Bendita Puerta Santa
Villafranca del Bierzo.- Este jueves se abrirá una puerta en el Camino de Santiago francés, a las 12 horas. Será la Puerta del Perdón de la Iglesia de Santiago, en Villafranca del Bierzo. El obispo de Astorga, acompañado del hermano mayor de la Cofradía villafranquina de las Angustias y los Caballeros de Santiago, autoridades y peregrinos, dará los tres golpes de rigor y pronunciará las palabras que dicta la tradición: «Portones, alzad los dinteles».
Horas más tarde, al final del Camino, en la plaza de La Quintana, el arzobispo de Santiago, acompañado de autoridades y peregrinos, llamará también tres veces a la Puerta Santa de la Catedral compostelana con un martillo de plata y pronunciará, una vez más: «¿Pueden los pecadores entrar en la Casa de Dios?».
Son las dos únicas puertas que se abren en el Camino de Santiago para recibir al Año Santo, al Jacobeo del 2010.
Bendita puerta esta por la que, simbólicamente, entrará una invasión de solidaridad, de paz, de hermandad, de caridad, de espiritualidad, de cultura compartida, de lazos que se estrechan sin fronteras, de hombres y mujeres que hablan diferentes lenguas pero se entienden con la mirada y la sonrisa.
Caminan juntos hacia un mismo lugar, incluso duermen y comen en la misma estancia y por el mismo precio. Y no importa la condición social, nacionalidad, edad, ni poder económico. La raíz religiosa es consustancial al Camino, pues no olvidemos que se viaja a un templo cristiano, donde se encuentran las reliquias de un santo. A pesar de esto hay cada vez más peregrinos que hacen el Camino sin fe, sin religión, practicantes de otras religiones no cristianas. He aquí el Camino en estado puro.
Un Camino que habrá que advertir mucho y alto a partir de ahora, y que no tiene nada que ver con el oficial, el político y el religioso. Se trata de un fenómeno social, cultural y espiritual único que supera en pureza a los grandes gestos deportivos que estrechan los brazos del deporte de todo el planeta. Son los peregrinos una bendición que nos cruza en silencio con el mayor mensaje de paz y de concordia que hemos recibido en este país desde que nos regalásemos una Constitución garante de la libertad. Los peregrinos que van a Santiago por cualquiera de los caminos son los últimos hombres libres de la tierra. En este mismo instante, un hombre o una mujer venidos de un rincón de la geografía mundial camina, duerme o descansa en alguno de los 2.000 kilómetros de caminos que cruzan Castilla y León con dirección a Santiago. Sin aduanas, aeropuertos, infraestructura o agentes de seguridad, el peregrino vive y mantiene viva una ruta milenaria con sus pisadas.
Todavía es pronto, pues a pesar de su poso milenario sólo cuenta con un par de décadas de interés social. O sea, una teoría que se sostiene por sí sola: ¿Quién no ha oído hablar del Camino de Santiago? ¿Cuántos han demostrado cierto interés en conocer algo más sobre esta experiencia? El Camino que hoy despierta tanto interés en la sociedad, inspira a escritores y cineastas, tiene tan entretenidos a los responsables de la política cultural y asombrada a la misma Iglesia, a la que le han salido silenciosos fieles que sufren y padecen emocionados, y por miles se dirigen andando a una catedral para visitar las reliquias de un santo.
El hecho jacobeo es el fenómeno senderista más importante de la historia del turismo español. Sólo del respeto a su esencia dependerá su supervivencia. En Castilla y León, la responsabilidad se multiplica debido al fuerte protagonismo que hemos alcanzado, pues nos cruzan con generosidad las arterias más importantes. No es una ruta de senderismo. Es algo más trascendente. Es un espejo de la vida en el que te miras, en cada pisada, siguiendo una flecha amarilla que conduce a la tumba del apóstol… aquellos peregrinos medievales que viajaban al final de la tierra para alcanzar el jubileo -el 'perdón de los pecados'-, librarse de una penitencia o seguir la inercia de su época era un hecho normal en la cristiandad medieval. Habría que empezar a elaborar listas con nombres y apellidos de los que se han portado mal y obligarles a redimir penas en el Camino, empezando por el Gobierno, la oposición, y luego el resto... que incluye a los grandes grupos de comunicación.
Horas más tarde, al final del Camino, en la plaza de La Quintana, el arzobispo de Santiago, acompañado de autoridades y peregrinos, llamará también tres veces a la Puerta Santa de la Catedral compostelana con un martillo de plata y pronunciará, una vez más: «¿Pueden los pecadores entrar en la Casa de Dios?».
Son las dos únicas puertas que se abren en el Camino de Santiago para recibir al Año Santo, al Jacobeo del 2010.
Bendita puerta esta por la que, simbólicamente, entrará una invasión de solidaridad, de paz, de hermandad, de caridad, de espiritualidad, de cultura compartida, de lazos que se estrechan sin fronteras, de hombres y mujeres que hablan diferentes lenguas pero se entienden con la mirada y la sonrisa.
Caminan juntos hacia un mismo lugar, incluso duermen y comen en la misma estancia y por el mismo precio. Y no importa la condición social, nacionalidad, edad, ni poder económico. La raíz religiosa es consustancial al Camino, pues no olvidemos que se viaja a un templo cristiano, donde se encuentran las reliquias de un santo. A pesar de esto hay cada vez más peregrinos que hacen el Camino sin fe, sin religión, practicantes de otras religiones no cristianas. He aquí el Camino en estado puro.
Un Camino que habrá que advertir mucho y alto a partir de ahora, y que no tiene nada que ver con el oficial, el político y el religioso. Se trata de un fenómeno social, cultural y espiritual único que supera en pureza a los grandes gestos deportivos que estrechan los brazos del deporte de todo el planeta. Son los peregrinos una bendición que nos cruza en silencio con el mayor mensaje de paz y de concordia que hemos recibido en este país desde que nos regalásemos una Constitución garante de la libertad. Los peregrinos que van a Santiago por cualquiera de los caminos son los últimos hombres libres de la tierra. En este mismo instante, un hombre o una mujer venidos de un rincón de la geografía mundial camina, duerme o descansa en alguno de los 2.000 kilómetros de caminos que cruzan Castilla y León con dirección a Santiago. Sin aduanas, aeropuertos, infraestructura o agentes de seguridad, el peregrino vive y mantiene viva una ruta milenaria con sus pisadas.
Todavía es pronto, pues a pesar de su poso milenario sólo cuenta con un par de décadas de interés social. O sea, una teoría que se sostiene por sí sola: ¿Quién no ha oído hablar del Camino de Santiago? ¿Cuántos han demostrado cierto interés en conocer algo más sobre esta experiencia? El Camino que hoy despierta tanto interés en la sociedad, inspira a escritores y cineastas, tiene tan entretenidos a los responsables de la política cultural y asombrada a la misma Iglesia, a la que le han salido silenciosos fieles que sufren y padecen emocionados, y por miles se dirigen andando a una catedral para visitar las reliquias de un santo.
El hecho jacobeo es el fenómeno senderista más importante de la historia del turismo español. Sólo del respeto a su esencia dependerá su supervivencia. En Castilla y León, la responsabilidad se multiplica debido al fuerte protagonismo que hemos alcanzado, pues nos cruzan con generosidad las arterias más importantes. No es una ruta de senderismo. Es algo más trascendente. Es un espejo de la vida en el que te miras, en cada pisada, siguiendo una flecha amarilla que conduce a la tumba del apóstol… aquellos peregrinos medievales que viajaban al final de la tierra para alcanzar el jubileo -el 'perdón de los pecados'-, librarse de una penitencia o seguir la inercia de su época era un hecho normal en la cristiandad medieval. Habría que empezar a elaborar listas con nombres y apellidos de los que se han portado mal y obligarles a redimir penas en el Camino, empezando por el Gobierno, la oposición, y luego el resto... que incluye a los grandes grupos de comunicación.
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