es donde levanto mi tienda en la noche. Con Castilla sólo hace falta una cosa para amarla: conocerla.
Perderse un poco, no ir por la trilla. Y no sólo me refiero al Camino físico. Es difícil para un peregrino extranjero, generalmente con tiempo limitado, escabullirse a los lugares comunes, a lo que cuentan las guías al uso. Lo mejor que le puede ocurrir a las guías al uso es que el peregrino las tire antes de comenzar el Camino, la mayoría son infames, no se sostienen, no aportan casi nada. Cierto que hay un peregrino que se atiene a esas guías, al metro a metro del Camino, que no levanta la mirada del suelo, que se levanta temprano, camina, come, llega al refugio y duerme. Al día siguiente igual, y al otro y al otro. No se abre, generalmente sólo trata con peregrinos de su país. Es muy respetable, es incluso lógico para mucha gente. Pero el Camino es una aventura única, y es lamentable no abrirse, no intentar al menos que le llegue todo lo que el Camino le puede aportar. Lo que a continuación sigue le puede añadir muy poco a ese peregrino, mejor dicho, no le va a aportar nada. Escribo estas lineas para el inquieto, para el aventurero, para el que abre todos sus poros al conocimiento, a cualquier conocimiento. Naturalmente, no están libres de subjetividad, la objetividad no existe, ¿qué es lo objetivo, quién es objetivo?
¿Españoles? Unos tipos vestidos de “flamencos”, siempre con una guitarra en las manos. Además, se dedican a destripar toros bravos. ¿Argentinos? Unas gentes que viven de arrearles a las reses con “boleadoras” y que derraman lágrimas de cocodrilo con los tangos de Gardel. ¿Brasileños? Ya se sabe, futbol y samba. ¿Franceses? Gente de permanente mala leche devoradores de “foi”. ¿Portugueses? Unos depresivos cuyo único objetivo en la vida es llorar, preferiblemente con los fados de Amalia. Si uno va al Norte de España y habla de corridas de toros es posible que le lapiden (salvo en Pamplona). ¿Flamenco? Toda Galicia y Asturias son viejos países celtas, donde el instrumento tradicional es la gaita, el flamenco es allí algo tan exótico como la danza cosaca. Por lo mismo, hay argentinos que no soportan a Gardel y brasileños que pasan del futbol (y además, la música que oyen es la “clásica”) Hay franceses que han declarado la guerra a los ganaderos que engordan brutalmente sus patos. Y una inmensa mayoría de portugueses alegres, abiertos, a los que además les gustan los fados (como a mí ) Ah, los tópicos.
España es un viejo país europeo, definido por Ortega y Gasset, uno de sus grandes filósofos como: “Una enorme nube de polvo, lo que ha quedado después del paso de un gran pueblo al galope”. Un gran pueblo al galope. Cuando el peregrino pase por el más humilde pueblo de Castilla, pueblos con casas de barro (adobe), azotados por inviernos inclementes y por veranos aterradores (nueve meses de invierno y tres de infierno), cuando vea a sus campesinos silenciosos, no se debe engañar. Han sido el corazón de hierro de España. Gente de hierro que formaba la élite de las tropas de los Tercios que conquistaron Europa. Gente de hierro que fue con Pizarro, con Hernán Cortés, con Orellana. Gente que tomó Argel a cuchillo y que saqueó Roma con el gran Carlos.
Durante siglos, guerrearon contra los mejores ejércitos musulmanes. Solos, en mitad de la tierra de nadie, al pie de la inmensa llanura, secos, sobrios, juncales. Son los castellanos, gentes de pocas palabras, lo más parecido a un tuareg. Pero... ¿esa es la España que va a recorrer el peregrino? No. Es una de las Españas que va a recorrer el peregrino. El gran error, el tópico que identifica a los españoles con guitarras flamencas, corridas de toros, panderetas y baile andaluz ha provocado (y provoca) toneladas de carcajadas en España. Un andaluz poco tiene que ver con un asturiano (Camino Primitivo), gente de tez rubia (¿loira?), que bebe sidra, toca la gaita, odia los toros y vive en un país verde de montañas infinitas. Y un asturiano poco o nada tiene que ver con un extremeño (Vía de la Plata). Y por, supuesto, ninguno de ellos con un castellano (Camino Francés) Gentes muy diversas, culturas distintas, usos y costumbres por veces opuestos... unidos todos, eso sí, por una permanente mala leche, que produce en nosotros lo mejor y lo peor. Las Españas, algo instranferible y difícil de comprender por ahí fuera. Por eso conviene que el peregrino curioso sepa lo que va a encontrar... y lo aproveche. Es distinto el vino de Navarra del vino de Galicia, nada que ver el gazpacho andaluz con el caldo gallego, para un castellano un saludo es una leve inclinación de cabeza, el gallego, sin embargo, te abraza... ambos te ofrecen su máxima cordialidad, tal vez, pero cada uno a su manera.
¿Preguntas? Ahí van: ¿debo besar a una señora cuando me despido?. ¿ por qué los asturianos blasfeman continuamente y los castellanos jamás? y... ¿por qué ese andaluz me llama continuamente “hijo puta”?, ¿debo aceptarlo?, ¿es un insulto?. ¿Cuándo un gallego me invita a un vino me disculpo y me voy? Es importante, ya qué: una gallega acepta el beso inmediatamente, una castellana te extenderá simplemente la mano, no es costumbre besarse en Castilla, los asturianos son los más descreídos entre los españoles, con una tradición revolucionaria que llega a nuestros días, sin embargo cualquier blasfemia en Castilla puede suponer ser lapidado, un andaluz llama a todo el mundo “hijo puta” en sentido cariñoso (algo inimaginable en el resto de España), si un gallego te invita a un vino (y más si es un vino cosechado por el mismo) considera el mayor de los insultos tu rechazo...
Ahora bien, todo esto hay que aceptarlo con inteligencia. Chesterton lo explicó muy bien cuando le preguntaron por los franceses: “¿Los franceses? ... hummm... no los conozco a todos”
Bien, esto jamás lo cuentan las guías, las guías son para gente que tiene prisa. Así que iré por partes. Espero que os sean útiles estas notas sobre mi país. Claro que siempre habrá un componente subjetivo ¿quién es objetivo?, ¿qué es la objetividad? Por otra parte los españoles somos ferozmente críticos con nosotros mismos, estamos muy alejados del chauvinismo de otros países europeos. Espero que leáis esto con inteligencia y con humor, con mucho humor. Tal vez os ayude a entender a este viejo país de Europa que os va a acoger entre los suyos. Empezaré por lo más árido: La Religión.
Religión y espiritualidad en España.
“La reserva espiritual de Occidente”. Santos, místicos, guerreros que entraban en batalla con la cruz de Cristo por estandarte. Soldados que se arrodillaban antes de entrar en combate para recibir la bendición de sus capellanes, cientos, miles y miles, de ermitas, iglesias, monasterios... Teresa de Jesús, Juan de Ávila, Ignacio de Loyola, Isidoro de Sevilla... docenas de santos, santos guerreros, santos místicos, santos poetas... y un pueblo sobrecogido ante las enormes catedrales, toda la España campesina se arrodillaba en sus campos ante el toque del ángelus en las iglesias aldeanas... manos callosas se santiguaban. En paralelo, Religión de Estado, sombras vestidas de negro batiendo las antiguas rúas de Sevilla, de Toledo, de Salamanca... hogueras encendidas, la Inquisición por todas partes, Lutero no pasará, la antigua España de la convivencia, judíos, moros y cristianos, derrotada por el humo de las hogueras. Junto a la sencillez de las creencias populares el feroz control de la Contrarreforma, los Tercios de Castilla combatiendo en toda Europa contra los luteranos, Castilla se viste de negro, al anochecer se pasean cruces por la desolada meseta festejando las victorias... ¡ Dios es grande!... y Castilla su valedora en la tierra. Religión y Corona van de la mano. Pero luego resulta que aquí no se quemó ni la décima parte de las brujas que convirtieron esmeradamente en cenizas en Alemania o Inglaterra. Por eso, cuidado con las guías y con muchos de sus tópicos.
Todo esto fue, ha sido, pero.. ¿qué queda de ello? Prácticamente nada, quedan las ruinas de los monasterios, las catedrales, las pequeñas iglesias, los seminarios vacíos, la fe sencilla de mucha gente... en un Estado laico. Gente pasional que oscila de un extremo a otro, esos somos nosotros, para bien o para mal. Dos siglos de guerras civiles, dónde no hubo cuartel para nadie, dónde no se hacían prisioneros, fueron en realidad dos siglos de guerras de religión. Sangre y fuego para todos, así se arreglaron las cosas por aquí. Y ahora se ha llegado a un hastío y a un consenso: No más sangre para nadie, ya hubo demasiada por demasiados siglos; primero contra los musulmanes (ocho siglos a hierro y fuego y de paso, ¡ Santiago y Cierra España!), luego contra los luteranos, también contra la misma Roma cuando Roma se volvió débil (los Tercios de Carlos V la arrasaron en el siglo XVI, una semana de orgía de sangre con el Papa cercado y aterrado), y luego entre nosotros mismos... demasiada sangre por la cruz de Cristo. Nunca más.
El peregrino recorrerá la España rural y le llamará la atención las iglesias cerradas a piedra y lodo Querrá, tal vez, asistir a alguna misa, ver algún retablo, admirar una humilde iglesia (el Camino de Santiago es la maravilla del románico, está lleno, rebosante, de arte). Le resultará difícil, no hay curas, no hay párrocos, no hay vocaciones. La tierra que dio miles de misioneros al mundo se ha secado. Eso no sé si es bueno o es malo, pero es una realidad. Los seminarios están vacíos. Sigue en pie la piedad popular entre las personas ancianas, pero los jóvenes han abandonado las iglesias, para ellos la religión es arqueología. Lo que pasa es que de vez en cuando, las chispas de la antigua devoción aparecen en los lugares más impensables. En Semana Santa toda España se paraliza y las antiguas ciudades castellanas, los más humilde pueblos, se llenan de penitentes que, a la luz de las antorchas, pasean, descalzos, encapuchados y en silencio, a sus santos al anochecer entre el sonido tenebroso de los tambores. Es la vieja España que se resiste a desaparecer. Nada más sobrecogedor que una de estas procesiones en la noche fría de Zamora, de Salamanca, de Palencia, de cualquier pueblo del Camino Francés castellano en Semana Santa. ¿Lo saben los peregrinos? Ninguna guía se lo cuenta.
¿Qué queda de la antigua religión, de las vanguardias católicas en los campos de batalla de toda Europa, en la España de los cuarenta millones de turistas, de las fiestas doradas hasta al amanecer, regadas por el vino y las enormes ganas de juerga de la juventud española? ¿Qué queda en una España que, dicen, ahora es Europa, una España “civilizada”? Nada o mucho, depende de tus pasos. La España rural, la España profunda (por donde discurren buena parte de los Caminos a Santiago) conserva aún parte de esa marca (en Galicia, en Santa Marta de Ribartame, llevan en procesión el día de Santa Marta a la capilla de la santa a los vivos que se encomendaron a ella y salvaron la vida. Lo que ocurre es que los llevan dentro de ataúdes -incluyendo niños-) En las ciudades, en la costa arrasada y turística de eso ni rastro, nada. Y depende de las gentes. La gente joven desprecia (o ignora) profundamente a la jerarquía católica.. Los mayores siguen reverenciando a sus sacerdotes, son los únicos que acuden a las iglesias. Esta es la situación general. Y sin perspectiva alguna de cambio.
Bien, ese es mi país, o una parte de mi país, al que para bien y para mal pertenezco y al que odio y amo profundamente, no podriá ser de otra manera, pero es el mío, soy español, gracias sean dadas.
¡Evohé!, ¡buen Camino!
(Leído en el muro de J.A. de la Riera en Facebook y reproducido por la calidad e interés de su publicación)
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