martes, 14 de enero de 2014

Camino del Ebro

Fallece Juan María Ferrer Figueras, pionero del Camino Jacobeo del Ebro


En la tarde del sábado 11 de enero de 2014 fallecía en su domicilio de Gandesa (Tarragona) a la edad de 84 años Juan María Ferrer Figueras, pionero en el estudio y recuperación del Camino Jacobeo del Ebro, persona muy vinculada a la historia y cultura de la zona del Bajo Aragón y la Terra Alta, presidente en los primeros tiempos de la Asociación del Camino Jacobeo del Ebro con sede en Caspe (Zaragoza), así como colaborador habitual de la revista ‘Peregrino’ y de otras publicaciones.
Su primer trabajo publicado sobre el Camino Jacobeo del Ebro corresponde a los primeros años de la década de 1980 ("Una ruta subsidiaria del Camino de Santiago en el bajo valle del Ebro: Tortosa - Caspe", en Cuadernos de estudios caspolinos, nº 8, 1983, Caspe).
Nacido en el año 1930 en Zaragoza, estaba licenciado en Derecho y era especialista en Heráldica e Historia, con especial dedicación a la época medieval.
Persona de gran talla humana e intelectual, a pesar de la edad y su mermada salud no ha dejado de participar en cuantos eventos jacobeos se organizaban en su región y siempre ha colaborado con cuantos particulares e instituciones culturales de la zona se lo han pedido, tanto referido a la peregrinación compostelana como en otros temas.
Precisamente por su reconocida valía social, estos últimos tiempos estaba siendo objeto de diferentes homenajes y reconocimientos por parte de sus conciudadanos, como el Premio SIPA en 2011, o, más recientemente en 2013, cuando fue nombrado ‘Amigo de Honor’ de la Asociación Rueda de Escatrón. ¡Qué el Apóstol le guíe a la casa del Padre!

 Comentario de Carlos Mencos, de la Editorial Buen Camino

Me he enterado que este fin de semana ha fallecido Juan Mari Ferrer Figueras. Todavía consternado, escribo estas palabras recordando a un caballero digno de admirar, y admirado por mí. Rebuscó y sacó a la luz todo tipo de hechos históricos y actividades culturales del Bajo Aragón y la Tierra Alta. Y por lo que nos toca, fue un pionero del Camino Jacobeo del Ebro. Hace un par de años escribí una columna en la revista Peregrino señalando su huella. La traigo aquí en homenaje. ¡Buen Camino, Juan Mari!
Juan Mari Ferrer, flanqueados por sus dos hijos (sentados). Foto: C. M.
El valor de la experiencia
Aleccionado por los consejos del experimentado, yo tenía toda la intención del mundo de ir a visitarle en mi Camino cuando llegara aquella etapa. Sin embargo, él vivía unos kilómetros más allá. Y recuerdo perfectamente el momento en que me encontré en el cruce: de frente, el Camino; a mi derecha, el desvío dirección a su casa. Hacía calor y mis piernas flaqueaban. Fue fácil autoconvencerme que no me desviara, que total para qué, que otra vez sería. Pero me equivoqué.
Un año después, me hallé de nuevo en el mismo punto de esta ruta, el Camino Jacobeo del Ebro. Pero esta vez, iba al volante. Recordando el error cometido un año atrás, puse el intermitente y me desvié sin dudarlo para llegar a Vilalba dels Arcs para conocer a Juan María Ferrer.
En un pueblo pequeño donde nada se me hubiera perdido, descubrí a una persona volcada con el Camino, con la cultura, con la historia, con la familia…. Cada tema que saliera en la conversación se convertía en un desafío apasionante que vencer. El brillo de sus ojos contrastaba con su escasa movilidad y su visible parkinson, pero ello no era barrera para soñar con, quién sabe, peregrinar un día hasta Jerusalén. Alma Mater del Camino Jacobeo del Ebro, aunque su modestia no lo reconociera jamás, había removido durante años Roma con Santiago, casi literalmente, para que los peregrinos volvieran a hollar la antigua calzada.
Juan María Ferrer es único, pero en las rutas jacobeas encontraremos a muchos de su estilo. Personas que se han volcado en el Camino de Santiago, dedicando tiempo y dinero a sacar de la nada una ruta que decían que pasaba por no sé dónde. Convenciendo a las piedras y moviendo a los pueblos para apoyar una causa que se dio por perdida hacía muchos años. Hombres y mujeres que recorrieron y aún hoy patean miles de kilómetros para ver tal lugar, hablar con tal persona o visitar por décima vez a tal político, a ver si esto va para adelante. Y no están solos. Cuentan con el apoyo fundamental de sus esposas, esposos o hijos, que ven, con una mezcla contradictoria de pesadumbre y orgullo, como su ser querido saca adelante el proyecto por el que ha luchado a costa de robar horas al sueño y a su familia.
Si te encuentras con ellos, no tengas prisa. Salúdales y escúchales con respeto y admiración; son más importantes incluso que las Catedrales del Camino, pues son ellos los que han conseguido moverlas y, quién sabe, igual algún día eres tú el que mueves montañas y sean otros los que te pongan de ejemplo y, pese a tu modestia, te condecoren.

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