Un peregrino de Talavera a Santiago y a Chaián para visitar a un gallego afectado de esclerosis múltiple
Santiago.- Un peregrino de Talavera de la Reina, en Toledo, ha recorrido más de 1.000 kilómetros hasta Compostela y después hasta Chaián, para visitar a un enfermo incurable de esclerosis múltiple que lleva 12 años sin poder moverse.
José María Arroyo, el de Talavera, y José Manuel López, el de Chaián (Trazo), no se conocían de nada. Les unen la desgracia y el espíritu de lucha.
Hace seis años, al talaverano le alcanzó una mala noticia. Su hija, de 30 años, comenzaba a experimentar síntomas inequívocos de esclerosis múltiple, una terrible enfermedad, degenerativa e incurable. Es el mismo mal que tiene postrado a López, que vive el drama añadido de la falta de atención.
Hace unos meses, el de Talavera que anda metido en una guerra en demanda de mayor investigación y atención social para los pacientes de esclerosis, leía en la página de internet de un periódico gallego la historia de José Manuel López.
"Sufro esclerosis desde hace doce años y tengo que pagarme hasta el fisio", denunciaba el joven. La injusticia social que relataba a modo de biografía conmovió a Arroyo, hombre comprometido no sólo con la batalla contra la enfermedad sino con el consuelo y la compañía a quienes la padecen y se sienten, como José Manuel, solos y olvidados por el mundo.
Arroyo, profundamente creyente y "convencido de la fe y la esperanza", inició entonces el cuaderno de bitácora de una peregrinación no sólo en el espacio sino también en las conciencias: diseñó un itinerario de marcha peregrina por distintas cunas de fe hasta Santiago, para terminar después en Trazo, acompañando a José Manuel en su propia casa, de la que él no puede moverse.
Ofrecido en una promesa tras la enfermedad de su hija, José María Arroyo, partió el pasado 27 de abril de Talavera con un propósito inamovible, llegar a Compostela sin ayuda alguna para desplazarse más que sus piernas, las que no sostienen a su hija.
Rezó ante el Cristo de la Victoria en Cáceres, después en Fátima y por la costa portuguesa a Bayona, Padrón y Santiago.
En la tarde del día de San Isidro, festivo en Talavera, culminaba su viaje espiritual en Chaián, donde sentado a los pies de la cama de José Manuel le recordaba que su drama es el de muchos y que la unión y la fe generan esperanza.
Esperanza de que el enfermo gallego reciba de una vez la ayuda que necesita, de que se investigue contra una enfermedad que sufren más de 4.000 españoles y de que la angustia de los enfermos se deje oír más allá de sus habitaciones.
“Más de mil kilómetros para venir a verte. Y lo que queda de vuelta. Pero con mucho gusto", le dijo José María Arroyo al otro, que le replicó "¿Por qué no me llevas a mi también". Y el de Talavera le contestó: "Si pudiera prestarte mis piernas...".
José María Arroyo, el de Talavera, y José Manuel López, el de Chaián (Trazo), no se conocían de nada. Les unen la desgracia y el espíritu de lucha.
Hace seis años, al talaverano le alcanzó una mala noticia. Su hija, de 30 años, comenzaba a experimentar síntomas inequívocos de esclerosis múltiple, una terrible enfermedad, degenerativa e incurable. Es el mismo mal que tiene postrado a López, que vive el drama añadido de la falta de atención.
Hace unos meses, el de Talavera que anda metido en una guerra en demanda de mayor investigación y atención social para los pacientes de esclerosis, leía en la página de internet de un periódico gallego la historia de José Manuel López.
"Sufro esclerosis desde hace doce años y tengo que pagarme hasta el fisio", denunciaba el joven. La injusticia social que relataba a modo de biografía conmovió a Arroyo, hombre comprometido no sólo con la batalla contra la enfermedad sino con el consuelo y la compañía a quienes la padecen y se sienten, como José Manuel, solos y olvidados por el mundo.
Arroyo, profundamente creyente y "convencido de la fe y la esperanza", inició entonces el cuaderno de bitácora de una peregrinación no sólo en el espacio sino también en las conciencias: diseñó un itinerario de marcha peregrina por distintas cunas de fe hasta Santiago, para terminar después en Trazo, acompañando a José Manuel en su propia casa, de la que él no puede moverse.
Ofrecido en una promesa tras la enfermedad de su hija, José María Arroyo, partió el pasado 27 de abril de Talavera con un propósito inamovible, llegar a Compostela sin ayuda alguna para desplazarse más que sus piernas, las que no sostienen a su hija.
Rezó ante el Cristo de la Victoria en Cáceres, después en Fátima y por la costa portuguesa a Bayona, Padrón y Santiago.
En la tarde del día de San Isidro, festivo en Talavera, culminaba su viaje espiritual en Chaián, donde sentado a los pies de la cama de José Manuel le recordaba que su drama es el de muchos y que la unión y la fe generan esperanza.
Esperanza de que el enfermo gallego reciba de una vez la ayuda que necesita, de que se investigue contra una enfermedad que sufren más de 4.000 españoles y de que la angustia de los enfermos se deje oír más allá de sus habitaciones.
“Más de mil kilómetros para venir a verte. Y lo que queda de vuelta. Pero con mucho gusto", le dijo José María Arroyo al otro, que le replicó "¿Por qué no me llevas a mi también". Y el de Talavera le contestó: "Si pudiera prestarte mis piernas...".
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