El delegado del Camino para la diócesis de Astorga dice que "se frivoliza y me da mucho miedo que el Camino pueda morir"
Ponferrada.- Nacido en Navianos de la Vega (León) hace 63 años, se ordenó sacerdote en 1971. Tras ejercer como párroco en El Barco de Valdeorras (Orense), en 1976 llegó a Ponferrada como organista de la Basílica de la Encina y como profesor de Música del Instituto Gil y Carrasco.
Al morir el entonces rector, Miguel Rodríguez, en 1983, Antolín de Cela le sucedió en el cargo, que sigue ocupando en la actualidad y que compatibiliza con el puesto de delegado del Camino de Santiago para la diócesis de Astorga y con la docencia. Entre otros reconocimientos, recibió el año pasado el título honorífico de monseñor de su Santidad y el Premio de Cultura 'Ciudad de Ponferrada' en 2006.
¿Cómo estaba el Camino de Santiago cuando usted llegó a La Encina en 1976?
El Camino en la modernidad estaba bastante muerto, tuvo un rebrote después de la Guerra Civil, cuando se puso un poco de moda, pero pronto volvió otra vez a las andadas. En 1976 pasaba por aquí un francés de vez en cuando, igual una vez a la semana, y españoles muy poquitos o ninguno. La peregrinación estaba prácticamente muerta y no había albergues, los que tenían dinero iban a un hostal y los que no, dormían en los pueblos en algún pajar. Se les acogía igual que a los pobres, con mucho cariño eso sí, se les daba incluso una sopa. Era un Camino que vivía de recuerdos de lo que había sido y tampoco tenía muy buena prensa.
¿En qué momento empezó a cambiar esta situación?
Fue poco a poco saliendo adelante a partir del año 80, algo fue cambiando, tal vez por los movimientos europeos y por la cultura que en aquel momento surgía de un mundo nuevo cuando el final del siglo XX ya se dibujaba. Creo que en ello tuvo mucho que ver Juan Pablo II, que no fue el que lo puso en marcha, de eso se encargaría la historia sola, pero sí lo promocionó. En el Año Santo de 1982 el Papa realizó su primera visita a España y estuvo en Santiago. Yo fui con un grupo de jóvenes. Se celebró un encuentro europeísta en la Catedral donde dio un discurso que caló muy hondo, en el que pedía a Europa que fuera fiel a sus raíces cristianas, las que le hicieron grande. Las televisiones de todos los países retransmitieron el discurso y mucha gente se enteró de que había un Camino que fue importante en otra época y que ahora estaba medio muerto. Después de eso, ya se empezó a ver más gente.
¿Qué hizo usted entonces?
Abrí el primer albergue en Ponferrada en 1983, en los bajos de la casa parroquial. Acogíamos a la gente con la mayor generosidad que podíamos y ellos si querían echar algo en la hucha lo hacían. No había entonces ningún albergue desde Astorga hasta aquí, así que escribí en el Diario de León que hacía falta alguno porque era mucho trayecto para hacerlo en un día. Recibí una carta desde Londres de una asociación inglesa que decía que tenían ahorrado un millón de pesetas y que si encontraba una casa por aquí los invertirían en un albergue. Encontré en Rabanal la casa del cura que estaba caída y de ahí salió el albergue de la Confraternity of Saint James.
¿Por qué decidió abrir el albergue?
Tuve una corazonada y supe interpretar los signos de los tiempos. A mí me parecía que la ruta jacobea estaba tomando una buena dirección, que se pondría al rojo vivo. Yo creía en el Camino, que sería importante a nivel religioso, cultural y social para Ponferrada y para todo el territorio que atravesaba, y para la iglesia, claro. Luego llegó un momento en el que vi que no podía seguir en la casa parroquial porque se utilizaba también para las catequesis y para las reuniones de todos los grupos de la parroquia, y lo saqué a un caserón que había cerca de la iglesia de San Andrés, frente al castillo, que era de un persona mayor que nos lo cedió. Con el tiempo abrieron una calle ahí y el Ayuntamiento expropió la casa, y otra vez nos quedamos sin albergue. Entonces encontré un peregrino suizo que puso más de 20 millones de pesetas y el resto la parroquia, y el proyecto el Ayuntamiento, y construimos el actual albergue, muy bonito, que es el más grande del Camino.
¿Qué opinaba la gente de la ruta jacobea hace 30 años?
Hay que saber interpretar el Camino, hay quien le pide lo que no puede dar, como a las personas. Hay sacerdotes que quieren que todo el que venga por el Camino sea un santo y no es así porque la vida no está hecha de santos, está hecha de santos y de demonios, y el Camino es lo que es la vida. Muchos dudaban entonces de los peregrinos porque decían que era turismo barato, había mucha gente que no creía en la ruta.
¿Cómo evolucionó?
Fue una evolución rápida, de muy poco movimiento se pasó pronto a un movimiento serio. Yo creo que tuvo que ver de nuevo el Papa Juan Pablo II, que vino en 1989 por segunda vez a Santiago para clausurar la cuarta Jornada Mundial de la Juventud. Estuvimos 600.000 jóvenes en el Monte del Gozo, entonces lo nunca visto. Esa fue la bandera más grande y el pistoletazo de salida del Camino. No hizo el milagro porque el milagro lo hizo la sociedad, la cultura, la espiritualidad y la necesidad del hombre de encontrarse consigo mismo, un hombre descreído, que parece que no cree en Dios ni en él ni en nadie, pero que necesita espiritualidad, salir de si mismo, viajar a otros sitios, hacer algo. Pero el Papa ayudó mucho porque su segundo viaje a España tuvo un efecto multiplicador, a partir de ahí la ruta se puso de moda y no había quien lo detuviera. Luego fueron surgiendo las asociaciones de amigos del Camino de Santiago.
¿Qué papel desempeñaron las asociaciones en esta recuperación?
Fueron las que poco a poco dinamizaron el territorio, arreglando los caminos, protestando si un ayuntamiento no hacía las cosas bien, quitando la basura, etc. La primera fue la del Cebreiro, creada por su cura, Elías Valiña, y la segunda fue la de Ponferrada. Yo fui uno de los pioneros, nos juntamos un grupo de amigos y citamos desde el periódico a todo el que quisiera colaborar. Nos reunimos en la parroquia y nombramos a un médico de Santiago, el doctor Bacariza, como primer presidente.
¿Cómo ve el Camino de Santiago en la actualidad?
Hoy ya no es un Camino, se debe hablar de los Caminos de Santiago. El Francés es el más famoso y está lleno, puede casi morir de éxito. Por eso se han avivado otros caminos que llevaban muertos muchos siglos, como la Ruta de la Plata, el Mozárabe o del Madrid. Aunque de manera desigual, porque el Francés sigue teniendo mucha más gente que los otros, los Caminos de Santiago están en uno de los momentos más importantes de su historia, es más, yo creo que conforman hoy el foro cultural y religioso más importante de Europa.
¿Y su situación en Castilla y León?
Creo que la Junta ha actuado bien en el Camino de Santiago, hizo arreglos a tiempo, señalizaciones, caminos paralelos para sacar la ruta de la carretera y áreas de descanso con papeleras. Ha hecho también controles en los albergues que son buenos porque dan buena imagen y los dignifican, ha realizado convenios con los obispados para abrir las iglesias... No hay que olvidar que el Camino vertebra la Comunidad y ayuda a frenar la despoblación.
¿Qué supone para usted el Camino de Santiago?
Yo he hecho dos veces el Camino, una desde Puente la Reina (Navarra) solo y otra desde Astorga con un grupo de jóvenes. Fueron experiencias muy bonitas y positivas porque ser peregrino supone siempre un encuentro con uno mismo, mientras caminas no tienes muchas ganas de hablar porque te cansas y tienes muchos momentos para pensar en tu vida, es el camino interior que vas recorriendo. También es un encuentro con los demás, con gente de muchos países. En el Camino se hacen los mejores amigos, se recuerdan siempre. Creo que es además una oportunidad para encontrarse con Dios porque creer cuando la vida te trata bien es fácil, pero cuando uno está molido y se siente indefenso se encuentra más propenso a abrirse al misterio de la trascendencia. El Camino es la vida, es también la miseria humana, la demostración de que no hace falta tanto para vivir porque allí te pesa todo. Al final lo que importa eres tú, tus amistades y las cosas que amas, vamos por la vida amontonando cacharros y no hace falta tanto.
¿Qué balance hace del Año Santo Jacobeo?
Durante 2010 en el albergue de Ponferrada ha habido ligeramente más peregrinos que en 2009, de los 30.018 de entonces a algo más de 32.000 el año pasado, un 7 por ciento más, y en Burgos dicen que incluso peor, mientras que en Santiago han entregado 271.000 compostelas, la cifra más alta de la historia. Esto quiere decir que el hombre contemporáneo tiene menos tiempo y el tiempo es además algo que se valora mucho, tener hoy un mes para hacer el Camino es una cosa de ricos. Esto hace que haya mucha gente que lo comience en Astorga o Ponferrada y otros muchos que lo hacen por tramos en dos o tres años, según sus posibilidades. Y existe además un fenómeno que indica poco esfuerzo porque cada vez hay más personas que se acercan más a Galicia. Hay una cierta laxitud en Santiago dando la Compostela.
¿Le preocupa que tanta gente pueda acabar con la esencia del Camino?
Me da mucho miedo que el Camino muera porque cada día existe una frivolización y una comercialización mayor de la peregrinación, el hecho jacobeo muchas veces se despoja de su sentido religioso, se queda en una cosa turística y comercial. El que se echa al Camino es por algo, no es sólo por ir de vacaciones porque se va mejor a Torremolinos que andar todos los días 30 kilómetros sudando la camiseta. Quiero pensar que existe siempre una búsqueda, pero está quedando muy difuminada y tengo miedo de que el Camino se convierta en una feria. La iglesia está haciendo lo que puede para que no se pierda ese hálito religioso, pero hoy en día está bastante empobrecida y no tenemos mucho que ofrecer.
¿Cómo ve el futuro del Camino teniendo en cuenta que no hay un nuevo Año Jacobeo hasta 2021?
Creo que de momento la peregrinación seguirá, a qué ritmo no lo sé, posiblemente no sea tan intensa como en la actualidad pero hay que ver qué pasa sin años santos, que suelen ser la cumbre, aunque ahora más o menos todos los años son iguales. La peregrinación está llegando a países que antes no estaban en ella, como Italia, América, y el Este y el Norte de Europa, y eso es imparable. Todo esto me hace pensar que no va a descender, aunque tal vez sería bueno que bajara un poco para recuperar ese sentimiento religioso, pero también sería triste. Eso lo hará la historia, cuando se abusa del Camino es verdad que también se paga.
Ponferrada.- Nacido en Navianos de la Vega (León) hace 63 años, se ordenó sacerdote en 1971. Tras ejercer como párroco en El Barco de Valdeorras (Orense), en 1976 llegó a Ponferrada como organista de la Basílica de la Encina y como profesor de Música del Instituto Gil y Carrasco.
Al morir el entonces rector, Miguel Rodríguez, en 1983, Antolín de Cela le sucedió en el cargo, que sigue ocupando en la actualidad y que compatibiliza con el puesto de delegado del Camino de Santiago para la diócesis de Astorga y con la docencia. Entre otros reconocimientos, recibió el año pasado el título honorífico de monseñor de su Santidad y el Premio de Cultura 'Ciudad de Ponferrada' en 2006.
¿Cómo estaba el Camino de Santiago cuando usted llegó a La Encina en 1976?
El Camino en la modernidad estaba bastante muerto, tuvo un rebrote después de la Guerra Civil, cuando se puso un poco de moda, pero pronto volvió otra vez a las andadas. En 1976 pasaba por aquí un francés de vez en cuando, igual una vez a la semana, y españoles muy poquitos o ninguno. La peregrinación estaba prácticamente muerta y no había albergues, los que tenían dinero iban a un hostal y los que no, dormían en los pueblos en algún pajar. Se les acogía igual que a los pobres, con mucho cariño eso sí, se les daba incluso una sopa. Era un Camino que vivía de recuerdos de lo que había sido y tampoco tenía muy buena prensa.
¿En qué momento empezó a cambiar esta situación?
Fue poco a poco saliendo adelante a partir del año 80, algo fue cambiando, tal vez por los movimientos europeos y por la cultura que en aquel momento surgía de un mundo nuevo cuando el final del siglo XX ya se dibujaba. Creo que en ello tuvo mucho que ver Juan Pablo II, que no fue el que lo puso en marcha, de eso se encargaría la historia sola, pero sí lo promocionó. En el Año Santo de 1982 el Papa realizó su primera visita a España y estuvo en Santiago. Yo fui con un grupo de jóvenes. Se celebró un encuentro europeísta en la Catedral donde dio un discurso que caló muy hondo, en el que pedía a Europa que fuera fiel a sus raíces cristianas, las que le hicieron grande. Las televisiones de todos los países retransmitieron el discurso y mucha gente se enteró de que había un Camino que fue importante en otra época y que ahora estaba medio muerto. Después de eso, ya se empezó a ver más gente.
¿Qué hizo usted entonces?
Abrí el primer albergue en Ponferrada en 1983, en los bajos de la casa parroquial. Acogíamos a la gente con la mayor generosidad que podíamos y ellos si querían echar algo en la hucha lo hacían. No había entonces ningún albergue desde Astorga hasta aquí, así que escribí en el Diario de León que hacía falta alguno porque era mucho trayecto para hacerlo en un día. Recibí una carta desde Londres de una asociación inglesa que decía que tenían ahorrado un millón de pesetas y que si encontraba una casa por aquí los invertirían en un albergue. Encontré en Rabanal la casa del cura que estaba caída y de ahí salió el albergue de la Confraternity of Saint James.
¿Por qué decidió abrir el albergue?
Tuve una corazonada y supe interpretar los signos de los tiempos. A mí me parecía que la ruta jacobea estaba tomando una buena dirección, que se pondría al rojo vivo. Yo creía en el Camino, que sería importante a nivel religioso, cultural y social para Ponferrada y para todo el territorio que atravesaba, y para la iglesia, claro. Luego llegó un momento en el que vi que no podía seguir en la casa parroquial porque se utilizaba también para las catequesis y para las reuniones de todos los grupos de la parroquia, y lo saqué a un caserón que había cerca de la iglesia de San Andrés, frente al castillo, que era de un persona mayor que nos lo cedió. Con el tiempo abrieron una calle ahí y el Ayuntamiento expropió la casa, y otra vez nos quedamos sin albergue. Entonces encontré un peregrino suizo que puso más de 20 millones de pesetas y el resto la parroquia, y el proyecto el Ayuntamiento, y construimos el actual albergue, muy bonito, que es el más grande del Camino.
¿Qué opinaba la gente de la ruta jacobea hace 30 años?
Hay que saber interpretar el Camino, hay quien le pide lo que no puede dar, como a las personas. Hay sacerdotes que quieren que todo el que venga por el Camino sea un santo y no es así porque la vida no está hecha de santos, está hecha de santos y de demonios, y el Camino es lo que es la vida. Muchos dudaban entonces de los peregrinos porque decían que era turismo barato, había mucha gente que no creía en la ruta.
¿Cómo evolucionó?
Fue una evolución rápida, de muy poco movimiento se pasó pronto a un movimiento serio. Yo creo que tuvo que ver de nuevo el Papa Juan Pablo II, que vino en 1989 por segunda vez a Santiago para clausurar la cuarta Jornada Mundial de la Juventud. Estuvimos 600.000 jóvenes en el Monte del Gozo, entonces lo nunca visto. Esa fue la bandera más grande y el pistoletazo de salida del Camino. No hizo el milagro porque el milagro lo hizo la sociedad, la cultura, la espiritualidad y la necesidad del hombre de encontrarse consigo mismo, un hombre descreído, que parece que no cree en Dios ni en él ni en nadie, pero que necesita espiritualidad, salir de si mismo, viajar a otros sitios, hacer algo. Pero el Papa ayudó mucho porque su segundo viaje a España tuvo un efecto multiplicador, a partir de ahí la ruta se puso de moda y no había quien lo detuviera. Luego fueron surgiendo las asociaciones de amigos del Camino de Santiago.
¿Qué papel desempeñaron las asociaciones en esta recuperación?
Fueron las que poco a poco dinamizaron el territorio, arreglando los caminos, protestando si un ayuntamiento no hacía las cosas bien, quitando la basura, etc. La primera fue la del Cebreiro, creada por su cura, Elías Valiña, y la segunda fue la de Ponferrada. Yo fui uno de los pioneros, nos juntamos un grupo de amigos y citamos desde el periódico a todo el que quisiera colaborar. Nos reunimos en la parroquia y nombramos a un médico de Santiago, el doctor Bacariza, como primer presidente.
¿Cómo ve el Camino de Santiago en la actualidad?
Hoy ya no es un Camino, se debe hablar de los Caminos de Santiago. El Francés es el más famoso y está lleno, puede casi morir de éxito. Por eso se han avivado otros caminos que llevaban muertos muchos siglos, como la Ruta de la Plata, el Mozárabe o del Madrid. Aunque de manera desigual, porque el Francés sigue teniendo mucha más gente que los otros, los Caminos de Santiago están en uno de los momentos más importantes de su historia, es más, yo creo que conforman hoy el foro cultural y religioso más importante de Europa.
¿Y su situación en Castilla y León?
Creo que la Junta ha actuado bien en el Camino de Santiago, hizo arreglos a tiempo, señalizaciones, caminos paralelos para sacar la ruta de la carretera y áreas de descanso con papeleras. Ha hecho también controles en los albergues que son buenos porque dan buena imagen y los dignifican, ha realizado convenios con los obispados para abrir las iglesias... No hay que olvidar que el Camino vertebra la Comunidad y ayuda a frenar la despoblación.
¿Qué supone para usted el Camino de Santiago?
Yo he hecho dos veces el Camino, una desde Puente la Reina (Navarra) solo y otra desde Astorga con un grupo de jóvenes. Fueron experiencias muy bonitas y positivas porque ser peregrino supone siempre un encuentro con uno mismo, mientras caminas no tienes muchas ganas de hablar porque te cansas y tienes muchos momentos para pensar en tu vida, es el camino interior que vas recorriendo. También es un encuentro con los demás, con gente de muchos países. En el Camino se hacen los mejores amigos, se recuerdan siempre. Creo que es además una oportunidad para encontrarse con Dios porque creer cuando la vida te trata bien es fácil, pero cuando uno está molido y se siente indefenso se encuentra más propenso a abrirse al misterio de la trascendencia. El Camino es la vida, es también la miseria humana, la demostración de que no hace falta tanto para vivir porque allí te pesa todo. Al final lo que importa eres tú, tus amistades y las cosas que amas, vamos por la vida amontonando cacharros y no hace falta tanto.
¿Qué balance hace del Año Santo Jacobeo?
Durante 2010 en el albergue de Ponferrada ha habido ligeramente más peregrinos que en 2009, de los 30.018 de entonces a algo más de 32.000 el año pasado, un 7 por ciento más, y en Burgos dicen que incluso peor, mientras que en Santiago han entregado 271.000 compostelas, la cifra más alta de la historia. Esto quiere decir que el hombre contemporáneo tiene menos tiempo y el tiempo es además algo que se valora mucho, tener hoy un mes para hacer el Camino es una cosa de ricos. Esto hace que haya mucha gente que lo comience en Astorga o Ponferrada y otros muchos que lo hacen por tramos en dos o tres años, según sus posibilidades. Y existe además un fenómeno que indica poco esfuerzo porque cada vez hay más personas que se acercan más a Galicia. Hay una cierta laxitud en Santiago dando la Compostela.
¿Le preocupa que tanta gente pueda acabar con la esencia del Camino?
Me da mucho miedo que el Camino muera porque cada día existe una frivolización y una comercialización mayor de la peregrinación, el hecho jacobeo muchas veces se despoja de su sentido religioso, se queda en una cosa turística y comercial. El que se echa al Camino es por algo, no es sólo por ir de vacaciones porque se va mejor a Torremolinos que andar todos los días 30 kilómetros sudando la camiseta. Quiero pensar que existe siempre una búsqueda, pero está quedando muy difuminada y tengo miedo de que el Camino se convierta en una feria. La iglesia está haciendo lo que puede para que no se pierda ese hálito religioso, pero hoy en día está bastante empobrecida y no tenemos mucho que ofrecer.
¿Cómo ve el futuro del Camino teniendo en cuenta que no hay un nuevo Año Jacobeo hasta 2021?
Creo que de momento la peregrinación seguirá, a qué ritmo no lo sé, posiblemente no sea tan intensa como en la actualidad pero hay que ver qué pasa sin años santos, que suelen ser la cumbre, aunque ahora más o menos todos los años son iguales. La peregrinación está llegando a países que antes no estaban en ella, como Italia, América, y el Este y el Norte de Europa, y eso es imparable. Todo esto me hace pensar que no va a descender, aunque tal vez sería bueno que bajara un poco para recuperar ese sentimiento religioso, pero también sería triste. Eso lo hará la historia, cuando se abusa del Camino es verdad que también se paga.
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