¡Buen Camino!, de Lydia B. Smith
EL LATIDO HUMANO
“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”
Antonio Machado
La realizadora estadounidense Lydia B.
Smith debuta en el largometraje (después de una amplia experiencia en
los departamentos de producción y cámara en películas tan importantes
como Ed Wood, Matilda o Mentes peligrosas),
abordando el viaje emocional y espiritual de seis personas que están
haciendo el Camino de Santiago (el Camino Francés, de 800 km de
recorrido desde St. Jean Pied de Port, en Francia, hasta Santiago de
Compostela). Seis personas de diferentes nacionalidades, edades y
creencias, todas ellas con sus propias razones y motivaciones personales
que les han llevado a realizar este viaje personal e interior hacía sí
mismos.
La cineasta toma una actitud honesta y
humana, se aleja de subterfugios conmovedores y efectistas, y se centra
en las personas, en este grupo de seres humanos y sus vivencias diarias
acompañándolos en estos 40 días más o menos que dura el trayecto. Unas
personas que han dejado atrás la vertiginosa vorágine del mundo, se han
parado, y se han puesto a caminar, en soledad o en compañía, disfrutando
de otro tiempo, un tiempo detenido, un tiempo para respirar, para
escucharse, para mirar y disfrutar de cada gesto, de cada detalle, del
propio paisaje y sentir sus emociones en contacto con la madre
naturaleza. La directora se detiene en cada uno de ellos, se toma el
tiempo necesario, nos los muestra de manera sencilla, y desde un lado
espiritual, a unos, y otros como aventura y reto personal, no pretende
enseñar nada sobre el camino, tampoco que su película sirva como un
escaparate para empujar a otras personas a hacerlo, sino todo lo
contrario, es un viaje muy personal de cada uno de ellos, mostrándonos
los momentos alegres y los problemas que se van encontrando: la
camaradería que reina entre los peregrinos o caminantes, la solidaridad
entre ellos, la convivencia que se genera y la paz y tranquilidad que se
respira a cada paso, y por otro lado, las dificultades que se van
encontrando, el cansancio físico, lesiones y heridas, lluvia, sol
abrasador, y demás incontinencias de la propia naturaleza del camino.
Smith aporta los testimonios de sus
protagonistas, que van explican sus sensaciones y sentimientos que van
experimentando a lo largo y ancho de la ruta jacobea, acompañado de las
reflexiones de los expertos en el camino, sacerdotes, hospitalarios y
demás personas que explican la historia, las motivaciones y el espíritu
que recorre todo el trayecto religioso que recorren gentes de todo el
mundo desde el siglo IX. La cineasta americana se detiene en los gestos y
los detalles, pariendo un magnífico trabajo de luz que invade todos los
escenarios naturales de la película, y retrata la belleza y tradiciones
de los lugares y pueblos que se van encontrando durante el trayecto, su
cámara camina entre los peregrinos, vive y respira la experiencia,
habla cuando es necesario, y calla cuando la situación lo requiere, toma
su distancia cuando las personas que filma necesitan su espacio, se
introduce en sus vidas, en sus personales trayectos de búsquedas de sí
mismos, de manera sutil y enriquecedora, sin caer en discursos y juicios
sobre ninguno de ellos, deja que ellos se expliquen, que el propio
camino los defina o simplemente, que el camino y la experiencia que
están viviendo, les sumerja en un proceso vital y personal que han
elegido vivir para seguir creciendo como seres humanos y descubrirse a
sí mismos.
(Crítica en "242 películas después")
(Crítica en "242 películas después")
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