El Camino de Santiago puede morir de éxito por la masificación turística
Así
comienza Raphael Minder, corresponsal de The New York Times en
España, una crónica que se publica este lunes en la página 4 del
periódico bajo el título “Elevar el alma, y también la economía
española”. Como otros antes, el texto subraya con toda
intencionalidad el contraste entre los verdaderos peregrinos
que buscan una introspección espiritual o cumplen una promesa y
los que van de vacaciones a una excursión deportiva y de
aventura.
Pero ambas clases de peregrinos, los que llevan sayal y esclavina y los que van con prendas ligeras, se topan estos días con esto: “Todos deben navegar por el creciente despliegue de tiendas de souvenirs que venden llaveros de Jesús y camisetas y conchas de vieira pintadas”. Es el precio de la popularidad del Camino, dice Minder: “Lo que era una travesía de obstáculos en la época medieval se ha convertido en un boom de la moderna industria turística española”.
Y le da una interpretación actualizada a la crisis: “En un momento en que otras partes de la economía siguen sufriendo, la peregrinación ha pasado a ser un gran negocio, tanto que ha estimulado no sólo las economías locales, sino también un debate sobre cómo equilibrar el turismo de masas con la reflexión espiritual”. La crónica cita a una devota francesa que se queja de que algunos a su lado parecen ir “a un parque de atracciones. Y una fuente de la Iglesia Católica informa del aumento del 5,7% en la asistencia a misa el año pasado, ‘prueba de un rebrote de religiosidad, tal vez en coincidencia con las dificultades económicas”.
Desde luego, el ingrediente de la crisis está ahí. Unos han hecho el recorrido porque tienen mucho tiempo libre al estar en paro. Otros han encontrado empleo por la proliferación de albergues, hostales y comercios. Por ejemplo: “En la aldea de Faramello abrió en mayo un nuevo albergue de 40 camas. ‘Este turismo se ha convertido de verdad en la principal oportunidad para encontrar trabajo’, dice Concha, la recepcionista, que no facilita su apellido. Había estado desempleada cinco años”.
Sea como fuere, el caso es que el Camino se ha disparado. Los peregrinos reconocidos como tales con su certificado por haber recorrido un mínimo de cien kilómetros fueron el año pasado 215.880. El anterior fueron 192.488, aunque el récord por ahora lo ostenta el Año Jacobeo 2010, con 272.703 peregrinos. Pero es que en 2005 no llegaron a 100.000, y en 1997 apenas fueron 25.000 peregrinos. Más atrás, en 1985 hubo sólo 690 peregrinos, 423 en 1984 y únicamente trece en 1978. Una escalada considerable.
Con el aumento de peregrinos, muchas veces inspirados por actores o gente famosa que hacían parte del recorrido, llegó la iniciativa privada. Como cuenta Minder: “Cerca de Santiago, docenas de establecimientos privados han comenzado a competir con la red de albergues de titularidad pública, y algunos municipios han intentado que se proclamen más rutas oficiales del Camino, en la confianza de que se beneficiarán de la bonanza turística”.
¿Cómo afrontar tanto éxito? Por un lado, el NYT cuenta que algunos ya prefieren ir en invierno, para no verse dentro de una multitud. Otros se quejan de que aunque sea una experiencia inolvidable, preferirían que no se hubiese comercializado todo tanto. Y de que ese todo sea tan caro. Y hay quienes hacen una seria advertencia, como el escritor chino Lijia Zhang: las autoridades españolas “deben llegar a un equilibrio entre el desarrollo del turismo y el mantenimiento de la tradición del Camino. De otra forma, perderá su alma, y dentro de no mucho tiempo también perderá su atractivo”.
Pero ambas clases de peregrinos, los que llevan sayal y esclavina y los que van con prendas ligeras, se topan estos días con esto: “Todos deben navegar por el creciente despliegue de tiendas de souvenirs que venden llaveros de Jesús y camisetas y conchas de vieira pintadas”. Es el precio de la popularidad del Camino, dice Minder: “Lo que era una travesía de obstáculos en la época medieval se ha convertido en un boom de la moderna industria turística española”.
Y le da una interpretación actualizada a la crisis: “En un momento en que otras partes de la economía siguen sufriendo, la peregrinación ha pasado a ser un gran negocio, tanto que ha estimulado no sólo las economías locales, sino también un debate sobre cómo equilibrar el turismo de masas con la reflexión espiritual”. La crónica cita a una devota francesa que se queja de que algunos a su lado parecen ir “a un parque de atracciones. Y una fuente de la Iglesia Católica informa del aumento del 5,7% en la asistencia a misa el año pasado, ‘prueba de un rebrote de religiosidad, tal vez en coincidencia con las dificultades económicas”.
Desde luego, el ingrediente de la crisis está ahí. Unos han hecho el recorrido porque tienen mucho tiempo libre al estar en paro. Otros han encontrado empleo por la proliferación de albergues, hostales y comercios. Por ejemplo: “En la aldea de Faramello abrió en mayo un nuevo albergue de 40 camas. ‘Este turismo se ha convertido de verdad en la principal oportunidad para encontrar trabajo’, dice Concha, la recepcionista, que no facilita su apellido. Había estado desempleada cinco años”.
Sea como fuere, el caso es que el Camino se ha disparado. Los peregrinos reconocidos como tales con su certificado por haber recorrido un mínimo de cien kilómetros fueron el año pasado 215.880. El anterior fueron 192.488, aunque el récord por ahora lo ostenta el Año Jacobeo 2010, con 272.703 peregrinos. Pero es que en 2005 no llegaron a 100.000, y en 1997 apenas fueron 25.000 peregrinos. Más atrás, en 1985 hubo sólo 690 peregrinos, 423 en 1984 y únicamente trece en 1978. Una escalada considerable.
Con el aumento de peregrinos, muchas veces inspirados por actores o gente famosa que hacían parte del recorrido, llegó la iniciativa privada. Como cuenta Minder: “Cerca de Santiago, docenas de establecimientos privados han comenzado a competir con la red de albergues de titularidad pública, y algunos municipios han intentado que se proclamen más rutas oficiales del Camino, en la confianza de que se beneficiarán de la bonanza turística”.
¿Cómo afrontar tanto éxito? Por un lado, el NYT cuenta que algunos ya prefieren ir en invierno, para no verse dentro de una multitud. Otros se quejan de que aunque sea una experiencia inolvidable, preferirían que no se hubiese comercializado todo tanto. Y de que ese todo sea tan caro. Y hay quienes hacen una seria advertencia, como el escritor chino Lijia Zhang: las autoridades españolas “deben llegar a un equilibrio entre el desarrollo del turismo y el mantenimiento de la tradición del Camino. De otra forma, perderá su alma, y dentro de no mucho tiempo también perderá su atractivo”.
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