jueves, 5 de noviembre de 2009

Editorial

Las prioridades del Camino en Toledo y Castilla-La Mancha

La vicepresidenta de la Diputación de Toledo, seguramente con buena voluntad, ha escuchado el consejo o petición interesada de una parte de las gentes del Camino. Pero para ser ecuánime en política hay que escuchar a todas las partes antes de sacar conclusiones y tomar decisiones. De otro modo se corre el riesgo de actuar con parcialidad y de modo poco equilibrado. Y de ignorar las verdaderas prioridades del Camino en Toledo y Castilla-La Mancha.
Por la provincia de Toledo pasan dos de las rutas jacobeas , porque se pongan como se pongan, sólo hay un Camino de Santiago y muchas rutas. De una parte, hay una ruta trazada a conveniencia de quienes la han ideado, sin rigor histórico y con mucho de improvisación. Y también buscando una cierta comercialidad. Es lo que llaman Camino de Levante o valenciano y sus creadores (porque hay bastante insolvencia en sostener que ese es un trazado histórico) se comportan con espíritu de rivalidad hacia otras rutas, lo que resulta poco acorde con el espíritu peregrino, tradicionalmente solidario y nada excluyente.
El Camino de Levante sirve, como cualquier otra ruta, para quien lo quiera recorrer. Pero antes de hacerlo debe tomar en cuenta que obliga a dar rodeos y añadir kilometraje a una ruta ya de por sí muy larga (más de 1.200 kilómetros). Además, sus creadores parece que tuvieran algún tipo de animadversión al Camino Francés, porque evitan a toda costa coincidir con esa ruta consagrada como la más importante en la historia de la peregrinación jacobea y reconocida por las instituciones europeas. De ese modo, añaden más y más kilómetros.
Para muchos el Camino de Levante, por más que tenga guía y señales o esté aceptado como uno más, no deja de ser el “invento” de un grupito de personas que querían tener una ruta desde la puerta de su casa. Y respetando el derecho a hacerlo, también hay derecho a discrepar.
Porque por Toledo pasa también otra ruta con muchos más respaldos históricos, que es el Camino de Levante o alicantino, que ha sido recreado ateniéndose a un documento histórico de singular importancia, el Repertorio del cartero real Pedro Juan de Villuga (1546), que reproduce la red de Caminos Reales de Castilla, medidos en leguas, y que es la auténtica guía de carreteras de la antigüedad. Es también un recorrido largo, duro y exigente, que enlaza en Astorga con el Camino Francés.
Comparados en un mapa, el primero es a todas luces un disparate y el otro es la línea recta entre el Mediterráneo y el Atlántico. El segundo cuenta con una guía gratuita y cuidadísima, obra de dos excelentes peregrinos (M. Aliaga y P- Serra) y está jalonado de las tradicionales flechas pintadas por los peregrinos, azulejos y hasta mojones sufragados por los animosos peregrinos de Alicante y Novelda.
La señora Isidora Fernández Cantarero, vicepresidenta de la Diputación de Toledo parece haber apostado por el primero de los Caminos para favorecer su marcación y promoción, olvidándose a todas luces del segundo, que cuenta con más asociaciones de amigos del Camino, incluso en su provincia (el de Levante no tiene más promotor que la asociación valenciana).
Seguramente lo ha hecho por ignorancia de los hechos y puede que hasta por buena voluntad. Pero pudiera suceder que alguien haya llevado sus aguas interesadamente a un molino valenciano. En todo caso, sin renunciar a apoyar a los de Valencia, lo suyo sería que tratase de dar respaldo a todos, y en especial a los que se apoyan en la historia más que en intereses privados.
Las asociaciones de amigos del Camino de Castilla-La Mancha, la región de la que forma parte Toledo, respaldan sin ambigüedad al Camino del Sureste. Ahí están los de Albacete, Ciudad Real y la recién creada de Toledo. Porque sin renunciar a acoger y ayudar a los que vienen de Valencia, el estímulo principal es a los que siguen el trazado histórico del Camino Real.
Pero es que hay más: las carencias más importantes de las rutas jacobeas en Toledo y Castilla-La Mancha no son las señales o los folletos turísticos. Lo que se necesita en una ruta que atraviesa estas tierras frías en invierno y tórridas en verano son fuentes, sombras, albergues adecuados y frecuentes y andaderos seguros que permitan al peregrino evitar los peligros de la carretera. Esas son las auténticas prioridades y por ellas luchan las mencionadas asociaciones.
Desde la antigüedad, o si se quiere desde que miles de europeos comenzaron a peregrinar al Finisterre para visitar la tumba del Apóstol Santiago, los caminantes han puesto tres condiciones a las rutas elegidas: seguridad, comodidad en lo posible y rectitud.

La peregrinación es una prueba de fondo, pero no se trata de sumar kilómetros, como parecen pretender los de Valencia con apoyo de doña Isidora Fernández Cantarero.
Los peregrinos medievales que fueron de Valencia a Santiago, según testimonios históricos, lo hicieron siguiendo el camino de los esquiladores ambulantes, es decir, la Ruta de la Lana, que enlazaba en Burgos con el Camino Francés a través de las sierras conquenses y sorianas. No es probable que diesen un rodeo hasta Albacete, más al sur de Valencia, para cruzar la calurosa Mancha. Pero nada impide que quienes lo deseen hoy puedan hacerlo. Lo que no se entiende es que se niegue el apoyo a quien se apoya en la historia para dárselo al que inventa a su antojo.
Ninguna otra ruta conocida da extraños rodeos y todas, antes o después, vienen a integrarse en ese caudaloso río de peregrinos que confluye en Compostela a través del Camino Francés. Bueno, todos no, porque los portugueses lo hacen por su propia ruta, pero mirando un mapa peninsular eso es más fácil de entender.

No hay comentarios:

Publicar un comentario