Castrojeriz recuerda a S. Antón, patrón del Peregrino y amigo de los animales
Castrojeriz.- Cientos de personas se congregaron ayer, víspera de San Antón, en las ruinas del antiguo Convento y Hospital de Peregrinos dedicado a ese ermitaño en las proximidades de la localidad burgalesa de Castrojeriz, para celebrar por noveno año consecutivo la festividad de su patrón.
Como manda la tradición, no faltaron los animales ni su correspondiente bendición para dar continuidad a un rito que se celebra hace siglos en este mismo lugar.
Los actos en honor a San Antón comenzaron a mediodía con la celebración de la tradicional misa de campaña en los alrededores del que otrora fuese uno de los Hospitales de Peregrinos más importantes del Camino de Santiago. Al término de la Eucaristía el sacerdote bendijo, como también se hacía antaño, a los animales presentes, entre los que se encontraban cabras, conejos y perros, así como las campanillas y las cruces taus, símbolos por excelencia de los monjes antonianos, de San Francisco de Asís y de los templarios.
La celebración de este ritual se viene realizando en este espacio desde hace nueve años y cada año se suman más personas de toda España, según el concejal de Cultura de la localidad, Ovidio Campo.
Curiosidad y religión se dan la mano en una celebración que se realiza siguiendo «exactamente» la misma forma que la que llevaban a cabo los monjes antonianos hace siglos, gracias a un texto que recoge el ritual de la bendición antoniana, impreso en Madrid en 1745.
Fue el propio Campo, propietario del albergue de peregrinos habilitado en las ruinas de San Antón, quien lo mandó traducir del latín para poder aplicarlo hace cinco años.
El convento de San Antón -reconvertido en Hospital de peregrinos- fue fundado por el rey Alfonso VII –muy vinculado al Temple- en 1146 y acogió la casa principal en España de la orden de los Antonianos, una congregación dedicada a atender a los enfermos y peregrinos que padecían una enfermedad que generaba gangrena.
Esta comunidad fue suprimida a finales del siglo XVIII por Carlos III. La celebración de San Antón cobra desde hace algunos años una especial relevancia, ya que llena de vida un espacio que estuvo cerrado y abandonado durante doscientos años.
Como viene siendo habitual desde 2007, los actos contaron con un sencillo y emotivo homenaje a Julián Campo –pariente del concejal de cultura y del Presidente del Gobierno Regional castellano-leonés- y José Santino Manzano, peregrinos y voluntarios en los albergues de San Antón y San Esteban de Castrojeriz, fallecidos el 21 de agosto de 2006 en accidente ferroviario.
Los actos de este año estuvieron precedidos por la presentación de 'La Guía Secreta del Camino de Santiago', de Jorge González Paredes; un volumen que desgrana los tesoros de la Ruta Jacobea a su paso por la provincia burgalesa. A la presentación asistió el periodista Antxon Urrusolo, que ha colaborado en la obra junto con el también periodista Carlos Herrera y el escritor brasileño de best-sellers Paulo Coelho, entre otros.
El libro es una especia de cuaderno de bitácora en la que el autor intenta «exprimir cada kilómetro del Camino y no dejar pasar ninguna de las posibilidades que ofrece a los peregrinos que gustan de disfrutar de los grandes placeres de la vida», según se lee en su prólogo.
San Antonio Abad, o San Antón, de quien hoy se conmemora la festividad, fue un ermitaño egipcio al que se considera padre del monacato, como fundador del movimiento eremítico. De quien se dice que vivió 105 años. Su
Nacido en Alto Egipto, se cuenta que a los 20 años vendió todas sus posesiones, entregó el dinero a los pobres y se retiró a vivir en una comunidad local haciendo ascética y durmiendo en un sepulcro vacío. Luego pasó muchos años ayudando a otros ermitaños a dirigir su vida espiritual en el desierto, más tarde se fue internando mucho más en el desierto, para vivir en absoluta soledad.
De acuerdo a los relatos de san Atanasio y de san Jerónimo, popularizados en el libro de vidas de santos Antonio fue reiteradamente tentado por el demonio en el desierto. La tentación de san Antonio se volvió un tema favorito de la iconografía cristiana, representado por numerosos pintores de fuste.
Su fama de hombre santo y austero atrajo a numerosos discípulos, a los que organizó en un grupo de ermitaños. Por eso se le considera el fundador de la tradición monacal cristiana.
Su relación con los animales se basa en la leyenda de que al visitar a Pablo el Simple en Tebaida, descubrió que le alimentaba a diario un cuervo con un pan, y el ave dio la bienvenida a Antón regalándole dos panes. Además, a la muerte del anacoreta, Antón lo enterró con ayuda de dos leones y otros animales, lo que le convierte en patrón de los sepultureros y de los animales.
También se cuenta que en cierta ocasión se le acercó una hembra de jabalí con sus crías que estaban ciegas, en actitud de súplica. Antonio curó la ceguera de los animales y desde entonces la madre no se separó de él y le defendió de cualquier alimaña que se acercara. Pero con el tiempo y por la idea de que el cerdo era un animal impuro se hizo costumbre de representarlo dominando la impureza y por esto le colocaban un cerdo domado a los pies, porque era vencedor de la impureza.
Además, en la Edad Media para mantener los hospitales soltaban los animales y para que la gente no se los apropiara los pusieron bajo el patrocinio del famoso San Antonio, por lo que corría su fama. En la teología el colocar los animales junto a la figura de un cristiano era decir que esa persona había entrado en la vida bienaventurada, esto es, en el Cielo, puesto que dominaba la creación.
La iconografia le representa con el hábito negro de la Orden de los Caballeros del Hospital de San Antonio, conocidos como Hospitalarios, que se pusieron bajo su advocación. La tau o la cruz egipcia vino a ser el emblema. Tras la caída de Constantinopla, las reliquias de Antonio fueron llevadas a la provincia francesa del Delfinado, a una abadía que años después se hizo célebre bajo el nombre de Saint-Antoine-en-Viennois. La devoción por este santo llegó también a tierras valencianas, difundida por el obispo de Tortosa a principios del siglo XIV.
La orden de los antonianos se ha especializado desde el principio en la atención y cuidado de enfermos con dolencias contagiosas: peste, lepra, sarna, venéreas y sobre todo el ergotismo, llamado también fuego de San Antón o fuego sacro o culebrilla. Se establecieron en varios puntos del Camino de Santiago, a las afueras de las ciudades, donde atendían a los peregrinos afectados.El hábito de la orden es una túnica de sayal con capuchón y llevan siempre una cruz en forma de tau, como la de los templarios. Durante la Edad Media además tenían la costumbre de dejar sus cerdos sueltos por las calles para que la gente les alimentara. Su carne se destinaba a los hospitales o se vendía para recaudar dinero para la atención de los enfermos.
Como manda la tradición, no faltaron los animales ni su correspondiente bendición para dar continuidad a un rito que se celebra hace siglos en este mismo lugar.
Los actos en honor a San Antón comenzaron a mediodía con la celebración de la tradicional misa de campaña en los alrededores del que otrora fuese uno de los Hospitales de Peregrinos más importantes del Camino de Santiago. Al término de la Eucaristía el sacerdote bendijo, como también se hacía antaño, a los animales presentes, entre los que se encontraban cabras, conejos y perros, así como las campanillas y las cruces taus, símbolos por excelencia de los monjes antonianos, de San Francisco de Asís y de los templarios.
La celebración de este ritual se viene realizando en este espacio desde hace nueve años y cada año se suman más personas de toda España, según el concejal de Cultura de la localidad, Ovidio Campo.
Curiosidad y religión se dan la mano en una celebración que se realiza siguiendo «exactamente» la misma forma que la que llevaban a cabo los monjes antonianos hace siglos, gracias a un texto que recoge el ritual de la bendición antoniana, impreso en Madrid en 1745.
Fue el propio Campo, propietario del albergue de peregrinos habilitado en las ruinas de San Antón, quien lo mandó traducir del latín para poder aplicarlo hace cinco años.
El convento de San Antón -reconvertido en Hospital de peregrinos- fue fundado por el rey Alfonso VII –muy vinculado al Temple- en 1146 y acogió la casa principal en España de la orden de los Antonianos, una congregación dedicada a atender a los enfermos y peregrinos que padecían una enfermedad que generaba gangrena.
Esta comunidad fue suprimida a finales del siglo XVIII por Carlos III. La celebración de San Antón cobra desde hace algunos años una especial relevancia, ya que llena de vida un espacio que estuvo cerrado y abandonado durante doscientos años.
Como viene siendo habitual desde 2007, los actos contaron con un sencillo y emotivo homenaje a Julián Campo –pariente del concejal de cultura y del Presidente del Gobierno Regional castellano-leonés- y José Santino Manzano, peregrinos y voluntarios en los albergues de San Antón y San Esteban de Castrojeriz, fallecidos el 21 de agosto de 2006 en accidente ferroviario.
Los actos de este año estuvieron precedidos por la presentación de 'La Guía Secreta del Camino de Santiago', de Jorge González Paredes; un volumen que desgrana los tesoros de la Ruta Jacobea a su paso por la provincia burgalesa. A la presentación asistió el periodista Antxon Urrusolo, que ha colaborado en la obra junto con el también periodista Carlos Herrera y el escritor brasileño de best-sellers Paulo Coelho, entre otros.
El libro es una especia de cuaderno de bitácora en la que el autor intenta «exprimir cada kilómetro del Camino y no dejar pasar ninguna de las posibilidades que ofrece a los peregrinos que gustan de disfrutar de los grandes placeres de la vida», según se lee en su prólogo.
San Antonio Abad, o San Antón, de quien hoy se conmemora la festividad, fue un ermitaño egipcio al que se considera padre del monacato, como fundador del movimiento eremítico. De quien se dice que vivió 105 años. Su
Nacido en Alto Egipto, se cuenta que a los 20 años vendió todas sus posesiones, entregó el dinero a los pobres y se retiró a vivir en una comunidad local haciendo ascética y durmiendo en un sepulcro vacío. Luego pasó muchos años ayudando a otros ermitaños a dirigir su vida espiritual en el desierto, más tarde se fue internando mucho más en el desierto, para vivir en absoluta soledad.
De acuerdo a los relatos de san Atanasio y de san Jerónimo, popularizados en el libro de vidas de santos Antonio fue reiteradamente tentado por el demonio en el desierto. La tentación de san Antonio se volvió un tema favorito de la iconografía cristiana, representado por numerosos pintores de fuste.
Su fama de hombre santo y austero atrajo a numerosos discípulos, a los que organizó en un grupo de ermitaños. Por eso se le considera el fundador de la tradición monacal cristiana.
Su relación con los animales se basa en la leyenda de que al visitar a Pablo el Simple en Tebaida, descubrió que le alimentaba a diario un cuervo con un pan, y el ave dio la bienvenida a Antón regalándole dos panes. Además, a la muerte del anacoreta, Antón lo enterró con ayuda de dos leones y otros animales, lo que le convierte en patrón de los sepultureros y de los animales.
También se cuenta que en cierta ocasión se le acercó una hembra de jabalí con sus crías que estaban ciegas, en actitud de súplica. Antonio curó la ceguera de los animales y desde entonces la madre no se separó de él y le defendió de cualquier alimaña que se acercara. Pero con el tiempo y por la idea de que el cerdo era un animal impuro se hizo costumbre de representarlo dominando la impureza y por esto le colocaban un cerdo domado a los pies, porque era vencedor de la impureza.
Además, en la Edad Media para mantener los hospitales soltaban los animales y para que la gente no se los apropiara los pusieron bajo el patrocinio del famoso San Antonio, por lo que corría su fama. En la teología el colocar los animales junto a la figura de un cristiano era decir que esa persona había entrado en la vida bienaventurada, esto es, en el Cielo, puesto que dominaba la creación.
La iconografia le representa con el hábito negro de la Orden de los Caballeros del Hospital de San Antonio, conocidos como Hospitalarios, que se pusieron bajo su advocación. La tau o la cruz egipcia vino a ser el emblema. Tras la caída de Constantinopla, las reliquias de Antonio fueron llevadas a la provincia francesa del Delfinado, a una abadía que años después se hizo célebre bajo el nombre de Saint-Antoine-en-Viennois. La devoción por este santo llegó también a tierras valencianas, difundida por el obispo de Tortosa a principios del siglo XIV.
La orden de los antonianos se ha especializado desde el principio en la atención y cuidado de enfermos con dolencias contagiosas: peste, lepra, sarna, venéreas y sobre todo el ergotismo, llamado también fuego de San Antón o fuego sacro o culebrilla. Se establecieron en varios puntos del Camino de Santiago, a las afueras de las ciudades, donde atendían a los peregrinos afectados.El hábito de la orden es una túnica de sayal con capuchón y llevan siempre una cruz en forma de tau, como la de los templarios. Durante la Edad Media además tenían la costumbre de dejar sus cerdos sueltos por las calles para que la gente les alimentara. Su carne se destinaba a los hospitales o se vendía para recaudar dinero para la atención de los enfermos.
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