Santiago, el camino literario y la urbe global
La ciudad como espacio cultural. La ciudad como lugar de hibridación. Un congreso en Santiago de Compostela analiza estos días las ciudades europeas ante la globalización. Y, al tiempo, se presenta una antología que permite recorrer el Camino de Santiago por su lado literario. El año Xacobeo arranca.
La ciudad como espacio cultural. La ciudad como lugar de hibridación. Un congreso en Santiago de Compostela analiza estos días las ciudades europeas ante la globalización. Y, al tiempo, se presenta una antología que permite recorrer el Camino de Santiago por su lado literario. El año Xacobeo arranca.
Por JOSÉ MIGUEL A. GIRÁLDEZ
(Ciudades - El Correo Gallego - 10-5-2009)
Si uno piensa en la comunión entre la ciudad y la cultura, entre la ciudad global y la ciudad escenario local, la ciudad como melting-pot, la ciudad crisol, Santiago de Compostela aparece siempre como uno de los mejores ejemplos conocidos. Pero, naturalmente, son muchas las ciudades que nos construyen. Y también este camino, el Camino Xacobeo, el que a lo largo de los siglos ha unido, con una red extraordinaria, los enclaves culturales más señeros, desde la Edad Media. O desde mucho antes, como el Camino de la Plata.
Camino y ciudad forman un potente binomio, cargado de simbolismo, pero también de realidades históricas y culturales. Nuestro tejido, nuestro ADN identitario, las posibilidades de la hibridación y el mestizaje están constituidos por la mágica conjunción de las ciudades, auténticos repositorios de la memoria, y los caminos de Europa.
Estos días de mayo, la Universidade de Santiago de Compostela, junto a otras instituciones, celebra un importante congreso en torno al desarrollo de estas ideas. Las ciudades, la globalización, las posibilidades de la cultura. Todo ello puede enmarcarse muy bien en el gran itinerario cultural e histórico que es el Camino.
Javier García-Montero, de la Universidad de Kiel, habla también aquí de su experiencia como compilador de las cartografías culturales del Camino. Una antología de los mejores textos que hablan de la Ruta Xacobea ha sido presentada estos días: y hay todo un proyecto, en el que también participa la Universidade da Coruña, que publicará estos textos en varios idiomas.
Resulta, sin duda, una buena idea analizar las ciudades como enclaves fundamentales del tejido europeo, como puntos que unen el largo camino cultural, religioso también, que es el Camino de Santiago.
Este ha sido el propósito principal de Javier Gómez-Montero, catedrático de la Universidad de Kiel, en Alemania, y Anxo Abuín, directores del encuentro celebrado en Santiago bajo el título Ciudades europeas ante a globalización, identidade, hibridación e posibilidades da cultura. La reunión, encuadrada dentro del proyecto Urbes Europeae, pone sobre la mesa la interpretación de los contextos urbanos, su evolución, como artefactos históricos, lugares de vida y de encuentro, repositorios de la memoria, y, al tiempo, enlaces necesarios para el Camino jacobeo.
Con el siglo XXI recién iniciado, resulta evidente la necesidad de replantearse la ciudad y su plasmación literaria. Pero no sólo la ciudad real, sino la ciudad virtual, y la ciudad como organismo vivo, en perpetua evolución. La ciudad como elemento físico, tangible, es importante, pero también lo son sus posibilidades. La ciudad es sujeto de la imaginación. Sujeto de la reinvención. No sólo de los ciudadanos que la habitan a diario, que conocen el perfume de su piel, sino de los que la visitan ocasionalmente y también ayudan a conformarla.
Esa conexión entre cultura, tradición e imaginación nos lleva a un nuevo horizonte: la imperiosa necesidad de redefinir los espacios urbanos. La concepción humanística de las ciudades, que se recargan de los viejos valores del Renacimiento, y de otras épocas. La ciudad como ente dotado de memoria, pero también de posibilidades de cambio.
Santiago de Compostela, meta del Camino, sirve como ejemplo de reinvención. Que nadie crea que el inmovilismo asegura la pervivencia eterna de las piedras. Antes al contrario, es la evolución, la apuesta por la energía renovadora, lo que permite conservar aquello que ha de ser conservado. Gómez-Montero y Abuín lo expresan en la nota explicativa de congreso que se celebra en Santiago: "Gracias a la imaginación, las ciudades se convierten también en construcciones culturales, y así la literatura, el cine y los nuevos medios audiovisuales y tecnológicos (...) son una fuente constante de invención cultural de las ciudades europeas. (...) La literatura y el cine, textos e imagen, indagan la condición urbana del hombre contemporáneo, y tomando el pulso a su sensibilidad consiguen muchas veces cartografiar el subconsciente colectivo para expresar así la conciencia e inquietudes de la ciudad. (...) [L]as ciudades europeas albergan en sí ese enorme potencial de autoconstrucción cultural gracias al imaginario forjado por sus escritores, artistas, y no menos, por sus instituciones y sus gestores culturales...".
Durante estos días, la ciudad, las ciudades, desfilan a través de sus reflejos artísticos. Muchos de ellos literarios. Es posible que Dublín, como decían Antonio de Toro y David Clark, sea el ejemplo más claro de ciudad ferozmente literaria. Convertida en materia lingüística de primer orden por el modernista Joyce. Hasta tal punto que Joyce quería asegurarse de que si un día Dublín fuera destruida, a través de Ulises pudiera ser reconstruida de nuevo, punto por punto. Estamos, por tanto, ante la ciudad como sujeto literario de primer orden. Ante la ciudad imaginada, pero también ante la ciudad real y sus múltiples posibilidades. La ciudad como lugar en el que se produce el hecho identitario, el ‘sense of place’ de Heaney, pero también el mestizaje, la hibridación cultural. El encuentro entre lo público y lo íntimo o privado. La confrontación entre lo sedentario y el nomadismo.
El libro Topográfica, publicado por Ludwig, incluye precisamente un artículo de Gómez-Montero que estudia los "Vagabundos marcheurs y nómadas urbanos"
Analizar la ciudad y sus implicaciones, desde el comercio en el casco antiguo de Santiago de Compostela, como ha hecho María García Pose, hasta el estudio de los mitos culturales en la creación de Santiago, o los sueños de la ciudad modernista, como analizó estos días Darío Villanueva, supone profundizar en el sistema urbano, en el espacio de la ciudad como lugar de vidas cruzadas, como meta y como origen. Santiago tiene todas esas cosas, y, sin duda, ha llegado el momento de renovar la visión estratégica de esta ciudad, más allá de los planteamientos tradicionales.
El espacio urbano, lo que otros han llamado ‘los discursos de la ciudad’, debe considerarse uno de los grandes patrimonios del ser humano. Pero, de manera especial, uno de los grandes patrimonios de Europa. Desde el Medievo, desde Roma. Desde siempre. La ciudad articula el Camino, le da sentido, lo coloca en el mapa con sus puntos gruesos.
Desgraciadamente, la ciudad ha perdido parte de su concepción histórica, de su personalidad, a causa de una globalización basada en el predominio de edificios clónicos en muchos puntos del planeta y de la multiplicación de las oficinas de negocios, como ha señalado Daniel Innerarity. Para Ana Erdozain, la ciudad mestiza ha empezado a perderse, especialmente por culpa del desarrollo masivo de los modelos urbanos americanos.
Se pierde, por tanto, la defensa a ultranza de la individualidad, y, al mismo tiempo, la vinculación afectiva de los ciudadanos con sus edificios y sus calles. Los efectos de la ciudad en el espacio social son mucho mayores de lo que podría suponerse. La ciudad, dice Sol García Prats, tiene una gran influencia en el espacio privado. En lo íntimo.
Modelos como los de Luhmann estudian, en efecto, los conceptos de intimidad en el contexto urbano. Por ejemplo, el amor. Y la sexualidad. Códigos complejos que son, en realidad, una forma de comunicación. Después de todo, se trata de analizar la ciudad como generadora de un contexto de elección múltiple. Este es un aspecto clave. Las cosas cobran sentido insertas en el tejido urbano que no es, en modo alguno, un simple decorado.
Uno de los ejemplos fílmicos que constuyen el imaginario urbano, manejados en este congreso compostelano, ha sido el de Kaurismäki, un director de cine finlandés que utiliza Helsinki como escenario para sus tramas. La ciudad da posibilidades infinitas a la trama. La soledad está también en el alma de la ciudad (Luces al atardecer). O la expulsión física de los individuos, cuando pierden el empleo y se desestructura su situación económica (y sus vidas, y su paisaje), en obras como Nubes pasajeras.
En suma, la ciudad puede entenderse, según estos parámetros, como un contexto de elección múltiple, subraya García Prats. Y también como metáfora de lo infinito, como la lucha entre el azar y la racionalidad. La ciudad es promotora de la evolución de sistemas sociales alternativos.
Es la oposición entre lo sedentario y los nómadas lo que interesa también a los que describen la importancia del viaje, y los cambios que el viaje implica, junto a la ciudad como receptora de culturas, individualidades, vidas que inciden en su tejido. Santiago es un ejemplo perfecto como meta de corrientes culturales y personales, como reserva y memoria del latir europeo a lo largo de siglos.
Deleuze, asegura Veronika Harder, habla de la libertad y apertura que permite el espacio nómada, marcado tan sólo por las relaciones y los cambios que implica el trayecto. Estamos acostumbrados a pensar siguiendo el modelo de interioridad que propone el aparato de los estados, en lugar de basarnos en la exterioridad. Es el espacio abierto frente al espacio cerrado. El espíritu nómada, para Gómez Montero, es importante porque implica dar relevancia a los itinerarios "como recurso para trazar una cartografía social de Londres y Paris" (Topográphica, 134).
Y de inmediato aporta ejemplos, como el Madrid galdosiano, o el de La colmena de Cela, entre otros. El concepto de la legibilidad de la ciudad se alza como algo fundamental: "el individuo se apropia subjetivamente del espacio urbano otorgando a la acción cotidiana y banal el privilegio de la significación". (Gómez-Montero). ¿Cómo no pensar en el Dublin de Leopold Bloom y Dedalus, al escuchar esto?
Al final, el Camino de Santiago es una red que une ciudades. Ciudades pobladas de memoria, de denso tejido que merece ser analizado. Lo que importa es el camino, pero también la ciudad. Y, sobre todo, esta ciudad/meta.
En mi opinión, no es descabellado, por ejemplo, pensar en Ciudad de la Cultura como un lugar perfecto para esta interpretación de las ciudades europeas en la edad de la globalización. Un lugar para reelaborar la ciudad y la vida sostenible en ella. Los conceptos de identidad e hibridación, en el marco multicultural de Compostela, deberían encontrar acomodo en un centro que estudiase las posibilidades de las ciudades europeas en el siglo XXI.
No es de extrañar que los promotores de este encuentro, que es, en realidad, la continuación de otros, hayan sentido fascinación ante el territorio del tejido urbano. Ante los itinerarios, los caminos, el turismo cultural, la vida sostenible, y el cruce y la fusión de culturas. Como bien refleja la antología literaria Allá en el noroeste, el Camino trae un caudal de sabiduría y emociones a lo largo del espinazo de Europa. Y todo eso se amasa y almacena en alma de la ciudad. No puedo dejar de pensar, al decir esto, en el gran Cees Nooteboom y su imprescindible Desvío a Santiago (Siruela).
Una cartografía literaria del Camino de Santiago
Los textos recogidos por Javier Gómez-Montero en ‘Allá en el noroeste’, publicado por Lobo Sapiens, reflejan fundamentalmente la experiencia literaria del Camino de Santiago en territorio leonés. Se trata de una aproximación emocional a Galicia y a Compostela, muy a la manera, dice Montero, a la guía del peregrino del Codex Calixtinus.
“El Camino de Santiago se nos ofrece como un espacio a la vez imaginario y simbólico que la literatura ha sabido construirse y reinventar a lo largo de los siglos (...) Los textos aquí reunidos (...) se generaron a partir de referencias jacobeas y locales, o aparecen enraizados en la historia del lugar...”, dice Javier Gómez-Montero.
Álvaro Cunqueiro, por ejemplo, escribe: “Yo le digo a Javier Vázquez y a su mujer que Sahagún estaba lleno de cabarets en el siglo XIII y que era un lugar de perdición, y se ríen. Y es verdad. El gran monasterio de Sahagún anda revuelto ya cuando Alfonso VI pidió a Cluny que pusiese orden. (...) Los peregrinos se detenían en Sahagún dos o tres días, se bañaban, comían truchas del Cea, y salían nuevos para las últimas y duras etapas, la subida al Cebreiro, la bajada a Portomarín por Triacastela... Pero ciento y pico años después la disciplina se había relajado y Sahagún volvía a ser la cosmopolita, la pervertida, la Place Pigalle del Camino. Algunos piadosos peregrinos evitaban la villa”.
Luis Mateo Díez, que se afana estos días en una nueva edición de ‘El expediente del náufrago’, diecisiete años después de su publicación, escribe en ‘El sueño y la herida’: “El río que llamaban Porma se aquietaba en el remanso bajo el puente sinuoso de pronunciadas corcovas. Después de cruzarlo, buscó Nicolás la sombra de unas paleras en la verde ribera, descabalgó la yegua, que fue en seguida hacia las aguas quietas de la orilla, y tras unas refrescantes abluciones se dispuso a tomar algún alimento. Traía en la escarcela queso, cecina, pan y nueces, que le habían proporcionado en el hospital de Mansilla...”
Rivas, Suso de Toro, Franco Taboada, Casares y Rutherford
Esta primera antología literaria del Camino de Santiago, que será traducida al gallego, al francés, al alemán y al inglés próximamente, por el equipo de Gómez-Montero en Kiel (Alemania), junto a especialistas de Oxford o la Universidade da Coruña, entre otros, recoge la obra de varios autores gallegos.
Manuel Rivas, en ‘La rosa de piedra’, escribe: “La gente piensa que la niebla viene de fuera. Que nace en el mar, o en los ríos, o que desciende del cielo como un cobertor. Pues de eso nada. La niebla de Santiago nace del interior de la catedral. Hay una cofradía secreta, la de los Tiraboleiros Neboentos, que por la noche, cuando cierran el templo, mecen el botafumeiro, el gigantesco incensario. Y al amanecer, poco a poco, va saliendo la niebla como vaho vacuno”. La cartografía recoge textos de ‘La flecha amarilla’, de Suso de Toro. “Hacia Villafranca el sol se pone tras la cordillera, detrás de los montes llega el humo de un incendio. Una palloza, la vivencia llegada desde la edad del hierro, transformada en restaurante moderno. Barras americanas: no para los exhaustos y austeros peregrinos. El camino, camín le llaman aquí, es bonito entre viñas. “Camín= luz”, sobre un muro de cemento”. Junto a ellos, Franco Taboada, Casares y John Rutherford componen, con el mencionado Cunqueiro, la nómina de autores gallegos incluidos en la antología. El resto, autores leoneses.
Si uno piensa en la comunión entre la ciudad y la cultura, entre la ciudad global y la ciudad escenario local, la ciudad como melting-pot, la ciudad crisol, Santiago de Compostela aparece siempre como uno de los mejores ejemplos conocidos. Pero, naturalmente, son muchas las ciudades que nos construyen. Y también este camino, el Camino Xacobeo, el que a lo largo de los siglos ha unido, con una red extraordinaria, los enclaves culturales más señeros, desde la Edad Media. O desde mucho antes, como el Camino de la Plata.
Camino y ciudad forman un potente binomio, cargado de simbolismo, pero también de realidades históricas y culturales. Nuestro tejido, nuestro ADN identitario, las posibilidades de la hibridación y el mestizaje están constituidos por la mágica conjunción de las ciudades, auténticos repositorios de la memoria, y los caminos de Europa.
Estos días de mayo, la Universidade de Santiago de Compostela, junto a otras instituciones, celebra un importante congreso en torno al desarrollo de estas ideas. Las ciudades, la globalización, las posibilidades de la cultura. Todo ello puede enmarcarse muy bien en el gran itinerario cultural e histórico que es el Camino.
Javier García-Montero, de la Universidad de Kiel, habla también aquí de su experiencia como compilador de las cartografías culturales del Camino. Una antología de los mejores textos que hablan de la Ruta Xacobea ha sido presentada estos días: y hay todo un proyecto, en el que también participa la Universidade da Coruña, que publicará estos textos en varios idiomas.
Resulta, sin duda, una buena idea analizar las ciudades como enclaves fundamentales del tejido europeo, como puntos que unen el largo camino cultural, religioso también, que es el Camino de Santiago.
Este ha sido el propósito principal de Javier Gómez-Montero, catedrático de la Universidad de Kiel, en Alemania, y Anxo Abuín, directores del encuentro celebrado en Santiago bajo el título Ciudades europeas ante a globalización, identidade, hibridación e posibilidades da cultura. La reunión, encuadrada dentro del proyecto Urbes Europeae, pone sobre la mesa la interpretación de los contextos urbanos, su evolución, como artefactos históricos, lugares de vida y de encuentro, repositorios de la memoria, y, al tiempo, enlaces necesarios para el Camino jacobeo.
Con el siglo XXI recién iniciado, resulta evidente la necesidad de replantearse la ciudad y su plasmación literaria. Pero no sólo la ciudad real, sino la ciudad virtual, y la ciudad como organismo vivo, en perpetua evolución. La ciudad como elemento físico, tangible, es importante, pero también lo son sus posibilidades. La ciudad es sujeto de la imaginación. Sujeto de la reinvención. No sólo de los ciudadanos que la habitan a diario, que conocen el perfume de su piel, sino de los que la visitan ocasionalmente y también ayudan a conformarla.
Esa conexión entre cultura, tradición e imaginación nos lleva a un nuevo horizonte: la imperiosa necesidad de redefinir los espacios urbanos. La concepción humanística de las ciudades, que se recargan de los viejos valores del Renacimiento, y de otras épocas. La ciudad como ente dotado de memoria, pero también de posibilidades de cambio.
Santiago de Compostela, meta del Camino, sirve como ejemplo de reinvención. Que nadie crea que el inmovilismo asegura la pervivencia eterna de las piedras. Antes al contrario, es la evolución, la apuesta por la energía renovadora, lo que permite conservar aquello que ha de ser conservado. Gómez-Montero y Abuín lo expresan en la nota explicativa de congreso que se celebra en Santiago: "Gracias a la imaginación, las ciudades se convierten también en construcciones culturales, y así la literatura, el cine y los nuevos medios audiovisuales y tecnológicos (...) son una fuente constante de invención cultural de las ciudades europeas. (...) La literatura y el cine, textos e imagen, indagan la condición urbana del hombre contemporáneo, y tomando el pulso a su sensibilidad consiguen muchas veces cartografiar el subconsciente colectivo para expresar así la conciencia e inquietudes de la ciudad. (...) [L]as ciudades europeas albergan en sí ese enorme potencial de autoconstrucción cultural gracias al imaginario forjado por sus escritores, artistas, y no menos, por sus instituciones y sus gestores culturales...".
Durante estos días, la ciudad, las ciudades, desfilan a través de sus reflejos artísticos. Muchos de ellos literarios. Es posible que Dublín, como decían Antonio de Toro y David Clark, sea el ejemplo más claro de ciudad ferozmente literaria. Convertida en materia lingüística de primer orden por el modernista Joyce. Hasta tal punto que Joyce quería asegurarse de que si un día Dublín fuera destruida, a través de Ulises pudiera ser reconstruida de nuevo, punto por punto. Estamos, por tanto, ante la ciudad como sujeto literario de primer orden. Ante la ciudad imaginada, pero también ante la ciudad real y sus múltiples posibilidades. La ciudad como lugar en el que se produce el hecho identitario, el ‘sense of place’ de Heaney, pero también el mestizaje, la hibridación cultural. El encuentro entre lo público y lo íntimo o privado. La confrontación entre lo sedentario y el nomadismo.
El libro Topográfica, publicado por Ludwig, incluye precisamente un artículo de Gómez-Montero que estudia los "Vagabundos marcheurs y nómadas urbanos"
Analizar la ciudad y sus implicaciones, desde el comercio en el casco antiguo de Santiago de Compostela, como ha hecho María García Pose, hasta el estudio de los mitos culturales en la creación de Santiago, o los sueños de la ciudad modernista, como analizó estos días Darío Villanueva, supone profundizar en el sistema urbano, en el espacio de la ciudad como lugar de vidas cruzadas, como meta y como origen. Santiago tiene todas esas cosas, y, sin duda, ha llegado el momento de renovar la visión estratégica de esta ciudad, más allá de los planteamientos tradicionales.
El espacio urbano, lo que otros han llamado ‘los discursos de la ciudad’, debe considerarse uno de los grandes patrimonios del ser humano. Pero, de manera especial, uno de los grandes patrimonios de Europa. Desde el Medievo, desde Roma. Desde siempre. La ciudad articula el Camino, le da sentido, lo coloca en el mapa con sus puntos gruesos.
Desgraciadamente, la ciudad ha perdido parte de su concepción histórica, de su personalidad, a causa de una globalización basada en el predominio de edificios clónicos en muchos puntos del planeta y de la multiplicación de las oficinas de negocios, como ha señalado Daniel Innerarity. Para Ana Erdozain, la ciudad mestiza ha empezado a perderse, especialmente por culpa del desarrollo masivo de los modelos urbanos americanos.
Se pierde, por tanto, la defensa a ultranza de la individualidad, y, al mismo tiempo, la vinculación afectiva de los ciudadanos con sus edificios y sus calles. Los efectos de la ciudad en el espacio social son mucho mayores de lo que podría suponerse. La ciudad, dice Sol García Prats, tiene una gran influencia en el espacio privado. En lo íntimo.
Modelos como los de Luhmann estudian, en efecto, los conceptos de intimidad en el contexto urbano. Por ejemplo, el amor. Y la sexualidad. Códigos complejos que son, en realidad, una forma de comunicación. Después de todo, se trata de analizar la ciudad como generadora de un contexto de elección múltiple. Este es un aspecto clave. Las cosas cobran sentido insertas en el tejido urbano que no es, en modo alguno, un simple decorado.
Uno de los ejemplos fílmicos que constuyen el imaginario urbano, manejados en este congreso compostelano, ha sido el de Kaurismäki, un director de cine finlandés que utiliza Helsinki como escenario para sus tramas. La ciudad da posibilidades infinitas a la trama. La soledad está también en el alma de la ciudad (Luces al atardecer). O la expulsión física de los individuos, cuando pierden el empleo y se desestructura su situación económica (y sus vidas, y su paisaje), en obras como Nubes pasajeras.
En suma, la ciudad puede entenderse, según estos parámetros, como un contexto de elección múltiple, subraya García Prats. Y también como metáfora de lo infinito, como la lucha entre el azar y la racionalidad. La ciudad es promotora de la evolución de sistemas sociales alternativos.
Es la oposición entre lo sedentario y los nómadas lo que interesa también a los que describen la importancia del viaje, y los cambios que el viaje implica, junto a la ciudad como receptora de culturas, individualidades, vidas que inciden en su tejido. Santiago es un ejemplo perfecto como meta de corrientes culturales y personales, como reserva y memoria del latir europeo a lo largo de siglos.
Deleuze, asegura Veronika Harder, habla de la libertad y apertura que permite el espacio nómada, marcado tan sólo por las relaciones y los cambios que implica el trayecto. Estamos acostumbrados a pensar siguiendo el modelo de interioridad que propone el aparato de los estados, en lugar de basarnos en la exterioridad. Es el espacio abierto frente al espacio cerrado. El espíritu nómada, para Gómez Montero, es importante porque implica dar relevancia a los itinerarios "como recurso para trazar una cartografía social de Londres y Paris" (Topográphica, 134).
Y de inmediato aporta ejemplos, como el Madrid galdosiano, o el de La colmena de Cela, entre otros. El concepto de la legibilidad de la ciudad se alza como algo fundamental: "el individuo se apropia subjetivamente del espacio urbano otorgando a la acción cotidiana y banal el privilegio de la significación". (Gómez-Montero). ¿Cómo no pensar en el Dublin de Leopold Bloom y Dedalus, al escuchar esto?
Al final, el Camino de Santiago es una red que une ciudades. Ciudades pobladas de memoria, de denso tejido que merece ser analizado. Lo que importa es el camino, pero también la ciudad. Y, sobre todo, esta ciudad/meta.
En mi opinión, no es descabellado, por ejemplo, pensar en Ciudad de la Cultura como un lugar perfecto para esta interpretación de las ciudades europeas en la edad de la globalización. Un lugar para reelaborar la ciudad y la vida sostenible en ella. Los conceptos de identidad e hibridación, en el marco multicultural de Compostela, deberían encontrar acomodo en un centro que estudiase las posibilidades de las ciudades europeas en el siglo XXI.
No es de extrañar que los promotores de este encuentro, que es, en realidad, la continuación de otros, hayan sentido fascinación ante el territorio del tejido urbano. Ante los itinerarios, los caminos, el turismo cultural, la vida sostenible, y el cruce y la fusión de culturas. Como bien refleja la antología literaria Allá en el noroeste, el Camino trae un caudal de sabiduría y emociones a lo largo del espinazo de Europa. Y todo eso se amasa y almacena en alma de la ciudad. No puedo dejar de pensar, al decir esto, en el gran Cees Nooteboom y su imprescindible Desvío a Santiago (Siruela).
Una cartografía literaria del Camino de Santiago
Los textos recogidos por Javier Gómez-Montero en ‘Allá en el noroeste’, publicado por Lobo Sapiens, reflejan fundamentalmente la experiencia literaria del Camino de Santiago en territorio leonés. Se trata de una aproximación emocional a Galicia y a Compostela, muy a la manera, dice Montero, a la guía del peregrino del Codex Calixtinus.
“El Camino de Santiago se nos ofrece como un espacio a la vez imaginario y simbólico que la literatura ha sabido construirse y reinventar a lo largo de los siglos (...) Los textos aquí reunidos (...) se generaron a partir de referencias jacobeas y locales, o aparecen enraizados en la historia del lugar...”, dice Javier Gómez-Montero.
Álvaro Cunqueiro, por ejemplo, escribe: “Yo le digo a Javier Vázquez y a su mujer que Sahagún estaba lleno de cabarets en el siglo XIII y que era un lugar de perdición, y se ríen. Y es verdad. El gran monasterio de Sahagún anda revuelto ya cuando Alfonso VI pidió a Cluny que pusiese orden. (...) Los peregrinos se detenían en Sahagún dos o tres días, se bañaban, comían truchas del Cea, y salían nuevos para las últimas y duras etapas, la subida al Cebreiro, la bajada a Portomarín por Triacastela... Pero ciento y pico años después la disciplina se había relajado y Sahagún volvía a ser la cosmopolita, la pervertida, la Place Pigalle del Camino. Algunos piadosos peregrinos evitaban la villa”.
Luis Mateo Díez, que se afana estos días en una nueva edición de ‘El expediente del náufrago’, diecisiete años después de su publicación, escribe en ‘El sueño y la herida’: “El río que llamaban Porma se aquietaba en el remanso bajo el puente sinuoso de pronunciadas corcovas. Después de cruzarlo, buscó Nicolás la sombra de unas paleras en la verde ribera, descabalgó la yegua, que fue en seguida hacia las aguas quietas de la orilla, y tras unas refrescantes abluciones se dispuso a tomar algún alimento. Traía en la escarcela queso, cecina, pan y nueces, que le habían proporcionado en el hospital de Mansilla...”
Rivas, Suso de Toro, Franco Taboada, Casares y Rutherford
Esta primera antología literaria del Camino de Santiago, que será traducida al gallego, al francés, al alemán y al inglés próximamente, por el equipo de Gómez-Montero en Kiel (Alemania), junto a especialistas de Oxford o la Universidade da Coruña, entre otros, recoge la obra de varios autores gallegos.
Manuel Rivas, en ‘La rosa de piedra’, escribe: “La gente piensa que la niebla viene de fuera. Que nace en el mar, o en los ríos, o que desciende del cielo como un cobertor. Pues de eso nada. La niebla de Santiago nace del interior de la catedral. Hay una cofradía secreta, la de los Tiraboleiros Neboentos, que por la noche, cuando cierran el templo, mecen el botafumeiro, el gigantesco incensario. Y al amanecer, poco a poco, va saliendo la niebla como vaho vacuno”. La cartografía recoge textos de ‘La flecha amarilla’, de Suso de Toro. “Hacia Villafranca el sol se pone tras la cordillera, detrás de los montes llega el humo de un incendio. Una palloza, la vivencia llegada desde la edad del hierro, transformada en restaurante moderno. Barras americanas: no para los exhaustos y austeros peregrinos. El camino, camín le llaman aquí, es bonito entre viñas. “Camín= luz”, sobre un muro de cemento”. Junto a ellos, Franco Taboada, Casares y John Rutherford componen, con el mencionado Cunqueiro, la nómina de autores gallegos incluidos en la antología. El resto, autores leoneses.
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