Al servicio de los dioses peregrinos
Viloria de Rioja.- El barcelonés David Vidal abrió el verano pasado un peculiar punto de descanso en el Camino, entre las localidades leonesas de Santibáñez de Valdeiglesias y San Justo de la Vega “Desde el primer día mi intención fue servir a los peregrinos y que la gente vea que la magia del Camino existe, que no todo es dinero”, asegura el barcelonés David Vidal, anfitrión de uno de los lugares más peculiares de la ruta jacobea: La Casa de los Dioses. En una nave agrícola abandonada, situada entre Santibáñez de Valdeiglesias y San Justo de la Vega (León), este antiguo empresario ha habilitado un punto de descanso para los caminantes, con un pequeño puesto con productos ecológicos.
Tras subir un repecho de unos 500 metros, los peregrinos se encuentran de repente en medio del campo con la vieja y precaria nave, decorada con decenas de corazones de todos los tamaños y con un tenderete delante de su puerta repleto de zumos, limonada, café, leche, infusiones, fruta, frutos secos, galletas y bizcocho, todo a su disposición de forma gratuita.
Junto al puesto, un banco permite descansar unos minutos a salvo del calor bajo la sombra de un árbol y una hamaca invita a tumbarse un rato, mientras que los pájaros disfrutan de los restos de comida depositados en unas cestas especialmente preparadas para ellos.
Un pequeño oasis a menos de diez kilómetros de Astorga y muy cerca del Crucero de Santo Toribio que sobrevive a base de donativos. “Yo le digo a todo el mundo que pasa que no den por lo que cogen sino para agradecer a los que vinieron ayer y dejaron algo, y para dar a los que vengan mañana”, apunta su propietario.
David no sólo atiende a los peregrinos en este solitario lugar desde junio del año pasado, sino que también reside allí desde hace nueve meses. En medio de la nada, sin luz ni agua, reconoce que los primeros meses fueron duros pero se muestra satisfecho por la decisión que tomó. “Ha sido una experiencia muy bonita pasar aquí el invierno, con todo lleno de nieve y un pequeño fuego”, apostilla.
Tras “una mala época” en la que tuvo problemas con las drogas, el joven catalán comenzó en 2008 su particular peregrinación. “Terminé dando la vuelta a la Península a pie prácticamente sin recursos durante dos meses. Fue una experiencia muy profunda en la que vi que siempre ocurrían cosas que me ayudaban”, recuerda. Esa vivencia y la lectura del libro ‘Descubre el secreto’ de Janet Attwood, que anima a sus lectores a averiguar sus pasiones, determinaron su futuro. “Hice una lista de lo que quería hacer y la encabezaba estar en un lugar donde pudiera dar servicio a otra gente”, señala.
Así que, con 34 años y dos hijos atrás, David llegó en junio del año pasado a la pequeña localidad maragata de Santa Catalina de Somoza y luego encontró la vieja nave que ahora es su hogar. “Todo se destruyó y he empezado una nueva vida, con una nueva forma de ver las cosas; ahora todo es dar, dar y dar”, explica el joven, quien apostilla que su objetivo es “servir” a los peregrinos porque para él “Dios está en cada persona”.
“En cierto modo, he experimentado el lado del infierno y ahí te das cuenta de la diferencia de pensar sólo en ti y de pensar en los demás”, señala David, quien se levanta todos los días cuando sale el sol para que el tenderete esté listo para los más madrugadores y que sólo abandona La Casa de los Dioses para ir a comprar suministros a Astorga.
“Es una vida muy tranquila y que te enriquece mucho porque dejas de tener necesidades y lo disfrutas, aquí no hay internet ni nada con que entretenerte”, comenta el joven, quien reconoce que también “hay días en los que se te cae un poco el mundo encima, pero luego te recompensa ver lo que haces por los demás” y que además “siempre hay alguien que te echa una mano”.
En su refugio junto al Camino, el antiguo empresario ha encontrado la paz consigo mismo y con los demás. “Para mí la vida es un regalo. Me siento aquí y veo la gente que pasa de todo tipo, el centeno que crece ahí delante..., ésos son los milagros. Es una pasada porque es la misma vida de antes, lo único que cambia es el filtro con el que la miras”, indica, convencido de que “la vida no pasa, cada uno crea la suya”.
David explica que está manteniendo negociaciones con el dueño de la nave agrícola donde está La Casa de los Dioses para comprarla y acondicionarla como un “espacio puro” para el descanso de los peregrinos “sin alcohol ni drogas” y que también quiere colaborar desde allí en la conservación del Camino de Santiago a través de una fundación sin ánimo de lucro cuya creación está tramitando.
Todo porque está convencido de los beneficios que aporta la ruta jacobea a los que la transitan. “El Camino es una representación de la vida porque cuando lo haces compartes, aquí todo el mundo se echa una mano y te encuentras con gran cantidad de gente diferente; es una experiencia muy enriquecedora porque despierta partes de ti mismo y te ayuda a ver que lo que pasó, pasó”, asegura.
El joven remarca que lo más “impactante” es que “cuando crees que tienes una historia muy mala te quedas una semana y ves que no es tan mala”, por lo que anima a todo el mundo a emprender su propio Camino de la forma que elijan. “Para mí da igual que un peregrino duerma en un hotel de cinco estrellas o en un albergue de donativo, lo importante es que haya el mayor número de gente andando”, apostilla.
Los que sigan su consejo lo encontrarán en su casa para los ‘dioses’, recibiendo a todos con una cálida sonrisa y un cariñoso abrazo. “Voy a seguir aquí, lo tengo muy claro porque es un compromiso que tengo con la vida. Si fuera por mí, me iría, pero tengo una obligación con los peregrinos”, asegura David.
Viloria de Rioja.- El barcelonés David Vidal abrió el verano pasado un peculiar punto de descanso en el Camino, entre las localidades leonesas de Santibáñez de Valdeiglesias y San Justo de la Vega “Desde el primer día mi intención fue servir a los peregrinos y que la gente vea que la magia del Camino existe, que no todo es dinero”, asegura el barcelonés David Vidal, anfitrión de uno de los lugares más peculiares de la ruta jacobea: La Casa de los Dioses. En una nave agrícola abandonada, situada entre Santibáñez de Valdeiglesias y San Justo de la Vega (León), este antiguo empresario ha habilitado un punto de descanso para los caminantes, con un pequeño puesto con productos ecológicos.
Tras subir un repecho de unos 500 metros, los peregrinos se encuentran de repente en medio del campo con la vieja y precaria nave, decorada con decenas de corazones de todos los tamaños y con un tenderete delante de su puerta repleto de zumos, limonada, café, leche, infusiones, fruta, frutos secos, galletas y bizcocho, todo a su disposición de forma gratuita.
Junto al puesto, un banco permite descansar unos minutos a salvo del calor bajo la sombra de un árbol y una hamaca invita a tumbarse un rato, mientras que los pájaros disfrutan de los restos de comida depositados en unas cestas especialmente preparadas para ellos.
Un pequeño oasis a menos de diez kilómetros de Astorga y muy cerca del Crucero de Santo Toribio que sobrevive a base de donativos. “Yo le digo a todo el mundo que pasa que no den por lo que cogen sino para agradecer a los que vinieron ayer y dejaron algo, y para dar a los que vengan mañana”, apunta su propietario.
David no sólo atiende a los peregrinos en este solitario lugar desde junio del año pasado, sino que también reside allí desde hace nueve meses. En medio de la nada, sin luz ni agua, reconoce que los primeros meses fueron duros pero se muestra satisfecho por la decisión que tomó. “Ha sido una experiencia muy bonita pasar aquí el invierno, con todo lleno de nieve y un pequeño fuego”, apostilla.
Tras “una mala época” en la que tuvo problemas con las drogas, el joven catalán comenzó en 2008 su particular peregrinación. “Terminé dando la vuelta a la Península a pie prácticamente sin recursos durante dos meses. Fue una experiencia muy profunda en la que vi que siempre ocurrían cosas que me ayudaban”, recuerda. Esa vivencia y la lectura del libro ‘Descubre el secreto’ de Janet Attwood, que anima a sus lectores a averiguar sus pasiones, determinaron su futuro. “Hice una lista de lo que quería hacer y la encabezaba estar en un lugar donde pudiera dar servicio a otra gente”, señala.
Así que, con 34 años y dos hijos atrás, David llegó en junio del año pasado a la pequeña localidad maragata de Santa Catalina de Somoza y luego encontró la vieja nave que ahora es su hogar. “Todo se destruyó y he empezado una nueva vida, con una nueva forma de ver las cosas; ahora todo es dar, dar y dar”, explica el joven, quien apostilla que su objetivo es “servir” a los peregrinos porque para él “Dios está en cada persona”.
“En cierto modo, he experimentado el lado del infierno y ahí te das cuenta de la diferencia de pensar sólo en ti y de pensar en los demás”, señala David, quien se levanta todos los días cuando sale el sol para que el tenderete esté listo para los más madrugadores y que sólo abandona La Casa de los Dioses para ir a comprar suministros a Astorga.
“Es una vida muy tranquila y que te enriquece mucho porque dejas de tener necesidades y lo disfrutas, aquí no hay internet ni nada con que entretenerte”, comenta el joven, quien reconoce que también “hay días en los que se te cae un poco el mundo encima, pero luego te recompensa ver lo que haces por los demás” y que además “siempre hay alguien que te echa una mano”.
En su refugio junto al Camino, el antiguo empresario ha encontrado la paz consigo mismo y con los demás. “Para mí la vida es un regalo. Me siento aquí y veo la gente que pasa de todo tipo, el centeno que crece ahí delante..., ésos son los milagros. Es una pasada porque es la misma vida de antes, lo único que cambia es el filtro con el que la miras”, indica, convencido de que “la vida no pasa, cada uno crea la suya”.
David explica que está manteniendo negociaciones con el dueño de la nave agrícola donde está La Casa de los Dioses para comprarla y acondicionarla como un “espacio puro” para el descanso de los peregrinos “sin alcohol ni drogas” y que también quiere colaborar desde allí en la conservación del Camino de Santiago a través de una fundación sin ánimo de lucro cuya creación está tramitando.
Todo porque está convencido de los beneficios que aporta la ruta jacobea a los que la transitan. “El Camino es una representación de la vida porque cuando lo haces compartes, aquí todo el mundo se echa una mano y te encuentras con gran cantidad de gente diferente; es una experiencia muy enriquecedora porque despierta partes de ti mismo y te ayuda a ver que lo que pasó, pasó”, asegura.
El joven remarca que lo más “impactante” es que “cuando crees que tienes una historia muy mala te quedas una semana y ves que no es tan mala”, por lo que anima a todo el mundo a emprender su propio Camino de la forma que elijan. “Para mí da igual que un peregrino duerma en un hotel de cinco estrellas o en un albergue de donativo, lo importante es que haya el mayor número de gente andando”, apostilla.
Los que sigan su consejo lo encontrarán en su casa para los ‘dioses’, recibiendo a todos con una cálida sonrisa y un cariñoso abrazo. “Voy a seguir aquí, lo tengo muy claro porque es un compromiso que tengo con la vida. Si fuera por mí, me iría, pero tengo una obligación con los peregrinos”, asegura David.
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