TOMÁS, QUE GUARDA EL IRAGO EN MANJARÍN
Por José de la Riera
(A mis amigos Tomás y Paco, que en las duras y en las maduras guardan la entrada al viejo país del Grial)
Non Nobis, Dómine
Las campanas del Aubrac, de San Salvador de Ibañeta, de Foncebadón,
rasgaban las noches de hielo y bruma llamando a los peregrinos. Perderse
en el invierno de lobos de dos y de cuatro patas en aquellas remotas
soledades era condena segura para los jacobeos. Por eso manos
caritativas tañían campanas de salvación, las viejas campanas del Camino
de Santiago. Pero hoy aquellas campanas de antaño guardan silencio,
salvo una, una nueva campana asentada también en un lugar remoto,
Manjarín, en el monte Irago. Su tañedor no es ningún monje al estilo de
los del Aubrac o San Salvador de Ibañeta, pero como si lo fuera.
Es
Tomás - en el mundo y hace “cienes de años”, en Madrid, Tomás
Martínez-, que desde hace dieciséis primaveras guarda la noche y el
sueño de los peregrinos entre la bruma y la soledad de los Montes de
León, abrazado a una Tau, dando la mano a la precariedad a bandera
izada... non nobis.... llueva, truene o nieve allí están Tomás y su
gente aferrados a su humilde campana, llamando – como en los siglos- a
los peregrinos de Señor Santiago: din-din-din-din... el tañido se
desliza por la niebla y la noche ... ¡cuánto Camino hay en esa campana!,
cuánto alivio para tantos, perdidos en la dureza del Irago, cuando el
Camino ya se apaga, cuando los albergues de lavadora y expendedora de
bebidas cierran “porque es invierno y no hay peregrinos”. Y es que
cuando el Camino se apaga ahí sigue Tomás, a mil quinientos metros de
altura, nieve, soledad y lobos (también de dos patas), llamando con su
campana a los peregrinos del Apóstol : din-din-din-din. ¿Qué les
ofrece?: un refugio sin agua corriente, lavabos ni duchas, un café
caliente, una mano tendida, una sonrisa, un techo y calor en la lumbre.
¿Nada más?: nada menos. ¿Y a cambio? Compañero, todavía hay quien
distingue entre valor y precio. Ahí está la hucha de los donativos. Si
quieres dejas y si no... non nobis...
“Paz y bien”. El lema
franciscano preside el viejo convento de Herbón, en Padrón, donde Tomás
está sentado ante el tomador de notas. Al tomador de notas y a Tomás les
une vieja amistad peregrina, es extraño verles sentados, muy serios,
para “hacer una entrevista”. Tomás ha bajado de Manjarín –barba cerrada,
cansancio en los ojos- para llevar a Herbón al primer hospitalero del
albergue que se abre en el convento, Ángel Espinosa. Le acompaña uno de
sus fieles, Paco. Ambos, Tomás y Paco, con la Tau en sus camisetas, ya
se sabe, cosas de la “militancia”..
- Tomás, ¿dónde empezó lo del Temple?
- No te lo vas a creer.
- Ya estás largando
- Pues mira, en una biblioteca, en Madrid. Un libro que se llamaba...yo no sabía nada de los Templarios y...
- ¿Qué biblioteca’
- Pues coño... es que yo militaba.. coño, ¿hay que decirlo?, ¡en la biblioteca de la Liga Comunista Revolucionaria!
Tomás mira fijamente al tomador de notas. Éste no recuerda quien empezó
antes, da igual, el caso es que la carcajadas inundaron como un
torrente el silencio del enorme comedor de Herbón. Tardamos en
serenarnos y sólo entonces Tomás siguió hilando su historia:
- En
Rabanal viví lo que es no tener quien te acoja en el Camino, estuve a
punto de irme a casa. Luego, en 1993, estuve de hospitalero en
Villafranca con Jesús Jato. Él me animó y encontré lo que buscaba en
Manjarín, un fin del mundo olvidado y en ruinas, sin nada para los
peregrinos. En junio de 1993 quemé las naves y abrí el refugio, y ahí
sigo y ahí seguiré, el Camino es sobre todas las cosas espiritual y yo
ahí estaré, encendiendo la lumbre para los peregrinos del espíritu,
siempre los habrá, lo sé de cierto. Algunos me llaman “el último
templario”. Tal vez sea cierto y yo sea el último por ser el más humilde
de todos, yo entiendo el Temple como un servicio e intento ser
consecuente hasta el final.
Y luego sigue una historia de felicidad,
dureza cotidiana, incomprensión con las “autoridades”: “me llamaban,
hippy, loco, de todo, todavía me lo llaman, ahora, como está de moda, me
llaman friki”. Tomás habla de una visita de su hija y una parada en
Rabanal:
- ¿a dónde vas, nena?
- A Manjarín
- ¿No iras a ver al loco ese de Tomás?
- Sí, voy a ver a mi padre.
Ahora ya no hay carcajadas, Tomás enseña media sonrisa cansada entre
las barbas templarias. Poco a poco va desgranando una historia de
precariedad, lucha, entereza y coraje: “La Nochebuena de 1996 no
teníamos nada, cenamos unas patatas y algo más. Tres días después
aparecieron unos amigos, peregrinos, que nos estaban agradecidos, nos
dejaron cuarenta y cinco kilos de comida, no me olvido, Tampoco me
olvido de lo preocupado que andaba cuando nos faltaba el café para
ofrecer a los peregrinos y siempre me apareció alguien regalando unos
kilos, en Manjarín lo cotidiano es el milagro...”
Y es que Manjarín es Camino de Santiago, y claro, se dan los milagros: “
- el 19 de julio de 1999 llegó en medio de la noche una peregrina
italiana que viajaba sola. En su credencial vimos que venía desde
Jerusalén. Apenas habló pero se cortaba el ambiente, todo era muy
especial, muy raro. Al despedirse al día siguiente nos dijo: “seguid
siempre aquí”. Y se perdió en la niebla. Nos pusimos a rezar las
oraciones y la casualidad quiso que aquel día nuestra rezo coincidiera
con el pasaje bíblico de la llegada de los ángeles a la casa de Lot.
Días después apareció un peregrino con una revista que mostraba un
reportaje sobre apariciones. Nos quedamos conmocionados: la cara de la
Virgen que salía en una fotografía era la misma de la peregrina de
aquella noche de julio.
Tomás habla de intentar conseguir más tiempo
para la meditación, para el estudio. El trabajo en Manjarín es intenso,
no se para, en verano pasa gente y gente, muchos de ellos sólo para
fotografiarles cuando, con todos los arreos templarios, Tomás y sus
escuderos rezan a todos los santos e invocan a los poderes que en el
mundo han sido pidiendo por la paz y la felicidad de sus semejantes.
Quieren poner en la casa de Paco un centro de meditación. En el grupo,
además, piden al que se quiera acercar a ellos un mínimo de tres años de
iniciación y acercamiento, a Tomás se le nota escarmentado de algunas
experiencias: “hay gente que se cree que esto es una frivolidad, se
sienten atraídos por algo que consideran exótico, y la realidad es muy
otra, esto exige disciplina, estudio, amor al prójimo..”
Ya la noche
se echa sobre los viejos muros de Herbón cuando Tomás y Paco salen para
Manjarín, aunque hay cansancio infinito no quieren dejar mucho tiempo
sola a la humilde campana que anuncia lumbre y una mano tendida en el
Irago, la última señal y faro del Camino de Santiago que sigue llamando
en la noche a los peregrinos, un día, y otro, y otro más en las remotas
montañas donde Tomás y Paco – mitad monjes, mitad humanos- siguen
haciendo Camino todos los días a Tau y banderas alzadas. Que su dios,
que probablemente es el de todos, les bendiga y que no nos falten...
“Non nobis, Dómine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam”
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