El Camino de los hermanos
Marx
Por
Mario Clavell Blanch (Peregrino y Profesor de Instituto)
PONGAMOS
a seiscientos peregrinos en Roncesvalles en la tarde del 28 de abril. Digamos
que todos queremos dormir esa noche donde hay literas para quinientos. Imagine
que un ciento lo hacemos en los barracones que montan junto a las obras.
Confusos y excitados.
Después
de la Misa el sacerdote nos da la bendición de Dios "que sacaste a nuestro
Padre Abraham de la ciudad de Ur de los caldeos hacia la tierra
prometida…". Los presentes saben poco del padre Abraham y nada de la
tierra de Ur pero quinientos guiris y cien hispanos recibimos con unción las
divinas palabras.
Piense
en los seiscientos peregrinos rodando barro abajo desde el Pirineo hasta
Pamplona. Mezclados en cien lenguas nos deseamos "¡buen camino!",
única frase compartida y nos sonreímos a la puerta de albergues y fondas, todos
con el cartel de completo. Hemos logrado, sin embargo, plaza en alguno de ellos
cada día. Suba con nosotros a la habitación de treinta metros cuadrados en la
que dormiremos dieciséis peregrinos en ocho literas. De la mochila salen
toallas, camisetas, calcetines, pasta de dientes y jerseys, todos parecidos,
sin lugar para extenderlos. Es la proporción del camarote de los hermanos Marx.
Pues
estamos contentos.
Practico
mi vocación jacobea. –Ultreia!, digo– do you know this word?, o algo
así. No, no saben. Les cuento lo del Dum
Pater Familias, lo del Codex (It’s
lost, really?) y a cambio me enseñan a decirlo en inglés, Forward! De ahora
en adelante grito Forward! pero nadie me entiende.
A la
bendición de peregrinos en los pueblos asistimos finlandeses, un búlgaro, un
coreano, dos colombianos, alemanes a mazo. Los buenos curas piden "y recen
por nosotros al llegar a Santiago", prometido.
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