Pablo Arribas presentó ayer ‘El demonio en el Camino de Santiago’, un «ensayo-denuncia» sobre los mercaderes del Camino
Mucho
más comedido pero con el mismo mensaje que Jesucristo lanzó hace siglos
a los mercaderes que buscaban enriquecerse a costa de los fieles. Las
378 páginas de El demonio en el Camino de Santiago de Pablo Arribas
indagan en la mercantilización de una Ruta Jacobea en la que a día de
hoy «no hay hospitalidad cristiana».
O tal vez sí, pero la justa, matiza
el autor de este «ensayo-denuncia» que promueve una separación entre
«el aspecto comercial y económico» del Camino y el «aspecto puramente
religioso del peregrinaje» para combatir al maligno.
Arribas expuso ayer el resultado de sus pesquisas durante la
presentación de esta declaración de intenciones que no obedece a
divagaciones inconexas, sino a cinco años de investigación, acopio de
testimonios y contraste de visiones planteadas desde diversas
autoridades teológicas que han dedicado gran parte de su vida a estudiar
«el carácter otrora sagrado del Camino».
Amparándose en el mensaje e intenciones de su libro, Arribas manifiesta a lo largo de su obra una preocupación que parece haberse evaporado en la sociedad actual: la existencia «real» del demonio. Y se remite a Baudelaire, quien acuñó la máxima de que «el mayor engaño del diablo es hacernos creer que no existe», para alertar sobre el interés del demonio «en las obras públicas».
Mientras tanto, el autor lamenta que en la actualidad «el 60% de las personas no creen en su existencia», lo que demuestra, según sus teorías, que el ángel caído va ganando en cierto modo la partida. Dicha ventaja se refleja en ese Camino de Santiago despojado en gran medida de su espiritualidad e idiosincrasia original hasta convertirse en una «telaraña» tejida desde determinadas instituciones.
En este apartado, donde Arribas no deja títere con cabeza, la Xunta de Galicia se sitúa en el ojo del huracán. Los dardos del escritor, avalados por historiadores como Juan Uría Riu, se dirigen con firmeza a su particular diana: la solicitud del Gobierno gallego ante la Unesco para obtener la declaración del Camino de Santiago del Norte de España como Patrimonio Mundial «cuando nunca ha existido».
Ante esta afirmación, que sorprende a propios y extraños, Arribas incide en dos aspectos para reafirmar su teoría. Por un lado, afirma que «la orografía cantábrica dificultaba el tránsito», por no hablar de las condiciones meteorológicas de la zona. Por otra parte, señala la carencia de establecimientos hospitalarios en este recorrido al que se niega a etiquetar como Jacobeo.
Desde Cádiz hasta Galicia, la ruta santiaguera da mucho de sí, tanto para el peregrino como para el demonio. Ambos dejan su huella, en el caso del segundo las pistas en diversos enclaves y piedras sagradas del Camino. Mucho se puede contar, y Arribas lo hace con todo lujo de detalles en otras historias con el maligno de fondo como los tratados sobre brujas o la «oportunidad perdida» de María Magdalena.
Bajo el apoyo y amparo del Centro de Estudios Jacobeos de Castrojeriz -el prólogo es obra de su director, Paolo Caucci von Saucken-, El demonio en el Camino de Santiago pretende dar un toque de atención a la Iglesia -entre otras instituciones-, que «parece que ya está espabilando»- sobre la existencia de lo que muchos consideran una mera abstracción del mal.
Amparándose en el mensaje e intenciones de su libro, Arribas manifiesta a lo largo de su obra una preocupación que parece haberse evaporado en la sociedad actual: la existencia «real» del demonio. Y se remite a Baudelaire, quien acuñó la máxima de que «el mayor engaño del diablo es hacernos creer que no existe», para alertar sobre el interés del demonio «en las obras públicas».
Mientras tanto, el autor lamenta que en la actualidad «el 60% de las personas no creen en su existencia», lo que demuestra, según sus teorías, que el ángel caído va ganando en cierto modo la partida. Dicha ventaja se refleja en ese Camino de Santiago despojado en gran medida de su espiritualidad e idiosincrasia original hasta convertirse en una «telaraña» tejida desde determinadas instituciones.
En este apartado, donde Arribas no deja títere con cabeza, la Xunta de Galicia se sitúa en el ojo del huracán. Los dardos del escritor, avalados por historiadores como Juan Uría Riu, se dirigen con firmeza a su particular diana: la solicitud del Gobierno gallego ante la Unesco para obtener la declaración del Camino de Santiago del Norte de España como Patrimonio Mundial «cuando nunca ha existido».
Ante esta afirmación, que sorprende a propios y extraños, Arribas incide en dos aspectos para reafirmar su teoría. Por un lado, afirma que «la orografía cantábrica dificultaba el tránsito», por no hablar de las condiciones meteorológicas de la zona. Por otra parte, señala la carencia de establecimientos hospitalarios en este recorrido al que se niega a etiquetar como Jacobeo.
Desde Cádiz hasta Galicia, la ruta santiaguera da mucho de sí, tanto para el peregrino como para el demonio. Ambos dejan su huella, en el caso del segundo las pistas en diversos enclaves y piedras sagradas del Camino. Mucho se puede contar, y Arribas lo hace con todo lujo de detalles en otras historias con el maligno de fondo como los tratados sobre brujas o la «oportunidad perdida» de María Magdalena.
Bajo el apoyo y amparo del Centro de Estudios Jacobeos de Castrojeriz -el prólogo es obra de su director, Paolo Caucci von Saucken-, El demonio en el Camino de Santiago pretende dar un toque de atención a la Iglesia -entre otras instituciones-, que «parece que ya está espabilando»- sobre la existencia de lo que muchos consideran una mera abstracción del mal.
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