sábado, 28 de abril de 2012

Albergues del Camino


Fisterra duplica sus albergues y podría llegar en breve a diez

Carballo.- La masiva afluencia de peregrinos ha dado a Fisterra (y a otras localidades de la Costa da Morte, aunque en menor grado) una vitalidad casi impensable hace quince años. Sobre todo, gracias a la iniciativa privada, que es la que está aprovechando esos flujos.
En la actualidad funcionan en la localidad un albergue público y cuatro privados, además de todos los pisos, hostales y hoteles en los que se alojan los caminantes y ciclistas. Esa oferta podría duplicarse en breve, según los trámites de diversos promotores que están en marcha, según confirmaron ayer tanto el regidor, José Manuel Traba, como el teniente de alcalde y responsable de Cultura, Santiago Insua Esmorís-Recamán. De hecho, ayer mismo se publicó en el Boletín Oficial da Provincia una solicitud para la apertura de otro albergue en la calle Potiña, cerca de A Insua y de la carretera que lleva al faro. Otras dos instalaciones están en marcha en la calle Santa Catalina, la que baja del Concello a la hospedería pública, una ya en obras y con licencia, y otra pendiente de un informe. Además, en Buxán (Sardiñeiro), cerca de Rostro, existe otro proyecto en marcha, sobre el que esta misma semana el regidor se interesó en Patrimonio. Y, además, hay una iniciativa más, aún pendiente de desarrollar, en el centro de la localidad. Todos ellos ofrecerán centenares de plazas de bajo coste. Uno de sus competidores desleales son las habitaciones que se ofrecen sin control y sin la alta turística. Traba asegura que «cada vez son menos os que actúan así», bien porque se regularizan, o porque abandonan esa práctica debido a las inspecciones.
Lo que no aumenta en lo que va de año son los peregrinos. En los cuatro primeros meses del año 2011 se contabilizaron 2.098 en el registro del albergue municipal. Este año, hasta ayer (con cuatro días pendientes para terminar el mes), se habían anotado 1.638. Son cifras oficiales, pero no las totales, puesto que algunos (o muchos) de los peregrinos que llegan no acuden allí a sellar la fisterrana, la credencial del caminante.

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