Un camino de 8.000 kilómetros sin fecha de caducidad
E. Prieto
Viloria.- El brasileño Acacio da Paz, dueño de un albergue en Viloria de la Rioja (Burgos) apadrinado por Paulo Coelho, llegó hace once años a España para hacer la ruta jacobea y encontró una nueva vida.
“No necesitas muchas cosas para encontrar la felicidad”, asegura con una sonrisa Acacio da Paz, un brasileño que desde hace más de una década vive volcado con el Camino de Santiago.
Hospitalero voluntario durante siete años en diversos albergues de la ruta, hace cuatro años abrió junto a su compañera, la italiana Orietta Prendin, su propio albergue en Viloria de la Rioja, una pequeña localidad burgalesa con sólo 28 habitantes, gracias a la ayuda del escritor Paulo Coelho.
La historia de Acacio refleja la fascinación que ejerce el Camino sobre peregrinos de todo el mundo, llegando a provocar cambios radicales en la vida de muchos. “Soy economista y tenía en Brasil empresas, una familia e hijos; antes de venir ya había regalado muchas cosas, pero quería tener un nuevo estilo de vida y aquí lo encontré”, explica Da Paz, quien recuerda cómo hace once años, tras leer 'El peregrino de Compostela' ('Diario de un mago') de Coelho, decidió hacer la ruta jacobea.
“Cuando acabé volví a Brasil, pero sólo estuve allí tres meses y regresé de nuevo a España porque creía que recorrer el Camino una sola vez no permitía captarlo todo”, recuerda el hospitalero, quien destaca que después del segundo viaje decidió quedarse en España. “Iba y volvía por el Camino, lo hice cuatro o cinco veces para ver cosas nuevas y luego me quedé como voluntario en varios albergues”, señala.
La experiencia cosechada en esa etapa y los 17 días de peregrinación que compartió con Coelho y un equipo de la televisión japonesa en 2001 para realizar un especial sobre la ruta jacobea le llevaron a plantearse montar un alojamiento. “Paulo hizo un juramento de que iba a levantar un albergue en Saint-Jean-Pied-de-Port, pero le pasaron muchas cosas y al final no pudo construirlo; me quedé un poco decepcionado pero decidí que no quería ser más voluntario porque el Camino estaba creciendo demasiado y de ahí viene la codicia”, relata.
Con tan sólo 30 euros en el bolsillo, Orietta, que también había sido hospitalera voluntaria, y él empezaron a buscar un lugar para poner en marcha su proyecto. Primero alquilaron una vivienda, pero nueve meses después la tuvieron que abandonar por no poder pagarla. Cuando el sueño del albergue parecía casi imposible, apareció en sus vidas el dueño de una vieja casa de Viloria y les ofreció vendérsela. “Yo no tenía dinero ni un contrato de trabajo, pero llevaba más de diez años escribiendo en muchas páginas web, así que lo imprimí todo y me fui con todas las hojas al banco para pedir un préstamo personal de 18.000 euros”, recuerda Acacio, quien destaca que “en menos de una semana” se lo habían concedido.
Por fin, en el año 2006 pudieron comprar la casa y poco a poco fueron rehabilitándola hasta convertirla en el acogedor albergue que es en la actualidad. Da Paz explica que la reforma la han realizado casi de forma íntegra él mismo y Orietta, y que han contado con la ayuda de Coelho, quien ha financiado el equipamiento y la colocación de un nuevo tejado.
El refugio, decorado con esmero y con un rincón con libros del escritor brasileño, cuenta sólo con diez plazas porque sus propietarios apuestan por poder “estar con los peregrinos y hablar con ellos”. “Nos vemos como unos facilitadores del Camino, gente que ayuda al paso” de los caminantes, señala el brasileño, quien destaca que no tienen normas porque considera que “el Camino está creando estrés a los peregrinos con los horarios porque se tienen que ir corriendo”. “Nosotros ofrecemos una buena cama y un colchón, agua caliente para ducharse, música y una cena comunitaria; no echamos a nadie por la mañana, incluso invitamos a quedarse un día más a quien quiera descansar”, señala.
Da Paz resalta que intentan “hablar a los peregrinos del Camino para que lo aprovechen al máximo y no hagan sólo kilómetros”. En su caso, lo tiene muy claro: “Es un viaje de crecimiento personal, de iniciación y contacto con tu alma y tu espíritu, usando sólo tu cuerpo y tu mente; después de la peregrinación va a haber una transformación que te acerca a tus creencias”.
El año pasado durmieron en el refugio de Acacio y Orietta en Viloria 900 caminantes, la mitad españoles y el resto de países de todos los continentes, con cuyos donativos “sobreviven”, según el brasileño, quien rechaza valorar cómo hace cada uno su recorrido porque “lo importante es por qué vienen”.
Da Paz asegura que este Año Santo Jacobeo es muy especial para ellos y que además será “una prueba”. “El Camino está de moda en varios países y cada vez viene más gente con problemas de salud, sobre todo mentales, además creo que va a haber más curiosos, gente que no busca el sentido de la peregrinación”, concluye.
(De Ical Jacobeo)
(De Ical Jacobeo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario