lunes, 9 de febrero de 2015

Codex Calixtinus

El ladrón del Códice a la espera de sentencia tras el juicio


O condena ejemplar o nulidad total de las pruebas. Esos son los dos únicos escenarios posibles tras los once días de juicio contra Manuel Fernández Castiñeiras por el robo del Códice Calixtino. Las revelaciones y testimonios de la vista oral no dejan lugar a dudas. El exelectricista de la catedral tenía en su poder el libro y el dinero robados y hay 45 vídeos en los que se le ve metiéndose fajos de billetes de la caja fuerte del administrador. También tenía los documentos oficiales y personales de los canónigos. Y ha quedado a su vez acreditado que compró un apartamento en A Lanzada pagándolo en mano. Suman dos delitos de robo con fuerza, uno contra la intimidad y otro de blanqueo por los que el fiscal pide 15 años de cárcel y 300.000 euros de multa. El futuro pinta negro para el acusado, ya que es improbable que el tribunal anule las pruebas, como reclama la defensa.
El robo del libro
Las «llaves falsas» y el hallazgo en el garaje. El Códice desapareció del archivo de la catedral de Santiago y apareció en un garaje propiedad de Fernández Castiñeiras. El hallazgo, en sí, ya es una prueba de cargo. Además, en el juicio ha quedado acreditado que en enero del 2012 se encontraron unas llaves en una zona de la capilla del Alba que el acusado utilizaba como almacén. Entre ellas había unas con una etiqueta en la que ponía «Arch. Cat.». La perito calígrafa declaró que era sin duda la letra del exelectricista. Es decir, que tenía unas llaves del archivo con las que entró y que la acusación estima «falsas», un concepto jurídico que se refiere a que no estaba autorizado a poseerlas y que permite considerar la sustracción del Calixtino como robo con fuerza y no como hurto, cuya pena es menor.
El dinero
Los vídeos son una prueba incontestable. En las cuatro viviendas que tenía Fernández Castiñeiras la policía halló 1,7 millones de euros. Que el exelectricista los robó de la catedral ha quedado muy claro para el fiscal y el abogado de la Iglesia y para todos los que vieron los 45 vídeos de la cámara de seguridad del despacho del administrador. En ellos se ve cómo el acusado entra usando llaves -nuevamente «falsas»-, abre la caja fuerte y saca fajos de billetes que se mete en los bolsillos. Las imágenes no dejan lugar a dudas. Además, en el juicio también quedó claro que Castiñeiras tenía unas libretas personales en las que anotó minuciosamente todo lo que se llevó hasta el 2005, año en el que sufrió un ictus y dejó de documentar sus acciones. Los datos económicos que aportó el actual administrador de la catedral, Francisco Domínguez, permiten calcular las presuntas sustracciones hasta el 2011, de ahí que tanto fiscal como acusación particular coincidan en que en esa década el acusado se llevó 2.454.955,68 euros.
Delito contra la intimidad
Un millar de documentos de los canónigos. Además del dinero, en el piso en el que vivía Fernández Castiñeiras con su esposa en O Milladoiro (Ames), la policía halló un millar de documentos de canónigos, especialmente del exdeán, José María Núñez, y del exadministrador, Manuel Iglesias. Ambos, como otros miembros de la catedral, los reconocieron como suyos en la vista oral. Además, en los vídeos de la cámara de seguridad en los que se ve al exelectricista llevarse fajos de billetes también aparece metiéndose documentos bajo la chaqueta. Nuevamente, poca defensa existe más allá de intentar que la abundante y embarazosa prueba desaparezca porque se declare nula.
Blanqueo de capitales
El apartamento de la playa pagado a tocateja. De los cuatro delitos de los que se acusa al exelectricista de la catedral este es el que más posibilidades tiene de esquivar. No tanto porque no haya pruebas, sino porque es posible que el tribunal muestre cierta indulgencia con él para evitar una condena mayor. No obstante, si se estima probado que el dinero que tenía Castiñeiras procedía de sus robos en la catedral compostelana en el juicio también ha quedado claro que él compró en mano y en solo dos pagos un apartamento en la playa de A Lanzada de 150.000 euros. Así lo admitió el representante de la inmobiliaria de O Grove (Pontevedra) con el que cerró la operación. Es por este último delito por el que también estaban acusados la mujer del presunto ladrón del Códice, Manuela Remedios Nieto, y su hijo, Jesús Fernández Nieto. Les pedían un año y medio de cárcel y 300.000 euros de multa, pero es previsible que el tribunal no vea probado el delito y que, como mucho, les culpe de receptación, lo que supondría una pena de seis meses o menos.
El móvil
Una venganza por no hacerle contrato y despedirle. El exdeán, el exadministrador, los jefes policiales que dirigieron la investigación y la propia confesión inicial de Castiñeiras dejan claro que el exelectricista se llevó el Códice para vengarse del exdeán. Como José María Díaz era su amigo pensó que al acceder al cargo podría dejar de ser autónomo y tener un contrato como personal de la basílica. No fue así, lo que hizo que, según el canónigo, pasase de ser «servicial» a «agresivo». Hasta tal punto, que el exadministrador, Manuel Iglesias, reveló en la sala que le había llegado a decir que le había pagado «300 euros a un marroquí para que me diera una paliza», afirmó. El exdeán recalcó que el acusado sabía que «yo siempre decía que el mayor disgusto que me podía suceder a mí en la vida era que le pasase algo al Códice». Y ese sería, según la acusación, el móvil del robo.
Las nulidades
La sala ya las rechazó. Al principio del juicio, el tribunal ya dijo no a la petición de la defensa a anular todas las pruebas. Solo lo hizo con la instalación de micrófonos en el piso del acusado. Además, días antes de la vista, ya decretó devolver los 1,7 millones incautados a la catedral, un detalle que hace prever que la sentencia será condenatoria.

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