“Ahora es cuándo, el Camino es dónde”
Por Acacio da Paz y J. Frisuelos
Parafraseando la publicidad del Xacobeo que han montado las huestes de Alberto Núñez Feijoo habría que decir que “ahora es cuándo y el Camino es dónde”. Sobre todo, porque el Camino no es sólo Galicia, sino muchos otros sitios, y más aún cuando se descubre que la visión de Feijoo sobre las sendas que transitan los peregrinos es francamente miope.
Hace unos pocos días, pese a que no están los tiempos para el despilfarro y Feijoo es de los claman a menudo contra ese vicio, los del Presidente de la Xunta montaron por todo lo alto en Madrid un acto para “vender” un Año Santo que no es únicamente gallego, sino de todos y más que nadie de los peregrinos.
Y en los Jardines de Cecilio Rodríguez, escogidos por los edecanes de Feijoo para “vender” el Año Santo Jacobeo a quien aún no se haya enterado de que éste será el último hasta 2021, el presidente de los gallegos, acompañado de otros cuantos políticos dispuestos a “chupar cámara”, se lució cuando una presidenta de una muy activa Asociación jacobea castellana le pregunto por qué no promocionan el Camino del Sureste, que cruza la Península desde el Mediterráneo, tal y como hace el ejecutivo gallego con otras rutas.
En una pared colgaba un vistoso mapa en el que estaban marcados con trazo grueso el Camino Francés, el del Norte y los que a Feijoo se ve que le interesan, es decir, el sanabrés en su trazado gallego, el portugués desde Tui, el Inglés y la prolongación a Finisterre y Muxía. También las variantes francesas. De modo menos intenso se señalaban también la Vía de la Plata, el Camino Portugués, el valenciano, todos los catalanes y alguno más que sólo debe conocer el propio Feijoo y alguno de sus mentores.
En cambio, no aparecían para nada el Camino del Sureste –del que se tiene conocimiento exacto desde la Edad Media-, la Ruta de la Lana (que es el verdadero Camino jacobeo desde Valencia), o las rutas de los peregrinos mozárabes que desde Andalucía han atravesado desde tiempo inmemorial La Mancha. Eso por no mencionar una ruta que, si es que alguna vez Santiago caminó por Hispania y es cierto que desembarcó en Cartagena, sus pies debieron sin duda pisar, es decir, el Camino del Sureste.
Lo mejor del caso es que Feijoo preguntó a la presidenta de la Asociación jacobea de marras, “qué era eso” del Camino del Sureste, escogido este año y hasta la fecha por más de medio millar de peregrinos, sobre todo extranjeros y muchos de ellos expertos en otros senderos.
Todo lo cual indica que para los políticos como Feijoo el Camino no es una senda de espiritualidad, ni de descubrimiento de lo mejor que se encierra en el corazón de los hombres. Ni siquiera de un modo de hacer una búsqueda interior y un aprendizaje de la humildad y la generosidad…
Nada de eso. El Camino, o mejor dicho, los últimos kilómetros y sobre todo Compostela, donde se piensa que reposan los huesos del Apóstol, no es más que un negocio. Un inmenso negocio con el que Feijoo y otros como él no pretenden más que enderezar las arcas de sus finanzas exprimiendo hasta la última gota de los bolsillos peregrinos y, sobre todo, de turistas jugando a ser peregrinos. Unos y otros –peregrinos y turistas- no son más que cifras para los políticos gallegos.
Así son las cosas, queridos lectores peregrinos. Los que caminan hasta Santiago con sus mochilas a cuestas y sus sudores en la frente, o los que dan pedales, no son otra cosa que parte, y ni siquiera la más importante, de un suculento negocio en el que liban como abejas en la miel los descendientes directos de los negociantes, buhoneros, charlatanes y asaltantes que desde hace muchos siglos han tratado de despojar y saquear las humildes bolsas del peregrino.
Eso sí, adornando ahora el saqueo con campañas de marketing, conciertos rockeros y no sé cuántas otros modos de distraer al personal que se llega a aquellos pagos en avión, tren, autobús o en coche, para que se crean peregrinos por unas horas y compren las chucherías que se les ofrecen. Y así pretenden los políticos de turno levantar la economía gallega.
¡Lo tienen claro! El Camino, el auténtico Camino, no es lo que venden los que diseñan el Xacobeo, empaquetan y envuelven para que se consuma en las tiendas del turismo. El Camino es una ruta de gente humilde, es esfuerzo, es generosidad y es el descubrimiento de lo que en realidad cuenta y lo que es superfluo. Y entre esto último está casi todo lo que venden los políticos como Feijoo y algún otro.
El Camino son los peregrinos, los hospitaleros, las gentes que se esfuerzan en humildes locales por hacer más fácil la vida de los caminantes. Y también algunas Asociaciones de Amigos de las Rutas Jacobeas, empezando por la que fundó el mismísimo Elías Valiña, la AGACS, cuyos fines no son otros que asistir a los peregrinos y mantener el Camino en las mejores condiciones para quienes lo transitan. Son esos, peregrinos, hospitaleros, restauradores y las Asociaciones quienes se preocupan de que haya más y mejores puntos de acogida, menús a precios razonables y todo tipo de infraestructuras, tal y como les enseñaron hombres santos del sendero, como Santo Domingo de la Calzada o San Juan de Ortega.
Y son esas Asociaciones y esos peregrinos u hospitaleros quienes señalan con sus huellas y sus flechas amarillas los Caminos, los auténticos Caminos, y no los que quieran Feijoo y sus acólitos. Son los primeros los que investigan la historia, buscan señales del paso de peregrinos desde la antigüedad y los que escriben guías para ayudar a otros como ellos. Y los otros los que caminan o los que les ayudan para que puedan llegar a Compostela.
Por eso, hay que desconfiar de todos aquellos que ven en el Camino un negocio. Y más aún de quienes quieren hacer del Camino un gran negocio. Pero sobre todo de aquel que, como Feijoo, debería conocer todos los senderos con historia y apoyar a quienes los promueven, en vez de preguntar “qué es eso”.
Sí, señor Feijoo. “Ahora es cuándo, pero el dónde no es Galicia sola, sino el Camino, todas las rutas en su conjunto”, hasta las que usted desconoce. Incluido el hermoso Camino del Sureste, que siguen para alcanzar Galicia los peregrinos que parten de Cartagena, Murcia, Alicante y quienes se les unen a través del Camino Manchego, con origen en Almería, Granada, Jaén o Ciudad Real y muchos otros lugares. O los de la Ruta de la Lana, que a través de intrincadas serranías, por tierras de Cuenca, Guadalajara y Soria, se une en Burgos al Camino Francés.
Aprenda eso, Señor Feijoo, o no va a poder contar usted con la simpatía de muchos miles de peregrinos y hospitaleros abnegados y generosos. los que usted parece conocer.Porque si ahora, este Año Santo, es el cuándo, son todos los senderos jacobeos el dónde, y no sólo los que usted parece conocer.
Por Acacio da Paz y J. Frisuelos
Parafraseando la publicidad del Xacobeo que han montado las huestes de Alberto Núñez Feijoo habría que decir que “ahora es cuándo y el Camino es dónde”. Sobre todo, porque el Camino no es sólo Galicia, sino muchos otros sitios, y más aún cuando se descubre que la visión de Feijoo sobre las sendas que transitan los peregrinos es francamente miope.
Hace unos pocos días, pese a que no están los tiempos para el despilfarro y Feijoo es de los claman a menudo contra ese vicio, los del Presidente de la Xunta montaron por todo lo alto en Madrid un acto para “vender” un Año Santo que no es únicamente gallego, sino de todos y más que nadie de los peregrinos.
Y en los Jardines de Cecilio Rodríguez, escogidos por los edecanes de Feijoo para “vender” el Año Santo Jacobeo a quien aún no se haya enterado de que éste será el último hasta 2021, el presidente de los gallegos, acompañado de otros cuantos políticos dispuestos a “chupar cámara”, se lució cuando una presidenta de una muy activa Asociación jacobea castellana le pregunto por qué no promocionan el Camino del Sureste, que cruza la Península desde el Mediterráneo, tal y como hace el ejecutivo gallego con otras rutas.
En una pared colgaba un vistoso mapa en el que estaban marcados con trazo grueso el Camino Francés, el del Norte y los que a Feijoo se ve que le interesan, es decir, el sanabrés en su trazado gallego, el portugués desde Tui, el Inglés y la prolongación a Finisterre y Muxía. También las variantes francesas. De modo menos intenso se señalaban también la Vía de la Plata, el Camino Portugués, el valenciano, todos los catalanes y alguno más que sólo debe conocer el propio Feijoo y alguno de sus mentores.
En cambio, no aparecían para nada el Camino del Sureste –del que se tiene conocimiento exacto desde la Edad Media-, la Ruta de la Lana (que es el verdadero Camino jacobeo desde Valencia), o las rutas de los peregrinos mozárabes que desde Andalucía han atravesado desde tiempo inmemorial La Mancha. Eso por no mencionar una ruta que, si es que alguna vez Santiago caminó por Hispania y es cierto que desembarcó en Cartagena, sus pies debieron sin duda pisar, es decir, el Camino del Sureste.
Lo mejor del caso es que Feijoo preguntó a la presidenta de la Asociación jacobea de marras, “qué era eso” del Camino del Sureste, escogido este año y hasta la fecha por más de medio millar de peregrinos, sobre todo extranjeros y muchos de ellos expertos en otros senderos.
Todo lo cual indica que para los políticos como Feijoo el Camino no es una senda de espiritualidad, ni de descubrimiento de lo mejor que se encierra en el corazón de los hombres. Ni siquiera de un modo de hacer una búsqueda interior y un aprendizaje de la humildad y la generosidad…
Nada de eso. El Camino, o mejor dicho, los últimos kilómetros y sobre todo Compostela, donde se piensa que reposan los huesos del Apóstol, no es más que un negocio. Un inmenso negocio con el que Feijoo y otros como él no pretenden más que enderezar las arcas de sus finanzas exprimiendo hasta la última gota de los bolsillos peregrinos y, sobre todo, de turistas jugando a ser peregrinos. Unos y otros –peregrinos y turistas- no son más que cifras para los políticos gallegos.
Así son las cosas, queridos lectores peregrinos. Los que caminan hasta Santiago con sus mochilas a cuestas y sus sudores en la frente, o los que dan pedales, no son otra cosa que parte, y ni siquiera la más importante, de un suculento negocio en el que liban como abejas en la miel los descendientes directos de los negociantes, buhoneros, charlatanes y asaltantes que desde hace muchos siglos han tratado de despojar y saquear las humildes bolsas del peregrino.
Eso sí, adornando ahora el saqueo con campañas de marketing, conciertos rockeros y no sé cuántas otros modos de distraer al personal que se llega a aquellos pagos en avión, tren, autobús o en coche, para que se crean peregrinos por unas horas y compren las chucherías que se les ofrecen. Y así pretenden los políticos de turno levantar la economía gallega.
¡Lo tienen claro! El Camino, el auténtico Camino, no es lo que venden los que diseñan el Xacobeo, empaquetan y envuelven para que se consuma en las tiendas del turismo. El Camino es una ruta de gente humilde, es esfuerzo, es generosidad y es el descubrimiento de lo que en realidad cuenta y lo que es superfluo. Y entre esto último está casi todo lo que venden los políticos como Feijoo y algún otro.
El Camino son los peregrinos, los hospitaleros, las gentes que se esfuerzan en humildes locales por hacer más fácil la vida de los caminantes. Y también algunas Asociaciones de Amigos de las Rutas Jacobeas, empezando por la que fundó el mismísimo Elías Valiña, la AGACS, cuyos fines no son otros que asistir a los peregrinos y mantener el Camino en las mejores condiciones para quienes lo transitan. Son esos, peregrinos, hospitaleros, restauradores y las Asociaciones quienes se preocupan de que haya más y mejores puntos de acogida, menús a precios razonables y todo tipo de infraestructuras, tal y como les enseñaron hombres santos del sendero, como Santo Domingo de la Calzada o San Juan de Ortega.
Y son esas Asociaciones y esos peregrinos u hospitaleros quienes señalan con sus huellas y sus flechas amarillas los Caminos, los auténticos Caminos, y no los que quieran Feijoo y sus acólitos. Son los primeros los que investigan la historia, buscan señales del paso de peregrinos desde la antigüedad y los que escriben guías para ayudar a otros como ellos. Y los otros los que caminan o los que les ayudan para que puedan llegar a Compostela.
Por eso, hay que desconfiar de todos aquellos que ven en el Camino un negocio. Y más aún de quienes quieren hacer del Camino un gran negocio. Pero sobre todo de aquel que, como Feijoo, debería conocer todos los senderos con historia y apoyar a quienes los promueven, en vez de preguntar “qué es eso”.
Sí, señor Feijoo. “Ahora es cuándo, pero el dónde no es Galicia sola, sino el Camino, todas las rutas en su conjunto”, hasta las que usted desconoce. Incluido el hermoso Camino del Sureste, que siguen para alcanzar Galicia los peregrinos que parten de Cartagena, Murcia, Alicante y quienes se les unen a través del Camino Manchego, con origen en Almería, Granada, Jaén o Ciudad Real y muchos otros lugares. O los de la Ruta de la Lana, que a través de intrincadas serranías, por tierras de Cuenca, Guadalajara y Soria, se une en Burgos al Camino Francés.
Aprenda eso, Señor Feijoo, o no va a poder contar usted con la simpatía de muchos miles de peregrinos y hospitaleros abnegados y generosos. los que usted parece conocer.Porque si ahora, este Año Santo, es el cuándo, son todos los senderos jacobeos el dónde, y no sólo los que usted parece conocer.
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