viernes, 17 de junio de 2011

Editorial

Peregrinos indignados

Sí, aunque parezca mentira, ese es el sentimiento de muchos de quienes llevamos en el corazón al Camino de Santiago, a todas y cada una de las rutas que llevan a los peregrinos desde hace mas de mil años hasta Compostela: Indignación.
O como quieran llamarlo: Cabreo monumental, decepción profunda, asqueo o hartazgo hacia unos políticos que actúan en éste, como en otros casos, con un enorme desprecio a lo que de verdad preocupa a la gente.
Para políticos como los de algunas administraciones que bordean los Caminos a Santiago (sean del color que sean), lo que para otros supone espiritualidad, generosidad, hospitalidad, esfuerzo y escuela de valores, para ellos no deja de ser un negociete y campo de ensayo al que aplicarle todo tipo de experimentos, sean estos o no vejatorios o degradantes (¡que lo son!).
Sucede en La Rioja, en algunos puntos de Castilla y León y desde luego en Galicia, siendo seguramente este caso el mas preocupante de todos.
Pero siguiendo el ejemplo hay abusos consentidos y tolerados en el resto de las regiones, sean estas Extremadura, Castilla-La Mancha o Andalucía.
Y aunque hay políticos que ayudan a que el Camino se conserve y el peregrino reciba asistencia, son una minoría, como unas gotas de agua en un proceloso mar de alcaldes o responsables regionales a quienes sólo interesa el Camino si produce algo.
Seguramente no comprenden estos políticos –reconocidos en las encuestas por los ciudadanos como tercer problema que más les preocupa desde hace tiempo- que el Camino es un bien histórico, cultural y espiritual que debe ser preservado tal y como se ha mantenido desde muchos siglos atrás para el disfrute de las futuras generaciones. Sea o no sea productivo.
Así lo entendió en su día la UNESCO cuando acordó declararlo como parte del Patrimonio de la Humanidad, lo que significa que no es ya nuestro, sino de todo el género humano y que cualquier gobernante regional o alcalde de alguno de los pueblos por los que pasa no tienen ningún derecho a alterarlo o mancillarlo en nombre del progreso o de su propio capricho.
Ni con refinerías, ni con campos de golf –en un país que en un muchos por ciento es un secarral-, ni con instalaciones de aerogeneradores o huertos de paneles solares, ni con centros comerciales y menos aún con basureros. Eso no era lo que esperaba la UNESCO.
En estos días hemos conocido un informe de ICOMOS, la voz del Patrimonio Mundial entre nosotros, sobre el trazado del Camino en Burgos, merecedor de durísimos calificativos para una ciudad y una provincia que se consideran la mitad del Camino Francés. Vergüenza debería darles.
Hape Kerkeling, el cómico alemán que ha vendido millones de libros sobre su caminata hasta Compostela y de ese modo ha “empujado” al Camino a muchos de sus compatriotas, confesaba hace un par de años que lo que menos le había gustado eran las entradas a Burgos y a León. De la misma opinión serían tantísimos peregrinos obligados a pasar por unos horrorosos polígonos industriales, con riesgo para sus personas por el intenso tráfico.
Pero es que no es la única atrocidad y dice poco de nosotros, españolitos que hemos sido bendecidos con un bien como el Camino. Y es que alguien tiene que elevar la voz, desde la indignación, y decir que ¡BASTA YA! de hacer tropelías en el Camino, en todas las rutas…
EL CAMINO NO SE TOCA es la lección que deberían aprender incluso copiándola mil veces esos majaderos que no saben resolver los problemas de la gente y se atreven a destruir los valores conservados milagrosamente desde hace siglos.
Bien es cierto que esos políticos de destructiva audacia tienen cómplices en las filas peregrinas. O al menos entre quienes dicen serlo.
Los tienen en ciertos movimientos asociativos que venden su alma al diablo a cambio de alguna ayuda o actos que les den relumbrón. Para algunos, participar en movimientos llamados jacobeos supone, y no lo ocultan, la posibilidad de recibir subvenciones o salir en los medios de comunicación. Y a cambio están dispuestos a lo que sea.
Pero no menos cómplices son quienes se mantienen indiferentes. Porque por omisión permiten que al Camino se le haga todo tipo de ultrajes y, aunque en voz baja lo lamentan, no desean alzarla para protestar, por temor a irritar al que consideran poderoso.
Taparse los ojos y los oídos, cerrar la boca y callar ante tanto abuso, equivale a invitar a esos tipos a que sigan con su campaña de destrucción sistemática del Camino. Y si no nos unimos las gentes del Camino, peregrinos, hospitaleros y gente de las asociaciones jacobeas, no tardará el día en que de lo que conocimos hace unos años, no quede más que una caricatura. O mejor, el parque temático que quieren recrear en la Ruta de las Estrellas. Por eso estamos indignados y más aún debemos estarlo.

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