sábado, 12 de enero de 2013


La azarosa vida del peregrino medieval en Navarra


De arriba a abajo: Pórtico de Santa María de Sangüesa (siglo XII); Santiago apóstol, vestido de peregrino, en la iglesia de Santo Domingo de Pamplona; el puente románico de Puente la Reina, que se levantó en el siglo XI, y la iglesia de San Pedro de la Rúa (siglo XII) en Estella.
Pórtico de Santa María de Sangüesa (siglo XII).

Pamplona.- Los historiadores tienen que esperar hasta el siglo XV para recabar los primeros relatos sobre el Camino de Santiago, escritos por los propios peregrinos. Hasta entonces, la mayor fuente de información es el Libro del Peregrino del Códice Calixtino(siglo XII), considerado una auténtica guía de viajes de la época y atribuido a un autor francés. 

¿Cómo se desenvolvía un peregrino entre los siglos XI y XIII, cuando el Camino se convirtió en la Calle Mayor de Europa? Desde luego, su vida estaba mucho más expuesta al peligro, hasta el punto de que muchos viajeros dejaban hecho su testamento antes de partir de viaje. "A veces, peregrinar a Santiago era una obligación impuesta por haber cometido un pecado muy importante, como una muerte violenta", explica Raquel García Arancón, profesora de Historia Medieval de la Universidad de Navarra.

También existían los "peregrinos por encargo". "Mucha gente dejaba dinero en su testamento para que fuese un peregrino a Santiago a rezar por su alma", detalla. Por ejemplo, cita el testamento de Doña Flandrina Cruzat, una rica vecina del barrio de San Cernin, que decidió enviar varios peregrinos.
Los monasterios y hospitales, como el de Roncesvalles (siglo XII), eran los lugares más seguros para los peregrinos. "Allí no sólo les daban cobijo y comida, sino que también les lavaban los pies", apunta García Arancón. De esa tercera función se encargaban las "seroras", mujeres devotas.
Las estancias en los hospitales eran limitadas. En el hospital de Oviedo sólo podían pasar una noche; en Roncesvalles, una máximo de tres. Si caían enfermos, se podían quedar hasta que se curaran. "No era una asistencia meramente material, sino también espiritual", matiza la especialista. Cuando morían, eran enterrados allí y se hacían "misas y sufragios" por ellos. Junto a la caridad, la picaresca y los abusos también formaban parte de la vida en el Camino. En las posadas, los peregrinos podían depositar sus bienes en unas cajas, pero los robos eran frecuentes.El Libro del Peregrino advierte a los caminantes de que algunos "recaudadores de portazgo"-situados en lugares de paso-son capaces de arrancar por la fuerza "injustos tributos", echando mano de varios garrotes. El autor aclara que "legalmente sólo pueden cobrar impuestos a los mercaderes, el que cobran a los peregrinos y viajeros es ilegal". Por ese motivo había "falsos peregrinos" que para eludir esos impuestos se colocaban el atuendo característico de los caminantes a Santiago. Consistía en un sombrero de ala ancha, una capa y una esclavina o sobrecapa, así como la calabaza y la concha. La picaresca era tal, que varios siglos después el rey Felipe II decidió prohibir esa indumentaria.
El auge extraordinario del Camino conlleva la construcción de ciudades junto a la "Calle Mayor" de Europa. Los mercaderes y artesanos también se benefician de esta prosperidad. Ya en el siglo XII surgen gremios de "concheros", que fabrican conchas en metal o azabache para venderlas como "souvenir". En Navarra surgen las ciudades de Sangüesa, Puente la Reina y Estella, mientras Pamplona se expande con los burgos de San Cernin y San Nicolás. Puente la Reina es un ejemplo claro de "ciudad calle", concebida como lugar de paso, en torno a una vía principal de la que brotan las calles, como si fuera una espina de pez. La ciudad de Estella creció muchísimo y en el siglo XIII contaba con 1.100 familias, lo que le igualaba a Pamplona en número de habitantes.
A su paso por Estella, los peregrinos debían saber que el agua del río no era recomendable para que bebiesen ellos o sus caballos, ya que estaba contaminada por la actividad de las tintorerías y curtidorías. Por tanto, debían ser precavidos y abastecerse de agua antes de llegar a la ciudad del Ega o buscar otra parte del río.
El autor del Libro del Peregrino alaba a Estella, "fértil en buen pan y excelente vino (...), y abastecida de todo tipo de bienes". La tierra de los navarros también es "rica en pan, vino, leche y ganados", pero quienes la habitan salen muy mal parados. La lista de calificativos es interminable: "Lujuriosos, borrachos, agresivos, feroces, salvajes, desalmados, crueles.". De los navarros dice incluso que "fornican al ganado".
La profesora García Arancón cree que el autor no es imparcial. "Guarda un rencor enorme contra la gente de estas tierras, seguramente porque fue testigo de un mal suceso", opina. En cuanto a los asaltos, los responsables no eran los lugareños. "En Navarra, la mayoría de los salteadores y delincuentes que se han podido documentar eran súbditos ingleses. Venían desde la Gascuña, en Aquitania, una tierra pobre", revela.
Para protegerse de estos ataques, el peregrino viajaba en grupo.Y siempre iba provisto de un bordón (bastón), no sólo para apoyarse, sino también para defenderse de los lobos o de los perros agresivos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario