El Albergue de Comillas con lleno desde junio y curiosas historias
Comillas.- En el año 2006, a raíz de la celebración del Año Santo Lebaniego, Comillas decidió abrir las puertas del albergue de peregrinos. Desde entonces, por allí han pasado alrededor de 5.000 personas, y conforme pasa el tiempo cuenta con más asiduos. Desde el mes de junio de este año y hasta la fecha, 1.500 personas han disfrutado de las dos estancias de la 'Peña', que tiene capacidad para 20 personas.
El edificio en el que pernoctan ahora estos caminantes fue construido en el año 1879 y antiguamente era utilizado como cárcel. A una peregrina argentina que encontramos junto a la puerta del albergue, le comentamos qué le parece el hecho de que vaya a pasar la noche en una antigua cárcel. Dice que no tenía ni idea, pero le habían llamado la atención las rejas de la ventanas.
Cada peregrino con el que uno habla vive de forma distinta su experiencia del Camino de Santiago. Los hay de todas las edades y nacionalidades, la mayoría españoles, franceses y alemanes, aunque también se dejan caer por el albergue, japoneses, coreanos, polacos, noruegos, americanos, canadienses, suizos, chilenos, etc. Cuando se les pregunta qué motivo les impulsa a realizar esta experiencia, hay quienes confiesan, abiertamente, motivos religiosos, y quienes reconocen que practican el turismo barato, por motivo cultural, como reto deportivo sobre todo los ciclistas, por soledad y para conocer a gente, también por haber realizado una promesa, como hizo Luis Aragonés, el ex entrador de la selección española de fútbol, que en 2008 dijo que si ganaban la Eurocopa haría la peregrinación hasta Santiago. ¿La habrá hecho?
Pero de todos ellos, los que normalmente viven el Camino más intensamente son los que afirman hacerlo por motivos espirituales. Para estos no vale coger autobuses ni taxis ni hacer 'autostop' ni dormir en pensiones u hoteles si no hay un hueco en el albergue.
Aunque las cosas se pongan feas y tengan los pies con ampollas hay que seguir caminando, diluvie, truene o nieve. Ahí está la fuerza de voluntad y quizá eso que entre los peregrinos llaman los 'Milagros del Santo'.
En el albergue de peregrinos encontramos a Eduardo Escudero, de 39 años y natural de Madrid. Es uno de estos peregrinos espirituales agradecidos por estar allí. «Pasa que estás todo el día jodido y luego llegas al albergue y te duchas y sientes una sensación de satisfacción única... Es como cuando se te mete una piedra en el zapato y caminas sufriendo y luego te la sacan y sientes un alivio muy reconfortante». Pero a pesar del sufrimiento Eduardo, al igual que muchos otros peregrinos, repite, aunque esta vez ha optado por el Camino del Norte, en vez del Camino Francés, que por lo que cuentan se ha convertido en una autentica romería, sobre todo en verano. «Alguien me dijo que el Camino de Santiago empezaba una vez has llegado a Santiago, y yo creo que es verdad».
Cuenta Eduardo que en todas las guías de peregrino recomiendan llevar «tres de todo»; tres camisetas, tres calcetines, tres mudas... «Hace una semana me dejé unos calcetines y una camiseta y pensé que ya me compraría otros. Pero es que con dos puedo continuar perfectamente», dice el peregrino, que luego recuerda que aún habiendo perdido la suela de una bota él sigue andando con ellas. «Voy con los pies que parece que llevo dos bañeras. Cuando llego les meto papel de periódico para que se sequen y... a continuar. La suela la guardo no sé por qué». Orgullo de peregrino.
Pero todo esto de vivir con lo mínimo, andar solo, no tener ninguna atadura y sentirse liberado puede tener sus peligros, porque según reconoce otro peregrino, Robert Suane, de origen danés, «te vuelves un poco ermitaño y quizá si te enganchas mucho, como le ha pasado a algunas personas que tras llegar a Santiago deciden seguir con la peregrinación hasta Roma, te aíslas de la realidad, y eso es meterte en un mundo paralelo un poco peligroso porque no es 100% real».
Las anécdotas empiezan donde empieza el Camino. Eugenia, argentina, y Álex, canadiense, se conocieron en Irún el primer día. Ahora, tras 14 días juntos, parece que su relación se va consolidando. Quizá para cuando lleguen a Santiago hay anillo de por medio.
Cuentan que durante unos días estuvieron andando junto a una chica japonesa. «Una de las etapas transcurría por una playa nudista, la japonesa nada más percatarse de la situación empezó a enrojecer, más aún cuando vio a dos personas como Dios las trajo al mundo jugando a las palas tan alegremente». Su bochorno aumentó cuando sus dos compañeros de peregrinación, Eugenia y Álex, también se desnudaron. La pobre chica ruborizada tuvo que sobrellevar un trago para el que quizá no estaba preparada; pero así es el Camino de Santiago.
Para los más escépticos, el Camino de Santiago no termina en Santiago sino en Finisterre, y dicen que lo de Compostela se lo inventaron los curas para desarrollarlo comercialmente. Se desconoce si en su día sabían lo que iba a dar de sí el 'negocio' del peregrinaje y cómo iba a convertirse en un foco de atracción de gente diversa proveniente de todos los rincones de la Tierra. Quizá ese sea el auténtico 'Milagro del Santo'.
El edificio en el que pernoctan ahora estos caminantes fue construido en el año 1879 y antiguamente era utilizado como cárcel. A una peregrina argentina que encontramos junto a la puerta del albergue, le comentamos qué le parece el hecho de que vaya a pasar la noche en una antigua cárcel. Dice que no tenía ni idea, pero le habían llamado la atención las rejas de la ventanas.
Cada peregrino con el que uno habla vive de forma distinta su experiencia del Camino de Santiago. Los hay de todas las edades y nacionalidades, la mayoría españoles, franceses y alemanes, aunque también se dejan caer por el albergue, japoneses, coreanos, polacos, noruegos, americanos, canadienses, suizos, chilenos, etc. Cuando se les pregunta qué motivo les impulsa a realizar esta experiencia, hay quienes confiesan, abiertamente, motivos religiosos, y quienes reconocen que practican el turismo barato, por motivo cultural, como reto deportivo sobre todo los ciclistas, por soledad y para conocer a gente, también por haber realizado una promesa, como hizo Luis Aragonés, el ex entrador de la selección española de fútbol, que en 2008 dijo que si ganaban la Eurocopa haría la peregrinación hasta Santiago. ¿La habrá hecho?
Pero de todos ellos, los que normalmente viven el Camino más intensamente son los que afirman hacerlo por motivos espirituales. Para estos no vale coger autobuses ni taxis ni hacer 'autostop' ni dormir en pensiones u hoteles si no hay un hueco en el albergue.
Aunque las cosas se pongan feas y tengan los pies con ampollas hay que seguir caminando, diluvie, truene o nieve. Ahí está la fuerza de voluntad y quizá eso que entre los peregrinos llaman los 'Milagros del Santo'.
En el albergue de peregrinos encontramos a Eduardo Escudero, de 39 años y natural de Madrid. Es uno de estos peregrinos espirituales agradecidos por estar allí. «Pasa que estás todo el día jodido y luego llegas al albergue y te duchas y sientes una sensación de satisfacción única... Es como cuando se te mete una piedra en el zapato y caminas sufriendo y luego te la sacan y sientes un alivio muy reconfortante». Pero a pesar del sufrimiento Eduardo, al igual que muchos otros peregrinos, repite, aunque esta vez ha optado por el Camino del Norte, en vez del Camino Francés, que por lo que cuentan se ha convertido en una autentica romería, sobre todo en verano. «Alguien me dijo que el Camino de Santiago empezaba una vez has llegado a Santiago, y yo creo que es verdad».
Cuenta Eduardo que en todas las guías de peregrino recomiendan llevar «tres de todo»; tres camisetas, tres calcetines, tres mudas... «Hace una semana me dejé unos calcetines y una camiseta y pensé que ya me compraría otros. Pero es que con dos puedo continuar perfectamente», dice el peregrino, que luego recuerda que aún habiendo perdido la suela de una bota él sigue andando con ellas. «Voy con los pies que parece que llevo dos bañeras. Cuando llego les meto papel de periódico para que se sequen y... a continuar. La suela la guardo no sé por qué». Orgullo de peregrino.
Pero todo esto de vivir con lo mínimo, andar solo, no tener ninguna atadura y sentirse liberado puede tener sus peligros, porque según reconoce otro peregrino, Robert Suane, de origen danés, «te vuelves un poco ermitaño y quizá si te enganchas mucho, como le ha pasado a algunas personas que tras llegar a Santiago deciden seguir con la peregrinación hasta Roma, te aíslas de la realidad, y eso es meterte en un mundo paralelo un poco peligroso porque no es 100% real».
Las anécdotas empiezan donde empieza el Camino. Eugenia, argentina, y Álex, canadiense, se conocieron en Irún el primer día. Ahora, tras 14 días juntos, parece que su relación se va consolidando. Quizá para cuando lleguen a Santiago hay anillo de por medio.
Cuentan que durante unos días estuvieron andando junto a una chica japonesa. «Una de las etapas transcurría por una playa nudista, la japonesa nada más percatarse de la situación empezó a enrojecer, más aún cuando vio a dos personas como Dios las trajo al mundo jugando a las palas tan alegremente». Su bochorno aumentó cuando sus dos compañeros de peregrinación, Eugenia y Álex, también se desnudaron. La pobre chica ruborizada tuvo que sobrellevar un trago para el que quizá no estaba preparada; pero así es el Camino de Santiago.
Para los más escépticos, el Camino de Santiago no termina en Santiago sino en Finisterre, y dicen que lo de Compostela se lo inventaron los curas para desarrollarlo comercialmente. Se desconoce si en su día sabían lo que iba a dar de sí el 'negocio' del peregrinaje y cómo iba a convertirse en un foco de atracción de gente diversa proveniente de todos los rincones de la Tierra. Quizá ese sea el auténtico 'Milagro del Santo'.
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