lunes, 27 de junio de 2011

Testimonios Peregrinos

Humildad

Por Cándido de Paz
De un tiempo a esta parte se observa en el Camino de las Estrellas una carencia de la primera virtud que debería adornar a un peregrino: la humildad.
Todos cuantos se proponen emular a los peregrinos de otro tiempo tendrían que tomar como punto de referencia no ya cómo vestían, dónde se alojaban o qué enfermedades padecían.
Lo que hay que fijarse y emular si se es capaz es la humildad.
Con humildad se enfrenta uno al esfuerzo de caminar y se acepta aquello que la generosidad del prójimo pone a nuestra disposición. Humildemente aceptamos las limitaciones de los otros peregrinos y lo que la vida nos depara. Y también hay que ser humilde para aceptar nuestras limitaciones.
Siendo humildes no nos vanagloriamos de ayudar al peregrino que pasa por nuestra puerta, ni buscamos que esa acción tenga eco en los periódicos o sea loada por los demás. La ayuda humilde y discreta es doblemente generosa.
Por humildad no pedimos, sino que agradecemos aquello que no es dado.
Por humildad ayudamos a otros peregrinos y a la gente en general, sin esperar agradecimiento o compensación. Y es con humildad como recibimos el mejor pago por la ayuda, que no es otra cosa que una hermosa sonrisa.
Leemos en una red social llamar “indómita” a una peregrina que ha contribuido a señalar la Vía Francígena en Italia. ¡Qué despropósito! Un peregrino es tenaz, esforzado, pero no indómito. Y ese es el caso de Cristina, la peregrina. Humilde y tenazmente ha movido Roma con Santiago –y nunca mejor dicho- para ayudar a tantos anónimos caminantes que llegarán a la Ciudad Eterna siguiendo sus señales.
Como lo hacen sin publicidad cientos de peregrinos y voluntarios que cada año, bote de pintura en mano, repasan las flechas amarillas para que los caminantes no extravíen la ruta.
Vemos ahora a las aves rapaces del Camino, que organizan encuentros o congresos de peregrinos y otros festejos turísticos al amparo de la generosidad de los caminantes, llamar alimañas a quienes no les ríen las gracias y han entendido que detrás de su actitud hay una jugosa operación de marketing.
¿Y sabéis por qué insultan a quien no les ríe las gracias? ¡Porque carecen de humildad! Por más que digan servir al peregrino, son ellos quienes se sirven de los caminantes. Les falta h
umildad para aceptar que a otros no les guste lo que ellos hacen.
Humildad es la que derrochan muchos hospitaleros a lo largo de las rutas jacobeas, que dan lo mejor de sí, sin esperar nada a cambio.
Hospitaleros como Tomás de Manjarín, como Jato, como Itavira en Vega de Valcárcel o Acacio y Orietta en Viloria de Rioja, o D. Daniel en Novés. Como Begoña en Fisterra o en tantos remotos lugares de las rutas que llevan a Compostela y al fin del mundo.
La verdadera humildad es la que se nos muestra en la cena del albergue, remedo de la última cena del Cristo con sus discípulos, en vez del banquete con espectáculo de tantos encuentros de supuestos peregrinos.
La verdadera humildad se esconde en la botella de agua recalentada por la marcha que nos tiende otro peregrino viéndonos con el gaznate reseco y tirados a un lado del Camino.
La humildad que agasaja a los peregrinos es la de ese campesino que para el tractor para saludar, ofrecer ayuda y desear ¡Buen Camino! Es también, claro que sí, la sonrisa de esa mujer curtida por el sol que hace un gesto con su mano al que pasa por su puerta.
Humildad es la que predican con el ejemplo tantas comunidades religiosas y párrocos de pueblo que ofrecen acogida a las almas y a los cuerpos de los peregrinos.
Y sin humildad, sin generosidad callada y esfuerzo personal, ni hay Camino ni se es peregrino por más kilómetros que se acumulen en las pantorrillas y más Compostelas que cuelguen en nuestras paredes.

1 comentario:

  1. Belíssimo texto...a humildade é uma virtude maravilhosa se bem vivida na vida e especialmente no Caminho de Santiago!
    São essas virtudes que fazem do caminante um verdadeiro peregrino.
    Abraço !
    Leila Liz Amadei Pegoraro-Brasil

    ResponderEliminar