¿Pero quién no conoce a Zapatones?
Por Cándido de Paz
Decir Santiago es decir Plaza del Obradoiro y entre los personajes de la fauna de esa espléndida plaza de granito hay uno que destaca sobre los demás y que forma parte del paisaje, como el resto de los monumentos que rodean la gran explanada pétrea, Zapatones. E
Decir Santiago es decir Plaza del Obradoiro y entre los personajes de la fauna de esa espléndida plaza de granito hay uno que destaca sobre los demás y que forma parte del paisaje, como el resto de los monumentos que rodean la gran explanada pétrea, Zapatones. E
s con frecuencia el que ocupa el centro del Obradoiro y uno de los más fotografiados…
Un día, el mismísimo Rey de España le dijo con su característica sorna: “Tienes la sala de estar más bonita de España” y Zapatones se lo cuenta a todo el mundo, con el rostro pleno en orgullo y con voz aguardentosa y quebrada. También les aconseja qué ver y que dejar de ver en su ciudad.
Pero ¿quién es Zapatones o el Peregrino de Peregrinos, como le llaman los más exagerados? ¿Qué sabemos de este singular personaje disfrazado a todas horas como los antiguos peregrinos y acicalado con todos los aditamentos propios del personaje que encarna? Y lo más curioso es que, pese a su nombre, él usa sandalias.
Dicen algunos santiagueses que un día Zapatones tendrá un monumento, seguramente una estatua en algún rincón del Obradoiro. ¿Quién sabe? Pero él no se cansa de decir que “quiero que se me reconozca lo que soy ahora, no cuando esté muerto".
De momento a este singular vecino de la capital gallega, que siempre tiene una sonrisa y un gesto amable -sobre todo para quien le dé un óbolo, le pague una taza de ribeiro o le ofrezca un cigarrillo-, le disgusta sobre manera que digan de él que ha sido un ladrón y que es un borrachín.
Juan Carlos Lama Basas, que es el auténtico nombre de Zapatones, o Zapa como le dicen sus más íntimos, admite que “he sido un crápula, y he estado en la cárcel". Su historia, según la cuenta, no ha sido un camino de rosas. Cree que nació en Puente del Puerto, una parroquia de Camariñas, y asegura que le abandonaron de recién nacido.
El mismo explica que cuando tuvo edad investigó su pasado y por ello cree haber venido al mundo en 1954 y que su madre vendía pescado. En su DNI, que no duda en mostrar, dice que es hijo de José y María, como el propio Jesucristo.
Relata igualmente que “me llevaron a la Casa Cuna en Coruña, que era de las Hermanitas de La Caridad. Estuve hasta los 6 años, y después me trasladaron al colegio de los Salesianos y más tarde al de Cambados”.
Dice que por ser mal estudiante le hicieron trabajar con las vacas y el campo. Y por fin le consiguieron un empleo de camarero en un local de renombre que ya no existe, el Fariña. También agradece a los Salesianos cuanto hicieron por él hasta que se marchó al servicio militar y ahora dice que han sido sus auténticos padres.
En la “mili” fue a dar con sus huesos al calabozo por desacato. El recuerda que un sargento engreído se metía con él por ser huérfano hasta que se encaró con él. Le echaron cuatro años y cumplió uno.
Pero Zapatones no oculta su pasado de robos, aunque nunca con violencia. “Nunca amenacé ni causé daño a nadie. No sé por qué lo hice, sería cosas de niños”, explica ahora. Además lamenta haber pagado delitos sin ser culpable.
Sobre su conversión en Zapatones, este curioso individuo recuerda que hizo su primera peregrinación cuando estaba de camarero. Acompañó al hijo de su patrón un único día, desde Cambados. Pero aquella experiencia, dice ahora, “me atrapó”.
Luego, al salir de la cárcel andaba dando tumbos hasta que un día, mirando a la Catedral se le ocurrió vestirse de peregrino a la antigua usanza. Un comerciante de la zona de Platerías tenía un muñeco vestido de peregrino.
“Le pedí el traje, y así fue... Una de sus nueras, Marisa, me decía eres un zapatones y me gustó. De este modo logré ganarme honradamente la vida y empecé a sentir que la sociedad me abría, por fin, las puertas”, dice hoy en día.
Y añade: “No pedía nada, pero la gente me daba dinero por hacerse fotos conmigo, y me dejé la barba”.
Vive de alquiler en Sar y guarda un montón de álbumes de fotos con personajes de distinto tipo. De todos, el Rey es el que más quiere. "Siempre me saluda y me trata bien", dice Zapatones.
En 2003, la entonces ministra Pilar del Castillo le regaló nueva vestimenta, una para invierno y otra para verano. En 2008 renovó de nuevo su indumentaria. Se la había prometido el Al alcalde de Santiago, Xosé Sánchez Bugallo, y la confeccionó la conocida Sastrería Pepecillo, de la Rúa Nova, en la capital compostelana.
Zapatones, alborozado, decía que "veo mi sueño cumplido, porque la esperaba desde hace mucho tiempo" y el dueño explicaba que "no es la primera vez que le hacemos la capa, por lo que ya sabemos sus medidas".
Además, el sastre explicaba que la nueva capa "se ha hecho con un material especial, pensando en él. Se trata de lana merina, menos gorda, y para que los candiles caigan de forma suelta". En ella destaca la Cruz de Santiago y en el nuevo gorro, la tradicional concha peregrina.
Zapatones cobra una pensión de 300 euros. Pero su medio de vida son los visitantes de Compostela. “me dejo fotografiar, y nunca pido. Me dan si quieren", asegura. Él hace a veces de guía y en locales como Casa Román le invitan a comer.
Pese a trabajar en las inmediaciones de uno de los templos de más solera de la cristiandad, dice que “no soy un hombre religioso. Si rezo, lo hago a mi manera". Comparte sus días con Nieves y pese a no estar casados, él lleva alianza.
Cuando le preguntan por las veces que ha peregrinado en el Camino, dice que son tantas que ni se acuerda. Pero otros sostienen que son muchas menos o acaso ninguna. Ello no impide que Zapatones sea uno de los milagros compostelanos.
En cualquier otro lugar, no dejaría de ser un beodo y un vagabundo. En Santiago la cosa es diferente. El Ayuntamiento, convencido de que es un icono más de la ciudad, le ha otorgado una ayuda y la mayor parte de los santiagueses le miran con simpatía mientras se retrata con los turistas, da consejos para el mal de amores en la barra de un bar y ayuda a los que le preguntan.
“Paso el verano informando a la gente de dónde pilla la Oficina del Peregrino y oriento a los despistados” Su actividad veraniega es tremenda y él se multiplica para estar a la altura. Además, deja claro que “tengo la mejor paga posible y es que los peregrinos quieren hacerse una foto con Zapatones. Eso me enorgullece y me hace feliz”. Y dice rotundo que “en verano no me muevo de aquí ni en broma”.
Además, como entendedor del mundo jacobeo, no se priva de hacer las críticas que estima oportunas. Por ejemplo, le indigna que el Cabildo le negase la Compostela –el certificado de haber culminado la peregrinación- a un niño de siete años llegado a pie desde Ponferrada, porque no había hecho la Primera Comunión.
“Si dependiese de mí, se la daba al instante”, dice el barbudo.
Un día, el mismísimo Rey de España le dijo con su característica sorna: “Tienes la sala de estar más bonita de España” y Zapatones se lo cuenta a todo el mundo, con el rostro pleno en orgullo y con voz aguardentosa y quebrada. También les aconseja qué ver y que dejar de ver en su ciudad.
Pero ¿quién es Zapatones o el Peregrino de Peregrinos, como le llaman los más exagerados? ¿Qué sabemos de este singular personaje disfrazado a todas horas como los antiguos peregrinos y acicalado con todos los aditamentos propios del personaje que encarna? Y lo más curioso es que, pese a su nombre, él usa sandalias.
Dicen algunos santiagueses que un día Zapatones tendrá un monumento, seguramente una estatua en algún rincón del Obradoiro. ¿Quién sabe? Pero él no se cansa de decir que “quiero que se me reconozca lo que soy ahora, no cuando esté muerto".
De momento a este singular vecino de la capital gallega, que siempre tiene una sonrisa y un gesto amable -sobre todo para quien le dé un óbolo, le pague una taza de ribeiro o le ofrezca un cigarrillo-, le disgusta sobre manera que digan de él que ha sido un ladrón y que es un borrachín.
Juan Carlos Lama Basas, que es el auténtico nombre de Zapatones, o Zapa como le dicen sus más íntimos, admite que “he sido un crápula, y he estado en la cárcel". Su historia, según la cuenta, no ha sido un camino de rosas. Cree que nació en Puente del Puerto, una parroquia de Camariñas, y asegura que le abandonaron de recién nacido.
El mismo explica que cuando tuvo edad investigó su pasado y por ello cree haber venido al mundo en 1954 y que su madre vendía pescado. En su DNI, que no duda en mostrar, dice que es hijo de José y María, como el propio Jesucristo.
Relata igualmente que “me llevaron a la Casa Cuna en Coruña, que era de las Hermanitas de La Caridad. Estuve hasta los 6 años, y después me trasladaron al colegio de los Salesianos y más tarde al de Cambados”.
Dice que por ser mal estudiante le hicieron trabajar con las vacas y el campo. Y por fin le consiguieron un empleo de camarero en un local de renombre que ya no existe, el Fariña. También agradece a los Salesianos cuanto hicieron por él hasta que se marchó al servicio militar y ahora dice que han sido sus auténticos padres.
En la “mili” fue a dar con sus huesos al calabozo por desacato. El recuerda que un sargento engreído se metía con él por ser huérfano hasta que se encaró con él. Le echaron cuatro años y cumplió uno.
Pero Zapatones no oculta su pasado de robos, aunque nunca con violencia. “Nunca amenacé ni causé daño a nadie. No sé por qué lo hice, sería cosas de niños”, explica ahora. Además lamenta haber pagado delitos sin ser culpable.
Sobre su conversión en Zapatones, este curioso individuo recuerda que hizo su primera peregrinación cuando estaba de camarero. Acompañó al hijo de su patrón un único día, desde Cambados. Pero aquella experiencia, dice ahora, “me atrapó”.
Luego, al salir de la cárcel andaba dando tumbos hasta que un día, mirando a la Catedral se le ocurrió vestirse de peregrino a la antigua usanza. Un comerciante de la zona de Platerías tenía un muñeco vestido de peregrino.
“Le pedí el traje, y así fue... Una de sus nueras, Marisa, me decía eres un zapatones y me gustó. De este modo logré ganarme honradamente la vida y empecé a sentir que la sociedad me abría, por fin, las puertas”, dice hoy en día.
Y añade: “No pedía nada, pero la gente me daba dinero por hacerse fotos conmigo, y me dejé la barba”.
Vive de alquiler en Sar y guarda un montón de álbumes de fotos con personajes de distinto tipo. De todos, el Rey es el que más quiere. "Siempre me saluda y me trata bien", dice Zapatones.
En 2003, la entonces ministra Pilar del Castillo le regaló nueva vestimenta, una para invierno y otra para verano. En 2008 renovó de nuevo su indumentaria. Se la había prometido el Al alcalde de Santiago, Xosé Sánchez Bugallo, y la confeccionó la conocida Sastrería Pepecillo, de la Rúa Nova, en la capital compostelana.
Zapatones, alborozado, decía que "veo mi sueño cumplido, porque la esperaba desde hace mucho tiempo" y el dueño explicaba que "no es la primera vez que le hacemos la capa, por lo que ya sabemos sus medidas".
Además, el sastre explicaba que la nueva capa "se ha hecho con un material especial, pensando en él. Se trata de lana merina, menos gorda, y para que los candiles caigan de forma suelta". En ella destaca la Cruz de Santiago y en el nuevo gorro, la tradicional concha peregrina.
Zapatones cobra una pensión de 300 euros. Pero su medio de vida son los visitantes de Compostela. “me dejo fotografiar, y nunca pido. Me dan si quieren", asegura. Él hace a veces de guía y en locales como Casa Román le invitan a comer.
Pese a trabajar en las inmediaciones de uno de los templos de más solera de la cristiandad, dice que “no soy un hombre religioso. Si rezo, lo hago a mi manera". Comparte sus días con Nieves y pese a no estar casados, él lleva alianza.
Cuando le preguntan por las veces que ha peregrinado en el Camino, dice que son tantas que ni se acuerda. Pero otros sostienen que son muchas menos o acaso ninguna. Ello no impide que Zapatones sea uno de los milagros compostelanos.
En cualquier otro lugar, no dejaría de ser un beodo y un vagabundo. En Santiago la cosa es diferente. El Ayuntamiento, convencido de que es un icono más de la ciudad, le ha otorgado una ayuda y la mayor parte de los santiagueses le miran con simpatía mientras se retrata con los turistas, da consejos para el mal de amores en la barra de un bar y ayuda a los que le preguntan.
“Paso el verano informando a la gente de dónde pilla la Oficina del Peregrino y oriento a los despistados” Su actividad veraniega es tremenda y él se multiplica para estar a la altura. Además, deja claro que “tengo la mejor paga posible y es que los peregrinos quieren hacerse una foto con Zapatones. Eso me enorgullece y me hace feliz”. Y dice rotundo que “en verano no me muevo de aquí ni en broma”.
Además, como entendedor del mundo jacobeo, no se priva de hacer las críticas que estima oportunas. Por ejemplo, le indigna que el Cabildo le negase la Compostela –el certificado de haber culminado la peregrinación- a un niño de siete años llegado a pie desde Ponferrada, porque no había hecho la Primera Comunión.
“Si dependiese de mí, se la daba al instante”, dice el barbudo.
También avisa de que si no mejoran las infraestructuras, el Año Santo 2010 “puede ser un desastre”.
“Tienen que mejorar muchísimo las infraestructuras, si no esto va a ser un desastre", opina y añade que "los políticos deberían hacer que las chaquetas rojas no funcionen sólo en verano, sino que haya guías todo el año".
Se queja de que esos mismos políticos "en ocasiones han intentado utilizar mi imagen en su beneficio", como hacen también otras personas. "Hay libros, camisetas y hasta figuras con mi cara", dice riéndose.
“Tienen que mejorar muchísimo las infraestructuras, si no esto va a ser un desastre", opina y añade que "los políticos deberían hacer que las chaquetas rojas no funcionen sólo en verano, sino que haya guías todo el año".
Se queja de que esos mismos políticos "en ocasiones han intentado utilizar mi imagen en su beneficio", como hacen también otras personas. "Hay libros, camisetas y hasta figuras con mi cara", dice riéndose.
No hay comentarios:
Publicar un comentario