lunes, 7 de enero de 2013

Historias del Camino

¿CREDENCIAL DEL PEREGRINO?: DESVERGÜENZA Y “PÍO LATROCINIO”

Por José de la Riera
Si algo le molesta a uno de la Historia, y más aún de la reciente, es su falsificación y la mentira repetida, repetida, amplificada y reiterada hasta la saciedad. Y, más aún, que ...haya gente que comulgue con esas ruedas de molino, sin el menor sentido crítico, sin ningún análisis. Y como uno ha vivido esos hechos, ha compartido mucho con algunos protagonistas y ha visto hasta que punto se devalúa y se intenta engañar (consiguiéndolo en muchos casos plenamente), voy a poner algunas “cosas” en su sitio porque cada vez anda uno más indignado y harto encabronado. Y me refiero al papel que ha jugado la catedral de Santiago de Compostela y algunos adláteres en el renacimiento de la peregrinación jacobea. Y a sus “Píos Latrocinios”, algunos de los cuales dejan pálidos al “pío latrocinio” de reliquias efectuado por Xelmírez en la metrópolis de Braga. 
Y no voy a entrar, lo haré en otra ocasión, en como le amargaron la vida desde la SAMI catedral de Santiago (y agregados) a Elías Valiña, de que forma y cómo le hicieron hasta llorar (tengo los “papeles”). Pero ahora me voy a ceñir a algo concreto, la famosa “credencial”
En 1987 todo el mundo jacobeo de entonces, a instancias de Elías, se reúne en Jaca. Mucha gente se conoce allí por primera vez, en aquel primer congreso de asociaciones jacobeas de todas partes. Todo era improvisación, no había nada, y el propio Elías preparó el congreso cinco días antes a golpe de “olivetti”. El Camino estaba renaciendo, había que poner algunas primeras piedras, y la gente se aplicó en ello. Una cosa importante para todos era la credencial del peregrino, hacía falta alguna identificación que por un lado identificase a los peregrinos como tales para poder acceder a los incipientes albergues que se iban creando y que, a su vez, constituyese un auténtico pasaporte que, de alguna manera, le sirviera de protección, amparo y acogida en el Camino.
Y así nació la credencial del peregrino, sustituyendo las antiguas cartas de presentación de párrocos, alcaldes u obispos. Se hizo el primer formato (hubo hasta una ponencia dedicada a ello) y pronto las asociaciones jacobeas (y en principio sólo ellas) se dedicaron a entregarlas. Las imprimía la Coordinadora de Asociaciones y, más tarde, la Federación. Cientos de voluntarios (todos antiguos peregrinos) se dedicaban a entregar credenciales, a explicar lo que era el Camino, a ayudar e informar en aquellos primeros tiempos en que se carecía de casi todo, pero en que el Camino era una enorme orquesta, un coro de todos para todos.
Pasaron los años y un presidente de la Federación, Fernando Imaz, negoció con la Oficina del Peregrino (siempre en continua tensión con las asociaciones jacobeas, preferían las “cofradías” cristianas) el que la credencial pasara a ser emitida por la Catedral de Santiago, respetando el que la Federación pudiera seguir expidiendo las suyas. Y oponiéndose, la mencionada Oficina, a que NADIE MÁS, pudiera emitir una credencial. Tenían la sartén por el mango: las "Compostelas", sin la credencial adecuada no habría "Compostela". La Catedral se apropió de la casi integridad de los textos, del formato, de todo. Y se apropió también del propio espíritu de la credencial. La credencial no es más (pero tampoco menos) que un pasaporte en el Camino. Los pasaportes jamás se emiten en destino: ¿qué sentido tiene eso? Pero la Catedral quería controlar eso y lo logró. Se apropio de una idea, de un trabajo y de una forma de hacer que no era la suya. El paso siguiente (fallido) fue intentar limitar a que sólo fuera entregada por los párrocos, lo que ocurre es que los párrocos les echaron un corte de mangas. ¿Consecuencia? Se negocia con la credencial, si se paga se consigue en cualquier kiosko, hay alguna asociación de reciente cuño (y muy “cristiana”) que ha llegado a pedir ocho euros por la credencial.
¿Un robo? No, que va, un “pío latrocinio”, la credencial nació del propio Camino, de sus bases, en 1987, bajo la iniciativa de Elías Valiña, párroco de O Cebreiro. Y eran los propios peregrinos (pues de ellos se nutrían, en un principio, las asociaciones) los que se la entregaban a otros peregrinos. Por nada, a nadie se le ocurría “cobrar” por una credencial, el que quería daba un donativo y listo. Era emitido por gente libre para gente libre, los peregrinos. Y eso no se podía consentir, había que controlar. Y se controló, vaya si se controló. Y esta es la historia, y el que la quiera creer que la crea, pero ruedas de molino las justas. Hoy en día se desconocen muchas cosas, pero aún quedamos algunos con memoria. Y cada vez más indignados.
¿Al pan , pan? Pues eso, y al vino tres vasos.
¿CREDENCIAL DEL PEREGRINO?: DESVERGÜENZA Y “PÍO LATROCINIO”


Si algo le molesta a uno de la Historia, y más aún de la reciente, es su falsificación y la mentira repetida, repetida, amplificada y reiterada hasta la saciedad. Y, más aún, que ...haya gente que comulgue con esas ruedas de molino, sin el menor sentido crítico, sin ningún análisis. Y como uno ha vivido esos hechos, ha compartido mucho con algunos protagonistas y ha visto hasta que punto se devalúa y se intenta engañar (consiguiéndolo en muchos casos plenamente), voy a poner algunas “cosas” en su sitio porque cada vez anda uno más indignado y harto encabronado. Y me refiero al papel que ha jugado la catedral de Santiago de Compostela y algunos adláteres en el renacimiento de la peregrinación jacobea. Y a sus “Píos Latrocinios”, algunos de los cuales dejan pálidos al “pío latrocinio” de reliquias efectuado por Xelmírez en la metrópolis de Braga. Y no voy a entrar, lo haré en otra ocasión, en como le amargaron la vida desde la SAMI catedral de Santiago (y agregados) a Elías Valiña, de que forma y cómo le hicieron hasta llorar (tengo los “papeles”). Pero ahora me voy a ceñir a algo concreto, la famosa “credencial”

En 1987 todo el mundo jacobeo de entonces, a instancias de Elías, se reúne en Jaca. Mucha gente se conoce allí por primera vez, en aquel primer congreso de asociaciones jacobeas de todas partes. Todo era improvisación, no había nada, y el propio Elías preparó el congreso cinco días antes a golpe de “olivetti”. El Camino estaba renaciendo, había que poner algunas primeras piedras, y la gente se aplicó en ello. Una cosa importante para todos era la credencial del peregrino, hacía falta alguna identificación que por un lado identificase a los peregrinos como tales para poder acceder a los incipientes albergues que se iban creando y que, a su vez, constituyese un auténtico pasaporte que, de alguna manera, le sirviera de protección, amparo y acogida en el Camino. 

Y así nació la credencial del peregrino, sustituyendo las antiguas cartas de presentación de párrocos, alcaldes u obispos. Se hizo el primer formato (hubo hasta una ponencia dedicada a ello) y pronto las asociaciones jacobeas (y en principio sólo ellas) se dedicaron a entregarlas. Las imprimía la Coordinadora de Asociaciones y, más tarde, la Federación. Cientos de voluntarios (todos antiguos peregrinos) se dedicaban a entregar credenciales, a explicar lo que era el Camino, a ayudar e informar en aquellos primeros tiempos en que se carecía de casi todo, pero en que el Camino era una enorme orquesta, un coro de todos para todos.

Pasaron los años y un presidente de la Federación, Fernando Imaz, negoció con la Oficina del Peregrino (siempre en continua tensión con las asociaciones jacobeas, preferían las “cofradías” cristianas) el que la credencial pasara a ser emitida por la Catedral de Santiago, respetando el que la Federación pudiera seguir expidiendo las suyas. Y oponiéndose, la mencionada Oficina, a que NADIE MÁS, pudiera emitir una credencial. Tenían la sartén por el mango: las "Compostelas", sin la credencial adecuada no habría "Compostela". La Catedral se apropió de la casi integridad de los textos, del formato, de todo. Y se apropió también del propio espíritu de la credencial. La credencial no es más (pero tampoco menos) que un pasaporte en el Camino. Los pasaportes jamás se emiten en destino: ¿qué sentido tiene eso? Pero la Catedral quería controlar eso y lo logró. Se apropio de una idea, de un trabajo y de una forma de hacer que no era la suya. El paso siguiente (fallido) fue intentar limitar a que sólo fuera entregada por los párrocos, lo que ocurre es que los párrocos les echaron un corte de mangas. ¿Consecuencia? Se negocia con la credencial, si se paga se consigue en cualquier kiosko, hay alguna asociación de reciente cuño (y muy “cristiana”) que ha llegado a pedir ocho euros por la credencial. 

¿Un robo? No, que va, un “pío latrocinio”, la credencial nació del propio Camino, de sus bases, en 1987, bajo la iniciativa de Elías Valiña, párroco de O Cebreiro. Y eran los propios peregrinos (pues de ellos se nutrían, en un principio, las asociaciones) los que se la entregaban a otros peregrinos. Por nada, a nadie se le ocurría “cobrar” por una credencial, el que quería daba un donativo y listo. Era emitido por gente libre para gente libre, los peregrinos. Y eso no se podía consentir, había que controlar. Y se controló, vaya si se controló. Y esta es la historia, y el que la quiera creer que la crea, pero ruedas de molino las justas. Hoy en día se desconocen muchas cosas, pero aún quedamos algunos con memoria. Y cada vez más indignados.
¿Al pan , pan? Pues eso, y al vino tres vasos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario