La
soledad buscada y requerida, los pies descalzos, liberados del ardor de
la larga travesía, la espalda sin mochila compañera, el cuerpo
detenido, el alma recobrando pulsaciones. La mirada, tal vez, absorta en
una guía que anticipa lugares y distancias. Aunque sabe el peregrino
que, después, sus pasos serán guiados por la magia, por las huellas de
otros peregrinos, por el sol que acompaña y que calienta, por el faro de
las flechas amarillas.
Un alto en el Camino. Siempre necesario para seguir andando. Con las botas cobijando los pies reconfortados. Con la mochila compañera en la espalda. Con el alma desbocándose a cada paso.
Un alto en el Camino. Siempre necesario para seguir andando. Con las botas cobijando los pies reconfortados. Con la mochila compañera en la espalda. Con el alma desbocándose a cada paso.
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