domingo, 5 de octubre de 2014

Camino Francés

La Rioja peregrina:De Logroño a Grañón, los caminantes jacobeos dan color y vida a los pueblos riojanos


Los autores de la serie ‘La Rioja de cabo a rabo’ visitamos el pasado lunes Grañón. El reportaje saldrá publicado mañana en la edición de papel. Durante este viaje por la comunidad autónoma, hemos sido conscientes de ir superando varios mojones; puntos que nos parecían especialmente significativos o evocadores y que anotábamos aplicadamente en nuestro cuaderno.
En El Villar de Arnedo, por ejemplo, creímos ver la frontera entre La Rioja del ladrillo y La Rioja de la piedra. En el Collado de Sancho Leza pasamos del Camero Viejo al Camero Nuevo y nos sentimos como marineros que cruzaban el Cabo de Hornos. Al abandonar el lunes Grañón, subidos al mirador situado al final de la calle Mayor, viendo cómo los peregrinos se perdían hacia las inmensidades de Castilla, supimos que habíamos superado otro decisivo mojón: nos despedíamos del Camino de Santiago.
Hablamos de la ruta francesa, la más popular y transitada. Logroño, Nájera y Santo Domingo son los hitos principales del itinerario y monumentos como Santa María la Real o la catedral calceatense son piezas históricas y artísticas de primera magnitud, pero nos llama más la atención la sangre nueva que el Camino insufla milagrosamente a pueblos como Ventosa, Azofra, Cirueña o Grañón; lugares con pocos habitantes, condenados a sufrir una lenta agonía, pero que de pronto se vuelven irresistiblemente abiertos y cosmopolitas. Da gusto llegar un lunes a Azofra y encontrarse con hoteles, bares y comercios abiertos; entrar en Grañón y toparse con letreros escritos en inglés y en francés; pasear por Navarrete y ver cómo los peregrinos aparcan las bicicletas para entrar en la imponente iglesia de la Asunción; tomar un café en un mesón de Ventosa y cruzar un saludo y tres palabras con cuatro peregrinos sardos y un catalán.
El Camino es un invento medieval y siempre hubo valientes dispuestos a arrostrar mil peligros para llegar a Santiago, pero de un tiempo a esta parte (quizá diez, quince años) se ha convertido en un fenómeno turístico y cultural. El día en que llegamos a Santo Domingo había unos 90 peregrinos hospedados en el Albergue y en junio o julio esa cifra llegó a superar los 150. Los más puristas lamentan que el Camino haya perdido su sentido religioso y que la ruta se haya masificado, aunque los pueblos riojanos deberían bendecir un maná que deja dinero, sí, pero que sobre todo les llena de vida. Esta magnífica colección de fotografías de Justo Rodríguez nos sirve como despedida del Camino.



No hay comentarios:

Publicar un comentario