Reflexiones después del Congreso
Por Acacio da Paz y Juan Frisuelos
El Congreso de los Caminos de Santiago, celebrado en Ávila, ha contado con una excelente organización. El OSPEA y la Asociación de Amigos del Camino abulense no han podido poner más de su parte para que las reflexiones fuesen amplias y positivas. Pero como sucede con el Camino, que en realidad comienza cuando acaba, quizá sea ahora el momento de reflexionar sobre las propias reflexiones.
Por una parte, reflexionar sobre el hecho de que haya tantas rutas –nos resistimos a hablar de muchos caminos, porque Camino sólo existe uno- y que pugnen por afirmarse a costa de exhibir razones históricas, en vez de preocuparse a fondo de conseguir que las autoridades (que son quienes tienen medios) mejoren las infraestructuras de todo tipo, en especial albergues, fuentes y estado de los caminos. ¡Y unificar de una vez por todas la señalización!
También reflexionar ante un cierto deseo de “tutelar” al peregrino, enseñarle a peregrinar y conducirle como en un rebaño por donde algunos desean -sin duda con la mejor voluntad-, aunque de ese modo pongan en cuestión de alguna forma su libertad. Incluso la de equivocarse o extraviar el Camino
Hemos escuchado decir en Ávila que el peregrino no debiera llevar móvil, iPod o en su caso ordenador portátil. ¿Y por qué no prescindir de la cámara? ¡Mejor aún! ¿Por qué no hacerlo descalzo, comiendo sólo pan y agua y castigando su espalda con un látigo? ¿Es que hay algo de malo en caminar y seguir al día de los acontecimientos? ¿Pero de qué diablos estamos hablando, queridos hermanos peregrinos?
El Camino, creemos, es libertad. Y también auto aprendizaje. Quien arranca en Saint Jean de Pied de Port o Roncesvalles, rápidamente adquiere los conocimientos para su aventura o descubre que es mejor abandonarla y prepararse mejor la próxima ocasión. Por muchos consejos y enseñanzas, el peregrino aprende mejor a evitar los obstáculos tropezando en ellos. Y también sabe qué debe y qué no debe echar a la mochila. No es mejor peregrino el que carece de móvil. Ni peor el que come un bocadillo, en vez de pan y agua.
Los peregrinos son y serán siempre los mayores protagonistas, independientemente de las Asociaciones o de las entidades publicas. Lo expresó muy acertadamente el profesor Cébe. Las Asociaciones no son propietarias del Camino. Deben trabajar para satisfacer las necesidades del peregrino y no para condicionarles.
También hemos detectado en Ávila –sin que ello reste calidad a la organización- cierta animadversión de los puristas a la literatura nacida al borde del Camino, que luego arrastra a la peregrinación a miles de caminantes, sobre todo llegados de lugares lejanos. La pureza del Camino es su capacidad de que todos estén a gusto, con sus costumbres, sus culturas distintas y sus peculiares modos de abordarlo. Curiosamente, el Camino ha superado la animadversión de Martín Lutero, que un día alejó de la peregrinación a miles de sus seguidores.
Además, los escritores, sean Paulo Coelho, Shirley MacLaine, Hape Kerkeling, Espido Freire, Sánchez Drago o cualquier otro (ahora llega a nosotros un interesante relato de Tracy Saunders, sobre Prisciliano y Santiago), tienen un poder multiplicador sobre el deseo de sus lectores de aventurarse en el Camino. Son bienvenidos y bien queridos por las gentes de buena fe del mundo jacobeo. Y si acaso, las críticas a su papel y al modo en que hicieron sus Caminos enmascaran muchas dosis de envidia.
Ni es mejor ni peor quien elige un hotel para alojarse, ni quien se ahorra molestias haciendo alguna etapa en tren o autobús (por ejemplo aquejado de una tendinitis), ni quien comienza en Somport o quien lo hace en Cebreiro. ¡Basta ya de dogmas! Tampoco son mejores o peores quienes peregrinan en bici, a caballo o, como vemos últimamente, en patinete o patines. Todo debe vale si el espíritu es de verdadero peregrino. Y ese espíritu se resume en una frase: “Más Camino”
¿Qué duda cabe que quien va al hotel se pierde la experiencia única, para lo bueno o lo malo, de alojarse en un albergue o refugio? Es probable que no llegue a disfrutar de ese privilegio del Camino que es la hospitalidad, una de las tradiciones más generosas con muchos siglos de antigüedad . Pero no dejará de ser su Camino y tan respetable como el que más. Ahora bien, hay que reflexionar sobre cómo mejorar la acogida.
Del mismo modo se nota una fiebre por crear o recrear más y más caminos o rutas. El pretexto es descongestionar el Camino Francés, él único no representado en Ávila porque, como alegan los organizadores, está de sobra promocionado y es bien conocido. ¿Por qué será?
También hay una actividad febril para añadir más y más alternativas o desvíos a esas rutas para que el Camino pase por más y más lugares. Parece que cada cual desea crear y consolidar una ruta desde su pueblo a Santiago, dando razones históricas, a menudo verdaderamente “peregrinas”. Al final, se conseguirá que el peregrino, confundido con tantas alternativas, opte por la ruta que ofrece menos variantes y lleva más derecho a Compostela. Y también, por lo general, de modo más seguro. ¡Ya sabemos cuál es esa ruta, que no mencionamos, porque es de sobra conocida!
Nadie cuestiona que el Camino, cualquier ruta, comienza en la puerta de la casa de quien se lanza a peregrinar y, como decía con gran acierto el profesor Olivier Cébe, dónde no hay peregrinos, no hay Camino. Son los peregrinos quienes crean, inventan y andan el Camino, el único Camino. Son ellos, que no quepa duda, quienes dan carta de naturaleza a las rutas. Y del mismo modo, quienes ven en el Camino lo que tiene de negocio, deben tener claro ésto: Primero llegan los peregrinos y después llega el turismo. Lo contrario no ha sucedido jamás. Ellos también deben meditar en qué se gastan el dinero, para evitar montañas de folletos que nadie consume, en vez de invertir ese dinero en mejoras esenciales, por ejemplo en seguridad.
Y por más que se empeñen quienes hasta llegan a sugerir que los judíos peregrinaron en masa a Santiago -¿y por qué no los musulmanes o los sintoístas?- las peregrinaciones históricas están de sobra estudiadas y documentadas. Y esas son las que han merecido reconocimiento del Consejo de Europa, de la UNESCO o de la Fundación Príncipe de Asturias. Porque ese reconocimiento no era para la peregrinación en sí, y en cambio lo era para el Camino como elemento vertebrador de Europa y como canal de comunicación de ideas, fuesen éstas religiosas o laicas.
Así pues, está bien que se recuperen o inventen caminos hacia Santiago, a condición de que se equipen con infraestructuras, es decir albergues, pasarelas o fuentes –sobre todo lugares donde refrescar el cuerpo y el espíritu en esas rutas que surcan la España más terrible bajo el sol del verano-, y que se añadan elementos culturales de interés. Está bien ofrecer alternativas al caminante, pero teniendo en cuenta que el gran río es uno, y lo demás, en casi todos los casos, no dejan de ser afluentes que confluyen en ese gran delta que es la Plaza del Obradoiro.
Tenemos ante nosotros, como ha constatado el Congreso de Ávila, un año lleno de acontecimientos. El Año Santo es una gran ocasión, pero sobre todo para quienes enfocan la peregrinación desde el punto de vista religioso y esperan el perdón de los pecados. Y también para quienes pretenden extraer beneficio, sean entidades públicas o privadas, religiosas o civiles. Pero tras el 2010 habrá un 2011, y los peregrinos, los auténticos peregrinos seguirán caminando sea o no sea Año Santo. Sobre todo si tienen por dónde transitar con seguridad y cierta solvencia (¡Ay los problemas de señalización y la necesidad perentoria de unificarla en todas las rutas e incluso en todos los puntos de una misma ruta!).
Si se quiere que el fenómeno jacobeo no entre en crisis cuando se habrá un paréntesis de once años (hasta 2011), es preciso comenzar a dar al Año Jacobeo la importancia relativa que tiene, que aunque sea grande, no deja de ser relativa. Y seguir trabajando por el futuro del Camino, con o sin Años Santos. ¡Ultreia!
Indudablemente que el Camino es libertad ante todo, pero todo tiene sus formas y sus límites sin que ello suponga un yugo insoportable para el Camino. Si dejamos a las personas que hacen el Camino (peregrinos, turigrinos, senderistas, deportistas,famosos...) sin un mínimo de información sobre lo que este es y significa, sobre lo que lo caracteriza, su filosofía, sus valores...su esencia, se corre el riesgo de que se transforme en una vulgar ruta de viaje.
ResponderEliminarY si algo caracteriza especialmente al Camino es su dimensión espiritual: mantener el equilibrio entre lo espiritual y lo físico siempre es dificil, y, a poco que nos descuidemos, lo segundo gana a lo primero, pues el ser humano es proclive a ello. El Camino como todo lo que está vivo está en evolución; ya quedaron atrás los flagelantes y penitentes que redimian pecados por la senda jacobea, pero entre eso y no renunciar a nada en el Camino hay un término medio. ¿O lo que queremos es que acabe siendo un parque temático jacobeo...que es lo que amenaza al Camino Frances? Porque un gran número de personas que lo hacen es por las "comodidades" que este aporta, personas a las que les da igual la hospitalidad pero no que la cama del albergue no tenga sábanas..lo dicho, lo físico sobre lo espiritual. Un Camino, mil rutas..y ninguna es más que la otra.