Las peregrinaciones jacobeas y Martín Lutero
Por C. de Paz
Viloria de Rioja.- Una de las grandes paradojas de la historia jacobea es que, siglos después de que Martín Lutero le declarase la guerra considerando inútiles las peregrinaciones y desaconsejándolas a sus seguidores, hay probablemente entre los contingentes que recorren el Camino de Santiago numerosos alemanes luteranos y protestantes de otras nacionalidades.
En esa medida, su desaforada acometida contra Compostela, el fenómeno de la peregrinación y hasta el mismísimo Apóstol podría considerarse un rotundo fracaso.
No menos paradójico resulta que a menudo las críticas más severas a las peregrinaciones hayan partido de las filas de la propia iglesia o de eclesiásticos cristianos.
Desde la propia iglesia se comprendió y criticó, por ejemplo el deterioro de algunos de sus aspectos, como las falsas y desviadas peregrinaciones, o a aquellos que se aprovechaban de los peregrinos. Todo esto está reflejado en los textos desde el principio, como sucede en el Códice Calixtino en el sermón Veneranda Dies.
Pero hay otra crítica mucho más profunda, en lo que tiene de ataque a la Iglesia Católica, porque se refiere al valor y significado mismo de la peregrinación, atribuyéndole carácter de inutilidad absoluta y desaconsejando su práctica.
Esta segunda parte habría de darse a partir del siglo XVI, fundamentalmente en Centroeuropa y contra Roma. Hasta el punto de que sería esencial en el decaimiento de la peregrinación a partir de entonces.
Fue el holandés Erasmo quien primero abrió fuego en términos teológicos desde uno de los puntos de partida de los peregrinos.
Pero los ataques más duros y descarnados fueron obra del alemán Martín Lutero. Para algunos estudiosos procede de una oposición fóbica y patológica, como ataque a la Iglesia, hasta tal punto que Lutero cita hasta 275 veces a Santiago y a las peregrinaciones a la tumba del Apóstol con motivos descalificatorios, demostrando ser el Camino de Santiago una de sus principales preocupaciones, y demostrando a la vez el arraigo que tenía el mismo en los países centroeuropeos.
El padre de la reforma protestante puso todo su empeño de 1518 a 1545 para denostar y desaconsejar la práctica de la peregrinación en general y la de Santiago en particular. Las formulaciones para hacerlo son de variada consideración, desde las puramente teológicas hasta las críticas al culto jacobeo, o la inutilidad de encontrar a Dios en esos caminos.
Desde la crítica teológica dice "…No cometería ningún pecado el que dejase de hacer todas esas peregrinaciones y se quedase en casa, pues no son obligatorias … hay mejores y más fáciles maneras de servir a Dios: tales como socorrer a los necesitados, cumplir con sus deberes familiares … esas peregrinaciones obedecen a muchas razones, y raras veces son éstas justas …"
Lo que considera superfluo y erróneo de las mismas lo comenta del siguiente modo "… Muchos se creen obligados a ir a Roma o a Santiago para ganar indulgencias: esto es un error y no trae provecho ninguno … La auténtica forma de peregrinación es la caridad al prójimo … El que por peregrinar a Santiago descuida las obligaciones de su profesión va derechamente al infierno … Allá corren a Santiago y a los pobres que son el verdadero santuario, los dejan abandonados y echados por las calles …¿Qué demonio tengo que hacer yo en Santiago? ¿Debo ir a buscar al prójimo a Roma? Bastante prójimo tengo yo aquí con mi mujer, los hijos y los pobres …
De la imposibilidad de encontrar a Dios en esos lugares refiere "… En nuestros tiempos predomina un error muy difundido por todas partes, que en apariencia por motivos religiosos pero en realidad contra toda religión mueve a muchos a ir a Roma, a Jerusalén, a Santiago y a otros lugares, como si el reino de Dios no estuviese dentro de ellos mismos …"
Su agria crítica a Santiago como santo benefactor de peregrinos está implícita en toda su obra, pero lo concreta del siguiente modo "… Pregúntate a ti mismo sobre el primer mandamiento y verás que obras contra Dios al creer que Santiago puede ayudarte más que Dios. Rechaza pues el error y concluye que el que sirve a Dios hace una promesa a Dios, pero quien promete algo a Santiago hace un voto de idolatría y reniega de Dios …".
También hay referencias a la autenticidad de las reliquias de Santiago "…De que manera ha llegado a Compostela .. Hay quien dice que está enterrado en Tolosa de Francia …Dejadlo reposar no vayáis allí, porque igual lo que está enterrado allí es un perro muerto o un caballo …No hay que ir a Santiago, sino a Cristo …"
Acaso lo peor de sus ataques son lo que encierran de negación de la buena voluntad de los peregrinos que con fe y bondad hacían el Camino. La virulencia de Lutero es sólo comparable a la cólera dogmática de aquellos a los que él trataba de oponerse, cayendo en sus mismos errores de apropiación absoluta de la verdad, y la negación de la libertad que él propugnaba. La fe, en cualquier idea, ni se impone ni se prohíbe. Lo contrario es dictadura ideológica. Otra cosa es corregir el abuso.
Como se decía, la gran paradoja es que hoy en día son muchos los alemanes –y luteranos para más sarcasmo- quienes recorren las rutas jacobeas hasta Compostela y hasta Finisterre y Muxía. Como lo es que haya sido un teólogo español y enamorado del Camino, Manuel Santos Noya, quien haya descubiertola edición en latín de la Biblia que sirvió a Lutero para traducir el Nuevo Testamento al alemán, y que el fundador de la Iglesia evangélica utilizó de forma personal y llenó de anotaciones llenas de interés. Santos Noya, gallego, ha llegado a comentar con ironía que "Santiago y Lutero probablemente se hayan encontrado y reconciliado".
Pero no acaban ahí las paradojas. Aunque Lutero se convirtió en azote de las peregrinaciones, con el tiempo en Alemania se ha creado una vía de peregrinación para que sus partidarios se ejerciten: los 410 kilómetros del Camino de Lutero.
Este, inaugurado hace unos años en Sajonia-Anhalt, al este de Alemania, cuenta con 34 etapas situadas entre Eisleben, sitio de nacimiento del padre de la reforma, y Wittenberg, donde en 1517 Lutero publicó sus entonces polémicas 95 tesis con las que se inició el cisma eclesiástico. Ambos lugares han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Y por si fuera poco, el Papa de Roma, heredero de la iglesia con la que Lutero rompió, es un alemán como él: Joseph Ratzinger, que tiene en su escudo pontificio una vistosa vieira, símbolo de la Iglesia peregrina.
Por C. de Paz
Viloria de Rioja.- Una de las grandes paradojas de la historia jacobea es que, siglos después de que Martín Lutero le declarase la guerra considerando inútiles las peregrinaciones y desaconsejándolas a sus seguidores, hay probablemente entre los contingentes que recorren el Camino de Santiago numerosos alemanes luteranos y protestantes de otras nacionalidades.
En esa medida, su desaforada acometida contra Compostela, el fenómeno de la peregrinación y hasta el mismísimo Apóstol podría considerarse un rotundo fracaso.
No menos paradójico resulta que a menudo las críticas más severas a las peregrinaciones hayan partido de las filas de la propia iglesia o de eclesiásticos cristianos.
Desde la propia iglesia se comprendió y criticó, por ejemplo el deterioro de algunos de sus aspectos, como las falsas y desviadas peregrinaciones, o a aquellos que se aprovechaban de los peregrinos. Todo esto está reflejado en los textos desde el principio, como sucede en el Códice Calixtino en el sermón Veneranda Dies.
Pero hay otra crítica mucho más profunda, en lo que tiene de ataque a la Iglesia Católica, porque se refiere al valor y significado mismo de la peregrinación, atribuyéndole carácter de inutilidad absoluta y desaconsejando su práctica.
Esta segunda parte habría de darse a partir del siglo XVI, fundamentalmente en Centroeuropa y contra Roma. Hasta el punto de que sería esencial en el decaimiento de la peregrinación a partir de entonces.
Fue el holandés Erasmo quien primero abrió fuego en términos teológicos desde uno de los puntos de partida de los peregrinos.
Pero los ataques más duros y descarnados fueron obra del alemán Martín Lutero. Para algunos estudiosos procede de una oposición fóbica y patológica, como ataque a la Iglesia, hasta tal punto que Lutero cita hasta 275 veces a Santiago y a las peregrinaciones a la tumba del Apóstol con motivos descalificatorios, demostrando ser el Camino de Santiago una de sus principales preocupaciones, y demostrando a la vez el arraigo que tenía el mismo en los países centroeuropeos.
El padre de la reforma protestante puso todo su empeño de 1518 a 1545 para denostar y desaconsejar la práctica de la peregrinación en general y la de Santiago en particular. Las formulaciones para hacerlo son de variada consideración, desde las puramente teológicas hasta las críticas al culto jacobeo, o la inutilidad de encontrar a Dios en esos caminos.
Desde la crítica teológica dice "…No cometería ningún pecado el que dejase de hacer todas esas peregrinaciones y se quedase en casa, pues no son obligatorias … hay mejores y más fáciles maneras de servir a Dios: tales como socorrer a los necesitados, cumplir con sus deberes familiares … esas peregrinaciones obedecen a muchas razones, y raras veces son éstas justas …"
Lo que considera superfluo y erróneo de las mismas lo comenta del siguiente modo "… Muchos se creen obligados a ir a Roma o a Santiago para ganar indulgencias: esto es un error y no trae provecho ninguno … La auténtica forma de peregrinación es la caridad al prójimo … El que por peregrinar a Santiago descuida las obligaciones de su profesión va derechamente al infierno … Allá corren a Santiago y a los pobres que son el verdadero santuario, los dejan abandonados y echados por las calles …¿Qué demonio tengo que hacer yo en Santiago? ¿Debo ir a buscar al prójimo a Roma? Bastante prójimo tengo yo aquí con mi mujer, los hijos y los pobres …
De la imposibilidad de encontrar a Dios en esos lugares refiere "… En nuestros tiempos predomina un error muy difundido por todas partes, que en apariencia por motivos religiosos pero en realidad contra toda religión mueve a muchos a ir a Roma, a Jerusalén, a Santiago y a otros lugares, como si el reino de Dios no estuviese dentro de ellos mismos …"
Su agria crítica a Santiago como santo benefactor de peregrinos está implícita en toda su obra, pero lo concreta del siguiente modo "… Pregúntate a ti mismo sobre el primer mandamiento y verás que obras contra Dios al creer que Santiago puede ayudarte más que Dios. Rechaza pues el error y concluye que el que sirve a Dios hace una promesa a Dios, pero quien promete algo a Santiago hace un voto de idolatría y reniega de Dios …".
También hay referencias a la autenticidad de las reliquias de Santiago "…De que manera ha llegado a Compostela .. Hay quien dice que está enterrado en Tolosa de Francia …Dejadlo reposar no vayáis allí, porque igual lo que está enterrado allí es un perro muerto o un caballo …No hay que ir a Santiago, sino a Cristo …"
Acaso lo peor de sus ataques son lo que encierran de negación de la buena voluntad de los peregrinos que con fe y bondad hacían el Camino. La virulencia de Lutero es sólo comparable a la cólera dogmática de aquellos a los que él trataba de oponerse, cayendo en sus mismos errores de apropiación absoluta de la verdad, y la negación de la libertad que él propugnaba. La fe, en cualquier idea, ni se impone ni se prohíbe. Lo contrario es dictadura ideológica. Otra cosa es corregir el abuso.
Como se decía, la gran paradoja es que hoy en día son muchos los alemanes –y luteranos para más sarcasmo- quienes recorren las rutas jacobeas hasta Compostela y hasta Finisterre y Muxía. Como lo es que haya sido un teólogo español y enamorado del Camino, Manuel Santos Noya, quien haya descubiertola edición en latín de la Biblia que sirvió a Lutero para traducir el Nuevo Testamento al alemán, y que el fundador de la Iglesia evangélica utilizó de forma personal y llenó de anotaciones llenas de interés. Santos Noya, gallego, ha llegado a comentar con ironía que "Santiago y Lutero probablemente se hayan encontrado y reconciliado".
Pero no acaban ahí las paradojas. Aunque Lutero se convirtió en azote de las peregrinaciones, con el tiempo en Alemania se ha creado una vía de peregrinación para que sus partidarios se ejerciten: los 410 kilómetros del Camino de Lutero.
Este, inaugurado hace unos años en Sajonia-Anhalt, al este de Alemania, cuenta con 34 etapas situadas entre Eisleben, sitio de nacimiento del padre de la reforma, y Wittenberg, donde en 1517 Lutero publicó sus entonces polémicas 95 tesis con las que se inició el cisma eclesiástico. Ambos lugares han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Y por si fuera poco, el Papa de Roma, heredero de la iglesia con la que Lutero rompió, es un alemán como él: Joseph Ratzinger, que tiene en su escudo pontificio una vistosa vieira, símbolo de la Iglesia peregrina.
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