Pícaros en el Camino
Javier Guitián
Hace unos meses aproveché un
par de días para hacer un pequeño tramo del Camino de Santiago, entre
la Maragatería y el Bierzo. En uno de los pueblos de la ruta, un cartel
daba la bienvenida al peregrino junto a otro que prohibía la publicidad
verbal o escrita de los restaurantes del lugar. Supuse que se trataba de
un acuerdo para evitar que la gente dirija a los caminantes hacia un
determinado local, pero mi sorpresa fue grande cuando, de un
coche aparcado bajo el cartel, salió una amable señorita que nos
indicó, en contra de lo escrito, a qué local debíamos dirigirnos.
He
recordado la cuestión al saber que falsos peregrinos pululan por el
Camino de Santiago engañando a los caminantes para que acudan a
determinados albergues. Al parecer, transitan en sentido contrario e
informan de que determinado albergue está lleno y que deben dirigirse a
otro. Ahora, he leído en el periódico que los mojones del Camino están
empapelados con anuncios de uno de los albergues de la localidad de
Sarria.
No hace falta recordar el potencial turístico y económico
del Camino, pero buena parte de ese potencial está en la imagen, cada
día más descuidada. He visto cobrar algo parecido a un pulpo a precio de
oro y taxis al de limusinas, por citar solo dos ejemplos; me han
contado que se multiplican los pícaros, falsos guías e informadores
interesados; de seguir así pronto actuará la tuna compostelana con
uniforme de peregrinos.
«Vino y sexo han sido elementos esenciales
en la peregrinación. A sus practicantes habría que añadir, en lugar
destacado, los ladrones en los dos bandos: los transeúntes y los fijos.
Las historias del Camino están llenas de posaderos estafadores, de
restaurantes donde sirven gato por liebre y de vendedores con provecho
ilícito». Este texto de Jesús Torbado nos recuerda que el Camino ha sido
siempre refugio de pícaros y estafadores. Si queremos que esa
extraordinaria ruta no vuelva a ser una feria ambulante, como el texto
anterior refleja, alguien debería tomar cartas en el asunto tratando de
regular esas actividades y coordinando, en la medida de lo posible, al
sector hostelero.
Con carácter general, quienes hacen el Camino de
Santiago no se mueven por razones gastronómicas o buscando grandes
comodidades en el alojamiento, simplemente esperan que no les roben o
engañen. Lo que está ocurriendo no es normal, como tampoco lo es que la
Administración se ponga medallas a la hora de contar el éxito en el
número de peregrinos e ignore lo que allí ocurre cuando se trata de
atajar la picaresca.
Una cosa es desear que el camino sea largo y
lleno de peripecias y otra, bien distinta, que su recuerdo este lleno de
pícaros y sinvergüenzas.
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