Como se abrió el Camino
por Paulo Coelho
Un día un becerro tuvo que atravesar un bosque virgen para volver a su pastura. Como era un animal irracional abrió un sendero tortuoso lleno de curvas subiendo y bajando colinas.
Al día siguiente un perro que pasaba por allí usó ese mismo sendero para atravesar el bosque. Después fue el turno de un carnero jefe de un rebaño que viendo el espacio ya abierto hizo a sus compañeros seguir por allí.
Más tarde los hombres comenzaron a usar ese sendero: entraban y salían giraban a la derecha y a la izquierda descendían se desviaban de obstáculos quejando se y maldiciendo con toda razón. Pero no hacían nada para crear una nueva alternativa.
Después de tanto uso el sendero acabó convertido en un amplio camino donde los pobres animales se cansaban bajo pesadas cargas obligados a recorrer en tres horas una distancia que podría haber sido vencida en treinta minutos si no hubieran seguido la vía abierta por el becerro.
Pasaron muchos años y el camino se convirtió en la calle principal de un poblado y finalmente en la avenida principal de una ciudad. Todos se quejaban del tránsito porque el trayecto era el peor posible.
Mientras tanto el viejo y sabio bosque se reía al ver que los hombres tienen la tendencia a seguir como ciegos el camino que ya está abierto sin preguntarse nunca si esa es la mejor elección.
Un día un becerro tuvo que atravesar un bosque virgen para volver a su pastura. Como era un animal irracional abrió un sendero tortuoso lleno de curvas subiendo y bajando colinas.
Al día siguiente un perro que pasaba por allí usó ese mismo sendero para atravesar el bosque. Después fue el turno de un carnero jefe de un rebaño que viendo el espacio ya abierto hizo a sus compañeros seguir por allí.
Más tarde los hombres comenzaron a usar ese sendero: entraban y salían giraban a la derecha y a la izquierda descendían se desviaban de obstáculos quejando se y maldiciendo con toda razón. Pero no hacían nada para crear una nueva alternativa.
Después de tanto uso el sendero acabó convertido en un amplio camino donde los pobres animales se cansaban bajo pesadas cargas obligados a recorrer en tres horas una distancia que podría haber sido vencida en treinta minutos si no hubieran seguido la vía abierta por el becerro.
Pasaron muchos años y el camino se convirtió en la calle principal de un poblado y finalmente en la avenida principal de una ciudad. Todos se quejaban del tránsito porque el trayecto era el peor posible.
Mientras tanto el viejo y sabio bosque se reía al ver que los hombres tienen la tendencia a seguir como ciegos el camino que ya está abierto sin preguntarse nunca si esa es la mejor elección.
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