¿CREDENCIAL DEL PEREGRINO?: DESVERGÜENZA Y “PÍO LATROCINIO”
Por José de la Riera
Si algo le molesta a uno de la Historia, y más aún de la reciente, es
su falsificación y la mentira repetida, repetida, amplificada y
reiterada hasta la saciedad. Y, más aún, que ...haya gente que comulgue
con esas ruedas de molino, sin el menor sentido crítico, sin ningún
análisis. Y como uno ha vivido esos hechos, ha compartido mucho con
algunos protagonistas y ha visto hasta que punto se devalúa y se intenta
engañar (consiguiéndolo en muchos casos plenamente), voy a poner
algunas “cosas” en su sitio porque cada vez anda uno más indignado y
harto encabronado. Y me refiero al papel que ha jugado la catedral de
Santiago de Compostela y algunos adláteres en el renacimiento de la
peregrinación jacobea. Y a sus “Píos Latrocinios”, algunos de los cuales
dejan pálidos al “pío latrocinio” de reliquias efectuado por Xelmírez
en la metrópolis de Braga.
Y no voy a entrar, lo haré en otra ocasión,
en como le amargaron la vida desde la SAMI catedral de Santiago (y
agregados) a Elías Valiña, de que forma y cómo le hicieron hasta llorar
(tengo los “papeles”). Pero ahora me voy a ceñir a algo concreto, la
famosa “credencial”
En 1987 todo el mundo jacobeo de entonces, a
instancias de Elías, se reúne en Jaca. Mucha gente se conoce allí por
primera vez, en aquel primer congreso de asociaciones jacobeas de todas
partes. Todo era improvisación, no había nada, y el propio Elías preparó
el congreso cinco días antes a golpe de “olivetti”. El Camino estaba
renaciendo, había que poner algunas primeras piedras, y la gente se
aplicó en ello. Una cosa importante para todos era la credencial del
peregrino, hacía falta alguna identificación que por un lado
identificase a los peregrinos como tales para poder acceder a los
incipientes albergues que se iban creando y que, a su vez, constituyese
un auténtico pasaporte que, de alguna manera, le sirviera de protección,
amparo y acogida en el Camino.
Y así nació la credencial del
peregrino, sustituyendo las antiguas cartas de presentación de párrocos,
alcaldes u obispos. Se hizo el primer formato (hubo hasta una ponencia
dedicada a ello) y pronto las asociaciones jacobeas (y en principio sólo
ellas) se dedicaron a entregarlas. Las imprimía la Coordinadora de
Asociaciones y, más tarde, la Federación. Cientos de voluntarios (todos
antiguos peregrinos) se dedicaban a entregar credenciales, a explicar lo
que era el Camino, a ayudar e informar en aquellos primeros tiempos en
que se carecía de casi todo, pero en que el Camino era una enorme
orquesta, un coro de todos para todos.
Pasaron los años y un
presidente de la Federación, Fernando Imaz, negoció con la Oficina del
Peregrino (siempre en continua tensión con las asociaciones jacobeas,
preferían las “cofradías” cristianas) el que la credencial pasara a ser
emitida por la Catedral de Santiago, respetando el que la Federación
pudiera seguir expidiendo las suyas. Y oponiéndose, la mencionada
Oficina, a que NADIE MÁS, pudiera emitir una credencial. Tenían la
sartén por el mango: las "Compostelas", sin la credencial adecuada no
habría "Compostela". La Catedral se apropió de la casi integridad de los
textos, del formato, de todo. Y se apropió también del propio espíritu
de la credencial. La credencial no es más (pero tampoco menos) que un
pasaporte en el Camino. Los pasaportes jamás se emiten en destino: ¿qué
sentido tiene eso? Pero la Catedral quería controlar eso y lo logró. Se
apropio de una idea, de un trabajo y de una forma de hacer que no era la
suya. El paso siguiente (fallido) fue intentar limitar a que sólo fuera
entregada por los párrocos, lo que ocurre es que los párrocos les
echaron un corte de mangas. ¿Consecuencia? Se negocia con la credencial,
si se paga se consigue en cualquier kiosko, hay alguna asociación de
reciente cuño (y muy “cristiana”) que ha llegado a pedir ocho euros por
la credencial.
¿Un robo? No, que va, un “pío latrocinio”, la
credencial nació del propio Camino, de sus bases, en 1987, bajo la
iniciativa de Elías Valiña, párroco de O Cebreiro. Y eran los propios
peregrinos (pues de ellos se nutrían, en un principio, las asociaciones)
los que se la entregaban a otros peregrinos. Por nada, a nadie se le
ocurría “cobrar” por una credencial, el que quería daba un donativo y
listo. Era emitido por gente libre para gente libre, los peregrinos. Y
eso no se podía consentir, había que controlar. Y se controló, vaya si
se controló. Y esta es la historia, y el que la quiera creer que la
crea, pero ruedas de molino las justas. Hoy en día se desconocen muchas
cosas, pero aún quedamos algunos con memoria. Y cada vez más indignados.
¿Al pan , pan? Pues eso, y al vino tres vasos.
Por José de la Riera
En 1987 todo el mundo jacobeo de entonces, a instancias de Elías, se reúne en Jaca. Mucha gente se conoce allí por primera vez, en aquel primer congreso de asociaciones jacobeas de todas partes. Todo era improvisación, no había nada, y el propio Elías preparó el congreso cinco días antes a golpe de “olivetti”. El Camino estaba renaciendo, había que poner algunas primeras piedras, y la gente se aplicó en ello. Una cosa importante para todos era la credencial del peregrino, hacía falta alguna identificación que por un lado identificase a los peregrinos como tales para poder acceder a los incipientes albergues que se iban creando y que, a su vez, constituyese un auténtico pasaporte que, de alguna manera, le sirviera de protección, amparo y acogida en el Camino.
Y así nació la credencial del peregrino, sustituyendo las antiguas cartas de presentación de párrocos, alcaldes u obispos. Se hizo el primer formato (hubo hasta una ponencia dedicada a ello) y pronto las asociaciones jacobeas (y en principio sólo ellas) se dedicaron a entregarlas. Las imprimía la Coordinadora de Asociaciones y, más tarde, la Federación. Cientos de voluntarios (todos antiguos peregrinos) se dedicaban a entregar credenciales, a explicar lo que era el Camino, a ayudar e informar en aquellos primeros tiempos en que se carecía de casi todo, pero en que el Camino era una enorme orquesta, un coro de todos para todos.
Pasaron los años y un presidente de la Federación, Fernando Imaz, negoció con la Oficina del Peregrino (siempre en continua tensión con las asociaciones jacobeas, preferían las “cofradías” cristianas) el que la credencial pasara a ser emitida por la Catedral de Santiago, respetando el que la Federación pudiera seguir expidiendo las suyas. Y oponiéndose, la mencionada Oficina, a que NADIE MÁS, pudiera emitir una credencial. Tenían la sartén por el mango: las "Compostelas", sin la credencial adecuada no habría "Compostela". La Catedral se apropió de la casi integridad de los textos, del formato, de todo. Y se apropió también del propio espíritu de la credencial. La credencial no es más (pero tampoco menos) que un pasaporte en el Camino. Los pasaportes jamás se emiten en destino: ¿qué sentido tiene eso? Pero la Catedral quería controlar eso y lo logró. Se apropio de una idea, de un trabajo y de una forma de hacer que no era la suya. El paso siguiente (fallido) fue intentar limitar a que sólo fuera entregada por los párrocos, lo que ocurre es que los párrocos les echaron un corte de mangas. ¿Consecuencia? Se negocia con la credencial, si se paga se consigue en cualquier kiosko, hay alguna asociación de reciente cuño (y muy “cristiana”) que ha llegado a pedir ocho euros por la credencial.
¿Un robo? No, que va, un “pío latrocinio”, la credencial nació del propio Camino, de sus bases, en 1987, bajo la iniciativa de Elías Valiña, párroco de O Cebreiro. Y eran los propios peregrinos (pues de ellos se nutrían, en un principio, las asociaciones) los que se la entregaban a otros peregrinos. Por nada, a nadie se le ocurría “cobrar” por una credencial, el que quería daba un donativo y listo. Era emitido por gente libre para gente libre, los peregrinos. Y eso no se podía consentir, había que controlar. Y se controló, vaya si se controló. Y esta es la historia, y el que la quiera creer que la crea, pero ruedas de molino las justas. Hoy en día se desconocen muchas cosas, pero aún quedamos algunos con memoria. Y cada vez más indignados.
¿Al pan , pan? Pues eso, y al vino tres vasos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario