Caminar a Finisterre y Muxía, un fuelle para la Costa da Morte
«¿O que cambiou? Mira cara
adiante, como estaba, e mira cara atrás, como queda agora», dice una de
las alumnas del obradoiro de empleo que Traballo e Benestar concedió a
los concellos de Mazaricos y Dumbría. Es en este último, en las
inmediaciones de Ponte Olveira, donde una cuadrilla de cuatro personas
trabajaba el viernes adecentando los márgenes del Camiño de Santiago.
Sirve quizás como la mejor metáfora de lo que ha significado y significa
la ruta jacobea para la Costa da Morte, las transformaciones que ha
causado en ella desde que comenzó a recobrar vida a finales de los años
noventa.
Se mueve mucho a su alrededor. El alcalde de
Dumbría, José Manuel Pequeño, coincidía horas más tarde en que el Camino
es el tesoro de su municipio, una línea en la que también se han
pronunciado en reiteradas ocasiones los mandatarios de Cee, Corcubión,
Fisterra y Muxía, los otros ayuntamientos de la comarca por los que
discurre esta ruta jacobea en sus dos (tácitamente admitidas) metas.
La prolongación a Fisterra y Muxía sigue sumando
adeptos y aunque el peregrino no se deja amilanar por el tiempo, sí es
cierto, y en ello coinciden los hosteleros y hospitaleros, que el verano
es época de bum.
«En xeral, a partir da segunda quincena»,
apunta con respecto a este mes de junio José Antonio Lema, encargado de
una zona de Casa Loncho, en Olveiroa (Dumbría). Coge más fuerza en
cifras, según admite también la hospitalera fisterrana Begoña Valdomar,
aunque a estas alturas del año «vai máis ou menos coma o ano pasado».
El
25 de julio, día de Santiago Apóstol, así como las jornadas
inmediatamente anteriores y posteriores, suele ser un pico. Agosto lo es
prácticamente todo el mes. Este Camiño a Fisterra, tres jornadas de
peregrinaje a mayores una vez pasado Santiago de Compostela, es una
lanza a esgrimir contra la crisis por parte de la Costa da Morte, si se
acompaña y cuida con los servicios necesarios.
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