Uno que va a Santiago...
Oviedo.- Es la segunda vez que «hace el Camino». La primera fue el año pasado, en que hizo completo el Camino Francés, 32 etapas, día por día. La experiencia fue tan gratificante que este año Miguel Moro, residente en Palma de Mallorca y relaciones públicas de tres discotecas en la zona de El Arenal, en Palma de Mallorca, decidió realizar también en noviembre el Camino Primitivo tras haber entrado desde León siguiendo el Camino de El Salvador. Al llegar a Grandas de Salime, tras caminar unos 21 kilómetros desde Berducedo, darse una ducha, cambiarse de ropa, comer y descansar, quiere visitar el Museo Etnográfico, del que tanto le han hablado, pero antes dedica un poco más de tiempo a seguir contemplado el paisaje desde la ventana del bar donde toma un té caliente.
«El año pasado hice el Camino Francés porque tenía ganas de conocerlo, no suponía cuántas experiencias iba a vivir y las consencuencias que tendrían en mí. Concretamente, una de ellas es este nuevo viaje, esta segunda vez en el Camino. Hay que vivirlo para entenderlo», afirma este hombre que, desde el 8 de noviembre, peregrina solo al Monte de Gozo desde León. Moro destaca la señalización del Camino Primitivo en Asturias, «está muy bien», dice, al tiempo que añade que «lo más difícil son las subidas y bajadas con gran desnivel como me ha sucedido hoy, de todos modos son escalonadas y se lleva bien». No le da ningún miedo viajar solo, pero reconoce que algunos tramos imponen mucho respeto, sobre todo porque «allí donde la guía te señala que hay un pueblito, resulta que son dos casas y no están habitadas, y te puedo asegurar que se citan un montón de pueblos.
Salí de Berducedo y en 21 kilómetros ¡no encontré a nadie por los montes que atravesé! Además, no hay cobertura para el móvil, con lo que todo te lo tomas con la calma necesaria para disfrutar de cada kilómetro». Curiosamente esta sensación de soledad plena es lo que más disfruta este hombre que no se define «peregrino al cien por cien». «He vuelto a realizar el Camino hacia Santiago por lo que sentí la primera vez. Yo hago el Camino un poco por todo, no sé si soy buen o mal peregrino, pero también me puede la aventura, sobre todo en Asturias, que me parece una tierra maravillosa. Pero es cierto, como dicen muchos, que el Camino te engancha. Es todo en su conjunto lo que disfrutas: el encuentro con la gente, la historia, la cultura, este paisaje que te llena, lo que compartes con los demás...». Moro define esta experiencia como «un viaje en el que te vas encontrando a ti mismo». En cuanto a las gentes que viven en la ruta, y recordando su experiencia del año pasado, afirma, sin pretender generalizar, que los navarros «son retraídos; los riojanos, serviciales y generosos; los leoneses, simpáticos, y los asturianos, entrañables y buena gente. Se interesan por ti. Cuando les preguntas por una dirección, por ejemplo, se molestan tanto en señalártela que a veces sólo les falta llevarte de la mano». Tras visitar la tumba del Apóstol en Santiago quiere despedirse por este año del camino llegando a Finisterre, punto final en la época medieval de unos peregrinos que, una vez «en el Fin de la tierra», quemaban sus ropas en señal de purificación y arrojaban sus cenizas al mar.
«El año pasado hice el Camino Francés porque tenía ganas de conocerlo, no suponía cuántas experiencias iba a vivir y las consencuencias que tendrían en mí. Concretamente, una de ellas es este nuevo viaje, esta segunda vez en el Camino. Hay que vivirlo para entenderlo», afirma este hombre que, desde el 8 de noviembre, peregrina solo al Monte de Gozo desde León. Moro destaca la señalización del Camino Primitivo en Asturias, «está muy bien», dice, al tiempo que añade que «lo más difícil son las subidas y bajadas con gran desnivel como me ha sucedido hoy, de todos modos son escalonadas y se lleva bien». No le da ningún miedo viajar solo, pero reconoce que algunos tramos imponen mucho respeto, sobre todo porque «allí donde la guía te señala que hay un pueblito, resulta que son dos casas y no están habitadas, y te puedo asegurar que se citan un montón de pueblos.
Salí de Berducedo y en 21 kilómetros ¡no encontré a nadie por los montes que atravesé! Además, no hay cobertura para el móvil, con lo que todo te lo tomas con la calma necesaria para disfrutar de cada kilómetro». Curiosamente esta sensación de soledad plena es lo que más disfruta este hombre que no se define «peregrino al cien por cien». «He vuelto a realizar el Camino hacia Santiago por lo que sentí la primera vez. Yo hago el Camino un poco por todo, no sé si soy buen o mal peregrino, pero también me puede la aventura, sobre todo en Asturias, que me parece una tierra maravillosa. Pero es cierto, como dicen muchos, que el Camino te engancha. Es todo en su conjunto lo que disfrutas: el encuentro con la gente, la historia, la cultura, este paisaje que te llena, lo que compartes con los demás...». Moro define esta experiencia como «un viaje en el que te vas encontrando a ti mismo». En cuanto a las gentes que viven en la ruta, y recordando su experiencia del año pasado, afirma, sin pretender generalizar, que los navarros «son retraídos; los riojanos, serviciales y generosos; los leoneses, simpáticos, y los asturianos, entrañables y buena gente. Se interesan por ti. Cuando les preguntas por una dirección, por ejemplo, se molestan tanto en señalártela que a veces sólo les falta llevarte de la mano». Tras visitar la tumba del Apóstol en Santiago quiere despedirse por este año del camino llegando a Finisterre, punto final en la época medieval de unos peregrinos que, una vez «en el Fin de la tierra», quemaban sus ropas en señal de purificación y arrojaban sus cenizas al mar.
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