La Compostela se creo para diferenciar peregrinos de vagabundos
Viloria de Rioja.- Una sociedad francesa fue la primera en expedir Compostelas a los caminantes para diferenciar a los peregrinos de los vagabundos.
Vagabundo: "Holgazán u ocioso que anda de un lugar a otro, sin tener oficio ni domicilio determinado". Peregrino: "Dicho de una persona que por devoción o por voto va a visitar un santuario, especialmente si lleva el bordón y la esclavina".
Son dos conceptos bien distintos, al menos, en el diccionario. Sin embargo, allá por los años cincuenta, la abundancia de unos y la escasez de otros llevaba a la confusión a las fuerzas del orden.
Eso fue lo que les ocurrió al grupo de diez peregrinos de la Sociedad Francesa de Amigos de Santiago de Compostela, la decana de las asociaciones de divulgación de la Ruta Jacobea, cuando en 1958 se lanzaron por primera vez a la aventura de recorrer un Camino Francés poco transitado y sin señalización: la Guardia Civil les detuvo por vagabundeo.
Adeline Rucquoi (Bruselas, 1949), actual presidenta de la asociación gala, cuenta que ese fue el origen de las credenciales que portan los caminantes: "La sociedad empezó a redactar unas cartas en francés y en español para acreditar que eran peregrinos, a fin de que no tuviesen problemas en la Ruta".
Años después, ya en la década de los sesenta, animados por las campañas del Ministerio de Información y Turismo que dirigía Manuel Fraga Iribarne, empezó a llegar a Santiago un mayor número de peregrinos que pedían en la catedral algún documento que certificase su paso por el Camino, por lo que se hizo necesaria la creación de un documento oficial.
La credencial es hoy una ficha de 14 páginas en la que se incluye un impreso a cumplimentar por asociaciones, parroquias o cofradías en el que estas presentan al peregrino. En el documento desplegable se estampan además los sellos que certifican el paso por distintos puntos de la Ruta, por lo que es una acreditación imprescindible para solicitar la Compostela.
A pesar de que su especialidad es la Historia Medieval, a Adeline Rucquoi no se le escapan ni estos pequeños detalles burocráticos en la historia contemporánea de la Ruta Jacobea.
Desde 1997 participa en el Centro de Estudios de la Sociedad Francesa de Amigos de Santiago, ocupándose de las investigaciones desarrolladas y de la revista Compostelle. Dice que ha sido en el local de la Asociación, en contacto con los peregrinos, donde ha tenido ocasión de aprender más sobre lo que es el Camino hoy.
Es la única mujer del Comité Internacional de Expertos del Camino de Santiago, órgano creado por el Consejo de Europa para elaborar el primer Itinerario Cultural Europeo y recuperado luego por la Xunta como ente asesor para la puesta en valor y la recuperación patrimonial de la Ruta.
Aun así, pese a acumular un gran conocimiento alrededor de lo jacobeo, Adeline Rucquoi no ha obtenido la Compostela, que sólo se otorga a quienes recorren al menos los últimos 100 kilómetros a pie o a caballo, o 200 si son en bicicleta. "He hecho el Camino muchas veces como experta y acompañando a otros especialistas, pero nunca andando, porque el haberme criado en el campo me hace preferir la ciudad", confiesa.
En otro campo, el del conocimiento, vaga sin esfuerzo y hace revelaciones sorprendentes. Asegura que el Códice Calixtino fue un instrumento de la Iglesia para atraer peregrinos cristianos que repoblaran la Península. "El Camino fue potenciado en los siglos XI y XII para incentivar la llegada de peregrinos por vía terrestre, con la esperanza de que se asentaran", explica. "Hasta esa fecha, venían mayoritariamente por mar".
Adeline lee en clave medieval el actual auge de la Ruta Jacobea. Explica que aquellos fueron tiempos de grandes cambios en los que la gente se refugiaba en la fe, de ahí el nacimiento de nuevas órdenes religiosas.
"Ahora también vivimos grandes cambios, y volvemos a aferrarnos a la religión, a las creencias de cualquier tipo; muchos buscan el reencuentro con la naturaleza, con los demás o con ellos mismos". Hay quien en esa búsqueda espiritual encuentra la fe: "En Francia tenemos estudios que revelan que, del total de peregrinos que hacen el Camino, la cifra de los que se confiesan católicos pasa del 20% en la salida de la Ruta, al 80% a su llegada a Santiago".
"En 1950, cuando nació la Sociedad Francesa de Amigos de Santiago nadie habría apostado por el éxito que el Camino tiene hoy", dice Adeline. El Camino era un vago referente cuando el cardenal Quiroga Palacios pidió la colaboración del grupo de historiadores franceses para recuperarlo indagando en la documentación antigua.
El 25 de agosto, los miembros de esta Sociedad vendrán a Santiago para celebrar el 60º aniversario de su creación. A su llegada, el contador del Año Santo habrá superado ya los 150.000 peregrinos. A ninguno lo habrán tomado por vagabundo.
Viloria de Rioja.- Una sociedad francesa fue la primera en expedir Compostelas a los caminantes para diferenciar a los peregrinos de los vagabundos.
Vagabundo: "Holgazán u ocioso que anda de un lugar a otro, sin tener oficio ni domicilio determinado". Peregrino: "Dicho de una persona que por devoción o por voto va a visitar un santuario, especialmente si lleva el bordón y la esclavina".
Son dos conceptos bien distintos, al menos, en el diccionario. Sin embargo, allá por los años cincuenta, la abundancia de unos y la escasez de otros llevaba a la confusión a las fuerzas del orden.
Eso fue lo que les ocurrió al grupo de diez peregrinos de la Sociedad Francesa de Amigos de Santiago de Compostela, la decana de las asociaciones de divulgación de la Ruta Jacobea, cuando en 1958 se lanzaron por primera vez a la aventura de recorrer un Camino Francés poco transitado y sin señalización: la Guardia Civil les detuvo por vagabundeo.
Adeline Rucquoi (Bruselas, 1949), actual presidenta de la asociación gala, cuenta que ese fue el origen de las credenciales que portan los caminantes: "La sociedad empezó a redactar unas cartas en francés y en español para acreditar que eran peregrinos, a fin de que no tuviesen problemas en la Ruta".
Años después, ya en la década de los sesenta, animados por las campañas del Ministerio de Información y Turismo que dirigía Manuel Fraga Iribarne, empezó a llegar a Santiago un mayor número de peregrinos que pedían en la catedral algún documento que certificase su paso por el Camino, por lo que se hizo necesaria la creación de un documento oficial.
La credencial es hoy una ficha de 14 páginas en la que se incluye un impreso a cumplimentar por asociaciones, parroquias o cofradías en el que estas presentan al peregrino. En el documento desplegable se estampan además los sellos que certifican el paso por distintos puntos de la Ruta, por lo que es una acreditación imprescindible para solicitar la Compostela.
A pesar de que su especialidad es la Historia Medieval, a Adeline Rucquoi no se le escapan ni estos pequeños detalles burocráticos en la historia contemporánea de la Ruta Jacobea.
Desde 1997 participa en el Centro de Estudios de la Sociedad Francesa de Amigos de Santiago, ocupándose de las investigaciones desarrolladas y de la revista Compostelle. Dice que ha sido en el local de la Asociación, en contacto con los peregrinos, donde ha tenido ocasión de aprender más sobre lo que es el Camino hoy.
Es la única mujer del Comité Internacional de Expertos del Camino de Santiago, órgano creado por el Consejo de Europa para elaborar el primer Itinerario Cultural Europeo y recuperado luego por la Xunta como ente asesor para la puesta en valor y la recuperación patrimonial de la Ruta.
Aun así, pese a acumular un gran conocimiento alrededor de lo jacobeo, Adeline Rucquoi no ha obtenido la Compostela, que sólo se otorga a quienes recorren al menos los últimos 100 kilómetros a pie o a caballo, o 200 si son en bicicleta. "He hecho el Camino muchas veces como experta y acompañando a otros especialistas, pero nunca andando, porque el haberme criado en el campo me hace preferir la ciudad", confiesa.
En otro campo, el del conocimiento, vaga sin esfuerzo y hace revelaciones sorprendentes. Asegura que el Códice Calixtino fue un instrumento de la Iglesia para atraer peregrinos cristianos que repoblaran la Península. "El Camino fue potenciado en los siglos XI y XII para incentivar la llegada de peregrinos por vía terrestre, con la esperanza de que se asentaran", explica. "Hasta esa fecha, venían mayoritariamente por mar".
Adeline lee en clave medieval el actual auge de la Ruta Jacobea. Explica que aquellos fueron tiempos de grandes cambios en los que la gente se refugiaba en la fe, de ahí el nacimiento de nuevas órdenes religiosas.
"Ahora también vivimos grandes cambios, y volvemos a aferrarnos a la religión, a las creencias de cualquier tipo; muchos buscan el reencuentro con la naturaleza, con los demás o con ellos mismos". Hay quien en esa búsqueda espiritual encuentra la fe: "En Francia tenemos estudios que revelan que, del total de peregrinos que hacen el Camino, la cifra de los que se confiesan católicos pasa del 20% en la salida de la Ruta, al 80% a su llegada a Santiago".
"En 1950, cuando nació la Sociedad Francesa de Amigos de Santiago nadie habría apostado por el éxito que el Camino tiene hoy", dice Adeline. El Camino era un vago referente cuando el cardenal Quiroga Palacios pidió la colaboración del grupo de historiadores franceses para recuperarlo indagando en la documentación antigua.
El 25 de agosto, los miembros de esta Sociedad vendrán a Santiago para celebrar el 60º aniversario de su creación. A su llegada, el contador del Año Santo habrá superado ya los 150.000 peregrinos. A ninguno lo habrán tomado por vagabundo.
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