lunes, 25 de mayo de 2009

Liber Pergrinationis ( XI )

CAPITULO VIII (4ª parte)

(Cuerpos de santos que descansan en el Camino de Santiago y que han de visitar los peregrinos)


A continuación, en el Camino de Santiago, por San Leonardo, los peregrinos han de venerar en primer lugar, como se merece, el glorioso cuerpo de Santa María Magdalena. Es ésta aquella gloriosa María que en casa de Simón el leproso regó con sus lágrimas los pies del Salvador, los enjugó con sus cabellos y los ungió con un precioso ungüento, besándolos reverentemente. Por ello se le perdonaron sus muchos pecados, porque amó mucho a quien ama a todos los hombres, Jesucristo, su redentor. María Magdalena llegó por mar, desde Jerusalén a tierras de Provenza, desembarcando en el puerto de Marsella después de la Ascensión del Señor, en compañía de San Maximino, discípulo de Cristo, y de otros discípulos del Señor.
En esa tierra llevó vida solitaria durante varios años, hasta que el mismo Maximino, obispo de Aix, la dio sepultura en esa ciudad. Mucho tiempo después, un caballero de santa vida monacal, llamado Badilón, trasladó sus preciosos restos desde esta ciudad hasta Vézelay, donde hasta el día de hoy reposan con todos los honores. En este lugar se levanta también una enorme y bellísima basílica con una abadía monacal; por intercesión de la santa, el Señor perdona sus culpas a los pecadores, devuelve la vista a los ciegos, suelta la lengua a los mudos, endereza a los cojos, libera a los endemoniados y concede a otros muchos, inefables favores. Sus sagradas fiestas se celebran el 22 de julio.
Hay que visitar también el santo cuerpo del bienaventurado Leonardo confesor, descendiente de muy noble estirpe de los francos y criado en la corte real. Por amor de Dios Supremo, renunció a los pecados del siglo, y en territorio de Limoges, en un lugar llamado Noblat, durante largo tiempo llevó vida solitaria y eremítica, en medio de frecuentes ayunos, numerosas vigilias, fríos, desnúdeles e indecibles trabajos, hasta que en aquel mismo solitario lugar descansó con santa muerte.
Sus sagrados restos dícese que son inamovibles.
Avergüéncense, por tanto, los monjes de Corbigny que dicen poseer el cuerpo de San Leonardo, ya que es imposible mover ni la más mínima porción de sus huesos ni de sus cenizas, como hemos dicho más arriba. Es verdad que los monjes de Corbigny, y otros muchos, se benefician de sus favores y milagros, pero carecen de su presencia corporal. Como no han podido tener
el cuerpo de San Leonardo de Limoges, lo que veneran en su lugar es el cuerpo de un personaje llamado Leotardo, que les llegó, según refieren, de tierras de Anjou en un arca de plata. A éste le cambiaron el nombre tas su muerte, como si hubiese que bautizarlo de nuevo, y le pusieron el de San Leonardo para que, atraídos por un nombre tan ilustre y famoso como el de San Leonardo de Limoges, acudiesen los peregrinos y les enriqueciesen con sus ofrendas. Celebran su fiesta el 15 de octubre.
Primeramente hicieron de San Leonardo de Limoges el patrono de su basílica, luego pusieron a otro en su lugar al estilo de los siervos envidiosos que arrebatan la propiedad a su legítimo dueño para entregársela, con indigno proceder, a un extraño. Se parecen también a un mal padre que le
quita la hija a su legítimo esposo para dársela a otro. Como dice el salmista:"Cambiaron su gloria por la imagen de un becerro". A quienes así se comportan les reprende el sabio con estas palabras: "No entregues tu honor a extraños". Los devotos peregrinos extranjeros y nacionales que allí llegan, creen encontrar el cuerpo de San Leonardo de Limoges, que es el que ellos
aman, y sin saberlo, les dan uno por otro. Prescindiendo de quién es el que hace los milagros en Corgigny, lo que es cierto es que quien libera a los cautivos y les conduce a Corbigny es San Leonardo de Limoges, por más que haya sido desposeído del patronazgo de la iglesia de Corbigny. De donde resulta que los monjes de Corbigny incurren en una doble falta: primero, no
venerar a quien con sus milagros les enriquece y no celebrar su culto; segundo, en su lugar dar indebidamente culto a otro.
La fama de San Leonardo de Limoges, confesor, la ha extendido ya la divina clemencia a lo largo y a lo ancho de todo el orbe: su extraordinario poder libera del cautiverio a incontables millares de cautivos; cuyas cadenas, más brutales de lo que pueda decirse, cuelgan a miles como testimonio de innumerables milagros, en derredor de la basílica, a derecha e izquierda, por dentro y por fuera. Te admirarías hasta lo indecible si vieses la cantidad de postes que hay en la basílica cargados de tantas y tan terribles cadenas. Allí cuelgan, en efecto, esposas de hierro, argollas, cadenas, grilletes, cepos, lazos, cerrojos, yugos, yelmos, hoces y otros instrumentos de los que el poderosísimo confesor de Cristo libró a los cautivos con su extraordinario poder.
Es admirable en él cómo ha sólido aparecerse en figura humana en las mazmorras, incluso allende los mares, a quienes sufrían cautiverio, según testifican los mismos a quienes por el divino poder liberó. Bellamente se cumple en él, lo que el profeta vaticinó diciendo: "Con frecuencia liberó a quienes yacían sentados en las tinieblas y en la sombra de la muerte, aherrojados en la miseria y las cadenas. En medio de su tribulación acudieron a él que les libró de sus angustias. Los rescató del camino de la iniquidad porque rompió las puertas de bronce e hizo saltar los cerrojos de hierro. A presos con grilletes y muchos nobles con esposas de hierro, los
liberó". Muchas veces también los cristianos han ido a parar, encadenados, a manos de los gentiles, como es el caso de Bohemundo, quedando así sometidos a quienes les odian, sufriendo tribulaciones de sus enemigos y humillados bajo su poder. Mas San Leonardo los ha liberado muchas veces, los ha sacado de las tinieblas y de la sombra de la muerte y ha roto sus
cadenas. A quienes están atados les dice: "Salid"; y a los que yacen en las tinieblas:"Venid a luz". Su sagrada solemnidad se celebra el 6 de noviembre.
Después de San Leonardo se ha de visitar, en la ciudad de Périgueux, el cuerpo de San Frontón, obispo y confesor, que ordenado con el orden pontifical por San Pedro en Roma, fue enviado a ducha ciudad a predicar con un presbítero llamado Jorge. Partieron juntos, mas en el camino murió Jorge y fue sepultado. Vuelto San Frontón al Apóstol, anunció la muerte de su
compañero. San Pedro le entregó su báculo diciéndole: "Pon este báculo mío sobre el cuerpo de tu compañero diciéndole: Por aquel mandato que recibiste del Apóstol en nombre de Cristo levántate y cúmplelo".
Y así sucedió. Vuelto San Frontón, recobra el cuerpo de su compañero gracias al báculo del Apóstol, y con su predicación convierte la ciudad a Cristo, ilustrándola con numerosos milagros. Tras su santa muerte en ella, recibió sepultura en la basílica que bajo su nombre se construyó, en la que la largueza divina concede muchos beneficios a quienes le invocan. Hay quienes dicen que San Frontón formó parte del grupo de los discípulos de Cristo. Su sepulcro, que no se asemeja al de ningún otro santo, resulta perfectamente redondo como el del Señor y aventaja a los sepulcros de los demás santos por la belleza de su admirable fábrica. Su sagrada fiesta se celebra el 25 de octubre.
(continuará)

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