El peregrino, sus símbolos y vestimenta
Por A. Picaud
Como dejó escrito Dante Alighieri en su libro Vita nuova, durante la Edad Media, y aún después, a los que peregrinaban a Jerusalém se les llamaban palmeros, porque solían traerse palmas como recuerdo, y los que lo hacían a Roma, a venerar la tumba de S.Pedro, se les llamaban romeros. Peregrinos, en sentido estricto, eran y son los que se encaminan a Santiago de Compostela.
Por lo tanto, se les debe añadir el adjetivo de jacobeo. En Galicia se les conocían como concheiros, por ser la concha, vieira o venera su emblema distintivo, y en Francia jacquets, derivado de Jacques (Santiago).
En aquellos siglos de fe, peregrinos eran todos, reyes, nobles, guerreros, prelados, labriegos, ricos, pobres, sabios, artistas, mujeres, niños, etc. O sea, la sociedad entera, procedente de todos los rincones de Europa e incluso de otros continentes. Como no había excursiones, todos debían viajar a pie, en carros o caballerías.
El móvil principal que hacia que se llenaran las vías de peregrinación era de naturaleza religiosa: venerar la tumba del Apóstol Santiago el Mayor. En otras ocasiones el motivo de la peregrinación era menos desinteresado y espontáneo: cumplimiento de alguna promesa realizada , cumplimiento de una penitencia impuesta por pecados no corrientes, como conmutación de otra pena impuesta por motivos criminales y hasta la delegación a terceras personas para que pagaran uno de estos servicios. Otro móvil, era de tipo de prestigio, o sea, el conseguir el certificado de haber realizado el Camino: la Compostela o Compostelana.
Los peregrinos podían completar sus devociones en los innumerables santuarios y monasterios existentes a lo largo del Camino y sus variantes; la más notable es la que permitía visitar El Salvador, en Oviedo.
Los peregrinos de una misma comarca solían partir en grupo por mejor defenderse de los peligros del Camino y en época de menos trabajo en el campo o en tiempo climatológico más favorable.
Antes de emprender su peregrinación, el peregrino solía confiar sus bienes a un monasterio, cuyo abad, le entregaba el bordón, la calabaza, la escarcela y el rosario. El viaje podía durar semanas, meses o años, y se realizaba: a pie, y a caballo los que podían.
Los habitantes de allende los mares del Norte: escandinavos, ingleses, el trayecto terrestre iba precedido de una travesía marítima hasta las costas cantábricas, en la que tampoco escaseaban los peligros y riesgos. Referente a los viajes de estos peregrinos por mar, hay un apartado sobre ellos, llamada: Crónica de la arribada.
El peregrino, expuesto en los primeros tiempos a graves amenazas, contó a partir del Rey Sancho el Mayor (s. XI), con una protección especial que cristalizó en normas vigentes en los reinos que pasaban los peregrinos, consiguiéndose así un auténtico derecho internacional en su favor.
El peregrino estaba exento de pagos de peajes, pontazgos y portazgos, aunque había casos como los denunciados en el Códex Calixtinus, de señores feudales que los impusieran por su cuenta.
En Las Partidas del Rey Alfonso X se recogen varias disposiciones que les protegían de las rapiñas artes de los mesoneros, alcaldes, señores y ladrones y que se obligaba a todos a que "quando passaren los romeros por sus logares honrarlos e guardarlos". Es seguramente la alusión más clara a la hospitalidad.
Se reservaba un trato especial a los clérigos, profesores universitarios, deudores y herederos en peregrinación, y se facilitaba el testamento, y su cumplimiento, de los que morían en el Camino.
Junto a esta protección legal se desplegó una serie de ayudas y facilidades materiales en la construcción de nuevos puentes, calzadas, hospitales, lazaretos, monasterios, cementerios para peregrinos u hospederías.
En los hospitales de las zonas montañosas (Ibañeta, Santa Cristina de Somport, Montes de Oca, Foncebadón, Arbás del Puerto, etc,), se tocaba la campana para orientar a los peregrinos entre el temporal y la niebla. Durante siglos el peregrino, era respetado y protegido por la sociedad y por la autoridad.
Alrededor de la peregrinación se creó una picaresca muy peculiar, que a través del tiempo fue tomando cuerpo. Entre peregrinos de diferentes nacionalidades, surgían peleas, llegándose a producir muertes incluso en el interior de la catedral de Santiago de Compostela. Pero lo más negro de la picaresca era la avaricia y la falta de escrúpulos de los que se beneficiaban económicamente, hasta el punto de considerar el Camino como una fuente de ingresos: clérigos, prelados, mesoneros, comerciantes y otros más.
El Camino fue creando en el peregrino, un conjunto de elementos externos, más o menos folclóricos que a través de los tiempos fue tomando cuerpo. Estos elementos caracterizaban al peregrino jacobeo de manera peculiar y personal, durante la peregrinación y fuera de ella, constituyendo para el peregrino un trofeo.
Lo primero que distinguía al peregrino de los demás era la vestimenta y los arreos que portaba, a igual que por las canciones propias de su condición, las cuales hacían desahogar al peregrino en los duros tramos, como por las leyendas y tradiciones con que se aderezaban las tertulias. Todo ello se conservaba amorosamente tras la peregrinación y se trasmitía a los hijos a través de las generaciones posteriores.
En el vestuario, las prendas a usar eran utilitarias, así como los calzados. A través de los tiempos, estas prendas se fueron convirtiendo en el atuendo típico de los peregrinos, de tal manera que se empezó a representar en estatuas, al Santo Santiago con estos atuendos.
El sombrero era de alas anchas, y redondeadas, recogidas para protegerse del sol y de la lluvia; el abrigo era amplio con esclavina, vestimenta de origen eslavo; calzado fuerte, para jornadas largas y caminos duros; el bordón, era un largo y grueso palo terminado en una contera metálica, para ayudarse en los pasos difíciles y, también servía para ahuyentar las alimañas y animales poco amistosos; el zurrón permitía transportar los alimentos; la escarcela, esportilla o pera, era la bolsa donde se llevaba el dinero; y por ultimo la calabaza, que hacía las veces de cantimplora y que se llevaba colgada de un gancho en el bordón.
Como se observa, todo esto eran útiles aunque hoy en día sean los símbolos del peregrino jacobeo. Aunque, el símbolo por antonomasia es la :venera, o vieira, que desde el siglo XI, empezó a usar el peregrino.
Esta concha (llamada pectum Jacobeus), la adquirían los peregrinos cuando llegaban a Santiago (siendo exclusiva la venta a las autoridades eclesiásticas, durante largo tiempo) y era considerado por los peregrinos como un trofeo con que demostraban que habían logrado el propósito de alcanzar la meta compostelana.
Como decía el caballero alemán Arnold von Harff, en el año 1499, delante de la Catedral:"...verás innumerables concha, grandes y pequeñas, que debes comprar y fijar en tu sombrero para que vean que estuviste allí...".
Los peregrinos solían colocarla en el ala del sombrero y hasta en la esclavina, como está representado a Santiago en algunas iglesias ( Santa Marta de Tera, o Burgo de Culleredo). Hoy en día, este símbolo está representado a lo largo del Camino: como en las cartelas azules con las estrellas de la Comunidad Europea, en indicaciones de caminos, etc.
Otro elemento popular de las peregrinaciones jacobeas, sobre todo en la Edad Media, era el cancionero, siendo una muestra de simbiosis de varios estilos e inspiraciones. Se cantaba mucho: bien o mal. Las canciones, junto al arte románico, constituye uno de los legados más ricos, transmitidos de generación a generación. Se han recopilado y publicado numerosos cancioneros de peregrinación (siendo el primero en el s, XII en el Códex Calixtinus).
".... Y entonces Jesús le dice a Jacobo.
Tú viajarás al país pagano este año
Pero ¿cómo podré viajar si barco no tengo?
(esta canción es noruega).
Una de las canciones más famosa, es el Canto de Ultreya, verdadero himno oficial de los peregrinos de todas las épocas, e aquí algunas de las estrofas, en su versión de latín pueblerino:
“Dum Paterfamilias
Rex Universorum
donaret provincias
Jus apostolorum
Jacobus Hispanias
Lux Illustrat morum
Primus ex Apostolis
Martyr Jerosolimis
Jacobus egregio
Sacer est martyrio.
¡Herru Sanctiagu!
¡ Grot Sanctiagu!
¡ E ultreja e sus-eia!
¡ Deus adiuva nos!
(Cuando el Padre de familia
Rey del Universo
repartió las naciones
entre los Apóstoles
dio las Españas a Santiago
luz que ilumina el mundo
Primero entre los Apóstoles
martirizado en Jerusalém
el egregio Santiago
se consagró por el martirio
¡Señor Santiago!
¡Dios Santiago!
¡Y más allá, ea!
¡Y más arriba, ea!
Dios ayúdanos)
A lo largo del Camino han sido innumerables las leyendas y milagros, creando un conjunto de historias que se fueron transmitiendo a través de las generaciones.
Otras simbologías, son los croques (coscorrones al Maestro Mateo), a la llegada a la Catedral de Santiago, el “apreta” o abrazo al Apóstol, que como decía el viajero Cosme de Médicis, el día 3 de marzo de 1669: "...la muchedumbre es tan grande que a cualquier hora del día hay gente allí que se ejercita en las funciones de veneración al Santo, habiendo quién no contento con uno, ni con dos, ni con tres abrazos, los repite diez o quince veces en distintas partes del Santo, ya apretando el cuello, ya los hombros, ya la cintura según que el ímpetu o más bien el frenesí de su ingenua devoción se lo aconseje..."
En los albores del siglo XX, los amantes del Camino, tenemos las llamadas mascotas, que también forman parte de la simbología jacobea: la primera mascota fue Pelegrin, realizada en diseño modernista, del peregrino tradicional, en formas geométricas. Esta mascota lleva todas las indumentarias tradicionales del peregrino: esclavina, sombrero, bordón. La obra de este Pelegrin, es de Luis Carballo. Fue en el Año Santo Jacobeo de 1993, cuando apareció por primera vez esta mascota, siendo su puesta en escena, a través de múltiples representaciones: músico, ciclista, pintor, etc. y en varias formas: llaveros, ambientadores, muñecos y así una lista interminable.
Para el último Año Jacobeo del siglo XX, el de 1999, aparece la pareja: Pelegrina, con blusita rosa, largas pestañas y morritos rojos.
Por lo tanto, se les debe añadir el adjetivo de jacobeo. En Galicia se les conocían como concheiros, por ser la concha, vieira o venera su emblema distintivo, y en Francia jacquets, derivado de Jacques (Santiago).
En aquellos siglos de fe, peregrinos eran todos, reyes, nobles, guerreros, prelados, labriegos, ricos, pobres, sabios, artistas, mujeres, niños, etc. O sea, la sociedad entera, procedente de todos los rincones de Europa e incluso de otros continentes. Como no había excursiones, todos debían viajar a pie, en carros o caballerías.
El móvil principal que hacia que se llenaran las vías de peregrinación era de naturaleza religiosa: venerar la tumba del Apóstol Santiago el Mayor. En otras ocasiones el motivo de la peregrinación era menos desinteresado y espontáneo: cumplimiento de alguna promesa realizada , cumplimiento de una penitencia impuesta por pecados no corrientes, como conmutación de otra pena impuesta por motivos criminales y hasta la delegación a terceras personas para que pagaran uno de estos servicios. Otro móvil, era de tipo de prestigio, o sea, el conseguir el certificado de haber realizado el Camino: la Compostela o Compostelana.
Los peregrinos podían completar sus devociones en los innumerables santuarios y monasterios existentes a lo largo del Camino y sus variantes; la más notable es la que permitía visitar El Salvador, en Oviedo.
Los peregrinos de una misma comarca solían partir en grupo por mejor defenderse de los peligros del Camino y en época de menos trabajo en el campo o en tiempo climatológico más favorable.
Antes de emprender su peregrinación, el peregrino solía confiar sus bienes a un monasterio, cuyo abad, le entregaba el bordón, la calabaza, la escarcela y el rosario. El viaje podía durar semanas, meses o años, y se realizaba: a pie, y a caballo los que podían.
Los habitantes de allende los mares del Norte: escandinavos, ingleses, el trayecto terrestre iba precedido de una travesía marítima hasta las costas cantábricas, en la que tampoco escaseaban los peligros y riesgos. Referente a los viajes de estos peregrinos por mar, hay un apartado sobre ellos, llamada: Crónica de la arribada.
El peregrino, expuesto en los primeros tiempos a graves amenazas, contó a partir del Rey Sancho el Mayor (s. XI), con una protección especial que cristalizó en normas vigentes en los reinos que pasaban los peregrinos, consiguiéndose así un auténtico derecho internacional en su favor.
El peregrino estaba exento de pagos de peajes, pontazgos y portazgos, aunque había casos como los denunciados en el Códex Calixtinus, de señores feudales que los impusieran por su cuenta.
En Las Partidas del Rey Alfonso X se recogen varias disposiciones que les protegían de las rapiñas artes de los mesoneros, alcaldes, señores y ladrones y que se obligaba a todos a que "quando passaren los romeros por sus logares honrarlos e guardarlos". Es seguramente la alusión más clara a la hospitalidad.
Se reservaba un trato especial a los clérigos, profesores universitarios, deudores y herederos en peregrinación, y se facilitaba el testamento, y su cumplimiento, de los que morían en el Camino.
Junto a esta protección legal se desplegó una serie de ayudas y facilidades materiales en la construcción de nuevos puentes, calzadas, hospitales, lazaretos, monasterios, cementerios para peregrinos u hospederías.
En los hospitales de las zonas montañosas (Ibañeta, Santa Cristina de Somport, Montes de Oca, Foncebadón, Arbás del Puerto, etc,), se tocaba la campana para orientar a los peregrinos entre el temporal y la niebla. Durante siglos el peregrino, era respetado y protegido por la sociedad y por la autoridad.
Alrededor de la peregrinación se creó una picaresca muy peculiar, que a través del tiempo fue tomando cuerpo. Entre peregrinos de diferentes nacionalidades, surgían peleas, llegándose a producir muertes incluso en el interior de la catedral de Santiago de Compostela. Pero lo más negro de la picaresca era la avaricia y la falta de escrúpulos de los que se beneficiaban económicamente, hasta el punto de considerar el Camino como una fuente de ingresos: clérigos, prelados, mesoneros, comerciantes y otros más.
El Camino fue creando en el peregrino, un conjunto de elementos externos, más o menos folclóricos que a través de los tiempos fue tomando cuerpo. Estos elementos caracterizaban al peregrino jacobeo de manera peculiar y personal, durante la peregrinación y fuera de ella, constituyendo para el peregrino un trofeo.
Lo primero que distinguía al peregrino de los demás era la vestimenta y los arreos que portaba, a igual que por las canciones propias de su condición, las cuales hacían desahogar al peregrino en los duros tramos, como por las leyendas y tradiciones con que se aderezaban las tertulias. Todo ello se conservaba amorosamente tras la peregrinación y se trasmitía a los hijos a través de las generaciones posteriores.
En el vestuario, las prendas a usar eran utilitarias, así como los calzados. A través de los tiempos, estas prendas se fueron convirtiendo en el atuendo típico de los peregrinos, de tal manera que se empezó a representar en estatuas, al Santo Santiago con estos atuendos.
El sombrero era de alas anchas, y redondeadas, recogidas para protegerse del sol y de la lluvia; el abrigo era amplio con esclavina, vestimenta de origen eslavo; calzado fuerte, para jornadas largas y caminos duros; el bordón, era un largo y grueso palo terminado en una contera metálica, para ayudarse en los pasos difíciles y, también servía para ahuyentar las alimañas y animales poco amistosos; el zurrón permitía transportar los alimentos; la escarcela, esportilla o pera, era la bolsa donde se llevaba el dinero; y por ultimo la calabaza, que hacía las veces de cantimplora y que se llevaba colgada de un gancho en el bordón.
Como se observa, todo esto eran útiles aunque hoy en día sean los símbolos del peregrino jacobeo. Aunque, el símbolo por antonomasia es la :venera, o vieira, que desde el siglo XI, empezó a usar el peregrino.
Esta concha (llamada pectum Jacobeus), la adquirían los peregrinos cuando llegaban a Santiago (siendo exclusiva la venta a las autoridades eclesiásticas, durante largo tiempo) y era considerado por los peregrinos como un trofeo con que demostraban que habían logrado el propósito de alcanzar la meta compostelana.
Como decía el caballero alemán Arnold von Harff, en el año 1499, delante de la Catedral:"...verás innumerables concha, grandes y pequeñas, que debes comprar y fijar en tu sombrero para que vean que estuviste allí...".
Los peregrinos solían colocarla en el ala del sombrero y hasta en la esclavina, como está representado a Santiago en algunas iglesias ( Santa Marta de Tera, o Burgo de Culleredo). Hoy en día, este símbolo está representado a lo largo del Camino: como en las cartelas azules con las estrellas de la Comunidad Europea, en indicaciones de caminos, etc.
Otro elemento popular de las peregrinaciones jacobeas, sobre todo en la Edad Media, era el cancionero, siendo una muestra de simbiosis de varios estilos e inspiraciones. Se cantaba mucho: bien o mal. Las canciones, junto al arte románico, constituye uno de los legados más ricos, transmitidos de generación a generación. Se han recopilado y publicado numerosos cancioneros de peregrinación (siendo el primero en el s, XII en el Códex Calixtinus).
".... Y entonces Jesús le dice a Jacobo.
Tú viajarás al país pagano este año
Pero ¿cómo podré viajar si barco no tengo?
(esta canción es noruega).
Una de las canciones más famosa, es el Canto de Ultreya, verdadero himno oficial de los peregrinos de todas las épocas, e aquí algunas de las estrofas, en su versión de latín pueblerino:
“Dum Paterfamilias
Rex Universorum
donaret provincias
Jus apostolorum
Jacobus Hispanias
Lux Illustrat morum
Primus ex Apostolis
Martyr Jerosolimis
Jacobus egregio
Sacer est martyrio.
¡Herru Sanctiagu!
¡ Grot Sanctiagu!
¡ E ultreja e sus-eia!
¡ Deus adiuva nos!
(Cuando el Padre de familia
Rey del Universo
repartió las naciones
entre los Apóstoles
dio las Españas a Santiago
luz que ilumina el mundo
Primero entre los Apóstoles
martirizado en Jerusalém
el egregio Santiago
se consagró por el martirio
¡Señor Santiago!
¡Dios Santiago!
¡Y más allá, ea!
¡Y más arriba, ea!
Dios ayúdanos)
A lo largo del Camino han sido innumerables las leyendas y milagros, creando un conjunto de historias que se fueron transmitiendo a través de las generaciones.
Otras simbologías, son los croques (coscorrones al Maestro Mateo), a la llegada a la Catedral de Santiago, el “apreta” o abrazo al Apóstol, que como decía el viajero Cosme de Médicis, el día 3 de marzo de 1669: "...la muchedumbre es tan grande que a cualquier hora del día hay gente allí que se ejercita en las funciones de veneración al Santo, habiendo quién no contento con uno, ni con dos, ni con tres abrazos, los repite diez o quince veces en distintas partes del Santo, ya apretando el cuello, ya los hombros, ya la cintura según que el ímpetu o más bien el frenesí de su ingenua devoción se lo aconseje..."
En los albores del siglo XX, los amantes del Camino, tenemos las llamadas mascotas, que también forman parte de la simbología jacobea: la primera mascota fue Pelegrin, realizada en diseño modernista, del peregrino tradicional, en formas geométricas. Esta mascota lleva todas las indumentarias tradicionales del peregrino: esclavina, sombrero, bordón. La obra de este Pelegrin, es de Luis Carballo. Fue en el Año Santo Jacobeo de 1993, cuando apareció por primera vez esta mascota, siendo su puesta en escena, a través de múltiples representaciones: músico, ciclista, pintor, etc. y en varias formas: llaveros, ambientadores, muñecos y así una lista interminable.
Para el último Año Jacobeo del siglo XX, el de 1999, aparece la pareja: Pelegrina, con blusita rosa, largas pestañas y morritos rojos.
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