Rocamadour: Uno de los sitios más hermosos del Camino
Por J. Frisuelos
En el departamento galo de Lot, en pleno sur de Francia –o Midi, como ellos dicen- hay un valle abierto por el río Alzou en la roca calcárea, prácticamente un cañón.
Colgado de las paredes rocosas de un acantilado, formando un paisaje sobrecogedor y en plena ruta jacobea de Le Puy-en- Velay está Rocamadour, que viene del occitano Ròc Amador. La historia y la naturaleza hacen de esta ciudad un lugar único en el mundo.
El nombre tiene su origen en las reliquias de Amadour, cuyos restos hallaron intactos en 1166 los monjes dentro del santuario de Santa María de Rocamadour, una de las misteriosas vírgenes negras del Camino de Santiago.
Quiere una leyenda de origen benedictino que San Amador fuese un eremita que vivió en estos pagos. Tiene bastantes visos de verosimilitud. Pero hay otra más novelesca.
Según esa otra, nacida a fines de la Edad Media, Zaqueo un rico publicano de Jericó casado con la Verónica evangélica, llegó con su familia a estos parajes después de muerto Jesucristo.
Allí adoptó un nombre: Amator o Amadour. Y después fundó un pequeño oratorio en una roca, que más tarde sería llamada Roche d’Amadour (La Roca de Amador o Rocamador), con una mezcla de términos entre la Roca Mayor y la Roca de Amadour.
La ciudad se divide en tres niveles sobre el acantilado. En el primero, hay una estrecha calle por la que se accede a Rocamadour y que serpentea entre los viejos edificios restaurados con espero. Allí se concentran restaurantes y tiendas, en especial de recuerdos. Pero también de productos de la gastronomía local y regional, como la trufa, el foie gras y los vinos.
En el segundo nivel, están las Capillas, Iglesias, Basílica y el Palacio de Rocamadour. El santuario lo forman siete iglesias y de ellas, la Capilla de Notre Dame, parcialmente escavada en la roca, es la que alberga la talla de la Virgen Negra.
En ese nivel es posible también recorrer un pasadizo con el Vía Crucis hasta el Castillo que protegía a la ciudad, los religiosos y los peregrinos, que está emplazado en el tercer nivel y que hoy en día es, sobre todo, un atractivo mirador.
Rocamadour atrae desde hace siglos un peregrinaje mariano muy antiguo inspirado por su Virgen Negra, cuyo cuerpo está cubierto de plata es similar al de la tolosana Nuestra Señora de la Daurada.
Esa peregrinación, iniciada por quienes caminaban hacia Santiago, llevó hasta Rocamadour a gentes de toda condición, desde Reyes a clérigos, desde nobles a simples vasallos y hoy en día ciudadanos. Allí estuvieron predicadores, como Santo Domingo de Guzmán o San Antonio de Pádua (de Lisboa para los portugueses), San Bernardo y hasta San Luís, rey de Francia.
También otros monarcas como Alfonso III de Portugal, Enrique II de Inglaterra, Luis IX de Francia o la reina Blanca de Castilla.
Ahora, su paisaje singular lo ha convertido en “nido” de artistas y meca para los arqueólogos y estudiosos de la Edad Media. O a marinos como, Jacques Cartier o compositores como Francisc Poulenc.
La espectacularidad del paraje la dan los edificios de Rocamadour, que parecen crecer hacia arriba en el acantilado del estrecho valle del Alzou, cuyas paredes rocosas alcanzan en algún punto los 120 metros de altura.
La Capilla de Notre Dame data de 1479 y fue restaurada después de la caída de roca. Una leyenda pretende que su Virgen Negra sería obra del propio San Amador, con ayuda de San Lucas. Las reliquias de Amador se visitaron algún tiempo, pero ya no es posible.
En realidad se trata de una estatua esculpida en el siglo XII, que los peregrinos llamaron Santa Maria de Rocamador, y que los túristas llaman Virgen Negra debido a su tez. En el exterior hay una espada clavada en la roca que se dice que es la mítica Durandal, la espada del legendario héroe Roldán, muerto de las heridas recibidas en una emboscada tendida por los vascones en Roncesvalles.
Muy cerca de la Capilla, los peregrinos tomaban la llamada Vía Santa, para acceder a la calle principal por la Puerta du Figuier (La higuera) y subir hasta la zona religiosa por una empinada escalera de 216 peldaños. Los peregrinos antiguos ascendían por ella arrodillados.
Muchos donaban entonces objetos como recuerdo de su presencia. Hay grilletes de presis liberados, placas de mármol y hasta barquitos donados por marineros que se salvaron del naufragio.
Se recomienda iniciar la visita a Rocamadour en el antiguo hospital de San Juan –L’Hospitalet- que acogía a los peregrinos en el siglo XIII. Descubrimos allí un panorama notable sobre el valle del Alzou, el pueblo, los monumentos religiosos y el castillo.
El castillo que corona el acantilado no es el medieval. Lo que hay ahora es una pared fortificada del siglo XIV y un castillo construido en el siglo XIX, con un campanario del XX.
La popularidad de la Virgen de Rocamadour se extendió a lo largo de las rutas jacobeas y hasta Portugal. En Sangüesa aún existe una talla de Santa María de Rocamadour. Y al serle atribuidos la salvación de marinos, su culto ha llegado hasta Finisterre o Quebec.
Una campana que se guarda en la Capilla de Notre Dame sonaba antiguamente cuando se tenía noticia de un salvamento marítimo atribuido a su intercesión.
Además, los peregrinos ganaban indulgencias plenarias para sus pecados si hacían penitencia y comulgaba en Rocamadour.
Después de la guerra de los Cien Años el culto mariano de Rocamadour perdió fuelle. Mercenarios protestantes la saquearon en 1562 y la Revolución Francesa no impidió la progresiva ruina del lugar. No sería hasta la restauración del siglo XIX cuando recobrase su pujanza, más aún con el renacimiento de las peregrinaciones jacobeas, en el siglo XX. Hoy recibe un millón y medio de visitas al año de peregrinos y simples turistas.
La mayoría quieren llevarse como recuerdo la célebre “sportelle”, una insignia metálica que recibe su nombre de la “sporta” o alforja del peregrino.
Los peregrinos querían llevarse una insignia o un objeto como símbolo de su peregrinación y hasta de reliquia. A menudo llevado su “sportelle” cosida al sombrero o a la peregrina y les servía de salvoconducto para atravesar zonas de guerra.
La de Rocamadour, representa a la Virgen con gesto majestuoso y llevando al Niño Jesús sobre una rodilla. Se fabrica en plomo, bronce, estaño, plata u de oro por artesanos del pueblo.
Además, Rocamadour ha dado su nombre a un queso de cabra que desde 1996 tiene denominación de origen.
Por J. Frisuelos
En el departamento galo de Lot, en pleno sur de Francia –o Midi, como ellos dicen- hay un valle abierto por el río Alzou en la roca calcárea, prácticamente un cañón.
Colgado de las paredes rocosas de un acantilado, formando un paisaje sobrecogedor y en plena ruta jacobea de Le Puy-en- Velay está Rocamadour, que viene del occitano Ròc Amador. La historia y la naturaleza hacen de esta ciudad un lugar único en el mundo.
El nombre tiene su origen en las reliquias de Amadour, cuyos restos hallaron intactos en 1166 los monjes dentro del santuario de Santa María de Rocamadour, una de las misteriosas vírgenes negras del Camino de Santiago.
Quiere una leyenda de origen benedictino que San Amador fuese un eremita que vivió en estos pagos. Tiene bastantes visos de verosimilitud. Pero hay otra más novelesca.
Según esa otra, nacida a fines de la Edad Media, Zaqueo un rico publicano de Jericó casado con la Verónica evangélica, llegó con su familia a estos parajes después de muerto Jesucristo.
Allí adoptó un nombre: Amator o Amadour. Y después fundó un pequeño oratorio en una roca, que más tarde sería llamada Roche d’Amadour (La Roca de Amador o Rocamador), con una mezcla de términos entre la Roca Mayor y la Roca de Amadour.
La ciudad se divide en tres niveles sobre el acantilado. En el primero, hay una estrecha calle por la que se accede a Rocamadour y que serpentea entre los viejos edificios restaurados con espero. Allí se concentran restaurantes y tiendas, en especial de recuerdos. Pero también de productos de la gastronomía local y regional, como la trufa, el foie gras y los vinos.
En el segundo nivel, están las Capillas, Iglesias, Basílica y el Palacio de Rocamadour. El santuario lo forman siete iglesias y de ellas, la Capilla de Notre Dame, parcialmente escavada en la roca, es la que alberga la talla de la Virgen Negra.
En ese nivel es posible también recorrer un pasadizo con el Vía Crucis hasta el Castillo que protegía a la ciudad, los religiosos y los peregrinos, que está emplazado en el tercer nivel y que hoy en día es, sobre todo, un atractivo mirador.
Rocamadour atrae desde hace siglos un peregrinaje mariano muy antiguo inspirado por su Virgen Negra, cuyo cuerpo está cubierto de plata es similar al de la tolosana Nuestra Señora de la Daurada.
Esa peregrinación, iniciada por quienes caminaban hacia Santiago, llevó hasta Rocamadour a gentes de toda condición, desde Reyes a clérigos, desde nobles a simples vasallos y hoy en día ciudadanos. Allí estuvieron predicadores, como Santo Domingo de Guzmán o San Antonio de Pádua (de Lisboa para los portugueses), San Bernardo y hasta San Luís, rey de Francia.
También otros monarcas como Alfonso III de Portugal, Enrique II de Inglaterra, Luis IX de Francia o la reina Blanca de Castilla.
Ahora, su paisaje singular lo ha convertido en “nido” de artistas y meca para los arqueólogos y estudiosos de la Edad Media. O a marinos como, Jacques Cartier o compositores como Francisc Poulenc.
La espectacularidad del paraje la dan los edificios de Rocamadour, que parecen crecer hacia arriba en el acantilado del estrecho valle del Alzou, cuyas paredes rocosas alcanzan en algún punto los 120 metros de altura.
La Capilla de Notre Dame data de 1479 y fue restaurada después de la caída de roca. Una leyenda pretende que su Virgen Negra sería obra del propio San Amador, con ayuda de San Lucas. Las reliquias de Amador se visitaron algún tiempo, pero ya no es posible.
En realidad se trata de una estatua esculpida en el siglo XII, que los peregrinos llamaron Santa Maria de Rocamador, y que los túristas llaman Virgen Negra debido a su tez. En el exterior hay una espada clavada en la roca que se dice que es la mítica Durandal, la espada del legendario héroe Roldán, muerto de las heridas recibidas en una emboscada tendida por los vascones en Roncesvalles.
Muy cerca de la Capilla, los peregrinos tomaban la llamada Vía Santa, para acceder a la calle principal por la Puerta du Figuier (La higuera) y subir hasta la zona religiosa por una empinada escalera de 216 peldaños. Los peregrinos antiguos ascendían por ella arrodillados.
Muchos donaban entonces objetos como recuerdo de su presencia. Hay grilletes de presis liberados, placas de mármol y hasta barquitos donados por marineros que se salvaron del naufragio.
Se recomienda iniciar la visita a Rocamadour en el antiguo hospital de San Juan –L’Hospitalet- que acogía a los peregrinos en el siglo XIII. Descubrimos allí un panorama notable sobre el valle del Alzou, el pueblo, los monumentos religiosos y el castillo.
El castillo que corona el acantilado no es el medieval. Lo que hay ahora es una pared fortificada del siglo XIV y un castillo construido en el siglo XIX, con un campanario del XX.
La popularidad de la Virgen de Rocamadour se extendió a lo largo de las rutas jacobeas y hasta Portugal. En Sangüesa aún existe una talla de Santa María de Rocamadour. Y al serle atribuidos la salvación de marinos, su culto ha llegado hasta Finisterre o Quebec.
Una campana que se guarda en la Capilla de Notre Dame sonaba antiguamente cuando se tenía noticia de un salvamento marítimo atribuido a su intercesión.
Además, los peregrinos ganaban indulgencias plenarias para sus pecados si hacían penitencia y comulgaba en Rocamadour.
Después de la guerra de los Cien Años el culto mariano de Rocamadour perdió fuelle. Mercenarios protestantes la saquearon en 1562 y la Revolución Francesa no impidió la progresiva ruina del lugar. No sería hasta la restauración del siglo XIX cuando recobrase su pujanza, más aún con el renacimiento de las peregrinaciones jacobeas, en el siglo XX. Hoy recibe un millón y medio de visitas al año de peregrinos y simples turistas.
La mayoría quieren llevarse como recuerdo la célebre “sportelle”, una insignia metálica que recibe su nombre de la “sporta” o alforja del peregrino.
Los peregrinos querían llevarse una insignia o un objeto como símbolo de su peregrinación y hasta de reliquia. A menudo llevado su “sportelle” cosida al sombrero o a la peregrina y les servía de salvoconducto para atravesar zonas de guerra.
La de Rocamadour, representa a la Virgen con gesto majestuoso y llevando al Niño Jesús sobre una rodilla. Se fabrica en plomo, bronce, estaño, plata u de oro por artesanos del pueblo.
Además, Rocamadour ha dado su nombre a un queso de cabra que desde 1996 tiene denominación de origen.
Excelente trabajo sobre Rocamadour. ¿Sabeis que en Sevilla existe una Hermandad, de las más antiguas, la de la Soledad de San Lorenzo, que tiene entre sus titulares a la Virgen de Rocamador (castellanización del nombre)? está virgen no se venera en imagen alguna, sin que se trata de un fresco medieval, de aproximadamente el siglo XIV, pintado en una de la paredes de la Iglesia. Sus hermanos llevan sobre el pecho, en el hábito de nazareno, la cruz de San Juan.¿Casualidades o es que a Sevilla llegó ese culto a través del Camino de Santiago?.
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