domingo, 10 de mayo de 2009

El Camino en Francia

Unos llegan, otros se van, y algunos se dan masajes
Por C. de Paz
Roncesvalles.- Cada vez son más los peregrinos franceses que se echan al Camino con la mirada puesta en Compostela. Unos pocos ya han llegado y otros se ponen en marcha.
Ese es el caso de Georges Audic, de Pluvigner, que emprende su novena peregrinación. El mismo ha explicado que cada año recorre unos 2.000 kilómetros del Camino, pasando siempre por Saint-Jean Pied-de-Port y con final obligatorio en Santiago.
Pero este año tiene un cambio. Recorrerá 900 kilómetros hasta Saint-Jean, regresará a casa para una exposición y un mes más tarde reanuda el Camino para alcanzar su meta compostelana.,
Audic asegura que a él le mueve, únicamente, un objetivo espiritual y sabe que se precisa una excelente condición física y mental para llegar, porque ha visto a medio camino darse la vuelta a muchos, generalmente por la fatiga. También habla de la solidaridad en el Camino, no sólo entre peregrinos, sino también entre la gente de los lugares por los que pasa.
Entre los que han llegado están Jean y Claudine Quéré, una pareja de jubilados que partieron el 12 de febrero desde Portsall, en Bretaña, y llegaron al Cabo Finisterre tras 70 días de caminata. A Santiago habían llegado el 24 de abril. Han recorrido el Camino Francés.
Ahora, de regreso a su domicilio, recuerdan que « el instante de la llegada a Santiago, ante la catedral, ha sido muy intenso, teniendo en la mente a personas muy queridas para nosotros, sin olvidar a otros peregrinos ». Jean perdió 13 kilos en el Camino y Claudine 8.
Otras que empiezan, éstas en Saint Valerien, Canadá,, son Helene Levesque y Veronique Watters. Salieron el pasado día 6 para tomar un autobús que las dejaría en Montreal y de allí en avión a París. Su meta es Santiago.
Levesque ya hizo el Camino en 2001, pero Watters es nueva. Ésta confiesa que siente necesidad de peregrinar « por una razón muy íntima ». Ha perdido a sus padres en el plazo de dos años y ahora, a los 50 años, ha emprendido una carrera como enfermera.
Pero no es todo. Watters es además actriz y planea hacer un monólogo sobre la peregrinación bajo el título de « La caminata por la vida sobre el Camino », ya que cree que « se atraviesa un país como se pasa por la vida ».
Levesque, en cambio, se ha puesto en camino « por el placer de repetir, porque me gustó mucho España y hacer el Camino en compañía es otra cosa ». De todos modos las dos quieren hacerlo « al modo duro », es decir, durmiendo en la humildad de los refugios. En total, 35 días de peregrinación, « aceptando las normas » para completar los 800 kilómetros del Camino Francés.
Una vez por semana contarán sus experiencias en un blog de http://www.lavantage.qc.ca/.
Otro que comienza la aventura desde Valence-d’Albigeois es Jean Marie Cahuzac, un empleado de ferrocarril de 49 años, que se propone recorrer a pie los 340 kilómetros que median entre León, Santiago y Muxia.
Hizo la promesa hace tres años en plena misa, en Le Puy en Velay de acudir a orar ante Santiago. Va haciendo el Camino a tramos, sirviéndose de sus vacaciones acumuladas y provisto de camisetas, forros polares , un buen anorak y sobre todo unas excelentes botas, porque piensa que son las que le ayudan a amortiguar la dureza de la ruta.
Dice que le gusta « encotrarme conmigo mismo a solas en los caminos y en contacto con la naturaleza, observarla, comprenderla y escuchar a la fauna ».
Para algunos, como Jacques, que no desea revelar su apellido, dejar que lle lleven a uno la mochila es una herejía. Cree que eso no es propio de un verdadero peregrino. Por supuesto acude a los alberges, se ducha cuando puede, y sabe que padecerá las dolorosas ampollas.
No ignora que comienzan a proliferar empresas que ofrecen algo tan sencillo como transportar el equipaje de etapa en etapa. Caroline Aphessetche, gerente de « Express Bourricot », una de esas empresas, calcula en un 5 por ciento los peregrinos que recurren a sus servicios.
La compañía garantiza que cada tarde, cuando se alcanza el fin de etapa, allí está el equipaje. También se ocupan de repatriarlo a Francia al acabar.
No es el único lujo que se puede contratar en el Camino. Anne Vittot, en su refugio « La Petite Lumiere » ofrece masajes tailandeses y reflexología.
« Es un modo de olvidarse de los malos tragos del día, los zapatos que aprietan o el sol en la cabeza », dice un peregrino a la puerta.

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